miércoles, 27 de junio de 2018

128. Mons Dei: una ampliación a las Edades del Hombre I

¡Buenos días, amigo o amiga, y bienvenid@ una semana más a EL ARCA! Si me sigues también en YouTube te habrás percatado de que este viernes pasado no he subido vídeo. Esto se debe fundamentalmente a un motivo: trabajo. Cuestiones laborales me han impedido estar en mi casa el tiempo suficiente para preparar el vídeo del viernes, y lo habría subido a lo largo del fin de semana de no ser por otro motivo: no he estado en casa en todo el fin de semana. Lo he pasado en Palencia, concretamente en Aguilar de Campoo y la montaña palentina, con el objetivo de ver la exposición Las Edades del Hombre de 2018. Ésta es una fundación religiosa cuya sede se encuentra en el Monasterio de Santa María de Valbuena, en Valladolid, y cuyo objetivo es difundir el arte sacro de Castilla y León. Por ello, por iniciativa del sacerdote vallisoletano José Velicia y concreción del arzobispado de Valladolid, desde 1988 se vienen celebrando exposiciones con el mismo nombre, acompañados de, digámoslo así, subtítulos. Así, por ejemplo, la edición de 1999 llevaba por nombre "Memorias y esplendores" (celebrada en la Catedral de San Antolín de Palencia), la de 2003 era "El Árbol de la Vida" (con sede en la Catedral de Santa María de Segovia) o en 2016 con "Aqva" (repartida entre la Colegiata de Santa María la Mayor y la Iglesia del Santo Sepulcro de Toro, en Zamora). Este año el título que se le ha dado a la exposición ha sido "Mons Dei", pues el hilo conductor era la tradición espiritual de la montaña como punto de contacto entre lo divino y lo humano. La exposición estaba repartida entre la Iglesia de Santa Cecilia y la Colegiata de San Miguel de, como digo, Aguilar de Campoo, en Palencia. Pero no he venido hoy a hablar de la exposición (recomendadísima) ni de las iglesias que la albergan, sino a ampliar un poco su información. Y es que, como he dicho al principio, Las Edades del Hombre es una fundación católica, respaldada por el arzobispado de Valladolid, cuyo objetivo es la difusión de arte sacro de una zona de España. Es una labor encomiable, nadie puede decir lo contrario. Sin embargo, reconozco que cuando vi que el título era "Mons Dei", me esperaba algo más ecuménico. Es decir, me habría gustado que la exposición girase en torno a todas las montañas sagradas, no sólo a las del catolicismo. Pero es perfectamente comprensible que no sea así, y supongo que bastante han hecho con poner en una esquina de la Iglesia de Santa Cecilia representación artísticas de la montaña vinculada con el sintoísmo, el taoísmo, el islam o el budismo (aunque haya sido un poco cogido por los pelos). Por esa misma razón, y a modo de mera ampliación, esta semana he querido detenerme a hablar un poco sobre las montañas de Dios. 


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Es un tema que da para mucho, y la suerte es que si estáis interesados la información está al alcance de todo el mundo. Yo aquí, lo único que pretendo, es ampliar un poco el abanico y recordarte, más que enseñarte, que numerosas culturas a lo largo de todo el mundo han establecido la montaña como zona de contacto para su divinidad. El motivo no es muy rebuscado: son los lugares naturales más elevados del planeta, donde la tierra se une con el cielo y donde el hombre por lo tanto puede unirse con Dios. Esta idea de la montaña no sólo como nexo de lo divino y lo profano sino como escenario de profundos cambios de conciencia aparece hermosamente reflejada en la película Hermano Oso (que en Hispanoamérica se tradujo como Tierra de osos) de 2003, donde se refieren a una montaña como "el lugar donde las luces tocan la tierra". Si no la habéis visto, corred a verla y entenderéis perfectamente esta expresión. Como digo, no voy a ponerme aquí a dar nombres y datos de montañas a lo loco, porque ya han sido muchos blogs y webs los que se han encargado de ello. Yo os voy a dar mi selección personal, las montañas sobre las que he trabajado para Escuela de Atención.
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Empezamos con el monte Nisir (2743 m.), el actual Pir Omar Gudrun, en el Kurdistán iraquí. El nombre podría significar "Monte de Salvación", y es una de las primeras montañas sagradas de las que tenemos constancia documental porque aparece mencionada en la Epopeya de Gilgamesh. De acuerdo con el mito del rey de Ur, que va en busca de la inmortalidad, hay un momento en el que se encuentra con el superviviente del diluvio que el dios Enlil envió a la tierra para eliminar a la humanidad (la historia nos suena, ¿verdad?). Este superviviente llevará por nombre Utnapishtim, y le contará a Gilgamesh cómo el dios Enki, padre de la humanidad y hermano de Enlil, le avisó de la proximidad del diluvio y le "recomendó" construir un barco para salvaguardar a su familia, animales y plantas de la tempestad. Tras el diluvio, el barco encalló en la cima de este monte, el Nisir, donde Utnapishtim realizó un sacrificio a los dioses (en especial a Enlil) y consiguió la inmortalidad. Pero, como él mismo le dice a Gilgamesh, "es un don que se dio una vez y nunca más se volverá a dar". Aún así, a pesar de que la gente que ascienda hoy al Pir Omar Gudrun no obtiene la inmortalidad, sigue siendo considerado un monte sagrado, y enormemente vinculado con otro...Resultado de imagen de monte ararat

