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domingo, 12 de enero de 2020

189. La Mano de los Misterios de Sabazios




La Mano Sabazia, realizada en bronce y fechada en época romana (siglo I), es un elemento característico de la religión mistérica del dios Sabazio o, más conocido en su forma castellanizada, Sabacio. A este dios se le consideraba hijo de la diosa madre Cibeles, y era una divinidad redentora de origen tracio (región europea de los Balcanes formada por las actuales Bulgaria, Grecia y Turquía), cuyo culto penetró en Grecia a finales del siglo V a.C. a través de Frigia, siguiendo las rutas de caravanas de comerciantes. Durante el siglo IV a. C. se afianza su culto, y durante el helenismo alcanza su máxima expansión, llegando hasta Roma en el siglo II a.C. a través de las colonias griegas de la Magna Grecia (Italia), aunque con una incidencia minoritaria, que no puede compararse a la de otros dioses orientales. Por ello, los testimonios escritos o físicos de Sabazios son relativamente escasos. En Grecia su genealogía cambió y se convirtió en descendiente de Zeus y Perséfone, diosa del inframundo, ya que era un dios que salvaba las almas de sus fieles. Asimismo fue asimilado a distintos dioses: a Dionisos, en tanto que dios agrario y de éxtasis; a Hermes, por ser la divinidad que conducía a las almas hacia el Hades; y a Zeus, cuyo rayo Sabazios también manejaba. Este dios, aparentemente cabeza de una religión monoteísta, fue asociado por los romanos con Baco/Dionisio y con Júpiter. Incluso los judíos habitantes de Asia Menor desde el 200 a.C. deportados allí por Antíoco el Grande lo asociaron con su dios YHWH, como demuestra la similitud fonética, en griego, entre el término tracio Sabazio y el epíteto para el dios de los judíos Adonai Sebaoth, "el Señor de los Ejércitos". He encontrado también referencias a la misma similitud fonética con la del día de la semana Shabat, sagrado para los judíos, pero a este respecto tengo mis dudas.

La religión sabazia era un monoteísmo con un fuerte componente místico, y el mito y el culto mistérico de Sabacio hunden sus raíces en el subsuelo telúrico. Lo demuestra su condición de dios de la vegetación así como el empleo de tierra, de salvado y de una serpiente en el rito iniciático, trazos de una prehistoria religiosa totémica vinculada con la agriculturaEl culto a Sabazios era mistérico y se practicaba de noche. El conocimiento y revelación del dios estaban reservados a los iniciados que, según parece, eran cubiertos con tierra, para ser desenterrados posteriormente en alusión a la resurrección. La serpiente, símbolo del poder de las profundidades y del propio dios, podía haber jugado un importante papel en el ritual, asociada a diversos cultos mistéricos. Según parece, la iniciación en los misterios y ritos de Sabazios aseguraba una rica vida de ultratumba, a la que se accedía a través de un juicio final. Sabazios se configura como un dios de la luz y de las tinieblas, de la vida y de la muerte, santo y salvador, dador de vida eterna. En la caverna donde están situados la mujer y el niño podría verse una referencia ctónica y una alusión al carácter fecundador del dios. La piña es un símbolo de regeneración muy frecuente en ambientes funerarios romanos y representa el poder regenerador del dios. El arbusto que se encuentra junto al ánfora no resulta fácil de identificar. Puede tratarse de una vid, motivo frecuente en la iconografía sabazia, que daba lugar a actos litúrgicos en cierta medida semejantes a los existentes en el cristianismo posterior, puesto que incluían procesiones, purificaciones catárticas y consumo de vino.... lo que podría explicar también la presencia del par de címbalos o instrumentos musicales similares. El lagarto, muy frecuente en ambientes funerarios, renace en primavera después de permanecer oculto durante el invierno, como la serpiente. Es un símbolo ctónico y regenerador que se utilizaba también con sentido apotropaico, es decir, que aleja el mal e invoca el bien. El mismo efecto se produce con la rana, compartido con el posible escarabajo, de gran poder protector en el antiguo Egipto. El caduceo de Hermes-Mercurio participa en la iconografía sabazia en su calidad de conductor de almas en el tránsito de la muerte. 

La pieza que nos ocupa es un exvoto que representa una mano derecha, de tamaño algo menor que el natural. 
La mano presenta los dedos gordo, índice y corazón extendidos, y los anular y meñique plegados sobre la palma, en la posición clásica de la bendición latina. Sobre el extremo del dedo gordo se aparece una protuberancia de forma más o menos redondeada que corresponde a una piña. Una serpiente recorre el dorso de la mano hasta la unión de los dedos anular y meñique, desde donde se elevan exentas la parte superior del cuerpo y la cabeza, que describen un trazado sinuoso y ascendente. La cabeza, barbada, presenta la boca abierta y dentada. Sobre la base del dedo índice se sienta un personaje barbado en altorrelieve, al que faltan el brazo derecho y el izquierdo desde la mitad del antebrazo. Viste túnica corta, ceñida en la cintura, que llega hasta por encima de las rodillas, calzón largo y gorro frigio. Los pies descansan sobre una cabeza de carnero en altorrelieve. La superficie de la mano aparece cubierta de otros motivos en relieve, algunos de los cuales se pueden identificar. En la palma, un cuchillo, un bípode o ara flameante y una figura femenina recostada con un niño en brazos dentro de una cueva. A la izquierda, una jarra dispuesta sobre una mesa y a la derecha, un ánfora de grandes asas, sobre cuya boca hay un objeto puntiagudo, quizás una tapadera. En el dorso, un arbusto de tronco curvo, del que salen varias ramas a la izquierda y a la derecha, con pequeños frutos redondeados; un lagarto; un palo o bastón recto; una rana; un escarabajo; un caduceo y otros objetos no identificados.

La localización y excavación de esta Mano se realizó en el curso de las actuaciones arqueológicas de urgencia para el proyecto de Ampliación de la Dársena de Escombreras entre los años 1997 y 2002. Se documentaron y extrajeron miles de materiales arqueológicos procedentes de diversos naufragios de mercantes de época romana, identificándose seis pecios: cinco romanos fechados entre los siglos III a.C. y VI d.C. y uno medieval datado entre los siglos XII y XIII. La Mano en concreto, hallada el 27 de agosto de 2001, formaba parte del cargamento del pecio Escombreras 4, barco procedente de la Bética que se hundió a finales del siglo I d.C. cuando transportaba, con destino a Carthago Nova, grandes cantidades de vino en ánforas y un lote más reducido de ánforas de aceite. 

Este exvoto que se utilizaba como estandarte en las procesiones y ritos dedicados al dios Sabacio. Se le atribuía el poder de proteger a las mujeres en el parto, por lo que no es de extrañar la representación de una mujer amamantando a un niño dentro de una cueva. La serpiente es el símbolo de la renovación anual de la vida. La cabeza de carnero, el cuchillo y el ara llameante aluden al sacrificio ritual. Estas ceremonias de sacrificio incluirían el consumo comunitario de vino, de ahí la presencia del ánfora y de la jarra. 

El pecio Escombreras 4 frecuentaría las líneas del tráfico bético hacia Italia y los puertos de la Narbonense que enlazaban con el limes, por lo que existían posibilidades de contacto con círculos sabazistas. Pinedo Reyes y Alonso Campoy (2003) señalan que la presencia de esta pieza en un barco en trayecto del Estrecho a Carthago Nova concuerda con el ambiente costero de otros hallazgos de objetos sabazios en Hispania como las dos manos sabazias del Museo Arqueológico Nacional, procedentes de la colección del Marqués de Salamanca. Asimismo, concluyen que la difusión del culto por el extremo Occidente se llevó a cabo exclusivamente a través de las líneas marítimas de altura.

