miércoles, 24 de enero de 2018

108. ¿Es posible recibir clases de mística?

La pregunta me surgió la semana pasada. Resulta que llevo un tiempo colaborando en la gestión de las redes (sobre todo de Facebook) de Escuela de Atención, dando respuesta a las dudas y preguntas que envían distintos usuarios. Pues bien, una mujer se puso en contacto con la Escuela porque estaba buscando clases de mística. Dijo que había visto un vídeo y que creía que era una mística nata, por lo que le gustaría estudiar y saber más de ella. También dijo que se le estaba desarrollando la percepción sensorial muy fuerte y que su fecha de nacimiento era 27/07/77. Dejando de lado la potente numerología del 7 (que trataremos en otro momento, tal vez), me interesa mucho la consideración que hace esta señora sobre la posibilidad de recibir clases de mística. Antes que nada debo aclarar que no tengo nada en contra de las personas que se autodefinen como místicos, pues los ha habido a lo largo de la historia y no tiene por qué dejar de haberlos ahora. Sin embargo, debemos tratar este tema con infinitos matices. Porque no, no creo que se pueda dar, ni por lo tanto recibir, clases de mística. Me explico.


Liber Divinorum Operarum, que contiene la representación del hombre universal, obra de santa Hildegarda de Bingen. Abadesa, líder monacal, profetisa, médica, compositora, escritora y mística alemana. Fechado en 1185 (copia del siglo XIII)

Lo que hoy denominamos "mística" encuentra su origen etimológico en el verbo griego myein, que significa "encerrar", de donde proviene mystikós, que se traduce como "cerrado, arcano o misterioso". La mística es un tipo de experiencia extraordinariamente difícil de alcanzar, durante el cual el alma humana alcanza el grado máximo de unión con lo sagrado durante la existencia terrenal. Dicho de otra manera, es la experiencia del retorno a la Unidad durante un período de tiempo concreto, y a menudo breve. Normalmente se ha hablado de la existencia de la mística en las religiones monoteístas, aunque también está presente en religiones politeístas (como el hinduismo), paganas e incluso en religiones de marcado carácter filosófico, como el budismo, donde lo que nosotros entendemos por mística ellos simplemente lo llaman Nirvana. En el caso del cristianismo, además, la experiencia mística puede ir acompañada de manifestaciones físicas consideradas sobrenaturales (lo que denominamos "milagros"), como los estigmas o los controvertidos fenómenos de bilocación y precepción extrasensorial, entre otros. Por extensión, se habla también de mística al referirse a la literatura en torno a estas experiencias, pertenecientes a cualquier religión que tenga escritura, ya que prácticamente cualquier religión posee un misticismo. 

Rudolf Otto, un eminente teólogo protestante alemán, en su obra Das Heilige ("Lo Santo") de 1917, vincula la mística con la santidad, definiéndola como "lo numinoso: una experiencia no racional y no sensorial o un presentimiento cuyo centro principal e inmediato está fuera de la identidad". Es decir, una experiencia en la que se trascienden los límites del propio cuerpo y tú ya no eres tú, sino una parte más de lo Divino, formando parte intrínseca de ello. La mística, y por lo tanto el misticismo, pretende eliminar ese abismo que separa al hombre de la divinidad para reunificarlos y acabar con la dualidad eterna que produce una realidad considerada injusta para traer, en términos cristianos, el Reino de Dios a la Tierra. Ahora bien, ¿es posible conseguir esto? 

