miércoles, 31 de enero de 2018

109. Breve historia del misticismo

Tal y como prometimos en la última entrada (que podéis consultar aquí), esta semana quiero enfocarme en la historia del misticismo. Y sí, voy a intentar que sea breve, aunque es extraordinariamente difícil plasmar en pocos párrafos la historia de un anhelo tan antiguo como el propio hombre, e incluso más: su unión con lo Sagrado ¿Cuándo empezaron nuestros más remotos antepasados a plantearse la existencia de lo Divino y a desear regresar a su seno para fundirse con ello? (pues eso es en lo que consiste la mística, como vimos en la entrada anterior). Resulta difícil de calcular. Actualmente se acepta que el primer homínido que tuvo nociones de un Más Allá fue el homo neanderthalensis u hombre de Neandertal, el cual ya enterraba a sus muertos acompañados de un ajuar funerario hace aproximadamente entre 230.000 y 28.000 años. Sin embargo, es imposible saber lo que creían que ocurría con el difunto, o si consideraban la existencia del alma o la posibilidad de que ésta se uniese con lo Divino, concepción que tampoco está nada clara en su caso. La primera aparición constatada de un interés por lo Sagrado, vinculado con una religión solar, ocurre durante el Neolítico (aproximadamente entre el 4500 y el 4000 a.C.), estableciéndose de igual forma la más primitiva versión conocida del actual Camino de Santiago: "peregrinos" de todo el mundo llegaban hasta lo que hoy es Galicia para venerar la muerte y el posterior renacimiento del sol, del que dependían.  


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La actual Ruta Jacobea es muy anterior al descubrimiento del supuesto sepulcro del Apóstol Santiago (que se dio en el siglo IX d.C.). En realidad los peregrinos llegaban hasta el Fin de la Tierra (Finisterre), donde levantaban altares al sol (los famosos ara solis que heredaron los romanos)

Ahora sí, entremos de lleno en la Historia habiendo dejado eso claro. La primera evolución de esos prehistóricos cultos solares y de la Magna Mater que encontramos son los sistemas politeístas o animistas de las religiones antiguas de origen europeo. Éstas fueron denominadas "paganas" o "paganismo" despectivamente por las religiones monoteístas, especialmente desde la asociación de la Iglesia de Roma con el poder imperial: los paganos eran los habitantes de los pagus, aldeas, aquellas gentes que seguían viviendo en la religión de sus antepasados. Pues bien, dentro de esta tradición religiosa pagana destacan los núcleos délfico (del Oráculo de Delfos, masculino, Apolo/Dionisos) y eleusino (de los Misterios de Eleusis, femenino, Deméter/Perséfone); así como el neopitagorismo, un movimiento religioso que pretendía revitalizar las enseñanzas de Pitágoras de Samos y su escuela de Crotona, desarrollado entre el siglo I y el III d.C. (y del que todavía se desconoce la mayor parte). Pues bien, en todos estos movimientos hubo místicos. El más renombrado fue el filósofo neoplatónico Plotino, del siglo III d.C., nacido en Egipto, que abogaba por una "mística natural" y que definía el éxtasis como "una perfección tal que ha sido después imitada por los místicos cristianos", los cuales siguieron las mismas fórmulas. Plotino fue un gran conocedor de todas estas religiones y corrientes filosóficas denominadas "paganas" (seguramente tuvo acceso al saber que atesoraba la Biblioteca de Alejandría), que mantenían un politeísmo conectado en gran medida con las fuerzas de la Naturaleza que deificaban todo lo viviente o activo (lo que se denomina "animismo"). De la misma cuerda era, suponemos, la tradición céltica, de la que sin embargo no sabemos mucho. A falta de referencias escritas, los hallazgos arqueológicos han permitido deducir que eran religiones muy marcadas por la magia y el ritual. Se han encontrado objetos de carácter funerario de procedencia con personajes en posiciones yógicas, que representan bien a sacerdotes, bien a divinidades; la mayoría de ellas vinculadas con el mundo natural. Esto lleva a pensar en un misticismo asociado a dioses de la naturaleza.

 
En la placa del caldero de Gundestrup aparece representado el dios celta que los romanos llamaron Cernunnos, acompañado de distintas criaturas, lo que le convierte probablemente en el Señor de la Naturaleza Salvaje o Dios de la Fertilidad, tan común en muchas tradiciones espirituales

El mundo cristiano a partir del siglo IV (pues de los primeros trescientos años del cristianismo apenas tenemos noticia) bebió mucho de religiones ya existentes para configurar su propia identidad religiosa. Y eso se refleja también, por supuesto, en la mística. Sin embargo, la diferencia fundamental con la mística pagana es que en el caso de los cristianos, la unión del alma con Dios (lo que se conoce como éxtasis) depende sólo de Él, en ningún caso del individuo. De esta manera, y por motivos que sólo Dios conoce, otorga como gracia privada y durante un breve período de tiempo la comunicación sensible ultraterrena con Él a algunas almas que se le acercan, bien directa y exclusivamente o bien para su posterior transmisión a una comunidad o grupo social. En la tradición católica, los éxtasis suelen ir asociados a la aparición de milagros, como la manifestación de los estigmas o el fenómeno de bilocación. Así, también se suele asociar el misticismo a personas que han vivido una dura experiencia ascética de ayuno, soledad, meditación, humildad, oración, penitencia introspección y mortificación; siguiendo las reglas de la orden monástica correspondiente (ya sea ésta masculina o femenina). El fin de todo ello es purificarse ante los ojos de Dios y hacerse así dignos y dignas de recibir su Gracia, mediante los caminos o vías que ya expusimos en la entrada anterior. Al ser el éxtasis una experiencia más divina que humana,resulta inefable a los místicos que la han experimentado y su explicación difícil de realizar por medio de cualquier medio de expresión. A este respecto escribió Santa Teresa de Jesús, una de las máximas exponentes del misticismo cristiano:

"Y es tanto lo que se emplea el alma en el gozo de lo que el Señor la representa,
que parece que se olvida de animar el cuerpo (...) No se pierde el uso de ningún sentido
ni potencia, pero todo está entero para emplearse en Dios solo. De este recogimiento viene algunas
veces una quietud y paz interior muy regalada, que está el alma que le parece que no le falta nada."       

La tradición mística cristiana arranca en realidad con Juan, el discípulo amado, y su comunidad joánica establecida en Éfeso (actual Turquía). También se pueden ver principios de misticismo en Saulo de Tarso (San Pablo), los redactores del Evangelio según San Juan y sobre todo del Apocalipsis, además de los Padres de la Iglesia, en particular los llamados Padres del Yermo o de la Tebaida (monjes ermitaños y anacoretas del siglo IV d.C. que marcharon a vivir al desierto). Tanto San Agustín de Hipona como Santo Tomás de Aquino fueron figuras muy influyentes en el desarrollo del misticismo cristiano. Algunos de los grandes nombres de la mística cristiana son San Juan de la Cruz, la ya mencionada Santa Teresa de Jesús, Jan van Ruysbroeck, el maestro Eckart, Tomás de Kempis, Angelus Silesius, Hildegarda de Bingen, Jakob Böhme, San Francisco de Asís, Juana de la Cruz, Ramon Llull, fray Luis de Granada, San Ignacio de Loyola y tantos y tantos nombres de hombres y mujeres que han marcado la tradición mística cristiana en España, Italia, Alemania y la mayor parte de Europa. Fue a partir del Siglo de Oro cuando la mística española entró en decadencia.

Sin embargo, no podemos abandonar la mística cristiana sin hacer una referencia a la mística protestante, que también la hay, representada sobre todo por Emanuel Swedenborg en su Arcanos celestes. Tampoco podemos obviar a Joseph Smith, profeta y fundador de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días o Mormonismo; ni por supuesto al poeta británico William Blake. Del mismo modo, sería un insulto olvidar la mística heterodoxa representada por los cristianos gnósticos en su forma más antigua (siglos I-III d.C.) y en la Edad Media y el Renacimiento por los alumbrados, los dejados o los seguidores del llamado quietismo, promulgado por el místico Miguel de Molinos y con una gran semejanza respecto a las doctrinas budistas.