Junto con otros cultos mistéricos como los de Mitra o Isis, el de Sabazios representa esas primeras aceptaciones del henoteísmo (semi-politeísta) o monoteísmo que culminará con la aceptación global del cristianismo. En el occidente romano el culto a Sabazios no llegó a alcanzar nunca los niveles de institucionalización de Oriente y los Balcanes, donde existieron diversos templos de Sabazios que contaban con sacerdotes, esclavos e incluso palomares y árboles sagrados.

Existen dos tipos de exvotos conocidos relacionados con esta divinidad, por un lado, relieves con la imagen y el nombre del dios (menos habituales) y, por otra parte, pequeñas esculturas con forma de mano en actitud de bendecir, en las que se incluyen diversos elementos iconográficos. En este último caso se conocen manos votivas de Sabazios, fechadas en el siglo I a.C. como el Busto de Sabazios coronado con una cesta de frutas, procedente de Pompeya y la Mano votiva de Sabazios, procedente de Herculano, ambos conservados en el Museo Arqueológico Nacional de Nápoles; la Mano votiva de Sabazios del Museo Arqueológico Nacional de Florencia y la del Museo Nacional Romano de las Termas de Diocleciano, procedente de Isola Farnese (Roma), de los siglos II-III d.C.



miércoles, 9 de octubre de 2019

187. Judaísmo en el siglo XXI

A menudo quedo tan fascinado por las culturas y religiones antiguas que me olvido de que algunas de ellas siguen existiendo hoy y que han experimentado un desarrollo. Por eso, y para celebrar que he empezado por fin a estudiar hebreo en serio, hoy vengo a hablaros del judaísmo del siglo XXI. Antes de empezar, conviene saber que todo el judaísmo que existe hoy en día (de hecho se empieza a hablar de religiones judías) son manifestaciones del judaísmo rabínico, un término para designar al judaísmo fariseo. Los fariseos fueron los únicos de las cuatro grandes ramas del judaísmo que sobrevivieron a la destrucción de Jerusalén por las tropas romanas en el 70 d.C. La figura central del fariseísmo eran los rabbí, los maestros, y por eso todo el judaísmo actual se basa en el rabinato.

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La bandera azul y blanca (los colores del talit, el chal o manto de oración) con el Magen David es una de las insignias del Estado de Israel, aunque se ha atribuido erróneamente al judaísmo

Aunque vaya a hablar del judaísmo moderno, creo sensato empezar por los principios que se han mantenido inalterados a lo largo de la historia de esta religión abrahámica, históricamente la más antigua. Primero es importante saber que no existe ninguna figura ni organismo que sistematice ni fije el contenido dogmático del judaísmo por lo que, en esencia, todas las escuelas, lecturas e interpretaciones son igualmente válidas. Ahora bien, esas lecturas e interpretaciones se hacen en base a la Torá ("Ley"), lo que en griego se llamó Pentateuco y que conforma los cinco primeros libros del Antiguo Testamento de los cristianos: Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio. A su vez, la Torá es la primera parte de las tres que componen el Tanaj, las Sagradas Escrituras del judaísmo, a las que se atribuye inspiración divina.

En la práctica religiosa, la tradición oral también desempeña un papel importantísimo (de hecho se conoce como "Torá oral"). Según la tradición, de los 40 días que permaneció Moisés en la cima del monte Sinaí, en 1 día recibió la Torá escrita y en los 39 restantes recibió la Torá hablada. Ésta última fue conservada junto con la primera desde su época y la de los profetas, desembocando en una transcripción que dio origen a la Mishná, que posteriormente sería la base del Talmud, el enorme cuerpo exegético del judaísmo, desarrollado hasta el día de hoy por los estudiosos. El conjunto de leyes extraídas de estos textos forman la ley judía o Halajá.

La clave de fe que comparten todos los judíos del mundo, independientemente de la rama a la que pertenezcan, es la creencia en un Dios omnisciente, omnipotente y providente, que creó el universo y eligió al pueblo judío como el depositario de su Ley contenida en los Diez Mandamientos y los preceptos rituales contenidos en el tercer y cuarto libro de la Torá. En consecuencia, las normas derivadas de estos textos y la tradición oral surgida a su alrededor constituyen la guía de vida de los judíos, aunque la observancia de éstas varía mucho de unos grupos o ramas a otros.

Podríamos hablar de más cosas: el rabinato, las sinagogas, la presencia de las mujeres, el hebreo... pero no quiero hacer esto demasiado largo. Vamos ya con las ramas del judaísmo que existen hoy en día. Existen tres grandes corrientes del judaísmo: el ultraortodoxo, el ortodoxo y el reformista; y otros cuatro menores: conservador, caraíta, humanista secular y reconstruccionista. Por supuesto, dentro de cada uno de ellos surgen muchas divisiones y grupos, pero vamos a centrarnos en los más importantes.

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- Judaísmo ultraortodoxo. Algunos expertos lo clasifican dentro del judaísmo ortodoxo. Se denominan a sí mismos haredíes, "los que tiemblan ante Dios", y presenta dos diferencias doctrinales fundamentales respecto al judaísmo ortodoxo: una práctica de la Ley especialmente devota y un gran distanciamiento del movimiento sionista. A su vez, el judaísmo ultraortodoxo o haredí está dividido en dos grandes grupos:

              - Jasidismo: creado en Polonia a finales del siglo XVIII, su fundador fue el rabino Israel ben Eliezer (también conocido como Baal Shem Tov) cuyos seguidores crearon un judaísmo más alegre y menos académico. Actualmente están divididos a su vez en múltiples "escuelas", pero están repartidos por más de 1000 ciudades en 80 países y constituyen la organización judía más extendida del mundo. 

              - Mitnagdismo: sus seguidores, llamados mitnagdím ("oponentes"), rechazan algunas posturas del jasidismo, en especial su estudio intensivo de la parte oculta de la Torá. Es un movimiento más unificado.


- Judaísmo reformista. De origen ashkenazí (alemán), es llamado también judaísmo progresista, pues defiende la autonomía individual en lo relativo a la interpretación de los preceptos religiosos (mitzvot). Sus principios, que no pretenden ser dogmáticos, consisten en la existencia, singularidad y unidad, eternidad y naturaleza espiritual de Dios; que la Torá fue inspirada por Él, que la ciencia debe ser parte de la guía para un reformismo sistemático que tenga como objetivo al ser humano (basado en el racionalismo de Mosé ben Maimón, Maimónides); que los tres pilares del judaísmo son Dios, la Torá e Israel; y que la llegada de la era mesiánica es responsabilidad de todos, judíos y no judíos. 

            - Para los reformistas, sólo el Tanaj es de inspiración divina: la Mishná y la Guemará (el Talmud) o la Halajá no son sino un conjunto de opiniones y reflexiones alrededor de la Torá, pero que no tienen carácter divino, aunque son igualmente consultadas. Sólo la Torá escrita es "documento vivo" o revelación progresiva. 

            - Rechazan la segregación sexual y luchan por los derechos de las mujeres. En las sinagogas reformistas hombres y mujeres rezan juntos, y el reformismo fue el primer movimiento (aunque no el único) en comenzar la ordenación de mujeres rabinas.

            - No existe integrismo en su interpretación de los preceptos religiosos. Se considera que tales preceptos fueron escritos por personas influidas por su sociedad y por lo tanto no deben interpretarse literalmente, sino adecuados al contexto.

            - Firme compromiso con la justicia social y la reparación del mundo (Tikún Olam)

            - Consideran al Mesías como símbolo de una sociedad idílica (Era Mesiánica) en la que se cumplen los principios de paz y fraternidad, no como una persona individual que instaurará dicho orden. 


- Judaísmo ortodoxo. Se distingue del reformista por su adhesión rigurosa a la Halajá, aunque permite cierta variación en la práctica. Afirma que la festividad de pésaj, el shabat (sábado) y todos los preceptos de la Torá (tanto la escrita como la oral), fueron entregadas por Dios a Moisés hace más de 3.000 años en el Sinaí. Creen que Moisés a su vez enseñó estas leyes a todo el pueblo israelita, que como una sola entidad aceptó cumplirlas antes de saber en qué consisten o el porqué de cada una de ellas, con una disposición única de entidad indivisible. De acuerdo a su actitud hacia la cultura contemporánea, el judaísmo ortodoxo se divide informalmente en: 

             - Judaísmo ortodoxo moderno, que busca adecuar hasta algún punto sus prácticas y estudios a la situación social contemporánea (aunque es firme con respecto a la Halajá).

