viernes, 29 de enero de 2016

3. ¿Por qué este fondo? Platón y el mito de la caverna

Buenos días a todos. Estoy aquí otra vez para seguir escribiendo cosas hasta que me harte de esta pantomima y de mí mismo y cierre esto, pida perdón y me entregue a las autoridades. El tema de hoy va a rondar sobre un asunto que me han comentado varios de mis lectores: el fondo del blog. ¿Por qué es como es? Cualquier experto de marketing me diría que mu blog no cumple con el atractivo necesario para incrementar las visitas debido a que es todo negro a excepción de esas llamas que he puesto al fondo. Me han dicho que le da un aspecto un poco siniestro y casi inquisitorial. Bueno, es posible que mucha gente lo vea así. Sin embargo, el motivo fundamental por el que he elegido este diseño para el blog está directamente relacionado con esto:


"Ésto" es una representación gráfica del Mito de la Caverna, relato que nos regala Platón en el Libro VII de su República. Si estudiaste, y sé que lo hiciste, filosofía en el instituto, sin duda lo conocerás. Debemos tener mucho cuidado con el término “mito”. Las universidades están llenas de seminarios y cursos vacíos de mitología e iconografía que sólo parecen aptos o que están al servicio de unas pequeñas minorías. Y esto a mí no deja de sorprenderme, pues al final todo se resume en esto: la mitología es un conjunto de relatos simbólicos. El símbolo apela a un tipo de sensibilidad, a un proceso de la información (pensamiento) y al regreso de esa información. ¿Qué significa esto? La mitología conforma lenguaje. Un lenguaje muy concreto: el poético, el metafórico, el simbólico. Por todos es sabido que el ser humano necesita completarse: ésa es la gran metáfora, el gran símbolo que todos padecemos. Parece ser que, para completarnos, el ser humano necesita ese tipo de pensamiento/lenguaje, el lenguaje simbólico, metafórico, poético. Es necesario que ese tipo de pensamiento tenga un sitio dentro de nuestra educación, de nuestra sociedad desde la niñez. ¿Por qué? Porque sólo a través de ese tipo de pensamiento se puede alcanzar la experiencia de ciertos conocimientos o de ciertas sabidurías, y por tanto alcanzar el Conocimiento único. Es decir, cuando hablamos de mitos estamos hablando de una necesidad vital, estamos hablando de alcanzar la plenitud del propio ser humano. Por eso no debemos entender la mitología como “un puñado de cuentos y leyendas”, sino que son un complejo programa simbólico que nos conecta con lo trascendente. Es nuestra historia y debería ser nuestra meta. Ahora bien, la cumbre de esta mitología entendida como programa simbólico es el famoso Mito de la Caverna. Este mito no es sólo una metáfora de la teoría del conocimiento de Platón, que es como se la sirven a los sufridos estudiantes de Bachillerato en Filosofía. Que está bien, porque por lo menos lo saben, pero no es solo eso. Porque de hecho Platón en este relato no cierra ni tampoco explica las cosas: las interpretaciones de un símbolo son infinitas, porque el símbolo nos religa con algo transcendente, y lo trascendente tiene infinitas interpretaciones para cada uno. Un símbolo jamás se conoce completamente, no se sabe completamente. Hay que convivir con ese símbolo porque constantemente se actualiza y nos revive una información, del tipo que sea (emocional, mental, espiritual, corporal) necesaria para algo. Si el mito no se actualiza, si permitimos que quede anclado en un momento concreto y que transmita un solo tipo de información, perderemos el sentido del símbolo como enlace a lo trascendente. Queda claro que el Mito de la Caverna no es sólo una teoría del conocimiento, ¿verdad?


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Para aquellos de nuestros lectores que tengan Historia de la Filosofía algo oxidado repasemos, brevemente, lo que cuenta el mito de la caverna. Nos dice Platón que había una caverna, y en esa caverna estaban unos hombres encadenados, por los tobillos y por el cuello, de espaldas a una pared. No veían la pared, sólo veían el muro de la caverna delante de ellos. Detrás de la pared (y de ellos mismos) pasaban unos hombres y mujeres que llevaban unos objetos sobre sus cabezas, y detrás de ellos les iluminaba un fuego. Ese fuego proyectaba una luz sobre los objetos que movían esas personas, proyectando las sombras de los objetos en la pared de la caverna. Los hombres encadenados piensan lógicamente que, como ven las sombras, eso es la realidad. Porque además los objetos se mueven. Y las personas que llevan los objetos hablan, por lo que los encadenados piensan que son las sombras las que hablan. Los encadenados están siempre allí, mirando esa especie de cine todo el tiempo. Y piensan, es más, están convencidos, que ésa es la realidad. Pero de repente, algo ocurre. El hecho mágico que da lugar a todas las transformaciones. Resulta que uno de los hombres encadenados es de repente liberado. Uno podría pensar que qué bien, cadenas fuera, libre por fin. Pero no, porque aquí empiezan los problemas. Porque vivir de lo otro es muy fácil, quedarse sentado esperando a ver qué sombras vienen, qué bien la vida, qué mal la vida. Pero de repente llega alguien y te dice: “no, no, no te quedes ahí sentado. Levántate y anda.” Claro, entonces el hombre se levanta, da la vuelta al muro y se da cuenta de que las sombras no eran la realidad. Que se parecen mucho porque son la proyección en una pared como consecuencia del fuego. Que es luz. Y la luz proyecta sobre los objetos y justamente lo que no deja pasar la luz genera el contorno de lo que crees que es la realidad, es decir, una ausencia de luz. Esto es una metáfora bellísima. Pero es que no termina aquí, porque el hombre se da cuenta de que se puede salir de la caverna. Y que el fuego no es la verdadera fuente de luz, hay una que es mucho mayor: el Sol. Esta metáfora es la más importante, porque hay dos puntos de luz. Platón los distingue con el fuego y el sol. En la Biblia, en el libro del Génesis 1:3 se recoge una famosa frase:


<< Entonces Dios dijo: “Hágase la luz”. Y la luz se hizo. >>
                Sin embargo, son muchos los lectores de la Biblia que se sorprenden al leer unos versículos más adelante (1:16) que Dios creó el Sol y la Luna. ¿Qué luz es ésa que crea Dios el primer día y que separa de las tinieblas cuando el día y la noche aún no han sido creados? Son los dos mismos tipos de luz que Platón. Esa “luz primera” del Génesis es el Sol de Platón, el Conocimiento único. El sol físico del Génesis se convierte en la luz intelectual, el fuego de Platón. Este fuego nos dice “la mentira”, pero es necesario para acceder al Sol. Es este fuego el que representa las llamas del fondo del blog. Pero Platón insiste varias veces, cuidado: no le fue nada fácil a ese esclavo salir de la caverna. ¿Por qué? Porque no estaba acostumbrado a esa luz, a la luz única y definitiva. No podía ver, así que al principio se colocaba a la sombra de las cosas. Y un poco más adelante intentaba ver la realidad a través de su reflejo en el agua. Y claro, al principio el esclavo ve la realidad reflejada en el agua porque directamente es incapaz… hasta que al final se acostumbra y puede mirar directamente los árboles, las rocas, los animales y el mismísimo Sol. 


Resultado de imagen de mito de la caverna

Ya nos ha quedado claro que el fondo negro representa la oscuridad de la caverna y que las llamas son la representación de ese fuego del intelecto. Hasta aquí la entrada de hoy, gracias por asistir un día más. Os dejamos con el maestro Platón y su caverna y nos vemos el domingo, día del Señor. ¡Hasta entonces!

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