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Santa Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz, dos de los mayores exponentes de la mística española durante el siglo XVI y de la mística cristiana, con gran producción literaria

Por último, ya que esta entrada empieza a resultar muy larga, intentaré condensar la mística judía, islámica y budista. En lo que respecta al primero de ellos, la principal corriente del misticismo judío y conocida por todos recibe el nombre de Kabahla, o Cábala. Proviene del original hebreo קבלה qabbalá, "recepción". Inspirada en las visiones del profeta Ezequiel, se originó en torno al siglo II a.C. pero alcanzó su máxima expansión en el siglo XIII con la aparición en la península ibérica del Zohar o Libro del Esplendor. Como únicamente tratar de explicar la Cábala daría para varios libros (y de hecho ha dado, como demuestra la historia), me limitaré a exponer aquí la definición que de ella dio el historiador y teólogo agnóstico judío Gershom Scholem en su libro Grandes tendencias de la mística judía, publicado en Barcelona en 1941, y que dice así:

 "El misticismo es el estadio posterior a la religión. Al sentir el hombre post-primitivo
una alienación respecto al mundo que habita, se desarrolla debido a este hueco
un sentimiento religioso en el que Dios se percibe como algo alejado, al otro lado del
abismo que separa lo divino de lo humano. Es ésta la definición que se plantea de
religión, en que Dios es algo alejado de ser adorado u obedecido."   

De acuerdo también a Scholem, el misticismo judío posee tres aspectos fundamentales que le otorgan una personalidad única, a saber: en primer lugar, una reticencia natural hacia la confesión personal, por la reserva y la intransferibilidad de la experiencia mística y todos los aspectos que ello conlleva. En segundo lugar, el misticismo judío otorga propiedades metafísicas al lenguaje, al considerarlo un instrumento de Dios (tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, Dios crea el mundo a partir de la Palabra) reflejado en el habla de uso común del hombre. Y por último, una continua deferencia hacia la tradición, de manera que, cuanta más pura sea la mística, más cerca estará de la verdadera tradición, entendida como una especie de "conocimiento original" de la Humanidad. Los grandes nombres de la tradición mística judía son el malagueño Shlomo ben Yehudah Ibn Gabirol, también conocido como Avicebrón (c. 1021-1058); el gran erudito y teólogo cordobés Rambam, conocido habitualmente como Maimónides (1135-1204) y por supuesto el redactor del Zohar, el sabio rabino y filósofo sefardí Moisés de León, fallecido en 1305. No estaría de más conocer en profundidad la tradición mística judía en nuestro país, que tanto peso tuvo y tanto esplendor alcanzó hasta 1492, cuando los sefardíes fueron expulsados de su tierra por sus Muy (quizá demasiado) Católicas Majestades.

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El Árbol de la Vida, o Árbol de las Esferas (sefirot) es una de las imágenes más asociadas a la Kabalha. Representa las diez emanaciones de Dios a través de la Creación, desde el aspecto más puro (Kether) hasta el reino mundano (Maljut). Este árbol fue adoptado por cristianos, gnósticos, paganos, etc. para expresar iconográficamente lo que consideran una realidad común

Por contra, la mística budista es mucho más fácil de explicar: el fin que Siddharta Gautama buscaba para toda la Humanidad era que todos nosotros fuéramos místicos. Dicho en sus propias palabras, que todos los seres humanos alcanzásemos el estado de buda (la iluminación) o el Nirvana. De hecho, su misticismo va más allá, porque implica que los seres humanos podemos trascender la apariencia ficticia de la realidad (lo que Gautama denominaba maya) y acceder a la verdadera esencia de las cosas. Es la unión del alma con lo Divino, sí, pero de una manera prolongada en el tiempo. El budista no busca abstraerse del mundo, sino vivir en el mundo, pero siendo consciente de dónde se encuentra en cada momento y de que él no es él, sino que es parte de todo. Por eso, el estado que buscan alcanzar los seguidores del budismo (el Nirvana) podría definirse como un misticismo pleno y sobre todo prolongado en el tiempo. Aunque no deja de ser curiosa la existencia de una paradoja: el budismo pretende otorgar al hombre las herramientas necesarias para evitar el sufrimiento, por lo que las enseñanzas de Gautama nunca estuvieron enfocadas en construir un sistema teológico ni cosmogónico. En el budismo nunca se habló de Dios o de dioses, de la existencia o no del alma, o de un supuesto Más Allá. Todo lo que aportó Gautama fue una filosofía, una enseñanza, pero no una religión. Y si el fin de toda religión es el misticismo y el unir el alma con Dios, encontramos una fuerte paradoja. Pero obviando este detalle, sí: el budismo ES una religión mística.

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Siddharta Gautama, al igual que Jesús de Nazaret, cometió el "error" de no construir y establecer ninguna religión diferente a las ya existentes en la India y Nepal. Por eso, del mismo modo que ocurrió con el rabino judío, sus seguidores tergiversaron sus enseñanzas con el paso de los siglos (mientras que la posible existencia histórica del Buda Gautama está fechada en torno a los siglos VI-V a.C., los primeros textos claramente budistas surgen entre el siglo I a.C. y el III d.C.)

Para finalizar esta entrada (que aunque no lo parezca es breve, considerando la ingente y prácticamente inabarcable historia del misticismo) tendríamos que hablar del misticismo en el Islam, es decir, de los sufíes. Sin embargo, al ser un tema tan especial y con la intención de que quede bien entendido (ya que el Islam está viviendo una época de malinterpretación brutal en Occidente), prefiero dejar a los místicos musulmanes para la próxima entrada. Eso sí, sólo una cosa más. Quiero hacer una mención especial a la cantante Madonna por su labor para con la mística. En 1989 lanzó un disco titulado Like a prayer, en el que la letra de la canción que daba título al disco estaba impregnada de un misticismo muy del estilo de San Juan de la Cruz. También en el vídeo musical se pueden apreciar varios símbolos que remiten a algunos de los poemas contenidos en el Cántico Espiritual del místico español, como Llama de amor viva. Por este vídeo la Iglesia Católica declaró a Madonna blasfema, lo que le hace ganar más puntos aún. Y si bien en el vídeo de la canción Bedtime story de 1994 se pueden apreciar un ritual derviche y diferentes elementos del sufismo, la mística del Islam; la propia cantante ha reconocido profesar la cábala judía. Desde aquí, un aplauso para ella.

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Madonna no será la única que use la simbología religiosa para su show: numerosos cantantes e integrantes de distintas ramas del mundo del espectáculo, conocedores del interés que suscitan estos símbolos y ritos en la población, los usan para ganar más seguidores. Pero eso no quiere decir que pertenezcan a una organización secreta, como las teorías de la conspiración se encargan de pregonar

miércoles, 24 de enero de 2018

108. ¿Es posible recibir clases de mística?

La pregunta me surgió la semana pasada. Resulta que llevo un tiempo colaborando en la gestión de las redes (sobre todo de Facebook) de Escuela de Atención, dando respuesta a las dudas y preguntas que envían distintos usuarios. Pues bien, una mujer se puso en contacto con la Escuela porque estaba buscando clases de mística. Dijo que había visto un vídeo y que creía que era una mística nata, por lo que le gustaría estudiar y saber más de ella. También dijo que se le estaba desarrollando la percepción sensorial muy fuerte y que su fecha de nacimiento era 27/07/77. Dejando de lado la potente numerología del 7 (que trataremos en otro momento, tal vez), me interesa mucho la consideración que hace esta señora sobre la posibilidad de recibir clases de mística. Antes que nada debo aclarar que no tengo nada en contra de las personas que se autodefinen como místicos, pues los ha habido a lo largo de la historia y no tiene por qué dejar de haberlos ahora. Sin embargo, debemos tratar este tema con infinitos matices. Porque no, no creo que se pueda dar, ni por lo tanto recibir, clases de mística. Me explico.


Liber Divinorum Operarum, que contiene la representación del hombre universal, obra de santa Hildegarda de Bingen. Abadesa, líder monacal, profetisa, médica, compositora, escritora y mística alemana. Fechado en 1185 (copia del siglo XIII)

Lo que hoy denominamos "mística" encuentra su origen etimológico en el verbo griego myein, que significa "encerrar", de donde proviene mystikós, que se traduce como "cerrado, arcano o misterioso". La mística es un tipo de experiencia extraordinariamente difícil de alcanzar, durante el cual el alma humana alcanza el grado máximo de unión con lo sagrado durante la existencia terrenal. Dicho de otra manera, es la experiencia del retorno a la Unidad durante un período de tiempo concreto, y a menudo breve. Normalmente se ha hablado de la existencia de la mística en las religiones monoteístas, aunque también está presente en religiones politeístas (como el hinduismo), paganas e incluso en religiones de marcado carácter filosófico, como el budismo, donde lo que nosotros entendemos por mística ellos simplemente lo llaman Nirvana. En el caso del cristianismo, además, la experiencia mística puede ir acompañada de manifestaciones físicas consideradas sobrenaturales (lo que denominamos "milagros"), como los estigmas o los controvertidos fenómenos de bilocación y precepción extrasensorial, entre otros. Por extensión, se habla también de mística al referirse a la literatura en torno a estas experiencias, pertenecientes a cualquier religión que tenga escritura, ya que prácticamente cualquier religión posee un misticismo. 

