Invoco al poderoso Pan, pastoril, sustento del mundo;
también al cielo, al mar, a la augusta tierra y al fuego inmortal,
pues estos son los miembros de Pan.
Ven, afortunado danzante, envolvente,
que reinas al unísono en las Estaciones.
De miembros de cabra y entregado a los delirios báquicos,
que gustas de la inspiración divina y vives a la intemperie.
Con jocoso canto configuras la armonía del universo,
propiciador de las fantasías
y causante de los temores humanos
por el espanto que infundes.
En las aguas te alegras con los cabreros y boyeros,
cazador de larga vista, amigo del Eco,
disfrutando de la danza en compañía de las ninfas;
generador de todas las cosas, padre de todos,
renombrada deidad, señor del universo, engrandecedor,
portador de luz, fértil Peán, cavernícola, colérico,
auténtico Zeus cornudo.
En ti se fundamenta, pues, con solidez
el inmenso suelo de la tierra y ante ti ceden
las profundas aguas del incansable mar
y el Océano que, entre sus aguas, abraza a la tierra;
porción aérea nutriente, sustento para los seres vivos,
y mirada del velocísimo fuego en lo alto de la cima.
Pues estas realizaciones, por mandato tuyo,
resultan muy complejas: cambias la naturaleza
de todos con tus previsiones, alimentando el
linaje humano por el ancho mundo.
Ea, pues, bienaventurado, pleno de delirio
báquico e inspiración divina, ven a nuestras
piadosas libaciones y otorga un grato final de vida,
desviando la locura de Pan a los confines de la tierra.
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