miércoles, 19 de abril de 2017

81. El último talismán de Carlos I


Comentario de "La Gloria" de Tiziano, realizada entre
1551 y 1554 para Carlos I de España y V de Alemania, 
cumpliendo su última voluntad. Conservada en el Museo del Prado

La Gloria (Tiziano).jpg

En la entrada anterior dije que tenía pensado escribir un libro titulado Bajo la mirada del águila. Heterodoxia en la corte de los primeros Habsburgo. Se me preguntó al respecto si realmente hay material para escribir un libro sobre ese tema. Esta entrada es una pincelada de la respuesta a esa pregunta: sí, lo hay. Pocas obras de arte puedo señalar que me gusten más que esta. No es una cuestión de temática ni de técnica, sino que es algo personal: "La Gloria" de Tiziano fue el primer lienzo en el que descubrí el lado esotérico del Arte, su "intrahistoria", como me gusta llamarlo. Y eso que no es ésta una obra de las que más contenido hermético posee. ¿Por qué me resulta entonces tan interesante? Por quién fue el comitente y para qué la encargó. Me estoy refiriendo a Carlos I de España y V de Alemania, el hombre que se veía a sí mismo como un nuevo Carlomagno, destinado a unificar toda Europa bajo un sólo estandarte y frenar la amenaza turca en Occidente. Sin embargo, nunca pudo ver ese sueño cumplido: las continuas disputas con Francia y territorios italianos, además del enemigo turco y por supuesto la aparición del protestantismo dieron al traste con los planes que Carlos tenía para todas las naciones cristianas. Por eso en 1555, después de tantas guerras y conflictos, Carlos entra en una fase de reflexión. Comienza a meditar sobre su vida y sobre sus creencias, y fue en ese momento cuando le entró el miedo. El hombre más poderoso del mundo tuvo miedo de que los pecados que había cometido a lo largo de su vida fuesen tan grandes que nunca llegase a entrar en el Paraíso. Negándose a acabar en el Infierno y dispuesto a hacer lo imposible por evitar ese destino, Carlos I hizo lo que ningún gobernante había hecho antes: abdicó. Esto, que lo hemos vivido de nuevo hace poco en España (la abdicación de Juan Carlos I en favor de su hijo) en esa época era toda una osadía. De acuerdo a las leyes divinas y humanas, un rey, emperador o Papa debía permanecer en el trono hasta que Dios decidiese llevárselo a su lado. Sin embargo, Carlos se desentiende de todas sus coronas y posesiones y las reparte entre su hermano Fernando y su hijo Felipe. Así, despojado de todo el poder que antes poseía, se encamina hacia el monasterio de Yuste, en Extremadura, donde se hace construir una casa. Allí pasará los últimos tres años de su vida, preparándose para lo que él llamaba "el buen morir", acompañado de monjes jerónimos que le asistieron hasta el final de sus días. A imagen de los antiguos faraones, creo sinceramente que Carlos I fue uno de los pocos monarcas que murió sabiendo lo que hacía. Y eso incluye esta pintura que encargó a Tiziano.

Carlos I y su esposa Isabel de Portugal, en una copia de Rubens de un original desaparecido de Tiziano

El maestro veneciano le debía todo lo que era a Carlos I, quien lo había convertido en un hombre rico, famoso y admirado en toda Europa. De hecho, únicamente Tiziano tenía permiso para retratar al emperador, siendo su relación similar a la que mantuvo Alejandro Magno con el pintor Apeles. De manera que, cuando recibió este último encargo, no podía negarse. Carlos ya le había hecho otros encargos antes, y sobre todo hubo uno que está estrechamente vinculado con el que nos ocupa aquí. Me refiero a "Carlos V en la batalla de Mühlberg". Este cuadro, que parece de lo más exotérico y proimperialista que uno se puede encontrar, esconde en realidad un secreto. Dos, para ser más precisos. ¿Por qué pensáis que he titulado esta entrada "el último talismán de Carlos I"? Porque ya había tenido otros.

Carlos V en Mühlberg, by Titian, from Prado in Google Earth.jpg


El primero de los amuletos que acompaña al emperador es bastante evidentes: se trata del Toisón de Oro, el emblema de la Orden de Caballería de la que era Gran Maestre. Sin embargo, el talismán más poderoso es el que lleva en la mano. Las normas de los retratos ecuestres de la época sugerían que los gobernantes debían aparecer con una espada, un cetro o algún otro símbolo de poder. Sin embargo, Carlos le pidió a Tiziano que le representase enarbolando una lanza. Pero no una lanza cualquiera. Se trata de una de las reliquias más sagradas de la cristiandad, que en esta época estaba en poder del emperador. Un arma de la que se decía que tenía poderes místicos y que quien la poseyese tendría en sus manos el dominio del mundo. La tuvieron en su poder Federico Barbarroja y el propio Carlos, siendo posteriormente ambicionada por hombres como Napoleón o Hitler. Y es que este objeto tiene nombre propio: es la Lanza de Longinos, que atravesó el costado de Cristo. 

Carlos V en Mühlberg, by Titian, from Prado in Google Earth-x1-y1.jpg

Cuando Carlos I llegó a Yuste quiso encomendar su vida de nuevo a los talismanes, y por eso envió una misiva a Tiziano pidiéndole que le pintase "La Gloria". En contra de lo que pueda parecer a simple vista, en el cuadro hay muy poco de la imaginación del pintor. Veamos. Lo primero que nos llama la atención es la parte superior, donde aparece la Trinidad (Padre, Hijo y Espíritu Santo). Los protestantes no creían en este dogma, por lo que Carlos les sitúa como objeto de su adoración. Acompañando a la Trinidad aparecen la Virgen María con un manto azul (como Reina del Cielo) y San Juan Bautista, ambos intercesores entre Dios y los hombres.
 


