Los conceptos que se manejan en mitología y simbología religiosa se encuentran lejos del punto de vista contemporáneo, ya que el ideal democrático del individuo que se determina a sí mismo, la invención de los artefactos mecánicos y eléctricos, y el desarrollo de los métodos científicos de investigación han transformado la vida humana de tal manera que el universo atemporal de símbolos heredados hace milenios ha sufrido un colapso. Se suele recordar mucho a Nietzsche por su famosa frase "Dios ha muerto" como un canto al ateísmo, pero lo que se suele olvidar es el sentido de continuidad de esa frase, que no es otro que "vale, Dios ha muerto. Y ahora, ¿qué?" Podemos vivir sin Dios. Ahora bien, ¿podemos vivir sin la experiencia subyacente al concepto de Dios? ¿Cómo reconstruimos nuestra esencia emocional, metafórica, espiritual, poética, tras matar a Dios? ¿Por qué se siguen produciendo hoy series como Lucifer o American Gods? ¿Por qué, a pesar de todo lo dicho arriba, nos siguen interesando las figuras mitológicas? La cuestión, la gran tarea del ser humano, es darse cuenta de que seguimos estando incompletos, que hemos sufrido la Caída cuando desarrollamos la visión dual y perdimos la unitaria; y que es el mito - y por lo tanto el símbolo - el que nos permite regresar a la unidad, refiere a algo que se ha perdido y que puede recuperarse. Nuestra tarea es darnos cuenta, tomando perspectiva de la posmodernidad y del individuo, de que formamos parte de algo más grande que nosotros mismos, ya sea la familia, la empresa la sociedad o el mundo.
Muchas veces me he encontrado con la pregunta de si los antiguos, los griegos por ejemplo, creían en la veracidad de sus mitos. La respuesta ya la ofreció Máximo de Tiro en el siglo II: "En efecto, hay un dios (…) superior al tiempo, la eternidad y toda naturaleza que fluye, que no puede ser nombrado por el legislador, inexpresable por el lenguaje e invisible a los ojos, y como no podemos captar su esencia, nos apoyamos en palabras y nombres, animales, figuras de oro, marfil y plata, plantas, ríos, cimas y fuentes." Es decir, los usaban para expresar lo inexpresable. El neoplatónico Salustio de Emesa, amigo personal del emperador Juliano el Apóstata (siglo IV), dejó escrito: "Estas cosas no ocurrieron jamás, pero son siempre". La mitología es el gran vehículo simbólico del ser humano.
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