Rudolf Otto, un eminente teólogo protestante alemán, en su obra Das Heilige ("Lo Santo") de 1917, vincula la mística con la santidad, definiéndola como "lo numinoso: una experiencia no racional y no sensorial o un presentimiento cuyo centro principal e inmediato está fuera de la identidad". Es decir, una experiencia en la que se trascienden los límites del propio cuerpo y tú ya no eres tú, sino una parte más de lo Divino, formando parte intrínseca de ello. La mística, y por lo tanto el misticismo, pretende eliminar ese abismo que separa al hombre de la divinidad para reunificarlos y acabar con la dualidad eterna que produce una realidad considerada injusta para traer, en términos cristianos, el Reino de Dios a la Tierra. Ahora bien, ¿es posible conseguir esto? 

Lo es, pero a un nivel individual, y lo más fácil es que nunca se llegue a alcanzar ese estado, sino experiencias cercanas. Pero cuidado, no estamos diciendo que sea posible recibir clases de mística a nivel individual, y aquí es a donde voy: como muy bien aclaró la teología, no hay que confundir la mística con la ascética. Ésta sí se puede enseñar, y ejercita al espíritu humano para que alcance su perfección. La ascética es el paso previo, lo que se denomina propedéutica (conjunto de saberes necesarios para preparar el estudio de una materia, ciencia o disciplina), de la mística. La ascética sigue dos vías, la purgativa o la iluminativa, que puede seguir todo el mundo y que puede enseñarse; mientras que la mística, accesible sólo a unos pocos, añade a un alma perfeccionada por la gracia o por el ejercicio ascético la experiencia de la unión directa y momentánea con Dios. Sin embargo, esta unión se consigue sólo por vía unitiva, mediante un tipo de experiencia denominada "éxtasis" o "visiones", a través de los cuales se obtiene una plenitud y un conocimiento tales que todos los que han accedido a ellos los definen como "inefables". 

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Esto es lo importante: es imposible impartir clases de mística debido a que se trata de una experiencia personal, y por lo tanto única e intransferible. Lo que sí sería posible son las clases de ascética, donde quizá se podría ilustrar en las tres vías: purgativa, iluminativa y, en mucha menor medida, unitiva. Estas tres vías aparecen por primera vez expuestas en el Tratado espiritual de las tres vías, purgativa, iluminativa y unitiva, redactado por Bernardo Fontova (1390-1460, Valencia), un monje cartujo del Vall de Crist. Más tarde las tres vías serían repetidas por Juan de Palafox y Mendoza, obispo de Puebla (México), en su Varón de deseos en que se declaran las tres vías de la vida espiritual, purgativa, iluminativa y unitiva de 1642. A menudo se explican como sigue:

- Vía purgativa: el alma se purifica de sus vicios y sus pecados mediante la penitencia y la oración. Las atracciones por sí mismas no tienen por qué ser malas, pero sí lo es el gusto por ellas y el apego que provocan en la memoria, porque la impide orientarse plenamente a Dios. La privación corporal y la oración son los principales medios de la vía purgativa, y es lo que caracteriza a los ascetas. Esta vía es la más "fácil" de las tres, ya que conseguir el resultado deseado depende únicamente del practicante.

- Vía iluminativa: una vez purificada, el alma se ilumina al someterse total, única y completamente a la voluntad de Dios. El alma se encuentra limpia y en un desamparo y angustia interior inmensos, despojada de todo y arrojada a sí misma, sin el contacto con Dios. Los placeres vuelven a aparecer tentadores entonces, pero el alma debe rechazarlos y realizar una profunda introspección, centrándose en la búsqueda de lo Sagrado. Sin embargo, ha de ser humilde, pues sólo si Dios quiere será posible la unión mística. La decisión final le corresponde a Él.

- Vía unitiva: el alma se une a Dios, produciéndose un éxtasis que anula los sentidos. A este punto sólo llegan algunos elegidos, y es muy difícil explicar lo que se siente con palabras, porque el pobre instrumento de la lengua humana, ni siquiera en forma poética, puede describir una experiencia tan intensa. Es, por lo tanto, inefable. El hecho de haber alcanzado la vía unitiva puede manifestarse en el cristianismo con los llamados "estigmas" o llagas sagradas (las heridas que sufrió Cristo en la cruz), con fenómenos de levitación o episodios de bilocación (es decir, encontrarse en varios lugares al mismo tiempo). El santo, que ya lo es al vivir ese tipo de unión, no puede explicar sino aproximadamente lo que le ha pasado.

Estas tres vías han de considerarse también como tres fases o un procedimiento completo, ya que de modo natural se suceden una tras otra. De modo que, en conclusión, la respuesta es no. No se pueden recibir clases de mística. En todo caso, de ascética, ilustrando en las dos primeras vías (purgativa e iluminativa), pero sólo hasta cierto punto, pues para completar la segunda fase es necesaria, aparentemente, una intervención de lo Sagrado. Si éste no se manifiesta seremos ascéticos, pero no místicos. Claro, que... no todas las tradiciones espirituales lo han visto siempre de esta manera. La mística es un fenómeno muy ramificado, aunque sí parece coincidir en el aspecto fundamental de la unión del alma con Dios y en una participación de Él bastante importante. En la próxima entrada hablaremos del misticismo en la Historia. Ultreia!
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miércoles, 17 de enero de 2018

107. Prisciliano, Boanerges y el Campo de Estrellas

La semana pasada, al final de mi clase, estaba explicando a mis alumnos la temática de los libros recomendados que les había llevado, como todas las semanas. Y fue respecto al último de ellos que se me ocurrió escribir algo al respecto. El libro en cuestión era Hijos del Trueno. Mitos y símbolos en el Camino de Santiago, de José Tono Martínez. Dije a mis alumnos que el libro me gustaba no sólo por la exposición completa que hacía de las rutas de peregrinación hacia Occidente (de las que hay constancia desde el Neolítico) y de la detallada explicación sobre cómo se forjó el moderno Camino de Santiago en torno a esa primera ruta pagana, sino que además planteaba la hipótesis, cada vez más aceptada, no sólo de que Santiago el Mayor no hubiese sido enterrado en España, sino que la tumba que hoy millones de personas presuponen suya pertenecería en realidad a Prisciliano. Y he aquí el punto de inflexión: uno de los alumnos me dijo, socarronamente, que eso ya lo sabía todo el mundo. Sin embargo, dudo mucho que eso sea así. Lo saben, evidentemente, aquellos que estudian la simbología del Camino de Santiago. Pero para aquellos para los que el Camino es una más de las muchas rutas de peregrinaciones católicas y no se han interesado nunca por profundizar en su historia, dudo que conozcan siquiera quién fue Prisciliano, el peso que tuvo en nuestro país y por qué alguien asociaría su sepultura con la del apóstol. Es por eso que esta semana voy a intentar dar respuesta a los posibles interrogantes que vayan surgiendo en torno a esta realidad. A propósito de esa clase (la primera del segundo trimestre del curso Iniciación a la Mitología Comparada. De las Cosmogonías a los Apocalipsis que estoy celebrando en Escuela de Atención, para aquellos que no lo sepan), a continuación dejo un breve fragmento de la misma:



Antes de nada, ¿quién fue Santiago el Mayor? Como ocurre con prácticamente todas las figuras presentes en los Evangelios, es muy importante separar al personaje histórico Jacob del mitológico Santiago. Sobre este personaje ya escribimos una entrada en El Blog de Bianor un 25 de julio, festividad de Santiago, que podéis leer aquí: ¡Santiago y cierra, España!. Sin embargo, en su momento nos dejamos muchas cosas en el tintero. Antes de nada, aclarar quién fue Jacob, el personaje histórico. Hermano de Juan, que también se convertiría en discípulo de Jesús, era hijo de Zebedeo y de María Salomé, hermana de María de Nazaret (a quien nosotros conocemos como Virgen María). Santiago y Juan eran, por tanto, primos de Jesús. Y fueron ellos, junto a Simón bar Ioná (llamado Pedro), los que conformaron el Círculo Interno del Maestro, quienes recibieron sus enseñanzas más elevadas: fueron testigos de la Transfiguración, de la resurrección de la hija de Jairo o de la oración en el Monte de los Olivos. Ahora bien, el papel de Jacob (Sanctus Iacobus = San Iago = San Yago = Santiago) en los Evangelios es más bien menor. Jesús le puso por sobrenombre, a él y a su hermano, Boanerges, que significa "hijo del trueno". Los expertos dan dos explicaciones a este apodo: para unos se debe a que tenían una voz potente y grave, mientras que para otros el término haría referencia a su carácter vehemente y tormentoso. Sea como fuere, igual que a Simón le llamó "Pedro", Jesús puso a los hijos de Zebedeo y Salomé el sobrenombre de "Boanerges". Ahora bien, por lo que sabemos, tras la crucifixión de Jesús la mayor parte de los apóstoles huyeron de la región y se desperdigaron por el mundo. Por ejemplo, Pedro marchó a Antioquía, mientras que Juan y María Magdalena se desplazaron hasta Éfeso. En cambio, Jacob "el Mayor" (para distinguirlo de otro apóstol llamado también Jacob, "el Menor") decidió quedarse en la tierra de sus antepasados, donde fundó la Iglesia de Jerusalén. Esta Iglesia se extendió por Galilea, Judea y probablemente Samaria; y Jacob y los suyos lucharon contra los intentos de divinización de Jesús. Se estableció de este modo la vía jacobea del cristianismo, que alcanzó su auge en la Edad Media, junto a la vía joánica (más enfocada en el misticismo y en la escatología) y la vía ortodoxa (fundada por Pedro y Pablo y marcada por una jerarquía organizada, reglamentada y legislada).


No hubo de pasar mucho tiempo: una década después de la crucifixión de Jesús, en el 44 d.C., Jacob fue detenido por los soldados del rey Herodes Agripa I y decapitado, siendo el primer apóstol en padecer el martirio. Hasta aquí lo que sabemos de la vida y la muerte del apóstol Jacob, que fue llamado Santiago. No hay ninguna prueba histórica que nos permita afirmar que vino hasta Hispania, que estuvo predicando aquí ni por supuesto que su cadáver fuese devuelto a tierras hispanas en una barca de piedra ni ninguno de los mitos posteriores de la reina Lupa y sus bueyes ni nada de la leyenda jacobea forjada en tierras gallegas. Como muy bien dejó escrito el historiador Claudio Sánchez Albornoz (1893 - 1984):

... pese a todos los esfuerzos de la erudición de ayer y de hoy, no es posible,
sin embargo, alegar en favor de la presencia de Santiago en España y de su
traslado a ella , una sola noticia remota, clara y autorizada. Un silencio de más
de seis siglos rodea la conjetural e inverosímil llegada del apóstol a Occidente,
y de uno a ocho siglos la no menos conjetural e inverosímil traslatio. Sólo en el
siglo VI surgió entre la cristiandad occidental la leyenda de la predicación de
Santiago en España; pero ella no llegó a la Península hasta fines del siglo VII.

C. Sánchez Albornoz, En los albores del culto jacobeo (1971)

La tradición de la presencia de Santiago y el conocimiento de la doctrina cristiana de acuerdo a la Iglesia de Jerusalén no aparece en Hispania hasta finales del siglo VII, es decir, en los últimos años del gobierno visigodo (que por cierto eran arrianos, una de las primeras herejías oficiales de la Iglesia Católica). Por tanto, la expansión de las ideas cristianas jacobeas no se desarrolla en Hispania sino bajo dominio árabe. No es de extrañar por tanto que importantes figuras de la tradición mitológica cristiana en lo que más tarde sería España se fraguasen en el contexto de Al-Ándalus (el patrón de Madrid, San Isidro, es el ejemplo más catacterístico). Sin embargo, el punto de inflexión más notable de la leyenda jacobea en los reinos hispanos se dará un poco más tarde, en el siglo IX. Alrededor del 813, en tiempos de Alfonso II el Casto, rey de Asturias, un ermitaño cristiano llamado Paio (Pelayo) contactó con Teodomiro, obispo gallego de la ciudad de Iria Flavia, ya que había visto unas extrañas luces flotando sobre un monte. Teodomiro y Paio siguieron esas luces hasta que dieron con una tumba, aparentemente de origen romano, que contenía un cuerpo decapitado con la cabeza bajo el brazo. Rápidamente dan noticia de su descubrimiento al rey Alfonso, el cual no duda en atribuir ese cuerpo a Santiago, ordenando edificar una iglesia encima de la tumba, antecedente de la actual Catedral de Santiago de Compostela. El término "Compostela" proviene de campus stellae ("campo de estrellas"), debido a las luces que revelaron al ermitaño dónde se encontraba la tumba. Estas luces podrían estar directamente relacionadas con el fenómeno de los fuegos fatuos, tan característicos de las culturas gaélica y eslava.
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En la tradición de muchos pueblos, la manifestación en la Tierra de las estrellas
o luces celestes han supuesto importantes acontecimientos 

    
El hallazgo de la tumba de Santiago no pudo venirle mejor al rey asturiano: gracias a ello pudo aglutinar todos sus territorios como un solo reino, bajo la especial protección del Apóstol. No podemos dejar de considerar que Santiago fue uno de los discípulos "elegidos" de Cristo. A Pedro ya se lo había apropiado la Iglesia de Roma, convirtiéndolo en primer Papa y por lo tanto líder de la Iglesia Universal con sede en el Vaticano. Juan, por su parte, era el redactor del Apocalipsis y del Cuarto Evangelio, su cuerpo estaba perdido en algún lugar del remoto Éfeso. Pero sobre Santiago nadie sabía nada, y la leyenda de que había estado predicando en Hispania fue ganando fuerza, como hemos visto, en el siglo VIII. De modo que en el siglo IX, el rey Alfonso tuvo la "suerte" de encontrar la tumba del apóstol cerca de Iria Flavia, y le sirvió para algo más, ya que pudo cristianizar uno de los puntos fuertes del paganismo que aún había en estos reinos: la llamada Via del Finisterre, una ruta seguida tradicionalmente por muchos pueblos celtas hasta el supuesto fin de la tierra (aunque hoy sabemos que esta peregrinación hasta el lugar donde el sol moría se repetía desde el Neolítico, y que los pueblos de la Antigüedad hasta los romanos levantaban numerosos altares dedicados al sol o ara solis). Los celtas, en el primer milenio de nuestra era, recorrían toda Europa para llegar a estos lugares, donde celebraban sus matrimonios y rituales. Todo estaba vinculado con su dios Lug, el dios del sol y la luz, y con su muerte en el lugar más remoto de Occidente; sólo para volver a resucitar en Oriente (de hecho, vestigios de este pasado ceremonial celta vinculado al dios perviven aún hoy en muchas zonas de Galicia, como la ciudad de Lugo, su comarca y provincia homónimas). Esta ruta de peregrinaje precristiana se convirtió así en el Camino de Santiago o Ruta Jacobea, transformándose Compostela en el tercer núcleo de peregrinaje medieval, y el más importante, superando incluso a Roma y Jerusalén en varios miles. 
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Las distintas rutas del Camino de Santiago que aparecen recogidas en el Codex Calistinus son vestigios de las antiguas rutas de peregrinaje de los celtas galos hasta el fin de la tierra, aunque barnizadas con el conveniente velo del cristianismo

Resuelta la cuestión de Boanerges y del campus stellae, sólo nos queda una cuestión que tratar: ¿de quién era la tumba que encontraron Teodomiro y Pelayo en lo que hoy es Santiago de Compostela y que actualmente se venera en su Catedral? Son numerosos los estudios que se han hecho al respecto. Lo único que actualmente está fuera de discusión es que el terreno sobre el que se alza la Catedral (la actual Praza do Obradoiro) fue en tiempos una necrópolis prerromana. Primero fue un cementerio dolménico, utilizado después por los romanos y los suevos. Sin embargo, esto no demuestra nada referente a los restos que se conservan en el sepulcro. De hecho, la tradición quiere que sean tres los sepulcros: el del propio Apóstol, acompañado de sus discípulos Atanasio y Teodoro, que fueron quienes trajeron su cadáver desde Judea hasta Iria Flavia, donde le enterraron y donde ellos mismos fueron enterrados con él. También se encontró en las proximidades de la tumba, en 1955, el sepulcro de Teodomiro, lo que demuestra que quiso enterrarse en el mismo lugar de su hallazgo. Los estudios más recientes sobre la tumba del Apóstol proceden de un estudio desarrollado por Enrique Alarcón, profesor de Metafísica en la Universidad de Navarra y publicado el 24 de junio de 2011. Este estudio se realizó a partir de investigaciones anteriores (sobre todo de 1988) y de reproducciones de la tumba, por no tener acceso a la misma. Alarcón afirmó haber encontrado en el sepulcro la inscripción Jacob, acompañada de la simbología propia de un cementerio judeocristiano de Israel del siglo I d.C.. Además, otra supuesta inscripción contendría referencias a la fiesta judía del Shavu'ot, con representación de los panes rituales. Esta fiesta, de la que se tiene conocimiento por el Levítico, desapareció en el 70 d.C. con la destrucción del Templo de Jerusalén a manos de las tropas romanas de Tito, poniendo fin a las revueltas judías. Si estos datos se confirman (el estudio continúa actualmente, pues faltan las investigaciones que pueda aportar la propia Universidad de Santiago y el Cabildo de la Catedral), quedaría invalidada cualquier atribución de los restos a Prisciliano, otra posibilidad. Pero, ¿quién fue este señor?