En el lado contrario a la Virgen y el Bautista se encuentra la familia imperial. Carlos I aparece envuelto en el sudario blanco que se puso a su llegada al monasterio de Yuste, el mismo sudario que vistió los tres últimos años de su vida y con el que fue enterrado. Está en actitud orante hacia la Trinidad, rogando por su entrada en el Paraíso, mientras que a sus pies se encuentra su corona, en señal de renuncia a los bienes materiales. Detrás de él, en la misma actitud, encontramos a la emperatriz Isabel de Portugal, su esposa, fallecida unos años atrás. Junto a ellos, también orantes, están los príncipes: Felipe II (por entonces rey de España y de las Indias), Juana de Austria, María, reina consorte de Hungría; y Leonor, reina de Francia y Portugal. Una figura más, que cubre su cabeza con un sudario, ha sido identificada como la madre del emperador: Juana la Loca. Y un poco más abajo encontramos a un hombre de barba canosa. Es el propio Tiziano (lo vemos en la esquina inferior derecha).


El resto de figuras son personajes del Antiguo y del Nuevo Testamento. Podemos identificar a Moisés, quien porta las Tablas de los Diez Mandamientos y dos rayos de luz emanan de su frente; a Noé, quien alza una pequeña representación de su Arca sobre la que se ha posado una paloma con una ramita de olivo en el pico; al rey David, que toca una especie de zanfonía o arpa; a Juan el Evangelista, recostado sobre un águila como su animal atributo; encima de él un hombre de larga barba leyendo un libro que se ha identificado como San Jerónimo, el traductor de la Biblia al latín; e incluso encontramos a María Magdalena en esa mujer vestida de verde que nos da la espalda y tiende su mano hacia lo alto...


Carlos I encargó esta obra para utilizarlo como talismán, como amuleto protector al final de su vida. Los últimos días en la vida del emperador son de lo más extravagante. Por ejemplo, dio orden de que se propagase la noticia de que ya había fallecido, para ver la reacción que tenían sus súbditos. Encargó también que se celebrasen exequias en su honor y obligó a los monjes a cantar los Réquiems y las misas de difuntos para poder presidir él mismo su funeral. Incluso se tumbó en el suelo de la iglesia del monasterio con su sudario y se hizo el muerto, en un teatro funerario maravilloso. Todo ello buscando la expiación de sus pecados y la correcta limpieza de su alma, para que ésta pudiese ascender al Paraíso sin trabas. Lo mismo que hacían los faraones. Y por supuesto, "La Gloria" tenía un importante papel que cumplir. Tiziano contaba con más años que el emperador, y aunque se encontraba en mejor condición física que éste, Carlos estaba tan preocupado por esta parte de su meticuloso plan que enviaba cada poco tiempo a un emisario a Roma para comprobar que Tiziano seguía vivo y que seguía trabajando en su encargo. Cuando estuvo terminado, el artista veneciano lo envió a Yuste y el emperador pidió que lo subiesen a su habitación para poder contemplarlo desde la cama. Las crónicas cuentan que pasaba largos períodos de tiempo (se habla de horas y horas) contemplando y meditando enfrente de esta pintura. Para Carlos, es muy probable que esta pieza funcionase para él como una puerta, un modo de acceder a los mundos superiores y trascendentes que esperaba muy pronto habitar. 

El 21 de septiembre de 1558, Carlos de Habsburgo exhaló su último suspiro ante esta obra. Su cuerpo fue momificado, según su petición, y cadáver y lienzo permanecieron en Yuste hasta que en 1573 el rey Felipe II dispuso el traslado de los restos de sus padres Carlos e Isabel y de su hermana Leonor al Monasterio de El Escorial, además de varias piezas del mobiliario. Y así, por azares del destino, el cadáver de Carlos I y "La Gloria" entraron al mismo tiempo en el lugar de eterno descanso de los reyes de España.

  
Momia del emperador Carlos V, copiada del natural por Martín Rico

miércoles, 12 de abril de 2017

80. "El Carro de Heno" del Bosco, explicado a los neófitos

La semana pasada estuvimos considerando los argumentos que sustentan la posibilidad de que el Bosco fuese un pintor heterodoxo, a raíz de unos comentarios bastante desafortunados y faltones de un señor en el Museo del Prado al escuchar mis explicaciones. Terminamos la entrada anterior diciendo que esta semana explicaríamos "El Carro de Heno", y es lo que vamos a hacer hoy. Pero antes, una aclaración. El término "neófito" hace referencia a aquellos que no han sido "iniciados" en un credo determinado. Yo no soy un iniciado, ojo, ya lo he dicho en más de una ocasión. El último iniciado que muy probablemente podría explicarnos el significado profundo de las pinturas del Bosco debió fallecer allá por el siglo XVI. Entonces, ¿con qué autoridad me revisto para venir yo aquí a contaros estas cosas? Pues simplemente a que llevo bastante tiempo estudiando el lenguaje de la simbología y las sociedades secretas, y muchas cosas que las caracterizan coinciden con la Hermandad de Nuestra Señora de Hertogenbosch. Una hermandad que, por cierto, era practicante de la devotio moderna, una espiritualidad enfrentada a la doctrina aristotélica defendida por Santo Tomás que buscaba "una elevación en la práctica religiosa, superando las limitaciones de la escolástica y las normas litúrgicas". Eran, en una palabra, místicos. Cristianos, sí, pero alejados de las doctrinas de la Iglesia oficial. Y Hieronymus Bosch llegó a ser Gran Maestre de esta hermandad. Pero centrémonos en el tema que nos ocupa. "El Carro de Heno" ha sido considerado como la última obra de la producción del Bosco, se dice que incluso se realizó en 1516, el año de su muerte. Es decir, podría ser perfectamente (y así lo creo yo) un último mensaje desesperado del Bosco a la gente de su época, cansado como estaba ya de que nadie fuera de la hermandad comprendiese el profundo significado de sus pinturas. Por eso este tríptico tiene una mensaje y una línea narrativa tan fáciles de seguir y su mensaje es tan claro. Puede que a simple vista no lo parezca, pero cuando terminemos ya veréis como es así. Antes que nada, el primer mensaje del Bosco lo encontramos al ver la obra cerrada, como corresponde a todo tríptico.