… concretamente el monte Ararat (5137 m.), que separa Turquía de Armenia. Esta montaña cumple la misma función que el Nisir: en el Libro del Génesis se relata la historia por todos conocida de Noé y su familia, que construyen un barco para sobrevivir al diluvio que envía YHVH para castigar a la raza humana por sus pecados. La correspondencia de Noé-Utnapishtim y de YHVH-Enlil es evidente, y es debida al cautiverio que sufrió el pueblo judío en Babilonia desde el 586 hasta el 573 a.C. (y no conviene olvidar que el Génesis fue en gran parte redactado durante este cautiverio), pues mitos como el de Noé o la Torre de Babel están directamente inspirados en mitos y tradiciones de los babilónicos. Sin embargo hay una diferencia fundamental: YHVH no otorga la inmortalidad a Noé ni a nadie de su familia, cosa que Enlil sí hace con Utnapishtim y su mujer. Curiosamente, aunque el Génesis habla genéricamente de "los montes del Ararat" para ubicar el episodio de Noé, las tres religiones monoteístas han venerado esta montaña en particular. El Ararat es famoso, por tanto, por haber sido donde encalló el famoso Arca de Noé, e incluso hay quien defiende la existencia de restos de una embarcación de madera en la cima de la montaña, aunque nadie ha podido confirmarlo todavía con seguridad y la mayoría de los expertos niegan esta hipótesis. Noé también realizó un sacrificio a Dios, y sobre esta misma montaña tuvo lugar la promesa de Dios de que nunca más volvería a enviar un diluvio sobre la tierra. Siglos más tarde, el mismo YHVH establecería otra alianza con un sucesor de Noé en un monte más o menos cercano al Ararat…

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… localizado concretamente en la Península del Sinaí (que políticamente pertenece a Egipto), es el famoso monte Horeb, de 2.285 m. También se denomina monte Sinaí, y es conocido por haber sido el lugar en el que Moisés, profeta y casi fundador del pueblo judío recibió de YHVH las Tablas de la Ley, para gobernarlos. Todos conocemos el episodio en el que Moisés asciende al monte para hablar con Dios y el pueblo de Israel queda a los pies de la montaña esperando. Como Moisés tardaba tanto (cuarenta días), los israelitas pensaban que había muerto (cuando YHVH le envía a Egipto a liberar a los hebreos Moisés cuenta con la friolera de 80 años) y le piden a Aarón, hermano de Moisés, que les construya un ídolo al que adorar para ayudarles a salir del desierto y llegar a la Tierra Prometida. He aquí el episodio del Becerro de Oro, sin duda una figuración del dios egipcio Apis, dios de la prosperidad, más que necesaria para el pueblo hebreo en esos momentos. Sin embargo, Moisés no lo comprendió, y al descender del monte con las Tablas de la Ley y ver la idolatría del pueblo, arrojó furioso las Tablas, que se rompieron. Luego YAHVH volvería a entregárselas, pero no sin antes castigar a los hebreos. Ya sabemos que el dios de los hebreos es un dios tribal celoso y violento, y esta acción la castiga con la muerte. Pues, como se relata en Éxodo 32:26-28, "Y el les dijo: Así ha dicho el Señor, el Dios de Israel: Poned cada uno su espada sobre su muslo: pasad y volved de puerta a puerta por el campo, y matad cada uno a su hermano, y a su amigo y a su pariente. Y los hijos de Leví lo hicieron conforme al dicho de Moisés: y cayeron del pueblo en aquel día como tres mil hombres." Que YAHVH es un dios cruel queda fuera de toda duda, pero tanto para el judaísmo como para el cristianismo y el islam, éste es su monte y aquí es donde dio al pueblo de Israel una ley para vivir en comunidad, y por eso se le venera. 