             - Sionismo religioso, que liga el judaísmo ortodoxo con el sionismo. 

             - Judaísmo haredí, que hemos mencionado al principio y que rechaza toda innovación que sus líderes consideren contraria al espíritu de la Torá. 

El judaísmo ortodoxo es el único reconocido por el estado de Israel, aunque lo practica solo una minoría. No se acepta como judío a aquel que se haya convertido al judaísmo por otras reglas que las de la Halajá, y el rabino ortodoxo es el único que puede celebrar un matrimonio en Israel (y no casará a judío con no judío). 

Aquellos estudiosos que no aceptan el judaísmo haredí o ultraortodoxo como una corriente separada del judaísmo ortodoxo consideran la existencia de un tercer movimiento:

- Judaísmo conservador. También llamado tradicionalista o masortí (del hebreo masóret, "tradición"), es un movimiento fundado en Estados Unidos a través de la fusión de ideas reformistas y ortodoxas. Los conservadores enfatizan que los judíos constituyen una nación (Am Israel), pero que ésta no puede identificarse en su totalidad con el Estado de Israel. Tampoco siguen la Halajá en su totalidad, sino que se inclinan hacia interpretaciones más abiertas al mundo moderno.


Y nos quedan los últimos tres grupos, mucho más humildes:

- Judaísmo caraíta. Reciben su nombre en el siglo VIII y proviene del hebreo qaraim, "lectores" (también se designa a esta rama como Bené mikrá, "seguidores de la Escritura", en oposición a los Bené mishná, "seguidores de la tradición"), pues consideran que el Tanaj es la máxima autoridad. Este movimiento proclama el derecho de todo judío a estudiar las Escrituras hebreas de modo libre, sin tener en cuenta ninguna interpretación rabínica ni el Talmud.

- Judaísmo humanista secular. Los judíos seculares son aquellos que pertenecen al pueblo judío por ascendencia familiar, en concordancia con las leyes del judaísmo, pero se esfuerzan poco o nada por practicar el judaísmo. La mayoría de los judíos seculares son indiferentes al judaísmo, el cual forma parte de su identidad, pero en una cantidad relativamente pequeña. Esto último los diferencia de los judíos humanistas seculares, ya que el judaísmo humanista secular es una corriente que ve al hombre como centro del mundo y de la vida judía, a diferencia de las otras corrientes que subrayan la centralidad de Dios. Para los judíos humanistas seculares la religión y sus leyes no necesariamente deben regir el comportamiento del individuo. Esta corriente destaca los valores humanistas universales, que se basan históricamente en las fuentes judías. Los distintos libros del judaísmo son remarcados como fuentes de inspiración para los conceptos de libertad, justicia, justicia social, solidaridad, respeto y ayuda al prójimo, tolerancia, etc. Y es que esta corriente, al igual que la reformista, es uno de los intentos de compatibilizar el judaísmo con las identidades seculares y nacionalistas que surgieron como consecuencia de la Revolución francesa.

- Judaísmo reconstruccionista. Se trata de la rama del judaísmo progresista más tardíamente individualizada y también la que cuenta con menos seguidores oficiales. Fundada en 1968 en los Estados Unidos por el rabino Mordecai Kaplan, esta corriente entiende el judaísmo como una civilización que evoluciona progresivamente. La Halajá no es considerada obligatoria, pero es tratada como un remanente cultural valioso que debe ser mantenido a menos que exista una razón para hacer lo contrario. El movimiento enfatiza las visiones positivas con respecto al modernismo y propone un enfoque de la tradición judía, cuyo objetivo es la toma de decisiones comunales a través de un proceso de educación y destilación de valores de las fuentes tradicionales judías. Algunos autores lo incluyen dentro del judaísmo conservador.


Y hasta aquí las ramas del judaísmo actual. No son todas las que existen ni hay conformidad en su clasificación, pero a día de hoy 14.3 millones de judíos que existen en el mundo están adscritos a alguna de estas ramas o sus subdivisiones. Y esta entrada me ha servido, aparte de para demostrar que nada es blanco o negro como tan a menudo pretenden hacernos creer, para enseñar que el judaísmo, como toda religión, es algo vivo. Y, como bien dice mi amiga Laila Rattab, "la religión, la fe, la espiritualidad no es algo que te inyecta un erudito". Y los judíos, todos ellos, lo saben.


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miércoles, 18 de septiembre de 2019

185. Las partes del Todo

Máscara chamánica representativa de la muerte (la calavera) y la vida (la corona solar) como un todo diferenciado pero complementario, credo de las tradiciones chamánicas de todo el mundo


"La vida se mantiene en un delicado equilibrio. Como rey, debes entender ese equilibrio y respetar a todas sus criaturas, desde la pequeña hormiga hasta el veloz antílope. (...) Y así, todos estamos conectados en el gran Ciclo de la Vida". Esto se lo dice Mufasa a su joven hijo Simba en El Rey León. La idea de que el universo es equilibrio aparece ya en la tradición griega, donde el kosmos ("orden") se mantiene en pugna con el kaos. Y las tradiciones espirituales de todo el mundo han sabido plasmar esta necesidad de equilibrio en sus panteones. Puesto que el sentido religioso nace de la experiencia, es fácil entender por qué nuestros antepasados consideraron el mundo como una realidad de equilibrio: es evidente que somos criaturas duales. Somos varones o mujeres, jóvenes o viejos, vivimos en ciclos de día y noche, tenemos frío y calor... pero al mismo tiempo parece haber un principio que trasciende todo eso y que hace que estos ciclos sean precisamente eso, ciclos. Expresado en lenguaje religioso, existe Dios y existe la Creación. Y entre ambos puntos debe haber un entendimiento, un tercer elemento que permita conciliar los opuestos. Y es de ese tercer punto del que vamos a hablar hoy.

En las religiones abrahámicas este punto de equilibrio entre los opuestos quedó muy claro desde el principio. ¿Cómo conciliar lo Absoluto con lo relativo, el Uno con el Dos, la Unicidad con la Dualidad evidente? Para el judaísmo, YHWH era el Uno. La Creación era el Dos. El tercer elemento fue, por tanto, el hombre. Aquel que fue creado a partir de la tierra (según Bereshit 2) y por tanto es parte de la Creación pero, al mismo tiempo, Dios sopló sobre él su aliento (en hebreo ruach) y le otorgó un alma, de procedencia divina, que fue lo que animó su cuerpo. Por tanto, en el hombre se concilian los dos principios, la tierra y el cielo, lo divino y lo profano. Y él, como mismo representante del equilibrio, también debe estar equilibrado per se. Por eso se le llamó Adam, que significa "hombre" pero en el sentido de "ser humano", algo parecido a lo que ocurre en griego entre los términos anthropos (ser humano) y aner (varón). En hebreo, "varón" es ish, por lo que Adam era un andrógino, contenía en su esencia los principios masculino y femenino, al varón y a la mujer. Recordemos lo que dice el Corán: "Dios ha creado el mundo en la balanza".