Lo es, pero a un nivel individual, y lo más fácil es que nunca se llegue a alcanzar ese estado, sino experiencias cercanas. Pero cuidado, no estamos diciendo que sea posible recibir clases de mística a nivel individual, y aquí es a donde voy: como muy bien aclaró la teología, no hay que confundir la mística con la ascética. Ésta sí se puede enseñar, y ejercita al espíritu humano para que alcance su perfección. La ascética es el paso previo, lo que se denomina propedéutica (conjunto de saberes necesarios para preparar el estudio de una materia, ciencia o disciplina), de la mística. La ascética sigue dos vías, la purgativa o la iluminativa, que puede seguir todo el mundo y que puede enseñarse; mientras que la mística, accesible sólo a unos pocos, añade a un alma perfeccionada por la gracia o por el ejercicio ascético la experiencia de la unión directa y momentánea con Dios. Sin embargo, esta unión se consigue sólo por vía unitiva, mediante un tipo de experiencia denominada "éxtasis" o "visiones", a través de los cuales se obtiene una plenitud y un conocimiento tales que todos los que han accedido a ellos los definen como "inefables". 

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Esto es lo importante: es imposible impartir clases de mística debido a que se trata de una experiencia personal, y por lo tanto única e intransferible. Lo que sí sería posible son las clases de ascética, donde quizá se podría ilustrar en las tres vías: purgativa, iluminativa y, en mucha menor medida, unitiva. Estas tres vías aparecen por primera vez expuestas en el Tratado espiritual de las tres vías, purgativa, iluminativa y unitiva, redactado por Bernardo Fontova (1390-1460, Valencia), un monje cartujo del Vall de Crist. Más tarde las tres vías serían repetidas por Juan de Palafox y Mendoza, obispo de Puebla (México), en su Varón de deseos en que se declaran las tres vías de la vida espiritual, purgativa, iluminativa y unitiva de 1642. A menudo se explican como sigue:

- Vía purgativa: el alma se purifica de sus vicios y sus pecados mediante la penitencia y la oración. Las atracciones por sí mismas no tienen por qué ser malas, pero sí lo es el gusto por ellas y el apego que provocan en la memoria, porque la impide orientarse plenamente a Dios. La privación corporal y la oración son los principales medios de la vía purgativa, y es lo que caracteriza a los ascetas. Esta vía es la más "fácil" de las tres, ya que conseguir el resultado deseado depende únicamente del practicante.

- Vía iluminativa: una vez purificada, el alma se ilumina al someterse total, única y completamente a la voluntad de Dios. El alma se encuentra limpia y en un desamparo y angustia interior inmensos, despojada de todo y arrojada a sí misma, sin el contacto con Dios. Los placeres vuelven a aparecer tentadores entonces, pero el alma debe rechazarlos y realizar una profunda introspección, centrándose en la búsqueda de lo Sagrado. Sin embargo, ha de ser humilde, pues sólo si Dios quiere será posible la unión mística. La decisión final le corresponde a Él.

- Vía unitiva: el alma se une a Dios, produciéndose un éxtasis que anula los sentidos. A este punto sólo llegan algunos elegidos, y es muy difícil explicar lo que se siente con palabras, porque el pobre instrumento de la lengua humana, ni siquiera en forma poética, puede describir una experiencia tan intensa. Es, por lo tanto, inefable. El hecho de haber alcanzado la vía unitiva puede manifestarse en el cristianismo con los llamados "estigmas" o llagas sagradas (las heridas que sufrió Cristo en la cruz), con fenómenos de levitación o episodios de bilocación (es decir, encontrarse en varios lugares al mismo tiempo). El santo, que ya lo es al vivir ese tipo de unión, no puede explicar sino aproximadamente lo que le ha pasado.

Estas tres vías han de considerarse también como tres fases o un procedimiento completo, ya que de modo natural se suceden una tras otra. De modo que, en conclusión, la respuesta es no. No se pueden recibir clases de mística. En todo caso, de ascética, ilustrando en las dos primeras vías (purgativa e iluminativa), pero sólo hasta cierto punto, pues para completar la segunda fase es necesaria, aparentemente, una intervención de lo Sagrado. Si éste no se manifiesta seremos ascéticos, pero no místicos. Claro, que... no todas las tradiciones espirituales lo han visto siempre de esta manera. La mística es un fenómeno muy ramificado, aunque sí parece coincidir en el aspecto fundamental de la unión del alma con Dios y en una participación de Él bastante importante. En la próxima entrada hablaremos del misticismo en la Historia. Ultreia!
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