AVISO
Debido a que estoy muy atareado últimamente, de momento
voy a dejar de escribir entradas por aquí. No preocuparse porque
no es una despedida definitiva. Muy pronto volveremos
a estar al máximo. Gracias y ultreia!
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Cueva de Pech Merle en Lot, Francia. Concretamente, el "friso de los caballos tordos" (18000 a.C.).
Decía Louis Cattiaux en su libro Física y Metafísica de la Pintura que el origen del arte no es el resultado de una necesidad estética como generalmente se cree, sino el resultado de una necesidad de dominación mágica. Y en efecto, todos los especímenes más antiguos de dibujos y pinturas rupestres contienen signos extraños que son de difícil interpretación cuando no se conocen los antiguos rituales de hechicería. En esas pinturas, que generalmente representan animales, se ven puntos y trazos que se dirigen hacia la cruz de estas criaturas (una prominencia situada antes del espinazo) u otros puntos vulnerables.
El círculo amarillo indica la posición de la cruz en un caballo
Son, entonces, representaciones de azagayas (una lanza pequeña, arrojadiza y ligera) o flechas que se dirigen y atraviesan mágicamente la efigie del animal que está en el punto de mira del ritual de hechicería. Los "pueblos primitivos", tal como los denomina Mircea Eliade, conocían muy bien la poderosa acción ejercida por el influjo mágico del hechizo de cacería sobre el alma colectiva de ciertas especies. Se ponían en contacto con el espíritu de la manada por medio de un rito de sensibilización de la imagen pintada y obtenían su consentimiento asegurando la perennidad de la especie y su perpetuación a través de las madres y los animales jóvenes. Por otra parte, los cuerpos sin cabeza de osos y bisontes hechos de arcilla que se encontraron en grutas prehistóricas llevan años intrigando a los arqueólogos. Y sin embargo, todos los signos de utilización mágica de esas efigies son visibles tanto en ellas como a su alrededor. La pica que emerge de su cuello está destinada a sostener la cabeza de un animal recién muerto en la cacería; y así la cabeza completa la dagyde u hechizo animándola, vitalizándola e impregnándola del espíritu colectivo de la manada.
El ritual que sigue sirve para dar a los cazadores el dominio sobre dicha manada por la influencia psíquica que se ejerce sobre la entidad que anima a dichos animales. Las numerosas huellas de manos marcadas con sangre que han aparecido sobre esas efigies o sobre las pinturas murales, y las flechas clavadas en puntos vitales, constituyen las marcas visibles de este rito de posesión mágica. La misma música, el canto, la danza, en su origen; sólo eran el soporte del pensamiento mágico que se concilia con el mundo hostil y lo domina.
A lo largo de la historia de la humanidad, la música, la danza y el canto han sido
siempre poderosas herramientas para conectarse con lo divino
Así, todas las artes tienen su origen en la primera obligación del hombre encarnado: la de defenderse y sobrevivir en los tres planos del mundo creado. Sólo después de acabado el rito ha sido cuando ha podido tomar conciencia de la gratuidad del arte a través de los juegos de formas, sonidos, colores y movimientos; y elevar su magia hasta intentar comulgar por medio de ella con la gran alma del mundo, a la que los hombres llaman Dios. Entonces podemos decir que la magia particular se ha elevado hasta la magia general y que el arte es el conducto y el vehículo que nos comunica con lo Universal. Cuando esa conexión se produce, es arte. Cuando no, no es nada.
Por lo tanto, una obra de arte es siempre una creación mágica, y al igual que la procreación exige, para dar lugar al Ser, una carga psíquica producida por el misterio del amor. Por eso hay tan pocos hombres y tan pocas obras "vivas" en el mundo, pues la proyección mágica es una acto extraordinariamente difícil, como el de la transmisión integral de la vida, y pocos seres son capaces de realizar ese misterio de transfusión energética. Y cuando digo hombres "vivos" me refiero a aquellos que parecen guiados por el mismo principio que les engendró: el amor. De igual modo, una obra "viva" es aquella que se conecta con el alma del mundo y sabe transmitir su inabarcable realidad. Y los hijos del amor, más vivos y bellos que los demás, son los que se engendran en el entusiasmo y la pasión amorosa; si consideramos a la humanidad media y las obras ordinarias podremos ver con facilidad que todo lo que se engendra en el aburrimiento y la mediocridad conlleva la muerte. Sólo los artistas generosamente dotados cargan, la mayor parte de las veces de forma inconsciente, sus obras, las cuales, en consecuencia y sin explicación razonable, hechizan a ciertos espectadores más sensibles y receptivos que el común de los hombres.
A veces, sin saber muy bien por qué, perdemos la noción del tiempo e incluso de nosotros mismos en la contemplación de una obra. Esa es la señal de que la obra está viva y establece un vínculo de conexión entre el espectador y lo sagrado, aunque la mayoría de las veces no seamos conscientes
Así pues, tanto los hombres como las obras "nacidos muertos" pululan naturalmente por el mundo, a causa del estímulo dado a la muerte, que siempre va en aumento desde esa Caída inicial. También era Cattiaux quien decía que esas creaciones fantasmales sólo tienen apariencia de vida, pero que no poseen su esencia. Y que sin embargo, tal como decía el maestro antiguo, "hay que dejar que los muertos entierren a sus muertos", ya que el absurdo de la muerte es lo único capaz de hacer que nos repugne verdaderamente.
La vida, por otra parte y siempre según Cattiaux, sólo se transmite haciendo el amor, ya sea procreando, obrando o rezando, y allí donde no se hace el amor, sólo hay una caricatura de vida, aburrimiento y muerte. Yo, por mi parte y en una visión menos extremista, considero que renegar de la muerte hasta el punto de sentir "repugnancia" por ella, como dice el genial pintor, nos aleja de el verdadero alma del mundo. Todo se crea y todo se destruye, nada permanece, panta rei que decía Heráclito (según Platón), todo fluye. La muerte es una parte natural de la vida, y al morir regresamos a esa Vida, al alma del mundo. Sin embargo, en lo que a una obra de arte respecta, puedo estar de acuerdo con Cattiaux: hay pocas que sepan transmitir esa verdad mágica, que sean esa conexión entre el hombre y lo divino que tan inalcanzable nos es al común de los hombres. Según mi punto de vista el arte, al igual que la música, el canto y la danza, es magia. En su origen, todo ello tenía un fin ritualista. Hoy podemos ver que no. Por eso en la actualidad vivimos en esa duda, y debemos elegir sabiamente. Y en el caso del arte, que es lo que nos ocupa, sólo lo sabremos poniéndonos delante de una obra y dejando que ésta ejerza su influjo sobre la psique... o no.
El artista no ha de imitar la naturaleza, so pena de ser tonto o necio.
Georges Henry Rouault
El arte imita la naturaleza en su modo de operar y no en sus visiones naturales.
Albert Gleizes
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