    

Es sencillamente maravilloso. Recordemos que para el Bosco sus pinturas son como libros, que hay que abrir y "leer" el mensaje en sus imágenes. Esta sería entonces la cubierta del libro, que nos cuenta algo sobre el contenido. No sólo eso, también funciona como un prefacio. Lo que aparece representado aquí está estrechamente vinculado con el interior, pues es el momento previo. Vemos de momento al personaje central, que aparece como un peregrino. Lleva una cesta a la espalda, las ropas andrajosas e incluso un bordón. Es un hombre de edad avanzada, como el propio Bosco. Fijémonos que el pintor utiliza la línea de separación de las dos tablas (recordemos que esto se abre y funciona como una ventana) para representar dos mundos, uno a cada lado, y el peregrino está en transición entre esos mundos. Esto es muy importante. El mundo que queda a la espalda del peregrino, a nuestra izquierda, es el mundo del pecado. Fijémonos: en la parte superior aparecen los ladrones, bandoleros y asesinos, muy característicos de los caminos medievales. En este caso todo parece apuntar que están robando a un viajero al que han atado a un árbol (no sería raro que alguien haya visto aquí un martirio de San Sebastián). No sabemos si le van a matar en el árbol o si le van a dejar allí atado, pero tanto da. Son una representación de uno de los pecados que criticaba el Bosco, pues los bandoleros eran algo muy común en la época e iban directamente contra el séptimo de los mandamientos: No robarás. Muchas veces incumplían también el quinto: No matarás. Desconocemos el fin de la víctima.


Estamos en el mundo del pecado, del robo y el asesinato, y por lo tanto también de la muerte. En la parte inferior de esta tabla podemos ver el cráneo y los huesos de un animal, seguramente un caballo (la pata todavía conserva la pezuña). El Bosco acompaña la macabra escena con un par de pájaros negros, quizá cornejas. Los pájaros son, desde el Antiguo Egipto, símbolos del alma. Sin embargo, aquí el alma está anclado a la muerte, como representa el pájaro posado sobre el hueso; y en vez de volar libremente por el cielo está sometido a la tierra, es decir, al mundo de las pasiones. Son almas "carroñeras" en el sentido más metafísico de la palabra. 


Y entre el grupo de asaltantes de arriba y la muerte de abajo, en el centro, se encuentra el perro. Este animal normalmente es un símbolo de fidelidad, pero como todo símbolo, depende del contexto. Y aquí el Bosco le pinta con un collar de pinchos, lo que le hace parecer peligroso, mientras gruñe al peregrino. Éste, a su vez, le intenta mantener a raya con el bordón, de lo contrario el perro le mordería. Este animal es la encarnación de todos los pecados del mundo, y el Bosco lo pinta en esa actitud para advertir a los hombres (pues la figura del peregrino representa a toda la humanidad, todos los hombres y mujeres que recorremos el sendero de la vida y vamos buscando nuestro propio camino) que el pecado nos acecha en cualquier momento de nuestra vida, y que podemos caer en él con suma facilidad. El pecado para la Devotio Moderna consiste sobre todo, recordemos, en dañar al prójimo o a uno mismo en pos de un beneficio propio frecuentemente efímero. Es decir, los hombres y las mujeres pueden caer en la envidia, la lujuria o en otro pecado en cualquier momento. Pero el hombre recto, siguiendo su ley moral, sabe mantener alejado las tentaciones (el peregrino alejando al perro con su bordón). Esta iconografía del caminante peregrino con ropajes pobres y acosado con un perro pudo tomarlo el Bosco, con mucha facilidad, de la carta "El Loco" del Tarot.   


Resultado de imagen de el loco tarot

Si el peregrino (el hombre que sigue su camino en busca de su destino) se mantiene firme en su búsqueda y sabe alejarse de las tentaciones, podrá abandonar el mundo del pecado y la muerte y adentrarse en el nuevo mundo, el paraíso de la vida. Este otro mundo aparece representado en la otra tabla, la de nuestra derecha, en la que está entrando el peregrino. Lo primero que tenemos que ver es que este es el mundo en el que habita Dios, como se puede ver en una caseta para pájaros colgada de un árbol, donde encontramos un crucifijo. La casa para aves, las almas, es entonces la casa de Dios. Maravilloso. También podemos vislumbrar al fondo, justo por encima de la cabeza del peregrino, un grupo de gente arremolinada a los pies de una estructura de madera. He estado buscando mucho sobre instrumentos de tortura o ejecución conocidos en la Edad Media, y eso no se parece ni a un patíbulo ni a una crucifixión ni a nada que existiese en los Países Bajos para torturar o ejecutar a la gente. Pero no me interesa tanto la estructura de madera como la escalera que la gente coloca. La escalera ha sido siempre, en todas las épocas, un símbolo de trascendencia. Una forma de conectar el mundo humano con el espiritual. Pensemos sin ir más lejos en la Scala Dei, la escalera de Jacob. Lógicamente, el Bosco no es ajeno a este simbolismo. Esta tabla es el hogar de Dios, y sólo en ella el hombre puede intentar contactar con Dios, cuando ha abandonado el mundo del pecado.



Al entrar en este mundo, liberado de las pasiones terrenales (que según el pensamiento de la época eran lo que más alejaba de Dios), el hombre se puede dedicar a las delicias del alma, entre las que se incluyen la música y la danza, como representa el pastor tocando la gaita o la pareja danzando entre las ovejas. Son muchos los que han interpretado esta escena como dos ejemplos de la lujuria, y así sería en efecto si el Bosco hiciese caso a la doctrina oficial. Pero lo que nos dice la Devotio Moderna es que hay que disfrutar de la vida y de los placeres del alma. La vida es un regalo de Dios y hay que disfrutarlo, la divinidad no nos ha mandado a este mundo a sufrir, la Tierra no es un valle de lágrimas, porque Dios es nuestro padre y nos quiere. Por eso la música y la danza, herramientas ancestrales para conectar con lo trascendente, aparecen reflejadas en esta tabla. No es casualidad.