De momento vamos a dejarlo aquí, para no hacer la entrada larga en exceso. Quizá la próxima seguiremos hablando de las montañas de Dios, ya veremos. En lo que respecta al canal de YouTube, lo cierto es que últimamente me está dando bastante pereza hacer vídeos, así que no sé cuándo volveré a subir el próximo. Porque soy partidario de no hacer vídeos si no se está completamente convencido de ello, y para hacer uno con pereza y que salga mal, no lo hago. Y eso, que ya veremos. Como estáis suscritos al canal y habéis activado la campanita, os saldrá una notificación en caso de nuevo vídeo. Y nada más, muchas gracias por leer, nos vamos viendo. Ultreia!     

jueves, 21 de junio de 2018

127. Historia de Reprobus, o de cómo un gigante se convirtió al cristianismo y llegó a ser considerado santo

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En el solsticio de verano del hemisferio norte (21 de junio) y en la noche de San Juan (23 de junio) se encienden hogueras para saltarlas, purificarnos de malos espíritus y dar más fuerza al sol

A pesar de que voy con mucho retraso, ya que me condicionan cuestiones laborales, no me gustaría dejar de subir publicaciones en la medida de lo posible. Antes de nada, recuerda que hoy, jueves 21 de junio, en el hemisferio norte tiene lugar el solsticio de verano: a partir de mañana, los días comenzarán a ser más cortos y el sol irá poco a poco perdiendo fuerza. Los antiguos ya se dieron cuenta de esto, y las celebraciones de los solsticios de verano consistían en encender hogueras para dar más fuerza al sol, buscando retrasar el invierno lo máximo posible. A día de hoy, muchos grupos neopaganos siguen encendiendo esas hogueras y fogatas esta noche, donde también queman todo lo malo que haya en sus vidas y que quieran dejar atrás. Es un ritual, pienso, muy bonito. Pero no, el tema que traigo hoy no es el solsticio y sus celebraciones, sino la historia de San Cristóbal. ¿Por qué? Porque ayer fui a Toledo con mis compañeros de Escuela de Atención y en un ejercicio lúdico-cultural fuimos a visitar la iglesia de San Román. Y más en concreto, alguno de sus frescos, entre los cuales se encuentra uno de este santo. Pues bien, a mis compañeros les gustó tanto la historia de Cristóbal que me han pedido que se la escriba y se la envíe. Y se me ha ocurrido compartirla también contigo, esperando que igualmente te guste.

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Detalle de "San Cristóbal", del Bosco (c. 1490). Museo de Rotterdam