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Prisciliano nació en la provincia de Gallaecia en el 340 aproximadamente, en el entorno de una familia senatorial. En torno al 370 marchó a Burdigala (Burdeos) para formarse con el retórico Delphidius, fundando a las afueras de la ciudad una comunidad de carácter rigorista. Su principal adversario, Itacio de Ossonoba, atribuye sus conocimientos de astronomía y magia a un tal Marcos de Memphis, sin embargo éste fue un mago alejandrino del siglo I citado por San Agustín en su Adversus haereses, por lo que tal atribución resulta, cuanto menos, poco probable. No fue hasta 379 cuando regresó al noroeste peninsular y comenzó su predicación. Sus ideas tuvieron gran éxito, sobre todo entre las mujeres y las clases populares, en cuanto que rechazaba la unión entre Iglesia y Estado, criticando el enriquecimiento y la corrupción de las jerarquías. Ante la rápida extensión de sus enseñanzas se envió una carta informando de la situación al obispo de Augusta Emerita (Mérida, que era entonces la capital de la Diócesis hispana).

Este obispo, acompañado de Itacio de Ossonoba, convocarán el Concilio de Caesaraugusta (Zaragoza) en el 380 únicamente para condenar las ideas priscilianistas. A esta reunión acudieron dos obispos aquitanos y diez hispanos, pero no se alcanzó ningún resultado definitivo. Ante la ausencia de los dos principales obispos considerados priscilianistas, se evitó una condena definitiva. Las actas dicen incluso que el obispo de Astorga abandonó el Concilio al segundo día, y este prelado (de nombre Simposio) ocuparía años más tarde un lugar destacado entre los discípulos del hereje gallego. Poco después los dos obispos ausentes, Instancio y Salviano, elevaron a Prisciliano a la sede vacante de Abula (Ávila), convirtiéndole así en obispo de dicha ciudad. En un intento de acercar posturas, también estos dos obispos marcharon a Augusta Emerita (Mérida) para entrevistarse con el obispo Hidacio, pero tuvieron que huir perseguidos por una turba alentada por el propio religioso. Hubo entonces un enfrentamiento epistolar bastante severo entre priscilianistas y ortodoxos. No hay que olvidar que las tesis de Prisciliano tuvieron gran éxito en todos los estratos sociales, incluso entre muchas familias influyentes de casi todas las provincias hispanas. Finalmente, una carta enviada por Hidacio a Ambrosio, obispo de Mediolanum (Milán), donde se encontrada instalada la corte imperial, consiguió que éste obtuviese un escrito del emperador Graciano excomulgando y desterrando de sus sedes a Prisciliano y a todos sus seguidores. Prisciliano llegó a viajar a Roma para defenderse, pero no fue recibido por el obispo de la ciudad, Dámaso (quien estaba en plena defensa de la primacía de la Iglesia de Roma sobre todas las demás); de modo que se desplazó hasta Milán y, gracias a la ausencia de Graciano, consiguió que su magister officiorum (Mayordomo Mayor) anulase el anterior decreto imperial. De esta manera Prisciliano regresa a Hispania, fortalecida la posición de su grupo y consiguiendo de paso que Itacio, su principal rival, fuese acusado de perturbador de la Iglesia. El procónsul Volvencio ordena la detención del obispo antipriscilianista y éste es obligado a huir y refugiarse en Civitas Treverorum (Tréveris).

¿Pero qué ocurre a partir de este momento? En el 383 Magno Clemente Máximo, gobernador de Britania, cruza las Galias al mando de 130.000 soldados haciendo huir al emperador Graciano, a quien finalmente asesinó en una emboscada en los bosques de Lugdunum (Lyon). Sus legiones lo nombran nuevo emperador de Occidente, pero eso no es visto con buenos ojos por Teodosio, emperador de Oriente. Esta situación obliga a Magno Clemente a buscar apoyos en la Iglesia Católica, necesitada a su vez de amparo institucional para enfrentarse a los múltiples movimientos disidentes que la asediaban (arrianos, rigoristas, patripasianos, novacianos, nicolaítas, ofitas, maniqueos, borboritas, catáfrigos o los propios priscilianistas). Esta alianza de conveniencia marcará los acontecimientos posteriores: la Iglesia Católica se enfrenta a un movimiento muy popular extendido por toda la península Ibérica y buena parte de las Galias, y Máximo desea ofrecer una mano amiga en forma de condena oficial al priscilianismo. Sin embargo, se topa con un problema: la aplicación de una sentencia por herejía conlleva la confiscación por parte del Estado de todos los templos de la secta, algo que no favorece ni a la jerarquía eclesiástica ni a los intereses del emperador. Por lo tanto se diseña un nuevo proceso judicial en el que se acusa a los obispos hispanos de maleficium (brujería). Esta sentencia, mucho más favorable a las arcas del emperador, incluye la requisa de las propiedades personales de los acusados (recordemos, muchos de ellos pertenecientes a las clases altas de la sociedad hispana), sin afectar al patrimonio eclesiástico. Se convoca entonces un nuevo concilio en Burdeos, al que acuden Prisciliano en persona y varios seguidores, y en el que se condena de nuevo la herejía priscilianista. Sin embargo, únicamente se obtiene la expulsión de Instancio de su sede. Durante la celebración del Concilio, una multitud enfurecida lapida a Urbica, una discípula de Prisciliano; por lo que éste abandona la reunión y se dirige a Tréveris, en la Germania Superior, donde Máximo ha establecido su corte, para convencer al emperador de que se pronuncie a favor de su grupo. Sin embargo, Prisciliano no es consciente de que allí Itacio de Ossonoba ya ha tejido la red que acabará con su vida.  

En el 385 Prisciliano llega a Tréveris, donde es acusado a través de Evodio, prefecto del emperador, de la práctica de rituales mágicos que incluyen danzas nocturnas, el uso de hierbas abortivas y la práctica de la astrología cabalística. La mayoría de los obispos católicos de Occidente, con Martín de Tours a la cabeza, protestaron contra tal decisión. Incluso el papa Sirico criticó duramente el proceso. Sin embargo, no sirvió de nada: tras obtener mediante tortura una confesión del mismo Prisciliano, fue decapitado junto a varios de sus discípulos. Todos ellos se convirtieron en los primeros herejes ajusticiados por una institución civil a instancias de algunos obispos católicos. En otras palabras: Prisciliano y los seis discípulos que fueron asesinados con él fueron los primeros herejes ajusticiados de la Iglesia Católica.

 
De acuerdo con Orosio, un sacerdote, historiador y teólogo hispano; en su texto contra Prisciliano titulado Communitorium de errore Priscillianistarum et Origenistarum, "Prisciliano enseñó que los nombres de los Patriarcas corresponden a las partes del alma, y de modo paralelo, los signos del Zodíaco se corresponden con partes del cuerpo."

Prisciliano fundó una escuela ascética, rigorista, de carácter libertario, precursora del movimiento monacal y opuesta a la creciente opulencia de la jerarquía eclesiástica del siglo IV. Los aspectos más polémicos fueron el nombramiento de "maestros" o "doctores" a laicos, la presencia de mujeres en las reuniones de lectura y su marcado carácter ascético. De acuerdo a la tradición, los discípulos de Prisciliano habrían trasladado los restos mortales del hereje hasta su tierra natal, enterrándole en lo que hoy es Santiago de Compostela. El primero que plantea esta posibilidad es el hagiógrafo Louis Duchesne en 1990 en un artículo publicado en Toulouse en la revista Annales du Midi y titulado "Saint Jacques en Galice". Posteriormente Claudio Sánchez Albornoz y Miguel de Unamuno se harán eco de esta hipótesis, tornándose muy popular y alternativa a la tradición católica. Por contra, el obispo, teólogo y filósofo José Guerra Campos indica la existencia de un lugar que podría ser el enterramiento de Prisciliano: Los Martores (Os Martores, en gallego), perteneciente a la parroquia de San Miguel de Valga, en Pontevedra. En ese lugar se encuentra una ermita en la que se han encontrado sarcófagos antropoideos tallados en piedra que podrían datar del siglo IV. La teoría de Guerra Campos se basa en la denominación popular que recibieron los ajusticiados en Tréveris hasta mucho tiempo después de su muerte: los mártires (Os mártires en gallego, Os mártores en gallego dialectal); siendo éste el único topónimo de estas características presente en toda Galicia. Una última teoría, planteada por Celestino Fernández de la Vega, establece el enterramiento de Prisciliano en Santa Eulalia de Bóveda, una localidad cercana a Lugo.

