miércoles, 28 de agosto de 2019

182. El culto negro de Almería

Este verano volví después de muchos años a Almería, a reencontrarme con parte de mi familia y a descubrir algunos de los secretos que esconde la ciudad. Y, aparte de la extraordinaria Alcazaba y la presencia con la que se deja sentir Al-Ándalus, he encontrado un punto interesante en el "culto negro" de esta ciudad. Y cuando digo esto me refiero a sus dos advocaciones más importantes: el Cristo de la Escucha y la Virgen del Mar. Dos tallas negras, y ya se sabe, donde hay culto a figuras negras, hay algo interesante...


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Empecemos por el Cristo de la Escucha. No se trata sólo de una de las imágenes más veneradas de la capital almeriense, sino también de toda la provincia. Empecemos, como siempre, por lo que dice la leyenda (ya que siempre esconde posos de verdad). Se dice que tras la reconquista cristiana de la ciudad en 1489, una familia de cristianos viejos ocupó la casa de unos moriscos. Esta familia, y todas cuantas ocuparon el inmueble después de ella, todas ellas no paraban de oír la palabra "¡Escucha!", por lo que derribaron la pared de la que parecía provenir aquella extraña voz. Una vez derribada la pared y el tabique fue hallada esta imagen, que denominaron Santo Cristo de la Escucha.

Lo más seguro es que la llegada de esta imagen a Almería habría tenido lugar entre 1147 y 1157, cuando la ciudad estaba siendo tomada por las tropas de Aragón, Génova y Pisa, que se había aliado con el rey Alfonso VII para intentar recuperar la ciudad de manos musulmanas. Tras 1157, cuando la ciudad volvió a ser conquistada por los musulmanes, la imagen habría permanecido oculta emparedada durante tres siglos para protegerla de una segura destrucción, siendo encontrada por casualidad mientras se derribaba una casa tras la reconquista cristiana. La pregunta es evidente: ¿cómo llegó esta escultura en primer lugar a manos de Alfonso VII? ¿O llegó a tierras andaluzas de mano de tropas genovesas o pisanas? Veamos, lo que más nos puede facilitar información es el hecho de que el Santo Cristo de la Escucha es un Cristo Negro. Es muy interesante porque, si bien es algo medianamente habitual en Centroamérica, su origen no es en absoluto común y tiene lugar en España. Concretamente en Cáceres, donde aún hoy existe la Cofradía del Cristo Negro, un crucifijo que se sacaba en procesión durante las epidemias de peste o las sequías, y sobre el que corren numerosos rumores, entre los cuales destacan dos: aquellos que miren a ese Cristo a los ojos sin fe verdadera serán muertos en el acto, y quienes le toquen sin antes rezar el Padrenuestro, también morirán inmediatamente. Es, en definitiva, un Cristo de muerte para combatir la muerte. Y esto me recuerda poderosamente a Osiris. ¿Quién sabe si el origen del Cristo Negro no habrá que buscarlo en el culto a Osiris que trajeron los romanos a la península? Después de todo, no podemos olvidar que existió un templo de Isis en Itálica (provincia de Sevilla) y otro en Baelo Claudia (provincia de Cádiz), cuyos restos se conservan. Personalmente, me inclino por esta hipótesis: el origen del Cristo Negro hay que buscarlo en el culto a Osiris, un dios a la vez de la vida y de la muerte, a la que a veces se le representaba con la piel verde y, otras veces, con la piel negra. 

Además, la escultura original del Santo Cristo de la Escucha, de estilo gótico, tristemente fue destruida durante la Guerra Civil, por lo que en 1941 fue sustituida por la actual imagen, obra del polifácetico artista almeriense Jesús de Perceval, que al parecer la realizó sin ningún dinero a cambio debido a la devoción que le profesaba a la anterior imagen. Y este Jesús de Perceval fue figura clave del movimiento indaliano surgido en la década de los 40. Este movimiento se inspiraba en las raíces de la tierra consideradas desde una perspectiva global, ensalzando el carácter ancestral, mágico y espiritual de las culturas del sureste peninsular, resumido éste en el indalo, símbolo de las civilizaciones prehistóricas, y en la presencia en la región de San Indalecio, uno de los primeros evangelizadores de Iberia, símbolo a su vez de la espiritualidad cristiana. El uso del pensamiento mágico y simbólico encaja perfectamente con la historia del origen del Cristo Negro que planteamos aquí.