Eran los últimos años del siglo III, o los primeros del siglo IV, nadie lo sabe exactamente. En la tierra de Canaán vivía un gigante, de nombre Reprobus, con un rostro terriblemente feo, de más de dos metros de altura y descendiente de la estirpe de Goliat. Sin saber muy bien qué hacer con su vida, un día se despertó y se encomendó a sí mismo la misión de servir al ser más poderoso del mundo. Empezó un peregrinaje por el mundo, preguntando a los lugareños (aquellos que no huían de él) quién era el más poderoso del mundo, hasta que un labriego le indicó la ubicación del castillo donde vivía un rey, considerado el más poderoso del mundo. Reprobus se fue para allá y puso su fuerza al servicio del monarca. Pasó el tiempo y un día, en la corte, Reprobus vio cómo el rey se santiguaba ante la mención del Diablo. Viendo que tenía miedo, le dijo: "Entonces tú no eres el más poderoso del mundo", y abandonó la corte y el palacio del rey para echarse de nuevo a los caminos, esta vez con un objetivo claro: encontrar a ese Diablo que tanto miedo daba y que debía ser, entonces, el más poderoso del mundo. De repente, en uno de los caminos, le salió al paso una banda de asaltantes (los más poderosos del mundo no sé si serían, pero desde luego sí los más valientes para atreverse a asaltar a alguien tan feo, tan enorme y con una fuerza tan descomunal). Reprobus les dijo que estaba buscando al Diablo para ponerse a su servicio, y el jefe de los bandoleros dio un paso al frente y dijo: "Yo soy". Desde ese momento, el gigante pasó a formar parte de la banda de asaltantes. Y todo iba bien hasta que un día, el jefe de bandoleros decidió dar un rodeo muy largo para no pasar por el camino de una ermita. Preguntando Reprobus a otro de los bandidos el por qué de esta decisión, éste le contestó: "Esa ermita pertenece a Cristo, a quien el jefe odia y teme." Al escuchar esto, Cristóbal se dijo a sí mismo: "Entonces él no es el más poderoso del mundo. Debo encontrar al tal Cristo". Y abandonando a los bandidos, volvió a peregrinar por el mundo, preguntando a la gente dónde se encontraba Cristo. Pero nadie supo darle una respuesta clara y satisfactoria, y Reprobus pasó mucho tiempo viajando de aquí para allá. Hasta que en una ocasión, preguntó a un ermitaño dónde se encontraba Cristo y cómo podía servirle. El ermitaño le respondió: "Cristo está en el Cielo, con su Padre, pero lo ve todo. Si de verdad quieres servirle, debes martirizar tu cuerpo." Reprobus contestó al ermitaño que no estaba dispuesto a practicar el ascetismo, ni a ponerse cilicio ni a darse de latigazos. El ermitaño respondió: "Si no quieres servir a Cristo de tal manera, el otro modo es a través de la ayuda al prójimo. Con tu tamaño y fuerza, podrías ayudar a los viajeros a cruzar un río que hay cerca de aquí, cuyas bravas aguas se cobran muchas vidas todos los años. Te garantizo que ese servicio agradará a Cristo " De esta manera Reprobus cogió el tronco de un árbol como bastón y, colgándose a los viajeros de la cintura, les cruzaba de un lado al otro del río.

Y he aquí que llegó un día en el que a las orillas del río apareció un niño pequeño. Reprobus, temeroso de que se cayese si le colgaba de su cinto, le subió sobre sus hombros. Sin embargo, al haber llegado a la mitad del río, notó que sus piernas comenzaban a flaquear, que las rodillas le temblaban y que sus tobillos flaqueaban, que cada paso requería un esfuerzo inmenso, como si una gran fuerza lo empujase hacia abajo. A muy duras penas consiguió sostenerse en pie, gracias al tronco del árbol, y cuando finalmente llegó a la otra orilla, jadeando para recuperar el aliento, le dijo al niño: "Tú me has puesto en el mayor peligro. No creo ni que el mundo entero sea tan pesado en mis hombros como lo has sido tú.". Ante el asombro del gigante, el niño respondió: "No sólo has tenido el peso del mundo sobre tus hombros, sino a aquel que lo creó. Yo soy el Cristo, tu Señor, a quien tú has ofrecido este servicio. Y de ahora en adelante no será ya más tu nombre Reprobus, sino Cristóbal, porque has llevado a Cristo contigo." Y diciendo esto, el niño desapareció ante las narices del atónito gigante. La tradición dice que fue martirizado en Licia, actual Turquía.

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El grabado más antiguo conocido de San Cristóbal (1423) 

Cristóbal es el santo patrón de los viajeros, de los caminantes. La historia de San Cristóbal, desarrollada tal y como la hemos relatado aquí, aparece por vez primera en la Leyenda Dorada, escrita a mediados del siglo XIII por Jacobo de la Vorágine, arzobispo de Génova. Y es curioso porque su figura parece ser un tapiz de otras figuras mitológicas importantes, tales como los griegos Caronte o Jasón (el cual llevó a través de un río embravecido a una anciana que era más pesada de lo que debía, y que en realidad era la diosa Hera) o el dios egipcio Anubis (en la Iglesia Oriental el santo es a veces representado con cabeza de perro, y la similitud entre Anubis y Cristóbal es fácil de ver: ambos llevan almas "al otro lado"). Y si bien en Occidente es bien conocida esta historia y Cristóbal es venerado por ella, en Oriente su culto se centra en la última parte de su leyenda, la cual relata su posterior encarcelamiento por el emperador Decio y el envío por parte de este de rameras para tentar a Cristóbal antes de decapitarle. 

Y hasta aquí llegamos hoy. Te espero la semana que viene. Ultreia!