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La representación de Adán como varón en el arte ha servido para difundir la idea de que Dios primero creó al hombre y que la mujer es un producto derivado de éste, algo que tampoco es correcto

Ninguna religión ha revestido de tanta importancia al tercer elemento como el cristianismo: toda su teología se basa en la existencia de un dios que es uno y trino. ¿Cómo explicar esto? Se recurre muy a menudo a la leyenda de San Patricio y el trébol de tres hojas, pero podemos ponernos un poco más profundos. Puesto que el cristianismo fue una herejía del judaísmo, los libros del Tanaj, en especial la Torá, tienen una importancia capital para esta religión. Y en el libro de Bereshit, que en griego se llamó Génesis, volvemos a leer: "En el principio creó Dios los cielos y la tierra (pasamos de la unidad a la dualidad), y la tierra estaba desordenada y vacía, y las tinieblas estaban sobre la faz del abismo (el kaos de la mitología griega), y el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas". En este "Espíritu de Dios", que el cristianismo convirtió en Espíritu Santo, es donde encontramos nuestro tercer elemento, el que aporta el equilibrio a la dualidad creador-creación. Pero no podemos quedarnos solamente en el relato del Génesis, puesto que donde pone más peso el cristianismo es en el Evangelio, la historia de Jesús de Nazaret, el Mesías prometido. ¿Cómo se manifiestan los tres elementos en este nuevo escenario? Todo el cristianismo gira en realidad en torno a la idea de la unción, ya que "Cristo" es el término griego para el hebreo "Mesías", que no significa otra cosa que "el ungido". Y en toda unción hay tres elementos: el que unge (Dios Padre), el ungido (Hijo) y el ungüento (Espíritu Santo). He aquí la tríada que representa el equilibrio de los opuestos.

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El bautismo de Jesús es esta unción vista por ojos terrenales. Es en este momento en el que se convierte en Cristo, puesto que el agua del Jordán que el Bautista derrama sobre su cabeza se convierte de inmediato en óleo sagrado ante la presencia del Espíritu Santo

Por su parte, el islam negará rápidamente la necesidad de un tercer elemento que aporte equilibrio y sostendrá que no hay nada que equilibrar, puesto que sólo existe Dios (en árabe Al-lah), y que Dios tiene en sí mismo los principios masculino y femenino de los que emana toda la Creación. Su principio masculino, solar, crea el mundo; mientras que su principio femenino, lunar, lo regenera y nutre. Para el islam 3 es 1, sin distinción. Se trata de una concepción de lo divino muy cercana por un lado al panteísmo y por el otro a las grandes tradiciones orientales, donde el mundo es maya (ilusión) y la multiplicidad que salta ante nuestros ojos es mera apariencia. El saber y aprehender esto ayuda a vivir de acuerdo a este gran principio: "no hay un Él ni un yo, porque Él es yo y yo soy Él.", afirmaba Ibn Arabi. "Nada has perdido, nada busques. Cientos eres, ¡conócete a ti mismo", decía Farid ud-Din Attar. Lo divino y lo profano es una misma cosa, inmanente y trascendente a la vez. Eso es el equilibrio. Como hemos citado antes: "Dios ha creado el mundo en la balanza". Para el islam, el hombre es la joya engarzada en el broche del Absoluto.

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Aunque la luna y la estrella no es un símbolo original del islam sino que está tomado del Imperio Otomano, explica muy bien el concepto de la divinidad y el hombre: la luna creciente o menguante representa los dos principios de dios, el solar (la parte visible de la luna) y la lunar (su parte invisible), mientras que la estrella de cinco puntas hace referencia tanto a los Cinco Pilares del islam como al Adam Kadmon, el Hombre Perfeccionado, que vive de acuerdo a la voluntad de Dios  

Pero por supuesto, no sólo las religiones abrahámicas han considerado estos tres elementos y han constatado esta idea de equilibrio en sus panteones: en las antiguas religiones denominadas paganas y en las dhármicas encontramos cuantiosos ejemplos: 

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Para los antiguos griegos (y más tarde para los romanos), el equilibrio existía entre los tres dioses principales del panteón: Zeus-Júpiter, Poseidón-Neptuno y Hades-Plutón, cada uno de ellos gobernando una parte de la creación, los cielos, los mares y el mundo subterráneo respectivamente. La superficie terrestre era territorio de los tres. Para Karl Kerényi, los tres dioses no eran sino aspectos distintos de un solo principio divino. Además, cada uno de estos dioses tuvo un hieros gamos o matrimonio sagrado entre lo masculino y lo femenino: Zeus se casó con su hermana Hera, Poseidón con Anfítrite y Hades con su sobrina Perséfone

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En la India, la Trimurti (literalmente "tres formas") o trinidad puránica formada por los dioses Brahmá (Creación), Vishnú (Conservación) y Shivá (Destrucción) sustituyeron en el siglo III a.C. a la antigua trinidad védica formada por Agni, Indra y Suria. Además, al igual que ocurrió en la cultura grecolatina, estos dioses también tuvieron su respectivo hieros gamos, hasta el punto de que ellos y sus esposas eran entendidos como un todo: Brahmá se casó con Saraswati, Vishnú con Lakshmi y Shivá con Sati / Parvati, ya que se consideraba que ésta última era la reencarnación de la primera

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Aunque hasta nuestros días ha llegado la noción del dios Odín como líder del panteón y Padre de Todos, para los pueblos nórdicos que concibieron esta teología los dioses principales eran también tres, y eran hermanos: Odín (la sabiduría, la guerra y la muerte), Vili (las emociones y la inteligencia) y Ve (la capacidad de hablar, la palabra y los sentidos). Los tres eran hijos del gigante-dios Bor y de la gigante Bestla. Mataron a su antepasado Ymir, y con su cuerpo crearon el universo. también fueron ellos los que crearon al hombre y a la mujer, a partir de dos árboles

Para las grandes culturas de Mesopotamia, los sumerios y los acadios, su panteón estaba regido por una tríada: Anu (dios de los cielos), Enlil (dios de las tormentas) y Enki/Ea (dios de las aguas subterráneas). Curiosamente, los tres estaban relacionados con la misma diosa: Ninhursag, también llamada Ki, la manifestación divina de la Tierra. Esta diosa recibía muchos nombres y en los diferentes relatos aparece como hermana y consorte de alguno de estos tres dioses, o incluso de varios a la vez. Al tratarse del panteón más antiguo del que tenemos constancia podemos atestiguar que la idea del equilibrio en el universo es tan antigua como el propio hombre 

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Para los antiguos egipcios, la tríada divina era una familia: Osiris, su hermana y esposa Isis y el hijo de ambos, Horus. Osiris, un dios de la vegetación, será asesinado por su hermano Seth (el dios del desierto), rescatado y resucitado por su esposa Isis; y juntos concebirán a Horus, que luchará contra su tío y ocupará su legítimo lugar en el trono de Egipto. Osiris, por su parte, pasará a gobernar el inframundo. Este mito del dios muerto y resucitado estuvo muy extendido por el mundo mediterráneo, donde encontramos ejemplos como Atis, Tammuz, Adonis, Dionisos o el propio Jesucristo

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El Taijitu es la forma más habitual de representar el yinyang (literalmente "oscuro brillante"), un símbolo muy asociado al taoísmo pero que es común a todas las religiones dhármicas actuales. Muy a menudo se muestra como representación de la existencia de los opuestos y cómo estos son complementarios, cómo coexisten sin mezclarse. Lo blanco y lo negro es lo frío y lo caliente, lo suave y lo duro, lo oscuro y lo luminoso... aquí está representado el Universo. Pero, ¿cuál es el tercer elemento en un símbolo que es la dualidad manifiesta? Pues... los puntos. La clave del camino está en descubrir lo yang en el yin y lo yin en el yang. Eso es el equilibrio

En definitiva, todas las culturas han buscado explicar la relación entre el ser humano y su entorno, y su pensamiento religioso es un reflejo de ello. El concepto de trino es, como hemos visto, común a todas las tradiciones espirituales. El propio Pitágoras, con su religión numérica, tenía en alta estima el 3 ya que era el primer número que se podía manifestar físicamente en una figura geométrica. Somos criaturas del mundo, y como tales nuestro afán espiritual nos lleva a relacionar múltiples cosas. Los dioses no son sino emanaciones del mundo natural y la experiencia de nuestros antepasados con él. Conocer esto y muchas cosas más nos ayuda a entender las raíces sobre las que se asienta nuestro presente y nuestra forma de ver el mundo. Sólo conociendo de dónde venimos podemos saber a dónde vamos y aprender a relacionarnos con la vida, con los demás y con nosotros mismos. Por todo ello, siempre ultreia ("ir más allá").