En definitiva: ¿Santiago? ¿Prisciliano? Ni uno ni otro. Poco importa. El Camino siempre ha cautivado por igual a peregrinos, viajeros aventureros, fieles devotos o simples curiosos. También a los lectores, amantes del arte, de la historia antigua y de la simbología que se pierde en la noche de los tiempos. La relevancia de la Ruta de las Estrellas es innegable a día de hoy, y sigue siendo muy importante para miles de personas cada año, que se lanzan a recorrer sus caminos. ¿Cuál es la verdad profunda del Camino de Santiago? La que cada uno de nosotros quiera darle. Lo importante es caminar. Ultreia!


 

miércoles, 10 de enero de 2018

106. ¡Oh, Jerusalén!. La historia de los judíos

El pasado mes de Diciembre publiqué un vídeo en YouTube dedicado al Sionismo, en el que hacíamos un breve análisis de la situación de conflicto entre israelíes y palestinos a raíz de una noticia que publicaron los medios internacionales: que Donald Trump había decidido reconocer Jerusalén como capital del Estado de Israel a nivel institucional, planeando incluso trasladar sus embajadas ahí. La ONU lamentaba tal decisión y pedía al presidente norteamericano que no añadiese más leña al fuego. Aquí podéis ver nuestro análisis:


Lo cierto es que en ese vídeo me vine un poco arriba en pos de la causa palestina, de modo que sirva esta entrada para hacer un poco de justicia hacia el pueblo judío, que si bien considero que no están teniendo ninguna consideración hacia sus vecinos, tampoco la historia se lo ha puesto fácil. Aunque claro, actualmente quienes están perdiendo batallas y poco a poco la guerra, son los palestinos. El pasado viernes 5, el medio online www.elsaltodiario.com se hacía eco de una noticia que tenía como protagonista al adolescente palestino Musab Tamimi, la primera víctima del Estado de Israel en 2018 (podéis leer la noticia aquí). Pero no he querido escribir esto para atacar de nuevo a las políticas de Israel. Un último dato: tal y como decíamos en el vídeo, el final del conflicto parece irremediable. Los judíos están comprando y robando todo el terreno a los palestinos, fijándose la deplorable situación a lo largo de los años. Quién sabe, pero si no se toman cartas en el asunto la tierra de los palestinos habrá desaparecido en 2020, convirtiéndose el pueblo palestino en otro refugiado más como los kurdos o los rohingyas. Una triste gracia.

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Ahora sí, entramos en materia. Como quiero ser justo con el pueblo judío, he decidido compartir con vosotros un pasaje de un libro que me tiene cautivado: Oh, Jerusalén, escrito por Dominique Lapierre y Larry Collins. Es un libro que me prestó mi amigo, maestro y mentor Jaime Buhigas, un trabajo esencial para comprender las raíces del conflicto árabe-israelí. Al respecto me gusta recordar las palabras que pronunció el propio Dominique Lapierre en junio de 2008 cuando el periódico El País le hizo una entrevista a raíz de la adaptación al cine del libro. El autor dijo: "Soy un niño de la II Guerra Mundial. Si en 1942 me hubiesen preguntado si Francia y Alemania podrían firmar la paz, habría respondido que no. Un día en la televisión vi a De Gaulle y Adenauer darse la mano. ¡Fue una sorpresa divina! Pero Francia y Alemania no son Israel y Palestina. Ni Dios está detrás de la tierra. Dios nunca prometió que Alsacia sería francesa o alemana. En su caso, Dios ha prometido la misma tierra a dos pueblos diferentes. Esa dimensión divina lo complica todo." 

El escritor francés Dominique Lapierre, ayer en el Círculo de Bellas Artes de Madrid.
El escritor francés Dominique Lapierre en junio de 2008 en el Círculo de Bellas Artes de Madrid.
Si queréis leer el artículo completo, que merece la pena, aquí os lo dejo

UN CAMINO LARGO Y DOLOROSO
Largo y doloroso había sido para el pueblo de Ben Gurion el camino hacia aquella libertad. Desde la primera aparición de sus antepasados, los hebreos, sobre la tierra prometida por Dios a su jefe Abraham, hasta la votación de aquella noche (29 de noviembre de 1947), habían transcurrido cuatro milenios de sufrimientos y luchas. Recién llegados de su Mesopotamia natal, los hebreos habían sido expulsados y condenados a mil años de emigraciones, de esclavitud y luchas, antes de volver de nuevo, conducidos por Moisés, y fundar al fin, en las colinas de Judea, su primer Estado soberano. Pero su apogeo bajo el gobierno de los reyes David y Salomón apenas duró un siglo. Establecidos en la confluencia de las grandes rutas de áfrica, Asia y Europa; instalados sobre una tierra convertida en una perpetua tentación, hubieron de sufrir, durante otro milenio, los asaltos de los imperios vecinos. Asiria, Babilonia, Egipto, Grecia y Roma se sucedieron uno a otro para destruirlos, infligiéndoles dos veces el castigo supremo del exilio y de la destrucción del templo erigido sobre el monte Moria a la gloria de Yavé, primer Dios único y universal. Pero de esta doble dispersión y del cortejo de calamidades que los acompañaron iba precisamente a nacer y perpetuarse en ellos el vínculo carnal y místico a la tierra ancestral. Las naciones del mundo acababan de admitir aquella noche la razón que los asistía (los autores se refieren a la votación de la ONU sobre la creación del Estado de Israel).

Las vicisitudes del pueblo judío empezaron con el desarrollo de una religión que predicaba, sin embargo, el amor. En su ardor por convertir a las masas paganas, los primeros Padres de la Iglesia cristiana se esforzaron en poner de relieve la fosa que separaba el judaísmo de la nueva fe que ellos difundían. Codificando esta voluntad mediante textos jurídicos, el emperador bizantino Teodosio II condenó al judaísmo a la segregación e hizo de los judíos un pueblo aparte, según la ley. A continuación, Dagoberto, rey de los francos, los expulsó de las Galias y los visigodos de España se apoderaron de sus hijos para convertirlos al cristianismo. En el siglo VI, otro emperador bizantino, Heraclio, puso fuera de la ley el ejercicio del culto hebreo. Con las Cruzadas llegó una persecución sistemática. Los sarracenos vivían lejos y eran peligrosos; los judíos vivían en cada país de Europa al alcance de su mano, y los combatientes de la fe cristiana podían saciar más pronto y fácilmente sobre ellos sus pasiones religiosas. Para justificar sus acciones, al grito de Deus vult! - ¡Dios lo quiere! - arrasaban todas las comunidades judías que encontraban en su camino hacia Jerusalén.  

La mayor parte de los Estados negaban a los judíos el derecho a la propiedad de la tierra. Les estaba igualmente vedado el acceso a los gremios artesanos y mercantiles de la Edad Media. Un edicto del Papa prohibiendo a los cristianos el comercio de la plata hizo que los judíos fueran relegados al infame oficio de usureros. La Iglesia prohibía a los cristianos, además, trabajar para los judíos e incluso vivir entre ellos. Esta discriminación alcanzó su punto culminante en 1215, cuando el cuarto Concilio de Letrán decidió hacer de los judíos una verdadera especie aparte, obligándolos a llevar una señal distintiva. En Inglaterra era una insignia que representaba las Tablas de la Ley sobre las que Moisés había recibido los diez mandamientos. En Francia y Alemania era una O de color amarillo, precursora de la estrella amarilla que eligiera el Tercer Reich para designar a las víctimas de sus cámaras de gas.

Eduardo I de Inglaterra y Felipe el Hermoso en Francia expulsaron de la noche a la mañana a los judíos instalados en sus reinos, lo cual les permitió apropiarse de la mayor parte de sus bienes. Se acusó a los judíos de cometer muertes rituales de niños y de extender la terrible peste negra emponzoñando los pozos con un polvo hecho de arañas machacadas, ancas de rana, lagartos, intestinos de cristianos y hostias consagradas. Después de esta acusación, más de doscientas comunidades judías fueron totalmente exterminadas. 