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Si el Hijo aparece en Almería con la piel negra, su madre no puede ser menos: la advocación más importante de la ciudad es la Virgen del Mar, una virgen negra. Patrona de la ciudad, que la comparte con Santander. Dos vírgenes negras, una al sur y otra al norte, vinculadas con el mar. Otra, en el centro peninsular (la de la Almudena/Atocha, pues en realidad es la misma, seguramente diferenciada por los cultos de verano/invierno) es el centro de la balanza. Pero volvamos a la Virgen del Mar de Almería. Su talla, de finales del siglo XV, se encontró en Torregarcía, donde en el siglo XX se levantó una ermita a la que se marcha el segundo domingo de enero en romería. La talla de la Virgen está realizada en madera de nogal, en estilo gótico, con el Niño en brazos y la corona formando un solo bloque. Es una lástima que la hayan vestido y coronado tan aparatosamente en el siglo XVII, pues en su sencillez debe ser realmente hermosa. 

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La Virgen fue encontrada en la playa de Torregarcía, en Almería, en 1502. Cuenta la tradición que, al alba del 21 de diciembre de 1502, los guardas de la torre García, mientras hacían su turno de vigilancia de la costa, vieron surgir de las aguas un torbellino de luces que ascendía del fondo del mar y cuyos destellos parecían dar cobijo a una extraña silueta igualmente resplandeciente. Según dijeron luego, la aparición de aquella figura iba acompañada de una extraña luminaria y de otras señales misteriosas y extraordinarias. Desde lo superior de la torre, los vigías percibieron cómo la misteriosa imagen iba acercándose despaciosamente a la playa rozando las olas del mar, sin vaivenes ni paradas, como viajero consciente de que encamina sus pasos a un lugar ya determinado. La imagen refulgente rebasó la línea que lamían las aguas, penetró unos cuantos pasos playa adentro y se quedó fija sobre la arena.

Uno de los guardas, que respondía al nombre de Andrés de Jaén, se sintió atraído por el maravilloso resplandor y determinó bajar de la atalaya y acercarse a ver qué era. Un tanto temeroso, fue aproximándose aquel buen hombre al lugar de donde procedían los fulgores. Su fe cristiana ya había suscitado en él el presentimiento de que se trataba de algo piadoso y sobrenatural. Y, con el ánimo sobrecogido por esta idea, se acercó al foco luminoso y pudo constatar que se trataba de una imagen de la Virgen María, la cual llevaba en sus brazos la de su divino Hijo. El sorprendido vigilante examinó detenidamente la talla y halló en ella evidentes señales de haber pertenecido a algún navío, cosa que corroboró al descubrir que tenía una fuerte argolla de hierro en la parte posterior. Este aro de hierro ya oxidado le hizo pensar que podía haber estado sujeta en el altar o a la proa de alguna embarcación como muestra de devoción y piedad, para alcanzar, por intercesión de la Virgen, la protección divina en la cotidiana lucha de los marineros contra las borrascas y los peligros del mar. No paró en esto lo sorprendente del caso. En el mismo sitio en donde la sacra imagen se había posado, en aquel sitio yermo por su salinidad y próximo a las aguas marinas, empezaron a brotar espontáneamente unas cuantas matas de lozanas y fragantes azucenas hasta formar una suerte de pequeño oasis en aquella arena.


La talla está fechada en el siglo XII, y la iglesia que la alberga (la Basílica de Nuestra Señora del Mar) se alza donde antiguamente se encontraba una mezquita. Así que con esto me surgen varias dudas. Primera, ¿qué motivos podía tener un navío para escoger como devoción particular precisamente una virgen negra? El mito de que matojos de azucenas empezaron a crecer sin control en la playa es un claro eco de la fertilidad de la Diosa, cristianizada en la virgen negra. Pero, ¿por qué elegir el lugar donde se encontraba la mezquita y no otro para levantar la basílica? ¿Quisieron aprovechar ese terreno sagrado en vez de buscar otro o es que en realidad el culto a la Diosa nunca se movió de allí? Demasiadas preguntas sin respuesta respecto a la virgen negra. Una cosa es segura: la Virgen del Mar es objeto de muy profunda devoción entre los almerienses. Como antaño, la Diosa ha encontrado un lugar en el corazón de sus fieles.

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