miércoles, 11 de abril de 2018

119. El Origen del Arte

AVISO
Debido a que estoy muy atareado últimamente, de momento
voy a dejar de escribir entradas por aquí. No preocuparse porque
no es una despedida definitiva. Muy pronto volveremos
a estar al máximo. Gracias y ultreia!

Cueva de Pech Merle en Lot, Francia. Concretamente, el "friso de los caballos tordos" (18000 a.C.). 

Decía Louis Cattiaux en su libro Física y Metafísica de la Pintura que el origen del arte no es el resultado de una necesidad estética como generalmente se cree, sino el resultado de una necesidad de dominación mágica. Y en efecto, todos los especímenes más antiguos de dibujos y pinturas rupestres contienen signos extraños que son de difícil interpretación cuando no se conocen los antiguos rituales de hechicería. En esas pinturas, que generalmente representan animales, se ven puntos y trazos que se dirigen hacia la cruz de estas criaturas (una prominencia situada antes del espinazo) u otros puntos vulnerables.

El círculo amarillo indica la posición de la cruz en un caballo

Son, entonces, representaciones de azagayas (una lanza pequeña, arrojadiza y ligera) o flechas que se dirigen y atraviesan mágicamente la efigie del animal que está en el punto de mira del ritual de hechicería. Los "pueblos primitivos", tal como los denomina Mircea Eliade, conocían muy bien la poderosa acción ejercida por el influjo mágico del hechizo de cacería sobre el alma colectiva de ciertas especies. Se ponían en contacto con el espíritu de la manada por medio de un rito de sensibilización de la imagen pintada y obtenían su consentimiento asegurando la perennidad de la especie y su perpetuación a través de las madres y los animales jóvenes.  Por otra parte, los cuerpos sin cabeza de osos y bisontes hechos de arcilla que se encontraron en grutas prehistóricas llevan años intrigando a los arqueólogos. Y sin embargo, todos los signos de utilización mágica de esas efigies son visibles tanto en ellas como a su alrededor. La pica que emerge de su cuello está destinada a sostener la cabeza de un animal recién muerto en la cacería; y así la cabeza completa la dagyde u hechizo animándola, vitalizándola e impregnándola del espíritu colectivo de la manada.   

El ritual que sigue sirve para dar a los cazadores el dominio sobre dicha manada por la influencia psíquica que se ejerce sobre la entidad que anima a dichos animales. Las numerosas huellas de manos marcadas con sangre que han aparecido sobre esas efigies o sobre las pinturas murales, y las flechas clavadas en puntos vitales, constituyen las marcas visibles de este rito de posesión mágica. La misma música, el canto, la danza, en su origen; sólo eran el soporte del pensamiento mágico que se concilia con el mundo hostil y lo domina.   
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A lo largo de la historia de la humanidad, la música, la danza y el canto han sido
siempre poderosas herramientas para conectarse con lo divino

Así, todas las artes tienen su origen en la primera obligación del hombre encarnado: la de defenderse y sobrevivir en los tres planos del mundo creado. Sólo después de acabado el rito ha sido cuando ha podido tomar conciencia de la gratuidad del arte a través de los juegos de formas, sonidos, colores y movimientos; y elevar su magia hasta intentar comulgar por medio de ella con la gran alma del mundo, a la que los hombres llaman Dios. Entonces podemos decir que la magia particular se ha elevado hasta la magia general y que el arte es el conducto y el vehículo que nos comunica con lo Universal. Cuando esa conexión se produce, es arte. Cuando no, no es nada.

Por lo tanto, una obra de arte es siempre una creación mágica, y al igual que la procreación exige, para dar lugar al Ser, una carga psíquica producida por el misterio del amor. Por eso hay tan pocos hombres y tan pocas obras "vivas" en el mundo, pues la proyección mágica es una acto extraordinariamente difícil, como el de la transmisión integral de la vida, y pocos seres son capaces de realizar ese misterio de transfusión energética. Y cuando digo hombres "vivos" me refiero a aquellos que parecen guiados por el mismo principio que les engendró: el amor. De igual modo, una obra "viva" es aquella que se conecta con el alma del mundo y sabe transmitir su inabarcable realidad. Y los hijos del amor, más vivos y bellos que los demás, son los que se engendran en el entusiasmo y la pasión amorosa; si consideramos a la humanidad media y las obras ordinarias podremos ver con facilidad que todo lo que se engendra en el aburrimiento y la mediocridad conlleva la muerte. Sólo los artistas generosamente dotados cargan, la mayor parte de las veces de forma inconsciente, sus obras, las cuales, en consecuencia y sin explicación razonable, hechizan a ciertos espectadores más sensibles y receptivos que el común de los hombres.