Pero este no es el destino último de nuestro peregrino. Ya ha vivido el Despertar del Iniciado, ha dejado atrás el mundo de la materia, pero sigue su camino porque sabe que aún no ha llegado a final. Y al seguir su camino nos encontramos con el símbolo más importante y relevante de esta tabla (con permiso de la escalera): el puente. En la Antigüedad y la Edad Media, los ríos eran fronteras naturales, nadie podía pasar al otro lado. El puente se revestía entonces de una enrome importancia, pues permitía comunicar una orilla con la otra. A este fin práctico se le añadió un significado simbólico, y el puente se convirtió en el símbolo del cambio de estado de conciencia, de una evolución del alma de un estado anterior y normalmente peor a uno posterior y superior. Es otra vía de trascendencia, que atraviesa por encima una corriente de agua (símbolo del conocimiento primigenio y génesis de todas las cosas.)   


De este modo, el peregrino ha vivido un despertar de su conciencia, se ha dado cuenta de la presencia del Bien y del Mal en el mundo y ha aprendido a distinguirlos (que es lo que se obtiene al comer el fruto del árbol del Edén) y atraviesa el puente para conectar con una realidad superior. Y el acceso a esa realidad podemos realizarlo también nosotros. ¿Cómo? Abriendo el tríptico y entrando de lleno en la obra del Bosco.


Se me ponen los pelos de punta cada vez que puedo admirar toda la grandeza de este hombre, que contaba tanto con tan poco. ¿Os imaginábais que iba a haber tal cantidad de símbolos en el tríptico cerrado? Apuesto a que no. Pues fijáos en la cantidad de símbolos que podemos encontrar cuando abrimos el tríptico y las tres tablas se despliegan ante nosotros. No nos vamos a detener en cada uno, sino que vamos a hacer comentarios generales. Hemos dicho antes que el Bosco seguramente pintó este tríptico para que todo el mundo pudiese entender su mensaje, que ya veréis que tiene una línea de seguimiento muy clara. Lo primero, e importante: la obra está firmada, con letras de imprenta, en la parte inferior derecha de la tabla central. Esta obra es un libro, y vamos a leerlo. 


Empezamos a "leer" como se empiezan todos los libros: de izquierda a derecha. En la tabla de nuestra izquierda vemos una representación del Jardín del Edén, muy parecida a la que nos mostró el artista en "El Jardín de las Delicias" (pintado más de una década atrás), pero con un matiz narrativo mucho más explícito. En primer lugar vemos que en la parte superior de la tabla aparece Dios sentado en lo que parece ser el Sol, rodeado de nubes. Casi se puede apreciar que tiene el rostro de Cristo, con la esfera del mundo en su mano izquierda mientras bendice con la derecha. En resumen, una imagen bastante frecuente en el arte medieval, conocida como Maiestas Domini o Cristo en Majestad. Sin embargo, lo que hace destacable esta escena es la presencia de los ángeles. Algunos de ellos, en los límites de esa forma que parece ser el Sol, le están adorando. Pero otros caen del cielo a la tierra y, por alguna razón, se convierten en insectos. Esto es fácilmente identificable con la caída de los ángeles rebeldes, liderados por Samyaza/Lucifer (cuya historia podéis leer aquí) y cuyo relato está tomado del Libro de Enoc, que seguro que el Bosco conocía.  


Tras esta caída de los ángeles nos encontramos un poco más abajo en el Jardín del Edén. El Dios del Antiguo Testamento ha hecho caer un pesado sueño sobre los ojos de Adán y, mientras él duerme, de su costado emana Eva, la madre de todos los vivientes. Es una representación del relato casi casi tal y como aparece en el Génesis, a excepción de un detalle. La Biblia dice que Yahveh tomó una costilla de Adán y que de ella formó a la mujer, "rellenando el vacío con carne". Sin embargo, aquí el Bosco lo que representa es a Eva surgiendo de Adán, no creada a partir de su costilla. Puede que esto ya sea hilar muy fino, pero estas diferencias son importantes, ya que una corriente de exégesis de la época afirmaba que la criatura llamada "Adán" era en un principio un ser andrógino, macho y hembra a la vez, a quien Dios separó. Otros dicen que solamente cuando el sueño se apodera de Adán puede emanar de su interior Eva, que encarna la Sabiduría cósmica. No sé con qué lectura quedarme, pero desde luego no con la oficial que cuenta el Génesis. Pero más importante si cabe que esto es la escena del Pecado Original, casi en un primer plano. ¿Veis que discurre como si fuese un cómic? A mano derecha de esa creación/emanación de Eva tenemos a los primeros padres frente al Árbol del Bien y del Mal con el fruto "tentador" y con la serpiente... que tiene busto de mujer. Me imagino que los miembros del clero se emocionarían mucho con esto. Claro, la interpretación que dio la Iglesia a esta naturaleza femenina de la serpiente era la esperada: como la mujer es el origen del pecado, la serpiente tentadora tenía que tener el busto de mujer. Y se quedan más anchos que largos. Pero, ¿de verdad tenemos que creer que un hombre como el Bosco, que pertenecía a una hermandad en la que convivían hombres y mujeres en estado de igualdad y que estaba informado de las religiones paganas de dioses y diosas, podría haber representado eso? No, claro que no. El Bosco era un hombre culto, y abogaba por la liberación de la mujer, como su contemporáneo Leonardo da Vinci. Esa serpiente con busto de mujer es un eco disimulado a todas aquellas tradiciones ancestrales, pre-cristianas, que veneraban a la serpiente como animal atributo de la Magna Mater. Después de todo, los "hermanos y hermanas del cisne" de la Hermandad de Nuestra Señora mezclaban la Devotio Moderna cristiana con cultos heredados de los pueblos celtas... y los celtas veneraban a las serpientes con el nombre de woivre, fuertemente vinculadas a la Naturaleza. ¿De verdad pensáis que es una coincidencia? Yo creo que no.