Durante estos siglos de crueldad, el único país donde los judíos pudieron llevar una existencia casi normal fue la España de los califas. Allá, bajo la radiante dominación de los árabes, el pueblo judío prosperó como nunca jamás durante todo el tiempo de su dispersión. Pero la Reconquista cristiana puso fin a esta excepción. En 1492, el mismo año en que Fernando e Isabel enviaron a Cristóbal Colón al descubrimiento de los nuevos continentes, los monarcas desterraron, a su vez, a los judíos de España.

En Prusia, los judíos no tenían derecho a circular en vehículos ni utilizar los servicios de cristianos para encender sus fuegos del sábado. Como la del ganado, su entrada en la ciudad era concedida por un fielato. En la península italiana, la forma de tratar a los judíos no era menos inhumana. La posesión del Talmud constituía un crimen. Cada año, Roma, para divertirse, renovaba la antigua crueldad de los juegos del circo obligando a los judíos, que habían sido engordados como gansos, a correr medio desnudos en el Corso. Venecia enriqueció el vocabulario universal bautizando con el nombre de ghetto nuovo - la nueva fundición - el barrio de residencia obligada para los judíos. En los guetos de la mayor parte de las ciudades, el número de habitantes estaba fijado por la ley, y los jóvenes debían esperar, para casarse, a que un fallecimiento dejara una plaza vacante.

En Polonia, los judíos gozaron, durante cierto tiempo, de una cierta libertad y prosperidad casi comparables a las que en otro tiempo habían gozado en España. Incluso eran admitidos a ocupar importantes cargos en la administración. Cuando los cosacos se rebelaron contra los polacos, los judíos fueron sus principales víctimas. Con una ferocidad y un refinamiento hasta entonces sin parangón en la historia de las persecuciones antisemitas, los rusos hicieron desaparecer más de cien mil judíos en menos de diez años.

Cuando los zares extendían las fronteras de su imperio hacia el Oeste a través de Polonia, una nueva era de crueldades, parecida a la de la Edad Media, se abatió sobre casi la mitad de la población judía del mundo. Los zares depositaron y encerraron a los judíos en el mayor gueto de la Historia, la Zona de población, situada en la frontera occidental. Los jóvenes estaban obligados a la conscripción desde la edad de doce años y por un período de veinticinco años. Impuestos especiales eran percibidos sobre la carne kacher y las velas del sábado. Las mujeres judías no tenían derecho a vivir en las grandes ciudades universitarias si no llevaban la insignia amarilla de las prostituidas. Y después del asesinato de Alejandro II, en 1881, las multitudes fueron oficialmente estimuladas para asesinar a los judíos. Una nueva palabra iba a nacer: la de pogrom, sinónimo de terror y muerte, que sonaría bien pronto de ciudad en ciudad a través de la inmensidad rusa. En lo sucesivo, esta población maldita de los países del Este sólo escaparía al exterminio replegándose sobre sí misma en un apego fanático a su religión y a la observancia apasionada de sus tradiciones.

Desde la Revolución francesa, los judíos de los países occidentales gozaron de una suerte más envidiable. En Francia, Alemania e Inglaterra, el siglo XIX los había liberado de las tutelas y habían favorecido su emancipación. Sin embargo, fue en la capital de los Derechos del hombre donde una mañana de enero de 1895, el destino de los judíos iba a tomar un giro decisivo. (...)

Bandera de Israelדגל ישראל

Los colores escogidos para la bandera (diseñada por el movimiento sionista en 1891 pero adoptada por el Estado de Israel el 28 de octubre de 1948) fueron el azul y el blanco, los colores del taled, la ritual capa de seda con que los judíos se cubren los hombros durante la oración

miércoles, 3 de enero de 2018

105. Pastafarismo, una religión del siglo XXI: el culto al Monstruo del Spaghetti Volador

Empezar un nuevo año implica revivir el momento de la Creación. Nuestros antepasados consideraban en el momento de ir a dormir que morían, sólo para renacer al día siguiente. Del mismo modo en la cosmovisión de los antiguos egipcios el dios creador solar Ra viajaba con su barca por los cielos durante el día... pero al acercarse al horizonte la encarnación del caos, la gigantesca serpiente Apep (que los griegos llamaron Apofis) le mordía el talón, haciendo sangrar al dios (por eso el sol se ponía rojo). Ra y Apep emprendían una lucha en la Duat, el Inframundo egipcio, que decidiría el destino del orbe. Si Ra resultaba vencedor, el sol saldría para alumbrar un nuevo día, la vida comenzaría de nuevo. Pero si el dios resultaba derrotado por Apep, las tinieblas del caos volverían a inundar la faz de la tierra. Era una lucha por la existencia diaria, de muerte y renacimiento. Y al acabar el año, las fiestas que se celebraban tenían como objetivo recordar y revivir el momento de la Creación. Por eso Mircea Eliade llegó a decir que las culturas primitivas no concebían la historia de forma lineal, sino que todos los acontecimientos que acaecían seguían una distribución circular, que se repetía constantemente, año tras año. Tuvieron que aparecer las religiones mesiánicas para concebir nuestra historia de forma no sólo lineal, sino ascendente: la historia tiene una culminación, que será la llegada del Mesías a la tierra y la instauración de su Reino. Así es como seguimos estudiando la historia, aunque (tal vez) despojada de su manto religioso. Algo parecido les sucedió a los sabios griegos que visitaron Egipto: tomaron sus conocimientos matemáticos de correlación Isis + Osiris = Horus y eliminaron todo componente religioso, resultando a2 + b2 = c2 es decir, el teorema de Pitágoras. Sin embargo, no es de mitos de la Creación de lo que vamos a hablar hoy, sino de creadores. Concretamente, de uno de mis favoritos: el Monstruo del Spaghetti Volador. Qué lástima que el Imperio romano se perdiese esto.


 
"Tocado por su apéndice de pasta", una versión de "La Creación de Adán" de Miguel Ángel realizada por la Iglesia Pastafari en la que muestra a su ser supremo: el Monstruo del Spaghetti Volador

"¿Por qué una religión debe ser seria?" . Esta es la premisa con la que se presenta la Iglesia Pastafari. El pastafarismo, tal como se denomina esta religión moderna, surgió en 2005 en Estados Unidos como una protesta social para denunciar y oponerse a la difusión de la hipótesis del Diseño Inteligente en los centros de enseñanza (un 45% del profesorado estadounidense explica esta teoría a sus alumnos como respuesta a los orígenes y evolución del Universo). El nombre "pastafarismo" es, como resulta evidente, una contracción de los términos "pasta" y "rastafarismo". Lo que empezó como una crítica social y un juego se ha convertido hoy, en países como Holanda y Nueva Zelanda, en una religión más, y como tal es considerada. De hecho, su credo se ha ido desarrollando y consolidando y actualmente se ha convertido en una de las religiones más conocidas (y divertidas) del mundo. El aspecto más destacable de esta religión es, por supuesto, su creencia en el MonEsVol, es decir, el Monstruo del Spaghetti Volador. El creador de todo, según el pastafarismo. Es invisible e indetectable por los instrumentos tecnológicos de los que disponemos hoy. Creó el Universo en cuatro días y descansó los tres siguientes. Esta deidad adopta la forma de un plato de spaghetti con albóndigas.

Este pasado año (concretamente en abril), los pastafaris españoles volvieron a recibir la negativa del Ministerio de Justicia para que la Iglesia Pastafari pueda quedar inscrita en el Registro de Entidades Religiosas. Su representante legal en España, Antonio Lobo, considera que esta negativa tiene que ver con su carácter paródico. "Somos conscientes de que nuestra creencia y norma moral es muy laxa, pero eso no quiere decir que no creamos en el MonEsVol", declaró al diario ABC. "El pastafarismo acepta a cada uno como es, y lo único que pedimos es que se nos acepte como somos, que es lo que el Ministerio de Justicia nos niega: creer en lo que nosotros queremos creer. ¿Quién ha dicho que una religión debe ser seria?". Y es que, en efecto, las pruebas para creer en Dios, Yahveh, Allah o MonEsVol son las mismas. ¿Por qué aceptar unas y no otras? En la primera ocasión en la que se negó la posibilidad de registro de la Iglesia Pastafari, el Ministerio de Justicia argumentó que era una parodia e "incluso la simple propuesta de registro es ofensiva", lo que a sus defensores y fieles les ha ofendido más. En esa segunda ocasión (abril 2017), Justicia contestó diciendo que no eran una religión, a lo que el señor Lobo replicó muy acertadamente: "¿quiénes son ellos para decir qué es o no una religión?". Además, está convencido de que el MonEsVol les está poniendo a prueba, y que conseguirán que les reconozcan ese derecho, como ya ha ocurrido en los Países Bajos o Nueva Zelanda.