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A veces, sin saber muy bien por qué, perdemos la noción del tiempo e incluso de nosotros mismos en la contemplación de una obra. Esa es la señal de que la obra está viva y establece un vínculo de conexión entre el espectador y lo sagrado, aunque la mayoría de las veces no seamos conscientes

Así pues, tanto los hombres como las obras "nacidos muertos" pululan naturalmente por el mundo, a causa del estímulo dado a la muerte, que siempre va en aumento desde esa Caída inicial. También era Cattiaux quien decía que esas creaciones fantasmales sólo tienen apariencia de vida, pero que no poseen su esencia. Y que sin embargo, tal como decía el maestro antiguo, "hay que dejar que los muertos entierren a sus muertos", ya que el absurdo de la muerte es lo único capaz de hacer que nos repugne verdaderamente.

La vida, por otra parte y siempre según Cattiaux, sólo se transmite haciendo el amor, ya sea procreando, obrando o rezando, y allí donde no se hace el amor, sólo hay una caricatura de vida, aburrimiento y muerte. Yo, por mi parte y en una visión menos extremista, considero que renegar de la muerte hasta el punto de sentir "repugnancia" por ella, como dice el genial pintor, nos aleja de el verdadero alma del mundo. Todo se crea y todo se destruye, nada permanece, panta rei que decía Heráclito (según Platón), todo fluye. La muerte es una parte natural de la vida, y al morir regresamos a esa Vida, al alma del mundo. Sin embargo, en lo que a una obra de arte respecta, puedo estar de acuerdo con Cattiaux: hay pocas que sepan transmitir esa verdad mágica, que sean esa conexión entre el hombre y lo divino que tan inalcanzable nos es al común de los hombres. Según mi punto de vista el arte, al igual que la música, el canto y la danza, es magia. En su origen, todo ello tenía un fin ritualista. Hoy podemos ver que no. Por eso en la actualidad vivimos en esa duda, y debemos elegir sabiamente. Y en el caso del arte, que es lo que nos ocupa, sólo lo sabremos poniéndonos delante de una obra y dejando que ésta ejerza su influjo sobre la psique... o no.


El artista no ha de imitar la naturaleza, so pena de ser tonto o necio.

Georges Henry Rouault

El arte imita la naturaleza en su modo de operar y no en sus visiones naturales.

Albert Gleizes

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miércoles, 4 de abril de 2018

118. Las pinturas de la Biblioteca de El Escorial

Ya hemos hablado en más de una ocasión del Real Sitio de San Lorenzo de El Escorial, ese monumental complejo arquitectónico que Felipe II ordenó edificar en la segunda mitad del siglo XVI en la vertiente sur de la sierra de Guadarrama, ya que ese lugar había sido seleccionado por la Comisión de los 100 Sabios por delante de cualquier otra localización de la Península Ibérica. Por algo será... Nos referimos al archiconocido Patio de los Reyes, a su asombroso parecido simbólico con el legendario Templo de Salomón, al interés de Felipe II por la alquimia y lo que hoy llamamos "ciencias ocultas", a su relación con personajes tan llamativos como Juan Bautista de Toledo, Benito Arias Montano o Jeroen van Aeken, 'el Bosco'. Mencionamos también los lugares más importantes del complejo: la basílica y la biblioteca. El corazón y el cerebro. El lugar para sentir lo sagrado y el lugar para aprenderlo y estudiarlo. Sin embargo, nunca nos habíamos detenido en una parte muy importante de la Biblioteca, hasta hoy: los frescos que decoran sus paredes. Como todo en El Escorial, nada está puesto al azar. El programa iconográfico fue diseñado por Juan de Herrera (discípulo y sucesor de Juan Bautista de Toledo como maestro de obras) y por fray José de Sigüenza (historiador de Felipe II y segundo bibliotecario de El Escorial, sucediendo a Arias Montano). Con estos dos prendas como diseñadores, ambos pertenecientes al Círculo de El Escorial, podemos esperar profundos mensajes ocultos en las pinturas de esta maravillosa sala. Patrimonio Nacional, institución encargada del uso y administración del complejo, explica esta mágica sala de esa manera tan aséptica, tan suya:


"Este salón tiene una cubierta de bóveda de cañón dividida en siete tramos.
En ellos se sigue el procedimiento frecuente de colocar el tema principal en
el compartimento central: las siete Artes Liberales en forma de matronas:
Gramática, Retórica y Dialéctica - el Trivium - y Aritmética, Música, Geometría
y Astrología - el Quatrivium -. Y las escenas subordinadas - los personajes
insignes y las historias relacionadas con cada una de las ciencias - en su parte
inferior. De hecho, en el friso que va desde la cornisa hasta la parte alta de las
estanterías se pintaron 14 escenas: dos relativas a cada arte liberal. Y encima
de la cornisa, cada arte liberal va acompañada de cuatro sabios, elegidos entre
los más insignes y representativos de cada ciencia. El plan general de la Biblioteca
se completa con los dos testeros, con las personificaciones de la Filosofía (lado
norte o del colegio) y la Teología (lado sur o del convento).

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La producción de las pinturas corrió a cargo de Pellegrino Tibaldi y sus colaboradores, entre los que se encontraba Bartolomé Carducho. Artísticamente, se debieron de sentir muy honrados por haber sido elegidos para decorar esta estancia que recordaba a la Capilla Sixtina, con el reto que ello implicaba. Sin embargo a nosotros no nos interesan tanto los artífices como los imagineros, aquellos que idearon todo esto. Y por supuesto, lo que más nos importa es el mensaje. Y es lo que vamos a tratar de explicar.

En el testero de la entrada, al sur (la parte que da al convento) se halla la Teología, joven y hermosa matrona, sobre un fondo arquitectónico. Lleva una corona y muestra las Sagradas Escrituras a los cuatro doctores de la Iglesia latina: San Ambrosio de Milán, San Agustín de Hipona, San Jerónimo de Estridón y San Gregorio Magno, que la acompañan. Bajo la cornisa, se puede apreciar una escena recreando el Concilio de Nicea del 325, del que ya hemos hablado en más de una ocasión. Formado por multitud de obispos, fue ahí donde se sentaron las bases del catolicismo. Lo preside el emperador Constantino, el cual arroja unos escritos al fuego. En el suelo aparece Arrio, cuya doctrina fue condenada. A pesar de que desde la entrada se sigue un orden ascendente en el saber humano, empezando por la Filosofía, la visita obliga a un recorrido inverso. Por tanto en la bóveda tenemos a la Astronomía, recostada sobre el globo celeste, y varios niños alrededor que estudian las estrellas con detenimiento. En el nicho de la izquierda aparecen representados Ptolomeo y Alfonso X el Sabio, mientras que en el de la derecha surgen Euclides y Juan Sacrobosco, todos ellos eminentes astrónomos. Enfrente de la Teología, es decir, el lado norte (el que daba al seminario o colegio) se encuentra la Filosofía, el inicio del camino. Se debe empezar por aquí porque la Filosofía es la ciencia de los hombres. El sendero finaliza en la Teología, que es la ciencia de Dios.


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La Filosofía aparece señalando a aquellos que recorren la Biblioteca acompañada de grandes sabios grecolatinos del pasado: Sócrates, Platón, Aristóteles y Séneca

Debajo del fresco de la Filosofía se puede ver la Escuela de Atenas dividida en dos bandos: los Académicos (dirigidos por Platón) y los Estoicos (encabezados por Zenón de Citio), dos formas distintas de acercarse al conocimientos. Los alumnos discuten, experimentan y reflexionan. A la izquierda, debajo de la cornisa y bajo la Astrología, se presenta el eclipse sobrenatural ocurrido el día de la muerte de Jesucristo. San Dionisio de Aeropagita, Apolófanes y otros atenienses observan con admiración el portento. Enfrente podemos ver al rey Ezequías en la cama mientras el profeta Isaías le promete, en nombre de Dios, quince años más de vida; mientras le muestra un cuadrante solar cuya sombra retrocede diez grados.

La Geometría en la bóveda, con un compás en la mano y varios niños alrededor. En el nicho izquierdo aparecen Arquímedes y Juan Müller, mientras que en el derecho están Pitágoras y Aristarco. Bajo la cornisa, a la izquierda, los sacerdotes egipcios señalan las líneas de las tierras borradas por las inundaciones del Nilo, y al otro lado, Arquímedes abstraído en la solución de un problema geométrico, no se da cuenta de que los soldados romanos han entrado en Siracusa al asalto y éstos le quitan la vida. 