Eva es, para el Bosco y para todos los estudiosos de los cultos femeninos de la Antigüedad, la Magna Mater cósmica, y tanto el fruto como la serpiente son sus atributos. Ella es la portadora del Conocimiento, que comparte con el hombre. La serpiente siempre habla con Eva, nunca con Adán, puesto que es Ella la que tiene la Sabiduría en su poder, no Él. Pero el Génesis fue el principio del fin de la Diosa, a quien convirtieron en un apéndice del hombre, supeditada a él. Y además, en un apéndice pecador. Esto fue un desastre, y el Bosco lo sabía. Una de sus críticas hacia el cristianismo niceno o catolicismo iba dirigido al concepto de la Trinidad que dogmatizaban en Roma. El cristianismo romano tiene al Padre, al Hijo, y al Espíritu Santo. ¿Dónde está la madre? Fue esta falta de naturaleza divina femenina en el cristianismo niceno la que criticaba el Bosco, y nos lo muestra en esta tabla: al bajar a la Diosa de los altares y convertir a la mujer en el pecado, fuimos expulsados del Jardín del Edén, es decir, perdimos nuestra condición divina y la posibilidad del contacto directo con la divinidad. El ángel urge con su amenazadora espada flamígera a que los primeros padres abandonen el Edén, mientras Adán intenta dar explicaciones y Eva seca las lágrimas que corren por su mejilla. El culto a la mujer ha sido destruido. 


¿Y qué ocurre? Que cuando el hombre ha perdido el Edén (el mundo trascendente de las almas puras, lugar de contacto directo con la divinidad), se precipita al mundo de la materia. Y eso es lo que aparece en la tabla central. Al Bosco siempre se le ha considerado un experto en la representación pictórica de los refranes y dichos populares de su época. Uno de ellos lo plasma perfectamente aquí, el que dice que "el mundo es un gran carro de heno del que todo el mundo toma lo que puede". Es el refrán que da título al tríptico y el motivo central del mismo. Había otro dicho popular, muy sabio, que rezaba: "venimos al mundo sin traernos nada, nos vamos de él sin llevarnos nada, y nos pasamos toda la vida intentando ser dueños de algo". Creo que con estas dos sentencias breves se podría explicar la tabla central casi al completo, ¿no? El carro de heno es exactamente una representación alegórica de los bienes materiales. El Bosco nos dice que el hombre, al perder su condición divina y olvidar la presencia de Dios, se ha sumido en el interés desatado por las cosas materiales, objetos que no importan cuánto nos esforcemos por conseguir ni cuántos lleguemos a poseer, porque cuando muramos no nos los podremos llevar con nosotros. Sin embargo ese afán de poseer, esa codicia, contamina a toda la humanidad. Vemos que hay hombres y mujeres de todas las clases sociales luchando entre ellos y apelotonándose unos junto a otros para conseguir la mayor cantidad de heno posible. Incluso hay una mujer que está a punto de matar a golpes a un hombre, hasta que un fraile franciscano la detiene (parece ser que el Bosco sí sentía simpatía por la orden franciscana, cosa lógica por otra parte debido a su peculiar cristianismo animalista, casi totémico). En la parte inferior de la tabla podemos ver casi un catálogo de los personajes que se podían ver por las calles de los Países Bajos medievales. Curiosamente, en la esquina inferior izquierda a aparecen varios de estos personajes en compañía de unos niños, pudiendo ser una crítica del Bosco sobre el mal ejemplo que se le da a la infancia (en la "Mesa de los Pecados Capitales" pintó la misma crítica social). Al otro lado, a mano derecha, encontramos distintas profesiones: un "médico", un juglar o músico y un monje. Una vez más queda aquí patente las críticas del Bosco hacia la Iglesia y sus jerarquías, pues representa al monje panzón tomándose un vinito mientras un grupo de monjas le llena sacos con el heno conseguido. Mientras tanto, un poco más arriba pero no muy alejado, un hombre decapita a otro con un cuchillo para quedarse con su parte de heno. Terrible.  




También es muy interesante lo que hay a ambos lados del carro. Vemos que detrás de él, mucho más elegantemente vestidos, a caballo y acompañados de un buen número de cortesanos, vienen los hombres de poder de la época: reyes, emperadores... incluso el propio Sumo Pontífice de esos años, Alejandro VI, está representado en esta obra (aparece en primer plano de perfil, portando el triregnum o corona papal). Si por algo fue conocido el Papa Borgia es por no haber dejado pecado sin cometer, siendo especialmente diestro en el de la ambición y la codicia. El Bosco era consciente de que los poderosos de su tiempo también vivían para obtener el "heno", y así lo representó. Incluso aparece representado, por encima de la comitiva, un estandarte con el emblema del Ducado de Brabante, del que el Bosco era súbdito. Parece que no temía a los poderosos, pues criticaba su codicia. 


Toda la humanidad, hombres y mujeres, ricos y pobres, parecen sumidos en la fiebre consumista del heno. Pero si, tal como reza el dicho, "el mundo es un gran carro de heno", ¿quién dirige el mundo? Ésa es la pregunta clave que hay que hacerse. Porque si dirigimos la mirada hacia el frente del carro podemos ver que sus conductores son... los demonios. Un grupo de demonios que tira del carro de heno, arrastrando a los hombres tras de ellos. Una macabra comitiva que sale del marco de la tabla central, la tabla representativa del mundo... y entra en la tabla de la derecha, el fin del trayecto: el Infierno. Se puede ver la continuidad de la comitiva demoníaca perfectamente.