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miércoles, 13 de junio de 2018

126. Introducción al simbolismo, parte III

Llevamos dos semanas compartiendo un análisis muy interesante que realiza El vuelo de la lechuza sobre el poderoso sentido simbólico que la humanidad ha ido otorgando a lo largo de su Historia a las formas básicas de la geometría. Hoy damos por zanjado este tema con una breve reflexión sobre el símbolo, planteada por esta página web y comentada por nosotros. Os animamos a que dejéis en los comentarios vuestras opiniones. 

Dice que "un símbolo, manifestado en las formas simbólicas, puede tener dos destinos. O bien el sentido luminoso del símbolo perdura en el tiempo o bien ese sentido queda obsoleto, y deja de contribuir por tanto a la vida espiritual. En simbología importa la diferencia entre "formas vivas" y "formas muertas" de los símbolos." En primer lugar, hay que añadir que un símbolo puede ir más allá de las formas simbólicas, es decir, geométricas. La Geometría Sagrada configura probablemente su origen, pero el desarrollo humano ha permitido que actualmente la Geometría sea sólo una rama del enorme tronco que conforma la Simbología. No obstante, estoy muy de acuerdo con la teoría de los dos destinos del símbolo: o bien el ser humano permite que el pensamiento simbólico avance, se desarrolle y se siga actualizando a las necesidades, o bien permite que un símbolo quede anclado en un punto concreto del pasado y quede, por tanto, anticuado. Un ejemplo muy fácil que sirve para entender esto es el de la swastika, llamada también cruz gamada. En Occidente es un símbolo obsoleto, sólo pervive su "forma muerta" porque ha quedado anclado a un momento del pasado (un momento horrible y cruel, por cierto) y no se le ha permitido evolucionar. En Oriente, en cambio y por suerte, la swastika sigue cumpliendo su papel simbólico de evolución, suerte, paz, bienestar y sabiduría, sobre todo en las regiones de India y Nepal, donde nació (el origen del término es sánscrito, y significa "bienestar"). 


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No es menos cierto que la swastika tiene "trampa": cuando sus brazos doblados en ángulo recto giran hacia la derecha se denomina "esvástica". En cambio, cuando están girados hacia la izquierda, el nombre correcto es "sauvástica". Ambas representaciones han simbolizado conceptos muy diferentes: la suerte, el Brahman o el samsara. Los nazis la adoptaron al ser el símbolo de la Sociedad Thule 

Javier Benítez Láinez en El vuelo de la lechuza señala que el símbolo tiene una forma externa que es visible a los sentidos y a la inteligencia, y otra forma interna en la que late su luz; y que esta luz es inmanente al símbolo y no cognoscible por los sentidos, sino que sólo se puede llegar a su conocimiento a través de la revelación o de la catarsis o purificación. Corriendo el riesgo de ponerse demasiado místicos, diré de otro modo lo que creo que quiere exponer J. Benítez: un símbolo responde a una iconografía y a una iconología. Tomando de nuevo el ejemplo de la swastika, su iconografía responde a una similitud con cuatro letras gamma griegas unidas en un eje (de ahí el término "cruz gamada"); además de que "la pureza geométrica de la esvástica permite la legibilidad en cualquier tamaño o distancia, y su eje produce ilusión de movimiento", tal y como expresó el diseñador gráfico Steven Heller. Ésa es la forma externa, lo que absolutamente todo el mundo puede apreciar a través de sus sentidos. Y luego está esa "forma" interna que es la que otorga significado al símbolo. El cómo de una palabra en sánscrito deriva en un símbolo que significa una gran pluralidad de cosas y que ha ido evolucionando y siendo adoptado por infinidad de culturas a lo largo y ancho del mundo. El conocimiento de ese significado se puede obtener a partir del estudio, pero sólo se puede "vivir" a través de una comunión profunda con su sentido más puro (lo cual, cierto, no es nada fácil y quizá sí necesite algo de purificación o revelación de por medio). Debo reconocer que yo he experimentado la fuerza pura de un símbolo sólo en una ocasión: cuando descubrí el Grial. Jaime Buhigas dice muy a menudo, y yo estoy plenamente de acuerdo con él, que nunca se llega a conocer del todo un símbolo. Que cada símbolo implica una cosa distinta para cada persona y comunidad humana, y que intentar analizar los símbolos únicamente desde el raciocinio es un error garrafal y un increíble acto de soberbia. Que hay que sentirlo y vivirlo. Y que si no, solamente accederemos a una ínfima parte del conocimiento del símbolo.

