Extractos de una conferencia de Emmanuel d'Hooghvorst sobre Pitágoras y su doctrina,
una sabiduría secreta que precisamente se fundaba en el silencio.
Con fotografías de la basílica pitagórica de Roma.
Edición de Marcvs Espinel
"Escucha, serás sabio. El comienzo de la sabiduría es el silencio"
Pitágoras de Samos
En agosto de 1955, Emmanuel d'Hooghvorst pronunció una conferencia en Bruselas sobre Pitágoras y el pitagorismo que, por su extensión, es imposible publicar completa. Por eso presentamos algunos fragmentos de la misma que en el año 2010 aparecieron publicados en la revista "Le Miroir d'Isis". Acompañamos las palabras de D'Hooghvorst con unas imágenes de la famosa basílica neopitagórica de Roma que data del comienzo de la era cristiana y que precisamente ahora y sólo durante unos meses se puede visitar.
El conferenciante comienza situando la figura de Pitágoras y se refiere a algunos de los rasgos más importantes de su escuela, como por ejemplo el famoso silencio pitagórico y, sobre todo, a la relación del pitagorismo con el culto a Apolo y con el oráculo de Delfos:
"Se han atribuido muchas cosas a Pitágoras. Hay que reconocer que a menudo se le ha
interpretado, y ello en el peor sentido del término. Algunos, a causa de sus trabajos
matemáticos, lo han considerado un sorprendente precursor de la ciencia moderna; otros lo han
convertido en un apóstol de lo que los teósofos llaman la transmigración de las almas, o se han
sentido impresionados por su amabilidad hacia los animales y su régimen. Otros más, (lo
conocen) por las leyes sobre la armonía, ya sea esta moral, cósmica o arquitectónica..."
"Y yo me pregunto, señoras y señores, si muchos entre ustedes no se habrán sentido atraídos
por el pitagorismo simplemente por su silencio. Existe un proverbio que dice que "el silencio es
oro", y deberán admitir que las verdades más profundas de la filosofía se ocultan a menudo de
los lugares comunes y las conversaciones corrientes. Y así llegamos al núcleo del asunto del que
deseaba hablarles, pues saben que el esoterismo, es decir, "el interior" del misterio de la vida se
expresa siempre por el silencio..."
"Pues, ¿quién no recuerda a los acusmáticos pitagóricos, la escuela de silencio a la que cada
discípulo debía someterse durante años, cinco según Jámblico, antes de que se le autorizara a
hablar? Y en relación a la Orden que fundó en Crotona, Pitágoras estableció la siguiente regla
(seguramente una regla de oro): "No se debe hablar de los asuntos pitagóricos sin luz". Este
acusma resulta sorprendente si se reflexiona sobre su significado. Pronto volveremos a él..."
"Pero, ¿quién era este Pitágoras del que nos ocupamos? Un nombre muy extraño para ser el hijo
de Mnesarco, el herrero de Samos, un nombre tan extraño que incluso nos preguntamos si no
fue un nombre prestado, tanta es la semejanza con el rol que este personaje parece haber
interpretado. Pitágoras en realidad quiere decir "el que emite el verbo pitio", o "el verbo de
Apolo" y, de aquí, "el profeta apolíneo". ¡Un nombre extremadamente curioso, en efecto, para
un herrero!, que seguramente no simplificará las ideas que tenemos sobre su personalidad
mortal y temporal de este mundo."
"Además, el pitagorismo parece haber estado en estrecha relación con Delfos, que cumplía la
función profética para la nación griega. Se acordarán del pasaje del catecismo de los
acusmáticos que cuenta Jámblico (Vida de Pitágoras 18,82): "¿Qué es el oráculo de Delfos?
Respuesta: Es la Tetraktys, que es la armonía en la que viven las sirenas." Es allí, pues, donde
se debe situar el pitagorismo, presentado a partir de su simbolismo más conocido, la Tetraktys.
En lo que podríamos denominar el culto o la religión oficial de Grecia, el gran centro del
Mediterráneo oriental era el oráculo de Delfos. De este modo hemos establecido uno de los hechos
más importantes: la escuela pitagórica estaba en relación con el culto a Apolo, el profeta pítico
de Delfos..."