Cuando era pequeño me encantaba leer mitología, pero no la consideraba más allá que cuentos e historias antiguos. Pero a medida que fui leyendo mitos de otras culturas y, sobre todo, estableciendo relaciones entre unas y otras (en eso consiste la mitología comparada), me di cuenta de que era mucho más que eso: un río de pensamiento y conocimientos perennes que nuestros antepasados legaron a la posteridad. Por eso, este año en Escuela de Atención voy a desarrollar tres cursos: El relato mitológico de Occidente, El relato mitológico de Oriente (en ambos hablaremos de lo que hemos comentado más arriba y de muchas más cosas) y El Pensamiento Simbólico, y lo vamos a ofrecer tanto en formato presencial como en formato online. Si te interesa y quieres información sobre alguno de estos cursos puedes visitar nuestra web o enviarme un correo electrónico a orientacion@philippusthuban, y te diré todo lo que quieras saber. ¡Te espero! 

miércoles, 11 de septiembre de 2019

184. El museo del misticismo de Ávila

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Esta semana me gustaría hablaros de un lugar que he visitado recientemente. Lo tenía pendiente desde hacía mucho tiempo, y tengo sentimientos encontrados. Pero voy a dejar mi conclusión para el final. El centro de interpretación del misticismo de Ávila es un espacio único en Europa que pretende introducir a los visitantes en el fenómeno místico. Se ofrece como un compendio de la mística universal y como una obra de arte de rasgos místicos, aunque modernos. Se ubica en un edificio rehabilitado extramuros, y muy próximo al convento de Santa Teresa, en el que no se ha alterado el volumen, introduciéndose una estética contemporánea, cuyo rasgo más significativo es la cubierta prismática, que deja filtrar la luz a través de una membrana laminada exterior. Se organiza en cuatro salas, que coinciden con los cuatro principios universales en que los creadores han dividido la mística: 

- Sala 1. La Tradición

- Sala 2. El Conocimiento del yo, el lugar para estar con uno mismo

- Sala 3. La Iluminación, la de la unión con Dios

- Sala 4. La Acción, el regreso al mundo

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SALA 1. LA TRADICIÓN
“Una palabra muere al pronunciarse,
dicen por decir. Yo creo que es entonces
cuando comienza a vivir”

Emily Dickinson, poetisa estadounidense (1830-1886)

A uno y otro lado de la sala, la simbología perenne del misticismo: la casa, el libro, el árbol, los espejos... Después, el Árbol de la Vida. Árbol de la Inmortalidad, el Axis Mundi o Centro del Mundo, el Árbol de la Vida hebreo, el Yggdrasil nórdico, el Etz Sefirot, el Árbol de las Emanaciones o Árbol de la Vida de la Cábala, la ficus religiosa o higuera bajo la que Siddhata Gotama alcanzó el Nirvana y se convirtió en Buda… representación y también reflejo de tantos y tantos árboles de la tradición religiosa y mitológica del mundo: el árbol que permite alcanzar el cielo desde la tierra y viceversa. Por último, Origen y Destino. La sala está rodeada de tierra volcánica, tierra del interior de la Tierra, de donde salimos y a donde volveremos, ley eterna de la condición humana “pues polvo eres y en polvo te convertirás” (Génesis 3:19).

 
 


SALA 2. EL CONOCIMIENTO
“Debe desmontarse el edificio de tu orgullo.
Y esa es una enorme tarea.”

Ludwig Wittgenstein, filósofo austríaco (1889-1951)

Al principio, la Esencia de las Cosas. Un velo que oculta y muestra al mismo tiempo, gracias a una textura abierta, varias capas superpuestas aluden a un tema universal de la mística: la esencia de las cosas está velada, escondida tras las apariencias. La estatua de la Isis velada a la entrada de la Escuela de Misterios de la isla de Philae en Egipto o Cristo curando a los ciegos. Las Raíces del Árbol se extienden. Innumerables rizomas recogen los nombres de algunos de los principales místicos universales, de todas las culturas, de todas las creencias, de todos los tiempos, pues la mística es esencia común. La Cuerda, que sube en vertical, mostrando un leve deshilachado que marca su presencia y su discontinuidad. La subida no es fácil, a pesar de las apariencias. Así nos lo recuerdan San Juan de la Cruz en Subida del Monte Carmelo y Santa Teresa en El castillo interior. El acceso directo no es posible para los mortales. Véase el destino de Belerofonte, el de Faetón, el de Ícaro. Solo Dante, en la mitología de la ascensión, fue advertido por Virgilio cuando intentó ascender por la montaña de forma directa y se encontró con la terrible fiera que le cortaba el paso: “que esta, por la que gritas, bestia brava, no cede a nadie el paso por su vía, y con la vida del que intenta acaba” (Infierno, I 95-96)

 
 




SALA 3. LA ILUMINACIÓN
“La nada es la llave.
Abre a lo desconocido”

Edmond Jabès, escritor judío (1912-1991)

Lo primero, la Luz. Una invasión de luz que atraviesa las paredes convertidas en ventanas que dejan fuera cualquier visión, sólo para filtrar la luz. La luz que trae la Verdad. El Uno. La instalación simboliza la tensión entre el Uno, la piedra (lo eterno, lo imperecedero, lo permanente) y lo múltiple, la arena (el polvo, lo mutable, la ceniza de la humanidad, lo mortal y finito). Bereshit bara elohim et hashamayim ve'et ha'aretz, “en el principio creó Dios los cielos y la tierra”. Del Uno, lo múltiple. En el mandala se aprecia la multiplicidad que se va reduciendo hasta el centro, hasta la unidad, el todo y la nada. Como es arriba es abajo, como es dentro es fuera, reza la máxima hermética. “Mi corazón es capaz de comprender cualquier forma: es monasterio para el monje, templo de ídolos, prado de gacelas, el Ka'ba votivo, las tablas de la Torá, el Corán. El Amor es mi credo; donde quieran que vayan sus camellos, él sigue siendo mi creador y mi fe”, escribió el gran Ibn Arabi en El intérprete de los deseos. Y tal fue la sabiduría y el conocimiento de la Unidad que alcanzó el gran sufí murciano que dejó escrito: “Él es el Primero y el Último, lo Exterior y lo Interior. Él aparece en su Unidad y se esconde en su Singularidad (…) Él es el Nombre y lo que es nombrado”. Así dijo en su Tratado de la Unidad. Y al final, la Nada. ¿Es la ausencia de todo? Al fondo de la sala, tres sólidas estelas imponen su presencia, vacías de todo signo, señal o grafía, “metáforas de la nada, fuga metafísica”. Como se ha citado al principio a Jabès, “la nada es la llave, abre a lo desconocido”. Esta concepción de la Nada como “meta” de la mística experimental no es habitual en Castilla. San Juan o Santa Teresa seguramente nunca habrían dicho que su unión con lo sagrado era la nada. Recordemos a Santa Teresa diciendo que “está el alma que parece que no le falta nada”. Se habla de un estado de plenitud absoluto, pero con el Todo. ¿Es lo mismo que la Nada? Esa “nada” parece encontrar mejor campo de cultivo en la mística del Lejano Oriente, donde tanto el taoísmo como el budismo o la rama vedanta advaita del hinduismo se encuentran mucho mejor reflejados en esa “nada”. Quien mejor puede definirlo es la filosofía dhármica concreta del budismo, la cual utiliza un término maravilloso: nibbana, nosotros lo conocemos como nirvana. Esta palabra proviene de un término sánscrito que significa, literalmente, “apagado”, como una vela. Entrar en el Nirvana es fundirse con esa Nada de la que hablan las tres estelas. La liberación de los deseos, de la conciencia individual y de la reencarnación. Nada permanece, salvo el Nirvana. Un taoísta nos diría lo mismo del Tao, un advaita lo mismo del Brahman. La concepción de la Nada como la energía del universo aparece hoy cobrando nueva fuerza con la física cuántica, la cual establece que, de existir Dios, lo más probable es que sea muy similar a lo que llamamos Vacío. No se trata únicamente de despojarse de ideas preconcebidas, prejuicios, bienes materiales o todo lo que se nos pueda ocurrir, sino el aprehender que no hay nada fuera de la Nada, o del Todo.