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La primera fuente literaria que menciona el Grial es Perceval ou le Conte du Graal, escrito en torno a 1180 por el trovador Chrétien de Troyes. Sin embargo, parece claro (y así lo deja entrever el último Premio Planeta) que su aparición en la historia de la simbología es bastante anterior...

Continuemos. En El vuelo de la lechuza se dice también que, en este sentido, el simbolismo no va más allá, a la trascendencia o a buscar sentidos o significados, respuestas y verdades; sino más bien adentro. Personalmente, creo que el símbolo es tan importante porque precisamente funciona en ambos sentidos. Es la manifestación de lo trascendente y de lo inmanente, que están en eterna conexión y que no pueden existir por separado. El símbolo es el puente entre la materia y el espíritu, haciendo de ello una misma cosa. Láinez comenta que "cuando impedimos que un símbolo continúe transmitiendo información, el sentido simbólico se pierde y el símbolo queda reducido a una simple realidad mecánica, desprovista de vida (…) esa luz (…) es la presencia divina. Es la daena de los iranios, la shejiná de los hebreos, la Eva de los cristianos y la Atenea de los griegos." Me parece interesante y sobre todo muy curiosa esta comparación. Tanto Javier Benítez en El vuelo de la lechuza como Raimon Arola en Ars gravis coinciden en hacer una comparativa entre esa especie de "luz interna" del símbolo con grandes figuras femeninas de la mitología mundial; y me parece también asombroso e interesante su concepción de Eva y Atenea como conceptos asociados a la intuición, a la revelación y a la "presencia" de Dios, que es lo que significaron tanto la daena zoroástrica como la shejiná hebrea. Como digo, me sorprende la comparación porque nunca la había visto planteada, pero me parece hermosísima. Y si estamos hablando de la necesaria actualización de los símbolos, ¿por qué no?

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El texto de Benítez termina con una sentencia con la que no podría estar más de acuerdo: "bajo el velo de la fábula, bajo los mitos y los ritos, en el interior de los símbolos, existe una alusión a los misterios fundamentales de la vida del ser humano. Y las obras de algunos artistas son tan potentes y significativas que fueron capaces de mostrar este mundo y, a la vez, el mundo otro." Como se comentaba en Introducción al simbolismo, parte I, la simbología nace cuando el ser humano asume en su conciencia que existe un mundo material (que puede apreciar con los sentidos) y un mundo espiritual o abstracto (que se le escapa pero con el que puede conectar a través de muchas formas). Una de esas formas es la simbología. Y la simbología nace tras la firme creencia de que, efectivamente, detrás de todo arte, de toda religión y de todo ritual, se esconde una verdad sublime que eleva al ser humano a las más altas esferas y le ayuda a alcanzar la realización: la paz, la felicidad, el bienestar, el Nirvana... ese estado de la Edad de Oro que en la India y Nepal representaron con la swastika. Con esta breve reflexión termino: un símbolo es importante porque es poderoso. Porque nos remite a nuestra realidad última, a un contacto con la abstracción que de alguna manera materializamos, otorgándole un significado móvil, que evoluciona, pero que nos religa con algo más grande que nosotros mismos: la propia vida. Y esto sí que es lo único que nos diferencia de los animales. Creo recordar que era fray Guillermo de Baskerville, en El nombre de la rosa, quien decía que la diferenciación entre el ser humano y otros animales era la risa. Sin ánimo de restar mérito al mejor fraile-detective que ha dado la literatura, estudios posteriores han demostrado que perros, chimpacés, gorilas, ratas e incluso pájaros pueden reír. Pero no se han recogido por el momento testimonios que demuestren que ningún animal tenga acceso al pensamiento simbólico del ser humano, por lo que me atrevo a afirmar que es lo que nos diferencia. Sin embargo, y esto también hay que decirlo, que no tengan (o al menos no muestren) pensamiento simbólico (en tanto que concebir y plasmar de manera iconográfica cualquier tipo de símbolo), eso no quita que algunos animales no tengan nociones de trascendencia: los expertos hablan de algunos chimpacés, elefantes o gorilas... pero eso ya es otra historia que dejaremos, quizá, para otro momento. Por último, sólo queda referir que los seres humanos estamos aquí, y aquí seguiremos para, quizá, conseguir apartar, aunque sea un poco, el velo de Isis y acceder al misterio.