"Con el oráculo de Delfos, y especialmente con Apolo, nos situamos en el corazón de la mitología griega, misteriosa impenetrable, y siempre traicionada por los comentadores modernos. Toda
clase de explicaciones se han dado respecto a ella: una supuesta ficción poética, inventada para
un público infantil, llena de imaginación y fantasía para explicar los cambios de las estaciones, la
salida y la puesta del sol, el crecimiento y el decrecimiento de la luna, la germinación del trigo y
de la viña. Un pueblo infantil, quizá, posiblemente poético y ciertamente imaginativo, pero en
cualquier caso, ¡mucho menos estúpido que los mitólogos modernos con sus explicaciones!..."
"Lo que parece cierto es que la mitología se refiere a una serie de realidades extrañas al hombre
moderno, completamente apartadas de su cerebro y de las que incluso ha perdido todo
recuerdo. Esto significa que la mitología habla del mysterium magnum, de la regeneración física
de la naturaleza. Debemos fijarnos en que los mitólogos oficiales han rehusado siempre, de
modo sistemático y obstinado, tomar en consideración las explicaciones de los que, en Europa,
hasta finales del siglo XVIII, se han reivindicando, si bien discretamente, como los continuadores
y los herederos de los sabios de la Antigüedad. Me refiero a los filósofos herméticos cristianos
tales como Maïer, Fabre, Pernety, etc."
"Y, ¿qué dice la mitología respecto a Apolo? Vamos a recordarlo rápidamente. Leto era la hija de
Cronos, Zeus se enamoró y tuvo relaciones con ella. Hera, su esposa celosa, envió a la serpiente
Pitón contra Leto, quien, a fin de escapar de su picadura mortal, huyó y durante mucho tiempo
erró por tierras y mares. Por fin desembarcó en la isla de Delos, que aún no había sido fijada.
Poseidón, que hasta aquel momento había jugado con ella, la fijó en medio de las corrientes y
Leto alumbró primero a Artemisa que después hizo de partera para con su madre y la ayudó a
dar a luz a Apolo, su hermano gemelo. Cuando hubieron crecido, Apolo mató a Pitón con sus
flechas, de donde proviene el nombre de "Pitio". La etimología nos enseña que Leto, en griego,
evoca algo oscuro, oculto, nocturno, negro. Leto es, en cierto modo, oscura y está oculta sobre la
tierra. Es también virgen y podría decirse que es una hija del tiempo pues Zeus, según su raíz
Dieus (origen de la palabra "Dios"), quiere decir cielo brillante y día."
"El matrimonio de Zeus y Leto es, en cierto sentido, el matrimonio del cielo y la tierra. Después
de la boda, Leto erra por todas partes, por tierras y mares, hasta que llega a Delos, que
Poseidón fija para ella (este detalle no es de poca importancia). Delos proviene del griego "deloo" ('mostrar'); Artemisa y Apolo nacen en Delos, es decir, en la manifestación de las cosas ocultas.
Artemisa, nacida en primer lugar, a menudo fue denominada por los griegos como "Hemerasia"
que significa 'luz-del-día', o, en otras palabras, la luz nueva nacida de la mañana. Ella es la que
ayuda a su madre a dar a luz a Apolo, el sol divino."
"Todo ello nos permite avanzar una plausible suposición para explicar el acusma
al que nos hemos referido antes: "No se debe hablar de los asuntos pitagóricos o píticos sin luz." Hay que
abstenerse de hablar del verbo profético o de cosas parecidas, en tanto que la oscuridad no se
haya clarificado, en tanto que la luz virgen de Artemisa no haya sido proyectada en aquellos en
los que poco antes todo era oscuro..."
A partir de este momento, Emmanuel d'Hooghvorst va a tratar de esta nueva luz que en las antiguas culturas tradicionales recibió el nombre genérico de sabiduría. Para ello, empieza examinando su sentido en el antiguo Egipto y en los libros sapienciales del pueblo judío, para finalizar descubriéndola en la mitología griega, personificada en la figura de la diosa Atenea. El conferenciante dice así:
"Sólo existe un punto en el que todos los filósofos e historiadores de la Antigüedad están de
acuerdo: todos sitúan el origen de su iniciación sagrada y de su sabiduría en la sagrada tierra de
Egipto, llamada también la tierra de los dioses, proyección del cielo sobre la tierra.
