Empecemos por el Cristo de la Escucha. No se trata sólo de una de las imágenes más veneradas de la capital almeriense, sino también de toda la provincia. Empecemos, como siempre, por lo que dice la leyenda (ya que siempre esconde posos de verdad). Se dice que tras la reconquista cristiana de la ciudad en 1489, una familia de cristianos viejos ocupó la casa de unos moriscos. Esta familia, y todas cuantas ocuparon el inmueble después de ella, todas ellas no paraban de oír la palabra "¡Escucha!", por lo que derribaron la pared de la que parecía provenir aquella extraña voz. Una vez derribada la pared y el tabique fue hallada esta imagen, que denominaron Santo Cristo de la Escucha.
Además, la escultura original del Santo Cristo de la Escucha, de estilo gótico, tristemente fue destruida durante la Guerra Civil, por lo que en 1941 fue sustituida por la actual imagen, obra del polifácetico artista almeriense Jesús de Perceval, que al parecer la realizó sin ningún dinero a cambio debido a la devoción que le profesaba a la anterior imagen. Y este Jesús de Perceval fue figura clave del movimiento indaliano surgido en la década de los 40. Este movimiento se inspiraba en las raíces de la tierra consideradas desde una perspectiva global, ensalzando el carácter ancestral, mágico y espiritual de las culturas del sureste peninsular, resumido éste en el indalo, símbolo de las civilizaciones prehistóricas, y en la presencia en la región de San Indalecio, uno de los primeros evangelizadores de Iberia, símbolo a su vez de la espiritualidad cristiana. El uso del pensamiento mágico y simbólico encaja perfectamente con la historia del origen del Cristo Negro que planteamos aquí.
Si el Hijo aparece en Almería con la piel negra, su madre no puede ser menos: la advocación más importante de la ciudad es la Virgen del Mar, una virgen negra. Patrona de la ciudad, que la comparte con Santander. Dos vírgenes negras, una al sur y otra al norte, vinculadas con el mar. Otra, en el centro peninsular (la de la Almudena/Atocha, pues en realidad es la misma, seguramente diferenciada por los cultos de verano/invierno) es el centro de la balanza. Pero volvamos a la Virgen del Mar de Almería. Su talla, de finales del siglo XV, se encontró en Torregarcía, donde en el siglo XX se levantó una ermita a la que se marcha el segundo domingo de enero en romería. La talla de la Virgen está realizada en madera de nogal, en estilo gótico, con el Niño en brazos y la corona formando un solo bloque. Es una lástima que la hayan vestido y coronado tan aparatosamente en el siglo XVII, pues en su sencillez debe ser realmente hermosa.
Uno de los guardas, que respondía al nombre de Andrés de Jaén, se sintió atraído por el maravilloso resplandor y determinó bajar de la atalaya y acercarse a ver qué era. Un tanto temeroso, fue aproximándose aquel buen hombre al lugar de donde procedían los fulgores. Su fe cristiana ya había suscitado en él el presentimiento de que se trataba de algo piadoso y sobrenatural. Y, con el ánimo sobrecogido por esta idea, se acercó al foco luminoso y pudo constatar que se trataba de una imagen de la Virgen María, la cual llevaba en sus brazos la de su divino Hijo. El sorprendido vigilante examinó detenidamente la talla y halló en ella evidentes señales de haber pertenecido a algún navío, cosa que corroboró al descubrir que tenía una fuerte argolla de hierro en la parte posterior. Este aro de hierro ya oxidado le hizo pensar que podía haber estado sujeta en el altar o a la proa de alguna embarcación como muestra de devoción y piedad, para alcanzar, por intercesión de la Virgen, la protección divina en la cotidiana lucha de los marineros contra las borrascas y los peligros del mar. No paró en esto lo sorprendente del caso. En el mismo sitio en donde la sacra imagen se había posado, en aquel sitio yermo por su salinidad y próximo a las aguas marinas, empezaron a brotar espontáneamente unas cuantas matas de lozanas y fragantes azucenas hasta formar una suerte de pequeño oasis en aquella arena.
La talla está fechada en el siglo XII, y la iglesia que la alberga (la Basílica de Nuestra Señora del Mar) se alza donde antiguamente se encontraba una mezquita. Así que con esto me surgen varias dudas. Primera, ¿qué motivos podía tener un navío para escoger como devoción particular precisamente una virgen negra? El mito de que matojos de azucenas empezaron a crecer sin control en la playa es un claro eco de la fertilidad de la Diosa, cristianizada en la virgen negra. Pero, ¿por qué elegir el lugar donde se encontraba la mezquita y no otro para levantar la basílica? ¿Quisieron aprovechar ese terreno sagrado en vez de buscar otro o es que en realidad el culto a la Diosa nunca se movió de allí? Demasiadas preguntas sin respuesta respecto a la virgen negra. Una cosa es segura: la Virgen del Mar es objeto de muy profunda devoción entre los almerienses. Como antaño, la Diosa ha encontrado un lugar en el corazón de sus fieles.