En la bóveda, tocando la lira, surge la Música con varios niños. En el nicho izquierdo están Túbal y Pitágoras, y en el derecho Anfión y Orfeo. Debajo de la cornisa, a la derecha, Orfeo saca a su esposa Eurídice del Inframundo, habiendo dormido antes al Can Cerbero con la música de su lira. Enfrente, a la izquierda, David aplaca la cólera del rey Saúl tocando su arpa.

Pasamos después a la Aritmética, acompañada de niños y jóvenes que sostienen tablas con números. En el nicho derecho, Giordano Bruno y Jenócrates. En el izquierdo, Arquitas de Tarento y Boecio. Debajo de la cornisa aparecen muchos filósofos desnudos de India (gimnosofistas, como los llamaron los griegos) , discutiendo sobre números. Enfrente, la reina de Saba propone enigmas al rey Salomón.

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Una de las escenas principales, ubicada en el centro de la estancia, muestra a un excesivamente joven rey Salomón resolviendo los enigmas y acertijos de una excesivamente blanca reina de Saba (Etiopía)

La Dialéctica, figura representada con un difícil escorzo y coronada por una media luna, representa el argumentum cornutum de los latinos o el dilema de los griegos, acompañada a su vez de varios jóvenes. En el nicho derecho aparecen Protágoras y el cristiano Orígenes. Enfrente, Zenón y Meliso de Samos. Bajo la cornisa, a la derecha, debaten San Ambrosio y San Agustín. Enfrente, Santa Mónica ruega por la conversión de su hijo. Enfrente Zenón de Elea, el fundador de la Dialéctica, muestra a sus alumnos dos puertas que representan la Verdad y la Falsedad, estableciendo así el criterio de los sentidos. En el arco están pintados Píndaro, Horacio, Homero y Virgilio.

Continuando por la bóveda, vemos a la Retórica con un caduceo en la mano, varios niños alrededor y un león. A la derecha Hércules Gálico, con la maza en la mano, de su boca salen cadenitas de plata y oro que terminan en las orejas de varios varones que le escuchan, simbolizando así el poder de la elocuencia. Enfrente, Cicerón defendiendo en el juicio a Cayo Rabirio. Vemos también a la Gramática, con una guirnalda en una mano y látigo en la otra, con varios niños con sus libros y cartillas. Debajo, la primera escuela de gramática en Babilonia y a la izquierda la Torre de Babel, donde tuvo origen la diversidad de lenguas.

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El Hércules Gálico o Céltico es el patrón de los misterios ibéricos, que conduce por el buen camino a los sabios a través de los mitos y los símbolos de todas las culturas a lo largo de la historia

Esto es todo por hoy, y hasta aquí puedo decir. Hemos hecho un pequeño recorrido por las pinturas de la Biblioteca, pero depende de cada uno de vosotros el sacar el significado que sus autores quisieron darle. Yo personalmente me encargo de mostrarlo, pero no puedo hacerlo por aquí: forma parte de mi trabajo llevar a la gente que me ha contratado a El Escorial y explicarlo in situ. De todas formas, es ya mucho tiempo el que lleváis siguiéndome y leyéndome (los que lo hacéis) así que estoy seguro de que mientras ibais leyendo la entrada os han venido muchas referencias a la cabeza. En eso consiste la enseñanza iniciática, y así funcionaba el Círculo de El Escorial: el maestro sólo señala cuál es el camino, el discípulo es el que debe recorrerlo y llegar al destino por sí mismo. Esto se hacía (y se hace aún donde se hace) así por una sencilla razón: los maestros consideraban que si todo el conocimiento se le entregaba al discípulo, éste no apreciaría la búsqueda y pronto terminaría por desecharlo. En cambio, si era el propio alumno el que a través de un proceso de aprendizaje dirigido iba poco a poco descubriendo cosas hasta llegar al conocimiento último, esa información pasaría a formar parte inherente de él y a constituirse fracción de su sabiduría. Y con esto no quiero decir que yo sea ningún maestro y vosotros mis alumnos: todos somos maestros y todos somos discípulos. Ahí reside la riqueza y la grandeza del género humano, que permite hacer cosas como esta.


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