Les recuerdo que en todo lo que conocemos que nos ha llegado desde la Antigüedad parece
existir siempre un doble sentido, una expresión clara y vulgar que oculta y vela un significado
secreto, relacionado con una serie de realidades tangibles pero cuya naturaleza nos es
desconocida en la actualidad.
Plutarco en su Isis y Osiris nos dice que la tierra de Egipto es negra y se denomina
Kemia (origen de la palabra alquimia), y que (simbólicamente) es Osiris. Esta tierra está
irrigada, cubierta y fertilizada por el Nilo celeste, llamado Isis, y que de su unión se engendra
Horus, el de la mirada estable. Esta tríada, Isis-Osiris-Horus se parece mucho a la tríada Zeus-
Leto-Artemisa/Apolo. Lo que dicen los griegos de que su sabiduría viene de la tierra de
Egipto podría tener un sentido oculto, como si cada uno de ellos se hubiese llevado una porción de
dicha tierra, si esto fuera posible...
Existe, no obstante, otra tradición que tiene su origen en Egipto y que dejó numerosos
testimonios escritos a los que podemos recurrir en busca de información. Es la tradición hebrea:
Moisés venía de Egipto y fue iniciado en sus templos, con la diferencia de que los judíos dejaron
Egipto como unos hijos ingratos, que despojan a sus padres (antes de marchar). Si hacemos
una breve incursión en los libros sapienciales del Antiguo Testamento veremos si podemos
encontrar algo que arroje luz sobre nuestro asunto. Para empezar nos encontramos con una figura de la
sabiduría cuya grandeza domina toda la Biblia: se trata de Salomón... célebre, además, por su
amor a la Sulamita, cuyo sentido no es otro que el femenino de Salomón. Podemos llamar pues
a la Sulamita, su alma gemela, exactamente lo que Isis era para Osiris. Y la Sulamita también
era negra, "soy negra pero bella, no miréis tez oscura, es el sol que me ha quemado".
Un gran número de libros sapienciales se atribuyeron ya fuera acertada o erróneamente a
Salomón, a excepción del Eclesiastés, porque en éste, mucho más que en cualquier otro, se
refiere a la sabiduría y a los medios para adquirirla. Y, al leer estos libros, nos acordamos del
modo en el que Salomón, en una célebre plegaria, se gira hacia Dios y le implora su sabiduría."
He aquí un fragmento del Libro de la Sabiduría, al que se refiere Emmanuel d'Hooghvorst: "Dios de los padres y Señor de misericordia, que con tu palabra hiciste todas las cosas, y en tu sabiduría formaste al hombre para que dominase sobre tus criaturas, y para regir el mundo con santidad y justicia, y para administrar justicia con rectitud de corazón. Dame la sabiduría que se asienta junto a tu trono y no me excluyas del número de tus siervos, porque siervo tuyo soy, hijo de tu sierva, hombre débil y de pocos años, demasiado pequeño para conocer el juicio y las leyes. Pues, aunque uno sea perfecto entre los hijos de los hombres, sin la sabiduría, que procede de ti, será estimado en nada... Contigo está la sabiduría, conocedora de tus obras, que te asistió cuando hacías el mundo, y que sabe lo que es grato a tus ojos y lo que es recto según tus preceptos. Mándala desde tus santos cielos, y de tu trono de gloria envíala, para que me asista en mis trabajos y venga yo a saber lo que te es grato. Porque ella conoce y entiende todas las cosas, y me guiará prudentemente en mis obras, y me guardará en su esplendor". (Sb 9,1-6-9-11). D'Hogghvorst comenta estas palabras del modo siguiente:
"Dame la sabiduría que se sienta junto a tu trono. Según la doctrina cabalística, se puede
buscar el trono de Dios, cerca del cual se encontrará también a la sabiduría, sobre el
firmamento, en los cielos empíreos llamados Shamaim. Es una región que brilla y refulge de un
fuego puro y supraesencial. De Shamaim procede Hokmael, el espíritu de la sabiduría divina,
que ilumina a los hombres piadosos que le invocan.