  
  


SALA 4. LA ACCIÓN
“Ni todo está dicho, ni todo está escrito,
y así habrá siempre que escribir hasta el fin del mundo”

Miguel de Molinos, místico español, fundador del quietismo (1628-1696)

El Mundo. En la última sala se abre en la pared un ventanal que nos permite ver la calle, es decir, el mundo. Un mundo que no hemos abandonado en ningún momento de nuestro viaje. “Vive en el mundo sin pertenecer al mundo”, parece sugerir Jesús, tal y como se recoge en Juan 15:19. Los pies en la tierra, la mente y el corazón en los cielos. Volvemos al simbolismo del árbol: no olvidemos las raíces. No nos encerremos en nosotros mismos, en nuestro alimento espiritual, y dejemos de lado el material. Seamos como Marta y María, las hermanas de Lázaro de Betania. El Espino. Colgada en la pared, una pieza de hierro obra de Daniel Canogar. Sirve de recordatorio de que el mundo está lleno de dificultades, que debemos superar. Sin embargo, la herramienta de dolor puede serlo también de trascendencia. Porque el mundo es el mismo de antes, pero nosotros ya no somos los mismos que cuando nos fuimos. Si el viaje místico ha sido realmente tal y nos ha servido, ocurrirá como en El Mago de Oz: somos Dorothy que queremos regresar a Kansas, la misma ciudad gris y aburrida de la que queríamos escapar al principio, pero nosotros sí hemos cambiado. Y de nuevo, la tierra volcánica. El interior de nuestro planeta, nuestro destino final. Nada ha cambiado, y todo lo ha hecho.

 
 

Y ahora, la conclusión. El centro en sí no está mal, la idea es interesante... pero podría ser mucho mejor. Es un centro único que en Europa que trata un tema universal en una ciudad que lleva la mística como sello, y cuando sales te quedas con la sensación de que sí, pero no. Falta algo. Se te queda corto. No está bien explicado. Claro, si te dedicas al estudio de la religión y la mística puedes aprovecharlo mucho, pero la gente que no, que son la mayoría de los visitantes de Ávila, se queda igual que estaba al entrar. Extrañada, a lo sumo. Creo que el Ayuntamiento debería dedicar más tiempo y esfuerzo a mantener este lugar vivo (cuando entré yo estaba prácticamente vacío, había otras dos personas). Yo también introduciría un fondo documental abierto al público donde se pudiesen consultar las grandes obras de místicos y místicas de todos los tiempos. Que artistas contemporáneos, como ya han hecho, sean invitados a interpretar esos textos y a crear algo con ellos, y que sus creaciones vayan variando a lo largo de los meses. Que se faciliten visitas guiadas donde personas cualificadas puedan explicar el fenómeno místico a todo el mundo y hacerle partícipe de su magia. Tal y como está ahora el museo, se abrió así y así se ha quedado, dando la sensación de estancamiento y abandono. Y la mística es algo vivo y vibrante, y también nos pertenece a los hombres y mujeres del siglo XXI. Tal como está parece que la mística murió en el siglo XVI. Y es una lástima.

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miércoles, 4 de septiembre de 2019

183. Estamos hechos de historias


Hoy quiero encabezar esto con una frase de Eduardo Galeano, que hoy cumpliría 79 años: "los científicos dicen que estamos hechos de átomos, pero a mí me ha dicho un pajarito que estamos hechos de historias."  Para los que nos dedicamos a la divulgación religiosa, esta frase no puede ser más cierta: las historias, la filosofía, la Biblia, los clásicos griegos, la simbología religiosa, la mitología y otras ciencias humanas hablan de los mitos y símbolos más antiguos al hombre y a la mujer de hoy. Toda persona se pregunta, en el fondo de su ser, por lo que han sido siempre los enigmas del ser humano, siempre enigmáticos, pero también eternamente necesitados de elaboración: la muerte, el amor, el sentido de la vida, la solidaridad, los comportamientos humanos irracionales...etc. Todas estas cuestiones se tratan en las religiones del mundo, y los relatos que han pervivido porque los contamos repetidamente es porque nos han marcado, porque nos los han enseñado de pequeños, porque los ha transmitido la sociedad, y todos ellos configuran nuestra manera de ver el mundo: son nuestra mitología. Lo maravilloso y terrible de estos relatos es que están abiertos a mil y una lecturas. Una tradición cabalística cuenta que cuando Dios entregó a Moisés la Torá le reveló miles de interpretaciones, una por cada uno de los hijos de Israel que estaba a los pies del Monte Horeb. La lectura histórica de la Torá afirma que los hijos de Israel son los judíos. La lectura mitológica de la Torá revela que todos los seres humanos somos los hijos de Israel, y que el Símbolo tiene un significado distinto para cada uno. Y lo más importante, que uno no anula al otro, sino que lo complementa. Uno puede ver en el relato de la creación de Eva la justificación teológica de la supremacía del hombre sobre la mujer, pero también puede ver la supremacía de la mujer sobre el hombre (Eva fue el último elemento de la Creación, un perfeccionamiento del hombre) o también que en realidad el hombre y la mujer son iguales ante Dios (en tanto que Adam en hebreo significa "hombre" en el sentido de "ser humano", no de "varón", lo cual es ish; algo parecido a lo que ocurre en griego con anthropos y aner). Los relatos mitológicos tienen muchas lecturas, pero una esencia. Lluís Duch, antropólogo y monje de Montserrat, decía que la vida humana es a menudo paradójica, una conjunción entre la razón (la lógica, el concepto, el análisis) y el mito (la intuición, la imagen, la narración): la vida es logomítica. Y parte de la salud psíquica consiste en equilibrar estas dos dimensiones. 

La frase “más Platón y menos Prozac” tiene algo de verdad: necesitamos filosofía, pero también conocer y estudiar los mitos, para poder encontrar guías para entender y digerir lo que nos pasa. Los mitos y los símbolos nos ayudan a elaborar lo que nos hace daño, lo que a veces queda recluido en el cuerpo en forma de dolores psicosomáticos, insomnios, vacíos existencial. Los mitos son cuentos universales, o expresiones del inconsciente colectivo (como diría C.G.Jung) que nos trasmiten el saber intuitivo que han forjado las civilizaciones a lo largo del tiempo, y a la vez son “transformadores” de energía psíquica. Por esto una poesía, un cuento, un mito, o un relato bíblico, pueden cambiar nuestro humor, e incluso, nuestra manera de vivir. Pero también es necesario un estudio crítico del mito, porque dentro de esta sabiduría que se nos transmite, también pueden estar mezclados prejuicios culturales, pensamientos mágicos arcaicos, defensas sociales agresivas... Por ese motivo es tan útil hacer una interpretación a través de una crítica de las ideologías. Y cuando hablamos de mitología tenemos que hablar también de la Biblia. Eliminando el sentido peyorativo que tiene la palabra “mito” de narración falsa, hemos de descubrir como muchos pasajes bíblicos usan el género literario mítico para expresar su mensaje. 