Ultreia.

miércoles, 6 de junio de 2018

125. Introducción al simbolismo, parte II

Continuamos con este maravilloso mundo del simbolismo, profundizando esta semana en el significado de las llamadas "formas básicas". Si te has incorporado tarde y no sabes muy bien de qué va esto, te recomiendo que leas la entrada anterior. Para los que vais al día, entremos ya en materia:

- Círculo, cuadrado y triángulo. El círculo, ya lo hemos comentado alguna vez, simboliza el Todo, el Principio, el Cielo o el Cosmos. El cuadrado representa lo concreto, la Tierra o lo perecedero. El cuadrado representa por tanto lo material y terrestre, es la creación del mundo perecedero, también de la solidez y la estabilidad. Y en medio el triángulo, que describe el movimiento del uno al otro. El triángulo equilátero (perfecta armonía y equilibrio) simboliza lo divino, y el triángulo rectángulo simboliza al ser humano. La materialización del espíritu sería el movimiento descendente, cuando el infinito se hace algo concreto y el cosmos se vuelve cognoscible. La espiritualización de la materia, por el contrario, sería el movimiento ascendente, cuando la forma concreta se sublima retornando al origen. Así podemos ver cómo la mayor parte de los edificios religiosos de casi todas las confesiones religiosas tienen una planta cuadrangular (que representa la tierra) coronada por una cúpula circular (que representa el cielo). Las formas de los templos nos hablan de un encuentro, de una mediación entre el Creador y sus criaturas. Sin embargo, sabemos que no todas son así... pues algunos templos cuentan con una planta circular. ¿Y qué significa eso?      

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- El Centro y su expansión. El centro, simbolizado por el punto, es el origen de todo lo que es y existe, de la Realidad. La realidad, la llamemos Cosmos o Creación, es el resultado de la manifestación de ese centro. Sin centro no habría círculo (universo). Por tanto, el punto central ordena y rige el círculo, el Cosmos, la multiplicidad de seres. Por supuesto, si hay un punto central, el círculo simboliza la fuerza primera que desde el centro se expande hacia la periferia. Alcanza la plenitud en otro círculo, como el movimiento de una onda en el agua. Es el movimiento innato de la vida, un movimiento de expansión que parte de un centro y que implica posteriormente un movimiento de contracción, de retorno al centro. Pero claro, este movimiento puede quedar simplemente sugerido (como el interior de la Iglesia de la Vera Cruz en Segovia o la de San Baudelio de Berlanga en Soria) o iconográficamente manifestado. ¿Y cómo se consigue eso?

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- La espiral, la serpiente y el laberinto. La manera más extendida de simbolizar la expansión del centro a la periferia y viceversa es la espiral. También una serpiente enroscada en espiral alrededor de un eje, como en el caduceo de Hermes o el báculo de Asclepio. El pensamiento celeste se manifiesta, las fuerzas cósmicas salen desde el centro. El impulso vital encerrado en el centro termina por desparramarse: la materialización del espíritu. Pero también se da el significado opuesto, la serpiente/espiral es el emblema de la Diosa, de la materia, que recorriendo sus curvas sinuosas llega a ese centro que le permite la unión con lo celeste, con el Dios. Por eso la espiral/laberinto simboliza el viaje iniciático. De esta manera, se utiliza para representar la dramatización ritualizada que debe seguir el neófito para ir desde la periferia hasta el centro, contactar con lo Divino (la unión de lo terrenal y lo celeste), y después regresar. En los viajes espirituales, guiado por el hilo de Ariadna, el iniciado ha de superar distintas pruebas para abandonar la oscuridad y acercarse a la luz. El laberinto simboliza el impulso de todo ser humano de acercarse al Centro y acceder así a la sabiduría sagrada.

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- El compás. Podría interpretarse como otra forma de simbolizar la expansión desde el centro, pues el compás tiene forma de triángulo, uno que se mueve y pivota desde su centro. Y a partir de él se dibuja la expansión del centro. El compás pertenece al demiurgo, el Dios-Arquitecto, que es el que pone orden, el que legisla y vence a las tinieblas con la Creación. El triángulo-compás está igualmente vinculado con la letra "alfa" de los griegos (α), y con la tetraktys de los pitagóricos.