Tenemos así un esquema Edén - Mundo - Infierno, muy similar al que nos muestra en "El Jardín de las Delicias" (cuya interpretación podéis leer aquí), pero con una diferencia fundamental: este Infierno está en construcción. La mayor parte de la escena la ocupa una torre en la que están trabajando unos demonios. Sobre el paisaje infernal tan característico del Bosco aparecen un par de demonios poniendo ladrillos en la torre sobre un andamiaje, otro que hace funcionar una grúa de madera sobre otro andamio mientras otro demonio sube por las escaleras con una bandeja con argamasa y otro más, en el suelo, prepara la madera destinada a la construcción. ¿Qué quiere decir esto? Que, de seguir por este camino que ha tomado la humanidad (es decir, el interés y la lucha por la posesión de bienes materiales, sea al precio que sea) llegaremos al Infierno, un infierno que nos estamos construyendo nosotros mismos. Recordemos que para el Bosco los demonios no son esos personajillos que nos están esperando en la vida ultraterrena para castigarnos si nos hemos portado mal, sino que son los miedos, preocupaciones y defectos que cada uno de nosotros llevamos dentro. Por eso el universo demoníaco del Bosco es tan inmenso y nunca hay dos demonios iguales, porque los demonios tienen distintas caras para cada uno de nosotros. Son nuestros miedos y temores más profundos, el mal que habita en nuestro interior, que está construyendo el Infierno donde pasaremos toda la eternidad de seguir interesados en el carro de heno. El Infierno para el Bosco no es un lugar físico, sino que es un estado de conciencia cuya principal característica es la no-existencia de Dios. Para un hombre medieval, el peor castigo que podía recibir el ser humano era el abandono de Dios. El Infierno, por tanto, es el lugar donde no existe Dios.


Resulta muy interesante la figura de uno de los pobladores de este Infierno. Me estoy refiriendo a este personaje que aparece desnudo, tocado con un casco, a lomos de un buey o un toro. Es un símbolo de advertencia que nos deja el Bosco, pero no para advertirnos sobre el Infierno sino sobre los símbolos... y su correcta interpretación. Ya lo hizo en "El Jardín de las Delicias", y aquí nos lo repite. Este personaje es uno de los caballeros del Rey Arturo, vinculado con las leyendas del Santo Grial. Lo que nos está diciendo el Bosco es lo que tantas veces hemos dicho ya por aquí: el Santo Grial no es un cáliz, sino el símbolo primigenio de la feminidad. Es Eva, Astarté, María Magdalena y tantas otras. La búsqueda del "Grial" es la búsqueda del Sagrado Femenino y su restitución en los altares, y la copa es su símbolo. Por el contrario, si somos incapaces de ver el significado profundo del Grial, si caemos en la adoración de la copa per se, estaremos cometiendo idolatría, y pagaremos por ello. Por eso este hombre, que se creerá un noble caballero con reluciente armadura, montado sobre un lustroso corcel, no es más que un pobre desgraciado desnudo sobre un vulgar bovino, siendo castigado por sus demonios. Eso sí, con su querido cáliz en la mano, que no sirve de nada.  


Vemos que la línea de seguimiento argumental es muy clara, ¿verdad? De seguir la humanidad por este camino, apegado a los bienes materiales y luchando contra sus semejantes para conseguir la mayor cantidad posible de ellos, su destino inevitable es el Infierno, donde hombres y mujeres vivirán sometidos a sus propios demonios. Pero, ¿hay escapatoria? ¿Podemos evitar este destino, este Infierno que nos estamos construyendo? Mucha gente me ha dicho que las pinturas del Bosco son catastróficas, que parece que nos dice que todos estamos condenados. Pero no es así, hay que saber ver las señales. En efecto, por muy mal que parezcan estar las cosas, por muy condenado al fracaso que parezca todo, siempre hay salvación. Por eso nos representa en la tabla central a este hombre, que está a punto de ser aplastado por la rueda del carro (ahogado en la lucha constante entre sus semejantes) pero que aún así tiene a su alcance la escalera, símbolo de trascendencia. Es un recordatorio de que en cualquier momento podemos alejarnos de la vida que hemos llevado, de interesarnos por los bienes del carro de heno, y preocuparnos por lo realmente importante de la vida. El hombre mira la escalera y en ese momento lo sabe: todavía puede salvarse.


Algunos lo han hecho ya. Son los iniciados, los hermanos y hermanas del Bosco y tantos otros, que se han desapegado del mundo de la materia, que ya no les interesa. Es la última parte de la obra. Estos iniciados son los personajes que aparecen sentados sobre el carro, porque se han dado cuenta de que al final todo lo que puedan reunir en este mundo no es más que paja y se sientan encima del carro, literalmente están por encima del mundo de la materia, que no les interesa. Han trascendido, y esa idea de trascendencia aparece reflejada también en la escalera que se apoya en el carro, pues su extremo conecta con la zona superior donde se encuentran los iniciados. Por encima del mundo material (la paja, el heno, que es seco) surge un arbusto frutal, que representa el mundo espiritual. Y entonces los iniciados se dedican a las virtudes del alma, a la música y al amor (que el Bosco no condena, como era normal en la época. Dios es amor, después de todo. "Amáos los unos a los otros", decía). Y se entregan a esas pasiones del alma acompañados del ángel y del demonio que todos llevamos dentro, ambos aceptados e interiorizados como partes intrínsecas del ser humano. Es el grupo bendecido por Dios (que aparece arriba entre nubes) y observados por una lechuza. Sobre el simbolismo de este animal ya hemos hablado. Para la Iglesia era un emblema del demonio, pero para alguien culto y formado en las filosofías de la Antigüedad como era el Bosco, la lechuza tenía un significado totalmente distinto: es la sabiduría, el emblema de la diosa Atenea. Y el peregrino que hemos visto en el exterior del tríptico vuelve a aparecer ahora, asomándose a esta historia del carro de heno desde detrás del arbusto, acompañado de su bordón. Es decir, el peregrino tiene que darse cuenta de esto, tiene que sufrir un cambio de conciencia para ver de dónde viene la humanidad, dónde está y hacia dónde se dirige. El peregrino es asimismo un pastor que señorea el rebaño de los hombres, y debe advertirles de los peligros que corre al seguir por ese camino. El peregrino es el propio Bosco, que nos avisa en sus pinturas del destino que nos aguarda si seguimos luchando unos contra otros por el dominio de los recursos y los bienes materiales. De nosotros depende escucharle o no.