Es muy interesante cómo el Tanaj, la Biblia y el Corán no son sólo Sagradas Escrituras (y cuentan, por tanto, con un carácter testimonial para las religiones), sino que son además literatura y creadoras de literatura, de otros mitos, de arte. El literato canadiense Northrop Frye (1912-1991) calificó la Biblia como el código de la cultura occidental; en ella encontramos los grandes relatos que han configurado nuestra imagen colectiva desde hace milenios. Para él, es necesario distinguir la mitología de la ideología, los relatos míticos son manifestaciones de las vivencias existenciales humanas, apuntan a las posibilidades de desarrollo. La ideología, en cambio, es un discurso que nos dice que ya estamos en el mejor de los mundos posibles, que lo que es necesario es conformarnos, no soñar; por eso son más necesarios los relatos míticos que los discursos ideológicos. Jung decía que el ser humano, en su primera parte de la vida, estaba destinado a esforzarse por encontrar un lugar en la sociedad (trabajar, formar una familia, participación social, etc.) En la segunda parte de la vida, en cambio, era necesario que el individuo se abriera a la espiritualidad (en el sentido amplio) para encontrar un sentido a la vida, si no quería caer en algún tipo de “neurosis obsesiva”. 


miércoles, 28 de agosto de 2019

182. El culto negro de Almería

Este verano volví después de muchos años a Almería, a reencontrarme con parte de mi familia y a descubrir algunos de los secretos que esconde la ciudad. Y, aparte de la extraordinaria Alcazaba y la presencia con la que se deja sentir Al-Ándalus, he encontrado un punto interesante en el "culto negro" de esta ciudad. Y cuando digo esto me refiero a sus dos advocaciones más importantes: el Cristo de la Escucha y la Virgen del Mar. Dos tallas negras, y ya se sabe, donde hay culto a figuras negras, hay algo interesante...


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Empecemos por el Cristo de la Escucha. No se trata sólo de una de las imágenes más veneradas de la capital almeriense, sino también de toda la provincia. Empecemos, como siempre, por lo que dice la leyenda (ya que siempre esconde posos de verdad). Se dice que tras la reconquista cristiana de la ciudad en 1489, una familia de cristianos viejos ocupó la casa de unos moriscos. Esta familia, y todas cuantas ocuparon el inmueble después de ella, todas ellas no paraban de oír la palabra "¡Escucha!", por lo que derribaron la pared de la que parecía provenir aquella extraña voz. Una vez derribada la pared y el tabique fue hallada esta imagen, que denominaron Santo Cristo de la Escucha.

Lo más seguro es que la llegada de esta imagen a Almería habría tenido lugar entre 1147 y 1157, cuando la ciudad estaba siendo tomada por las tropas de Aragón, Génova y Pisa, que se había aliado con el rey Alfonso VII para intentar recuperar la ciudad de manos musulmanas. Tras 1157, cuando la ciudad volvió a ser conquistada por los musulmanes, la imagen habría permanecido oculta emparedada durante tres siglos para protegerla de una segura destrucción, siendo encontrada por casualidad mientras se derribaba una casa tras la reconquista cristiana. La pregunta es evidente: ¿cómo llegó esta escultura en primer lugar a manos de Alfonso VII? ¿O llegó a tierras andaluzas de mano de tropas genovesas o pisanas? Veamos, lo que más nos puede facilitar información es el hecho de que el Santo Cristo de la Escucha es un Cristo Negro. Es muy interesante porque, si bien es algo medianamente habitual en Centroamérica, su origen no es en absoluto común y tiene lugar en España. Concretamente en Cáceres, donde aún hoy existe la Cofradía del Cristo Negro, un crucifijo que se sacaba en procesión durante las epidemias de peste o las sequías, y sobre el que corren numerosos rumores, entre los cuales destacan dos: aquellos que miren a ese Cristo a los ojos sin fe verdadera serán muertos en el acto, y quienes le toquen sin antes rezar el Padrenuestro, también morirán inmediatamente. Es, en definitiva, un Cristo de muerte para combatir la muerte. Y esto me recuerda poderosamente a Osiris. ¿Quién sabe si el origen del Cristo Negro no habrá que buscarlo en el culto a Osiris que trajeron los romanos a la península? Después de todo, no podemos olvidar que existió un templo de Isis en Itálica (provincia de Sevilla) y otro en Baelo Claudia (provincia de Cádiz), cuyos restos se conservan. Personalmente, me inclino por esta hipótesis: el origen del Cristo Negro hay que buscarlo en el culto a Osiris, un dios a la vez de la vida y de la muerte, a la que a veces se le representaba con la piel verde y, otras veces, con la piel negra. 

Además, la escultura original del Santo Cristo de la Escucha, de estilo gótico, tristemente fue destruida durante la Guerra Civil, por lo que en 1941 fue sustituida por la actual imagen, obra del polifácetico artista almeriense Jesús de Perceval, que al parecer la realizó sin ningún dinero a cambio debido a la devoción que le profesaba a la anterior imagen. Y este Jesús de Perceval fue figura clave del movimiento indaliano surgido en la década de los 40. Este movimiento se inspiraba en las raíces de la tierra consideradas desde una perspectiva global, ensalzando el carácter ancestral, mágico y espiritual de las culturas del sureste peninsular, resumido éste en el indalo, símbolo de las civilizaciones prehistóricas, y en la presencia en la región de San Indalecio, uno de los primeros evangelizadores de Iberia, símbolo a su vez de la espiritualidad cristiana. El uso del pensamiento mágico y simbólico encaja perfectamente con la historia del origen del Cristo Negro que planteamos aquí.


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Si el Hijo aparece en Almería con la piel negra, su madre no puede ser menos: la advocación más importante de la ciudad es la Virgen del Mar, una virgen negra. Patrona de la ciudad, que la comparte con Santander. Dos vírgenes negras, una al sur y otra al norte, vinculadas con el mar. Otra, en el centro peninsular (la de la Almudena/Atocha, pues en realidad es la misma, seguramente diferenciada por los cultos de verano/invierno) es el centro de la balanza. Pero volvamos a la Virgen del Mar de Almería. Su talla, de finales del siglo XV, se encontró en Torregarcía, donde en el siglo XX se levantó una ermita a la que se marcha el segundo domingo de enero en romería. La talla de la Virgen está realizada en madera de nogal, en estilo gótico, con el Niño en brazos y la corona formando un solo bloque. Es una lástima que la hayan vestido y coronado tan aparatosamente en el siglo XVII, pues en su sencillez debe ser realmente hermosa. 

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La Virgen fue encontrada en la playa de Torregarcía, en Almería, en 1502. Cuenta la tradición que, al alba del 21 de diciembre de 1502, los guardas de la torre García, mientras hacían su turno de vigilancia de la costa, vieron surgir de las aguas un torbellino de luces que ascendía del fondo del mar y cuyos destellos parecían dar cobijo a una extraña silueta igualmente resplandeciente. Según dijeron luego, la aparición de aquella figura iba acompañada de una extraña luminaria y de otras señales misteriosas y extraordinarias. Desde lo superior de la torre, los vigías percibieron cómo la misteriosa imagen iba acercándose despaciosamente a la playa rozando las olas del mar, sin vaivenes ni paradas, como viajero consciente de que encamina sus pasos a un lugar ya determinado. La imagen refulgente rebasó la línea que lamían las aguas, penetró unos cuantos pasos playa adentro y se quedó fija sobre la arena.

Uno de los guardas, que respondía al nombre de Andrés de Jaén, se sintió atraído por el maravilloso resplandor y determinó bajar de la atalaya y acercarse a ver qué era. Un tanto temeroso, fue aproximándose aquel buen hombre al lugar de donde procedían los fulgores. Su fe cristiana ya había suscitado en él el presentimiento de que se trataba de algo piadoso y sobrenatural. Y, con el ánimo sobrecogido por esta idea, se acercó al foco luminoso y pudo constatar que se trataba de una imagen de la Virgen María, la cual llevaba en sus brazos la de su divino Hijo. El sorprendido vigilante examinó detenidamente la talla y halló en ella evidentes señales de haber pertenecido a algún navío, cosa que corroboró al descubrir que tenía una fuerte argolla de hierro en la parte posterior. Este aro de hierro ya oxidado le hizo pensar que podía haber estado sujeta en el altar o a la proa de alguna embarcación como muestra de devoción y piedad, para alcanzar, por intercesión de la Virgen, la protección divina en la cotidiana lucha de los marineros contra las borrascas y los peligros del mar. No paró en esto lo sorprendente del caso. En el mismo sitio en donde la sacra imagen se había posado, en aquel sitio yermo por su salinidad y próximo a las aguas marinas, empezaron a brotar espontáneamente unas cuantas matas de lozanas y fragantes azucenas hasta formar una suerte de pequeño oasis en aquella arena.