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Un cartel que los pastafaris pueden colgar en la puerta de sus viviendas

Uno de los impulsores más destacados de este proyecto es Fernando Cuartero, catedrático de la Universidad de Castilla-La Mancha. Este profesor detalla que el pastafarismo tiene su origen en la defensa de la educación laica que hizo el profesor, ahora considerado profeta, Bobby Henderson en Estados Unidos cuando el Consejo de Educación de Kansas aceptó, como hemos dicho antes, la teoría del Diseño Inteligente (emanada de la religión) como disciplina educativa pretendidamente científica. Henderson propuso que en las mismas condiciones debería ser enseñado el pastafarismo. La pregunta que se hacen los pastafaris españoles es cómo unos representantes administrativos (refiriéndose al Ministerio de Justicia) pueden "meterse en nuestra cabeza" para negar que esto sea así. "Además de que, con dicha actitud, que combatiremos en los tribunales, hasta en el de los Derechos Humanos de Estrasburgo si es necesario, también se están ganando el Infierno pastafari. Aunque lo bueno es que en nuestro infierno tendrán el mismo derecho que en el cielo a su correspondiente volcán de cerveza, eso sí, caliente en lugar de fría."


Ilustración que muestra al capitán pirata Mosey (una parodia del Moisés bíblico) en la cima del Monte Salsa recibiendo del Monstruo del Spaghetti Volador las tablas con los "Realmente Preferiría que No" (Mandamientos)

Esas diez tablas de piedra fueron llamadas por el MonEsVol los "Realmente Preferiría que No" (I'd really rather you didn't en el original inglés), denominados "Mandamientos" (Commandments) por Mosey y "Condimentos" (Condiments) por su tripulación pirata, que nunca había oído la palabra "mandamientos". Este relato aparece recogido en el Evangelio del Monstruo del Espagueti Volador, redactado por el propio Bobby Henderson. Y es que el pastafarismo es una religión, y por tanto tiene su Evangelio, su dios, su fe, su explicación del universo e incluso un credo sobre cómo los piratas han ayudado a luchar contra el cambio climático. Pero eso no quita que sea también un movimiento social cuyo principal objetivo es ayudar a las personas a defender su libertad individual. Ahora bien, ¿en qué se basa esta religión? Antonio Lobo dice: "defendemos todo lo que es bueno y nos oponemos a todo lo que no es bueno". Así de sencillo. Pero ¿qué entiende un pastafari por "bueno"? Para eso está uno de los pilares de su fe: los llamados Ocho Condimentos, entregados al capitán Mosey en diez tablas de piedra. Sin embargo, en su descenso del Monte Salsa dos tablas cayeron al suelo, lo que explica que sólo haya ocho, marcando su laxa moralidad. Los Ocho Condimentos tienen como mensaje principal ser buena persona y aceptar a los demás como son, "aunque no crean en el pastafarismo". No son Mandamientos, sino Sugerencias, unas normas morales muy amplias. Aquí los tenéis:

I. Realmente preferiría que no actuases como un imbécil santurrón que se cree mejor que los demás cuando describas mi tallarinesca santidad. Si alguien no cree en mí, no pasa nada. En serio, no soy tan vanidoso. Además, esto no es sobre ellos, así que no cambies de tema.

II. Realmente preferiría que no usases mi existencia como un medio para oprimir, subyugar, castigar, o... ya sabes, ser malo con los demás. Yo no requiero sacrificios, y la pureza es para el agua potable, no para la gente.

III. Realmente preferiría que no juzgases a las personas por su aspecto, o por su forma de vestir, o de hablar, o... mira, sólo sé bueno, ¿vale? ¡Ah!, y que te entre en la cabeza: mujer = persona, hombre = persona, lo mismo = lo mismo. Ninguno es mejor que el otro, a menos que hablemos de moda, claro, lo siento pero eso se lo dejé a las mujeres y a algunos tipos que conocen la diferencia entre el aguamarina y el fucsia.

IV. Realmente preferiría que no te satisficieras con conductas que te ofendan a ti mismo o a tu compañero amoroso mentalmente maduro y con edad legal para tomar sus propias decisiones. Respecto a cualquier otro que quiera objetar algo, creo que la expresión es "jódete", a menos que lo encuentren ofensivo, en cuyo caso pueden apagar el televisor y salir a dar un paseo, para variar.

V. Realmente preferiría que no desafiaras las ideas fanáticas, misóginas y de odio de otros con el estómago vacío. Come, luego ve tras esos malditos.

VI. Realmente preferiría que no construyeras iglesias/templos/mezquitas/santuarios multimillonarios a mi tallarinesca santidad cuando el dinero podría ser mejor gastado en (tú eliges):
                          A) Terminar con la pobreza
                          B) Curar enfermedades
                          C) Vivir en paz, amar con pasión y bajar el precio de la televisión por cable.
Puedo ser un ser omnipresente de carbohidratos complejos, pero disfruto de las cosas sencillas de la vida. Debo saberlo, para eso YO SOY el creador.

VII. Realmente preferiría que no fueras por ahí contándole a la gente que hablo contigo. No eres tan interesante. Madura ya. Te dije que amaras a tu prójimo, ¿no entiendes las indirectas?

VIII. Realmente preferiría que no le hicieses a otros lo que te gustaría que te hiciesen a ti si te van las... ejem... las cosas que usan mucho cuero/lubricante/Las Vegas. Si a la otra persona también le gusta (según el nº IV), entonces disfrutadlo, sacaos fotos, y por el amor de Mike, ¡usad un PRESERVATIVO! En serio, es un pedazo de goma. Si no hubiera querido que lo disfrutarais al crearlo habría añadido púas, o algo.

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El Evangelio del Monstruo del Spaghetti Volador fue publicado en 2006

Aunque hace más de diez años que el pastafarismo ha arraigado en España, la existencia de un pasado religioso tan particular ha dificultado que este movimiento dé a conocer a los demás su manera de ver el mundo. "Nuestro trabajo ahora mismo es darnos a conocer, y trabajar todo lo posible para luchar contra los ninjas infieles." Un punto de inflexión importante en toda esta historia es la fotografía que mostramos a continuación. Y es que hace ya 4 años se produjo un acontecimiento importantísimo para este movimiento social. Resulta que un joven informático checo, Lukas Novy, promotor del pastafarismo en ese país, logró salir en su foto del DNI con un colador en la cabeza, tras un proceso judicial que ganó tras alegar que a otros ciudadanos se les dejaba salir en las fotos con tocados en la cabeza por motivos religiosos. Para poder hacer uso del derecho a llevar también un "tocado" en un documento oficial se declaró seguidor de esta Iglesia y argumentó que el colador defendía ese credo. Por ahora, la lucha continúa en España.

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Por mucho que nos sorprenda, un colador de pasta en la cabeza (signo distintivo de los pastafaris) ha sido considerado en algunos países un símbolo religioso más 

Y ya para terminar, la última pregunta que queda en el aire: ¿tendremos algún día en España una Iglesia Pastafari? Preguntado sobre la posibilidad de construir una iglesia (física) dedicada al pastafarismo, Antonio Lobo ha señalado que se puede utilizar como lugar de culto cualquier sitio "donde se ofrezca cerveza o refrigerios y pasta de cualquier tipo". Sin embargo, en el momento en que consigan estar dados de alta, han adelantado que ofrecerán a la comunidad la posibilidad de tener un lugar de culto físico en Barcelona, Alicante y Madrid. "Las misas, oraciones e incluso bodas dependerán de los distintos ministros que tengamos repartidos por el país. Aunque ya hay ministros en España, lo son por la Iglesia estadounidense. Nos queda esperar un poco." También hay quienes afirman que la Iglesia del MonEsVol es una forma de reivindicar el ateísmo mediante el humor y el sentido del absurdo. Ellos lo aceptan todo. "Aceptamos a aquellos que no creen en nada, a los que creen que hay algo aún no sabiendo qué y a los que creen en dioses y profetas falsos. Ellos también podrán llegar al Volcán de Cerveza y a la Fábrica de Strippers, pero tendrán que ganarse su tiempo libre para disfrutar de ello. Lo que nos indigna es que se acepte que otras religiones tengan privilegios que a nosotros no nos dejan tener. ¿Dónde está la libertad religiosa?".

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