Hasta aquí la explicación de "El Carro de Heno" del Bosco. Confío en que os haya gustado y espero que os haya servido para aprender algo o, por lo menos, para haceros pensar. Con eso me doy por satisfecho. Si queréis saber más sobre el Bosco y su obra, aunque en este blog ya explicamos "El Jardín de las Delicias", insisto: lo mejor es acercarse al Museo del Prado y vivir la magia del Bosco en vivo y en directo. Si no vinisteis el año pasado al museo para ver la exposición del V Centenario de la muerte de este gran maestro flamenco, arrepentíos todas las noches un poco por ello. Porque de verdad, fue algo que para volver a verlo tendrá que pasar mucho tiempo. En esa exposición, que reunió la mayor parte de la producción del Bosco además de muchas obras de su taller y seguidores, se puede ver multiplicado todo lo que hoy hemos contado aquí. No son pocas las personas a las que he oído decir que el Bosco en realidad se inventaba todo, que iba todo el día drogado y que los estudiosos que analizan su obra y buscan mensajes cifrados no hacen más que perder el tiempo. Y eso sería una posible interpretación si no fuese porque los símbolos se repiten. Y si se repiten, es que quieren decirnos algo. La interpretación que acabo de hacer sobre "El Carro de Heno" está fundada sobre lo poco que se sabe de la vida del Bosco, el ambiente cultural en el que se movía, los símbolos que utiliza en sus obras (que tienen eco a lo largo de toda la historia de la humanidad) y las creencias de la Hermandad de Nuestra Señora. Con todo, mi análisis puede ser erróneo, no lo niego. Pero Felipe II era un completo fanboy del Bosco, y la heterodoxia del monarca español está más que demostrada. También hay que ver lo que pintaban contemporáneos y paisanos del Bosco como pudieron ser Durero o los hermanos Van Eyck, y ver lo que pintó él. Son como la noche y el día (aunque Durero también tiene un lado oculto interesante, es como Da Vinci). Pero no me quiero extender más, que esta entrada ha salido muy larga. Con todo, espero que no se os haya hecho pesado. Ya para despedirme, sólo dos cosas. La primera, que podéis venir conmigo a ver las obras del Bosco en cualquier momento, no tenéis más que contactarme. También podéis ir a ver las obras por vuestra cuenta (soy consciente de que no a todo el mundo le gusta tener un guía al lado contándole cosas) y sentir por vosotros mismos la magia que emana de la obra del Bosco. Sea cual sea vuestra opción predilecta, os ruego encarecidamente que vayáis a verla. La segunda y última cosa que quería deciros es que esto ha sido un fragmento de una obra sobre el Bosco en la que estoy trabajando pero a la que aún le queda mucho para ver la luz. Se titula El Iniciado de Bolduque. La sabiduría oculta en la pintura del Bosco, y es un tratado de interpretación (siempre en esta línea) de las obras del pintor flamenco. Ya sabéis que su producción no fue muy extensa, no llega a 40 obras. Pero también hablaré del Bosco, pues es una parte importante, en otro libro que también está en pañales: La mirada del águila. Heterodoxia en la corte de los primeros Habsburgo. Se trata de un título provisional, por supuesto, ya que es en cierto modo incorrecto. Aunque hablaré de los conocidos como Austrias Mayores, que fueron los primeros Habsburgo de España, no fueron los primeros de la dinastía, conocida como Casa de Habsburgo. Ya veré cómo soluciono ese problema. Pero sí, el Bosco será importante también en este segundo libro ya que, como he dicho, el rey Felipe II era un apasionado de su arte y, por lo tanto, de su mensaje. Tanto es así que, en la hora de su muerte, pidió que le subiesen "El Jardín de las Delicias" a su habitación para poder contemplarlo y meditar ante él. Sí, el hombre más poderoso del mundo en el siglo XVI falleció contemplando ese tríptico. Por algo sería.

 


miércoles, 5 de abril de 2017

79. ¿Fue el Bosco un heterodoxo?


Hace unos días estaba con unos clientes en el Museo
del Prado explicándoles la simbología de la obra del Bosco y
sus ideas heréticas cuando un hombre empezó a increparme y a
gritar, diciendo que lo que decía yo no tenía sentido. Después de
haberme sermoneado durante unos minutos, y sin darme oportunidad
a réplica, se marchó farfullando y maldiciendo. De manera que hoy me
aprovecho de este espacio para mostrar si hay posibilidad de que lo
que digo sobre el Bosco en mis visitas sea cierto o no

Vista de Bolduque, la ciudad natal de El Bosco, y de la Catedral de San Juan.
Vista de Bolduque, la ciudad que vio nacer al Bosco, y la catedral de San Juan

El primer enigma que se nos aparece al enfrentar la figura del Bosco es: ¿cuándo y dónde nació? Y es que se cree que fue en la localidad holandesa de Bolduque, pero demostrado al 100% no está. Eso sí, de aquella próspera metrópoli del antiguo Ducado de Brabante vinculado a los Habsburgo nos ha llegado mucho más de lo que podría imaginarse. Para empezar, allí trabajó gran parte de su vida (si no toda) el hombre que sería conocido como Hieronymus Bosch, aunque su nombre de nacimiento fuese Jeroen van Aeken. ¿Por qué este cambio de nombre? Bueno, sobre esto hay también opiniones encontradas. La tesis más aceptada es que el Bosco debía tener al menos un hermano mayor, ya que en aquella época sólo el primogénito de una familia tenía derecho a heredar el apellido. Si había más hermanos, debían adoptar otro nombre. Sin embargo, aquí hay un factor a tener en cuenta: el Bosco fue un iniciado, y como tal formó parte de una sociedad hermética: la Hermandad de Nuestra Señora de Hertogenbosch (el nombre flamenco para Bolduque). Pasados cuatro años de su ingreso, lo que duró la iniciación, Jeroen estaba preparado para adoptar su nombre iniciático. Latinizó su propio nombre, convirtiéndose en Hieronymus, y después adoptó el sufijo de la localidad holandesa en la que nació allá por 1450: Bosch. Lo cual ya nos tiene que dar una pista de su carácter peculiar. Su nuevo nombre significaba, literalmente, "El Bosque de Nombre Sagrado", lo que le vincula con ancestrales cultos paganos de devoción a la naturaleza, incluso con tintes druídicos. Después de todo estamos en el norte de Europa, desde donde la cultura celta se expandió al resto del mundo conocido. 