La sabiduría está descrita como el medio para alcanzar todas las cosas, como el pensamiento
mismo de Dios, que a veces desciende a la tierra para iluminar a los hombres piadosos, para
guiarlos en sus acciones y asistirlos con su consejo. Se dice también que sin ella el hombre no
puede hacer nada para resultar agradable a Dios.
Volvamos ahora al helenismo y al pitagorismo, encontramos en ellos dos símbolos mitológicos
que arrojarán luz sobre nuestro asunto. En su Tratado sobre los ídolos, Porfirio nos dice, entre
otras cosas, que Hefaistos era hijo de Zeus y que habitaba con él en el Olimpo (de lampao,
'brillar'). Pero un día su padre se encolerizó y lo precipitó a la tierra. Desde entonces Hefaistos
necesita de un soporte para andar, necesita de la leña, es decir, de la materia; cojea, se volvió
feo, pero es el herrero universal. En secreto, en las profundidades del Hades (lo contrario de la
isla de Delos), forja todo aquello que con el tiempo se materializará. Hay mucho que decir
respecto a eso, en particular sobre la historia de Pitágoras, que justamente fue iniciado en una
forja, y formado su oído bajo las leyes de la armonía. Una célebre sentencia pitagórica dice:
"Escuchad la voz del fuego"
D'Hooghvorst se refiere después a los estucos de la basílica pitagórica de la Porta Maggiore, descritos por Carcopino, entre los que se encuentra uno con un personaje mitológico central al que el autor va a dedicar el final de su exposición. En el estuco se representa a Ulises y ante él, sentada, aparece una mujer que Carcopino identifica como Helena, pero que según el criterio de D'Hooghvorst sería la diosa Palas, pues según dicho autor: "Es imposible separar a Ulises de Palas Atenea, la consejera, la tutora, la divina protectora que al final le asegura el completo triunfo sobre sus tribulaciones." Palas representa la sabiduría pitagórica y D'Hooghvorst explica lo que sigue respecto a esta diosa:
"¿Quién era Palas? Se acordarán de que nace armada del cerebro de un Zeus parturiente. Ella es
pues el pensamiento mágico de Dios. Estaba con él antes del nacimiento del mundo. Homero
(que siempre ha sido estudiado por la belleza de su poesía y nunca por su sabiduría), a veces la
hace descender del Olimpo para instruir y aconsejar a los mortales por los que siente afecto.
Palas parece derivar de palakis que sin ninguna intención peyorativa significa "concubina", así como también "sacerdotisa" y "virgen". La sabiduría, como sucede con Salomón, consiste en
ganar su amor, en recibirla de Dios, su Padre, y unirse a ella en un casamiento virginal. Palas es fiel a sus afectos. Muestra a sus escogidos las realizaciones de Dios, su Padre, el modo en que
el mundo fue hecho. Les guía en sus acciones para que no estén abandonados en la tierra, y los
vuelve inmortales.
A ella aluden las siguientes rimas doradas: "Son de raza divina, estos hombres mortales/a los
que la naturaleza sagrada revela todas las cosas." Si Palas os es propicia, dice Khunrath en su
Anfiteatro de la eterna Sabiduría , entonces: "Como Ulises entraréis en la caverna de los
Cíclopes, y si descendéis al Hades, saldréis de allí sanos y salvos. Si os acercáis a los Lotófagos y
a Sirtes, volveréis de allí con toda seguridad. Si bebéis de la copa de Circe no os cambiará. Si
navegáis cerca de Escila no os engullirá. Si oís a las sirenas, no os dormiréis, al contrario, seréis
los jueces de todos." Únicamente este hombre, me parece, puede calificarse en el sentido
pitagórico del término como un verdadero filósofo.
Y para concluir, les invito a meditar sobre esta inscripción que, según Plutarco, se podía leer en
el frontón del templo de Palas en Sais: "Soy todo lo que fue, todo lo que será y todo lo que es, mi velo jamás ha
sido levantado por ningún mortal. El fruto de mi seno fue el sol."
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