La talla está fechada en el siglo XII, y la iglesia que la alberga (la Basílica de Nuestra Señora del Mar) se alza donde antiguamente se encontraba una mezquita. Así que con esto me surgen varias dudas. Primera, ¿qué motivos podía tener un navío para escoger como devoción particular precisamente una virgen negra? El mito de que matojos de azucenas empezaron a crecer sin control en la playa es un claro eco de la fertilidad de la Diosa, cristianizada en la virgen negra. Pero, ¿por qué elegir el lugar donde se encontraba la mezquita y no otro para levantar la basílica? ¿Quisieron aprovechar ese terreno sagrado en vez de buscar otro o es que en realidad el culto a la Diosa nunca se movió de allí? Demasiadas preguntas sin respuesta respecto a la virgen negra. Una cosa es segura: la Virgen del Mar es objeto de muy profunda devoción entre los almerienses. Como antaño, la Diosa ha encontrado un lugar en el corazón de sus fieles.

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miércoles, 17 de julio de 2019

179. En el cristianismo primitivo, casi nada es lo que parece

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De las catorce cartas que componen el "corpus paulino", hay siete que son apócrifas, o con casi total seguridad, pseudoanónimas. No fueron escritas por Pablo de Tarso, sino por sus seguidores, con mentalidades diferentes a las del maestro. Las siete auténticas - 1 Tesalonicenses, Gálatas, 1 2 Corintios, Filipenses, Filemón y Romanos - presentan una imagen de Jesús que solo atiende a dos hechos de su vida, su muerte y resurrección, siendo el segundo algo no comprobable históricamente sino adscribible al ámbito de la fe. La imagen de Jesús de Pablo poco tiene que ver con la realidad de lo que fue históricamente el Nazareno, ya que une a este personaje la idea, pura teología judía, de que fue el mesías prometido, pero un mesías con características especiales, adoptado como hijo de Dios, cuya apoteosis al ámbito de lo divino se produjo totalmente solo tras su muerte y resurrección. Según la doctrina del Pablo auténtico, este mesías celeste, hijo de Dios, fue enviado al mundo no solo para redimir a los judíos, sino también a todos los seres humanos, es decir, a los gentiles y paganos que abandonaran el culto a los dioses falsos y lo aceptaran como mesías salvador. Por tanto, no solo es el salvador de los judíos, sino de la humanidad entera, al menos potencialmente. El fin del mundo estaba totalmente cercano, según Pablo, ya que la aparición del mesías supondría el fin de la historia. En muy pocos años, en vida del mismo Apóstol (1 Tesalonicenses 4) se acabaría el mundo, y todos los fieles al mesías, tras un juicio rápido de todas las gentes, irían al cielo para estar con él y con Dios Padre por siempre jamás. El reino de Dios terrenal que había predicado el Jesús terreno quedaba así transmutado en un reino puramente celestial. Una buena parte de estas novedosas ideas del maestro Pablo fueron conservadas por el cristianismo inmediato, y el que siguió hasta hoy. Pero este punto de vista poco tiene que ver con la mentalidad del Jesús de la historia. No hay una relación de continuidad entre Pablo y el Jesús histórico, como se pretende.

Pablo tampoco pretendió fundar religión nueva alguna, sino interpretar el judaísmo a la luz de la venida del mesías, tal como él la entendía, y su repercusión en la salvación de algunos paganos. Estos complementarían el número de elegidos para salvarse, que eran ante todo judíos. Los gentiles no eran más que un injerto de oleastro en el cuerpo del Israel auténtico, el olivo verdadero.

Nada sabemos de cierto de algo tan importante como fue la construcción de un canon, o lista, de los libros sagrados del cristianismo primitivo, aunque este fue el primer y definitivo paso para la constitución del nuevo movimiento - en principio una rama del judaísmo pluriforme del siglo I d.C. - en una religión diferente. Por muy extraño que parezca, la Iglesia no ha dejado documento alguno que nos explique este proceso.

Tampoco sabemos cuáles fueron los criterios que impulsaron o ayudaron a la formación de tal canon, ni qué personaje, o iglesia importante, inició el proceso ni cómo fue su desarrollo. Lo que sí es cierto es que no fue precisamente la inspiración divina de un escrito lo que motivó su canonización (ya que en el cristianismo primitivo abundaban los profetas y, por tanto, sus posibles obras estaban igualmente inspiradas). El soplo del Espíritu en la confección de un escrito que sirviera de guía al grupo cristiano era indispensable, pero esa no fue la motivación, sino probablemente el que los escritos procedieran de algún modo, vía directa o indirecta, de los apóstoles (o se creyera que así era); que en conjunto estuvieran de acuerdo con una cierta "regla de la fe", de gran componente paulino sin duda; y que tuviera el refrendo de ser leído en las lecturas dominicales de los oficios litúrgicos de las iglesias importantes.

Pero lo que sí es totalmente cierto es que hasta hoy en día los diferentes cristianismos no se ponen de acuerdo en el número de obras que componen la Biblia completa, Antiguo y Nuevo Testamento. Los judíos y protestantes rechazan como canónicos los libros 1 y 2 Macabeos, Eclesiastés, Judit, Tobías, Sabiduría, Baruc, Epístola de Jeremías. La iglesia abisinia acepta como canónicas cuatro obras más: el Sínodo (colección de cánones, plegarias e instrucciones), Clemente (un libro de revelaciones de san Pedro a Clemente), el Libro de la Alianza (que contiene ordenanzas eclesiásticas y un discurso de Jesús a sus discípulos tras la resurrección) y la Didascalia o Disposiciones eclesiásticas. La iglesia armenia no aceptó el Apocalipsis de Juan hasta el siglo XII, y aún hoy - aunque relegada a un apéndice - se venera como canónica la 3ª Epístola de Pablo a los corintios, derivada de los Hechos apócrifos de Pablo y Tecla.

Y por último nada sabemos de cierto acerca de la existencia en el cristianismo primitivo de una "iglesia petrina", unificada y unificante en torno a su figura, como el elemento que reunió en torno a sí a los más diversos cristianismos, y en concreto a los paulinos, un tanto "exagerados" en su teología, como debía de opinarse. Que es así se muestra con cuatro argumentos:

1. La estructura del Nuevo Testamento, desmiente la idea de una iglesia petrina, ya que está formada en torno a los Evangelios (todos de influencia paulina) y de la figura de Pablo.

2. Carecemos de textos suficientes para sustentar la existencia de una teologís particularmente petrina, y menos aún con esa fuerza atractiva y aglutinante que se le atribuye.

3. No tenemos más pruebas estrictas sobre un intento de unificación e institucionalización que el que parte de las iglesias paulinas, en especial las Cartas comunitarias, paulinas, que dan toda la impresión de haber fagocitado los restos de cualquier otra subdivisión del primer cristianismo.

4. La gran iglesia comienza a formarse de verdad con las ideas mostradas con claridad por el autor de los Hechos de los apóstoles - obra compuesta bastante más tarde que el evangelio de Lucas, quizás entre 110-120, y quizás por un discípulo muy cercano al tercer evangelista - acerca de la necesaria unión de la primitiva iglesia. Ahora bien, los Hechos son, a pesar de que omita conscientemente evocar la correspondencia de Pablo, una obra netamente paulina.

Lo dicho no son más que botones de muestra, aunque ciertamente los más importantes. No es, pues, exagerado afirmar, desde el punto de vista de hoy, que "en el cristianismo primitivo, casi nada es lo que parece." 


Segunda parte del artículo de Antonio Piñero, catedrático de filología griega 
(emérito) de la Universidad Complutense de Madrid aparecido en la revista 
 Claves de Mayo/Junio de 2019, número dedicado a la Religión

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