 
Cornelius Cort realizó este grabado del Bosco en 1572, cuando el artista ya llevaba más de cincuenta años muerto (falleció en 1516). Es el único retrato que conservamos del Bosco, por lo que no podemos estar seguros de que fuese realmente así. La inscripción bajo su efigie es un epigrama latino redactado por Dominicus Lampsonius, cuya traducción más o menos aproximada sería: "¿Qué ven, Jheronimus Bosch, tus ojos atónitos? ¿Por qué esa palidez en el rostro? ¿Acaso has visto aparecer ante ti los fantasmas de Lemuria o los espectros voladores de Érebo? Se diría que para ti se han abierto las puertas del avaro Plutón y las moradas del Tártaro, viendo cómo tu diestra mano ha podido pintar tan bien todos los secretos del Averno". No está mal, ¿verdad? Cuando uno ve la pintura del Bosco se pregunta en efecto por el origen de todo ese mundo onírico que el maestro desarrolló en tiempos pre-reformistas. Algunos apuntan a una corriente mística influenciada por el predicador Gerardo Grote, pero tampoco sería descabellado vincularla, como indica el estudioso de su obra W. Fraenger, a la Hermandad del Espíritu Libre. Más aún teniendo en cuenta que Jacob de Almaigen, gran maestre de esta secta, residía en Bolduque. Y esta realidad no es incompatible con formar parte de la influyente Hermandad de Nuestra Señora, que el Bosco llegó a presidir y cuya sede (la Casa de los Cisnes) sigue en pie, aunque remodelada, en el número 94 de Hinthamerstraat. ¿Por qué digo que no es incompatible? Para empezar, se llama la Casa de los Cisnes porque entre los miembros de la Hermandad (que eran, por cierto, hombres y mujeres laicos en un estado de absoluta igualdad) se llamaban unos a otros "hermanos y hermanas cisne", y el cisne para los celtas representaba la apoteosis, la conversión del hombre en dios. ¿Acaso hay alguien que todavía cree que todo esto es coincidencia? Pues se ve que sí.

 
La Casa de los Cisnes en Bolduque, hoy

Resultado de imagen de la casa de los cisnes bolduque
La plaza del mercado de Bolduque, con una estuatua en bronce de su habitante más ilustre

El principal obstáculo a la hora de defender esta tesis es, según la historiografía oficial, la falta de documentos que lo demuestren. Y es que lo más probable es que esos documentos nunca los encontremos, en una época en la que poner según qué ideas por escrito era un pasaporte directo a la hoguera. No olvidemos que tribunales y agentes inquisitoriales llevaban dando vueltas por Europa desde que en el siglo XIII acabaron con los cátaros. Pero quizá no hagan falta documentos. Tal vez la respuesta esté en los testimonios de aquellos que lo conocieron y, sobre todo, en la propia obra del Bosco. Por ejemplo, el fraile jerónimo José de Sigüenza, historiador de El Escorial y discípulo de Arias Montano, decía sobre él: "mientras que los demás procuran pintar al hombre tal como parece por fuera, ése se atreve a pintarle tal cual es por dentro". Esta diferencia entre "parecer" y "ser", que utiliza para explicar la devoción que Felipe II sentía por el Bosco, no es baladí. Lo que quiere transmitir es que el Bosco pinta el interior de los hombres, nuestra psicología más profunda, y eso es algo que no se le escapa a un miembro destacado del Círculo de El Escorial. No tiene sentido seguir alargando esta entrada, pues para entender al Bosco hay que ver lo que nos dejó plasmado en su obra, y eso hay que hacerlo en el Museo del Prado. De manera que os animo, lectores, a que contactéis conmigo y que juntos vayamos un día a ver la obra de un pintor que, a todas luces, era un transgresor en su época. Representa una moral propia, condicionada por el cristianismo, pero liberada del yugo de la Iglesia de su época. Aboga por la igualdad no sólo entre hombres y mujeres sino entre razas, como demuestra representando personas blancas y negras conviviendo juntas en su Jardín, a veces incluso como pareja interracial. Nos advierte también de que el mundo se está corrompiendo, que es pecaminoso y que hay que tener cuidado porque el hombre es débil y puede caer en cualquier momento en la tentación de dañar a su prójimo para beneficio personal (en eso consiste el pecado), pero que hay que ser fuertes y comprender que cualquier placer material que podamos obtener en este mundo es finito, y que lo que importa es que disfrutemos de la vida como regalo de Dios. Todo esto y mucho más nos está diciendo un hombre que consideraba sus trípticos como libros, que se debían abrir y "leer" en sus imágenes. La prueba de que consideraba sus pinturas como libros es que, en las pocas que aparecen firmadas, realiza su firma con letras de imprenta. Pero esto de "leer en imágenes" es una técnica que muchos de nosotros hemos perdido, mientras que otros tantos niegan que alguna vez haya existido. Pero el Ars Memoriae del que hablaba Giordano Bruno es tan antiguo como la propia Humanidad, y personalidades como Platón o Cicerón ya dan cuenta de él. Antes de la invención y popularización de la imprenta, el arte de la memoria (el arte de asociar conocimientos a imágenes para después, al visualizar la imagen, recordar el conocimiento asociado a ella) era el pan de cada día para los difusores de la cultura, ya fueran estos juglares, filósofos o artistas. Pero sigo predicando en el desierto. Insisto, si alguno de vosotros no me cree, acercaos un día conmigo al Museo del Prado y estaré gustoso de mostraros esos detalles que se escapan al ojo inexperto pero que revelan en la pintura del Bosco mucho más que cualquier otro documento. De todas formas, la semana que viene comentaremos la que se piensa que fue la obra final del Bosco, "El Carro de Heno", donde todo su credo aparece transparente.

  Imagen relacionada