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- El cuaternario. El cuadrado y el cubo acercan al ser humano, por su parte, a la percepción o a la contemplación de la realidad interior. La cuarta dimensión, la interioridad, lo de dentro de la materia, simboliza la materialización del espíritu, del cielo en la tierra. Son los avatares del hinduismo, también es el Cristo. Que Jesucristo muriese en la cruz no es casual. El espacio sagrado (Jerusalén, por ejemplo) se representa mediante plantas cuadradas o cúbicas. Y, como ya hemos comentado en la parte del círculo, las plantas de los templos son cuadrangulares sobre las que se montan las cúpulas. Simboliza arquitectónicamente la cuadratura del círculo. Lo múltiple de la creación se encadena en una estructura cuaternaria hasta la Unidad: los cuatro elementos (agua, tierra, agua y aire), las cuatro estaciones, los cuatro puntos cardinales, y luego los cuatro evangelistas, los cuatro palos de la baraja, etc. Las fuerzas elementales de la Creación, de la Naturaleza, forman parte de las religiones antiguas y pasaron modificadas al cristianismo. Los dioses y héroes paganos fueron sustituidos por seres fabulosos, animales y bestias, vegetales y minerales. Y se fue creando una cultura fantástica popular que muchos veces iba dirigida a un público analfabeto, podríamos decir casi infantil. Cada año se repite idéntico movimiento estacional, plantas y animales siguen este orden superior. Los humanos también son sensibles a este ordenamiento y lo han reproducido en sus cultos a lo largo del tiempo. La cruz es un símbolo cuaternario universal, aunque en Occidente se identifique con el cristianismo. Simboliza al ser humano, el término intermedio mediador entre el cielo y la tierra. Dos segmentos que se cruzan, horizontal y vertical, material y espiritual. Dos caminos que se encuentran y que llevan a dos mundos distintos y complementarios. Si el simbolismo es el estudio o el conocimiento de un encuentro, el del espíritu y la materia, la cruz, lo cuaternario cruzado, es el símbolo por excelencia: el "Individuo Universal". Con el cristianismo, en la Edad Media, la cruz simboliza el sacrificio del Salvador. No siempre fue así. En los primeros siglos, con un cristianismo en expansión y afianzamiento, la cruz se asocia a la victoria. Y ya en la Alta Edad Media, como la verdad del Hombre-Dios, instaurada en el inconsciente colectivo hasta hoy.
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- El quinario. El pentágono o la estrella de cinco puntas es la unión del cuaternario más el centro. Si el cuaternario son la conjunción de los cuatro elementos, el quinario es la quintaesencia. Es el número del hombre, "pues tiene cinco sentidos, cinco poderes del alma, y está compuesto por los cuatro elementos y su reunión, la quintaesencia. Ya los antiguos romanos utilizaban el cuerpo humano como medida y centro del conjunto universal." (Raimon Arola). La proporción áurea, también llamada divina proporción o número de oro, está relacionada directamente con el quinario: √5 o el número de Euclides o phi (Φ). Mantener la proporcionalidad de las partes en toda creación humana demuestra que en la multiplicidad también puede existir el orden que existe en la Unidad. Lo divino actúa en el número phi, las matemáticas siempre han sido sagradas. Es una nueva forma de afirmar "así en la tierra como en el cielo" cristiano, que es lo mismo que repite la máxima hermética "como es arriba es abajo". Para los seguidores de Euclides, y también para los renacentistas, conocer el número irracional phi significaba poseer la llave del orden perfecto, penetrar en la armonía de las formas creadas por la naturaleza y, en consecuencia, crear según el patrón de la sabiduría natural, que se obtiene a partir de las matemáticas, y que conduce a la belleza en la naturaleza y el arte. Y es que desde tiempos inmemoriales, el ser humano ha tratado de encontrar, con el arte y la ciencia, la armonía en la creación. Traer a la creación el orden del creador. Aunar multiplicidad y unidad a través de un canon que explique el orden sagrado.

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"La belleza sería la práctica sensible de una teoría razonante, de manera
que el uso de la divina proporción consigue explicar aquello que es bello,
argumentándolo matemáticamente. La belleza no es la consecuencia,
dirían los renacentistas, de una sensibilidad especial ni de ningún azar,
sino que aparece en el mundo gracias a la identidad del hombre con 
el Creador. Identidad que pasa, obviamente, porque el hombre utilice
la misma regla que el Creador: la divina proporción".

Raimon Arola

Gracias por haber llegado hasta aquí. La semana que viene daremos el punto y final a estas entradas de "símbolo y simbolismo" con una conclusión un poco filosófica, que me gustaría compartir. Hasta la semana que viene, caminantes. Ultreia!

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Fte.: El vuelo de la lechuza