miércoles, 20 de septiembre de 2017

90. Cómo y por qué surgen las religiones

Ayer tuvo lugar la presentación en Espacio Ronda del curso titulado "Iniciación a la Mitología Comparada: de las Cosmogonías a los Apocalipsis", que empezaré a impartir el próximo 3 de Octubre. Tuvo una hora de duración y expliqué, primero, qué era la Mitología Comparada; para después pasar a dar información técnica sobre el curso (horarios, lugar de celebración, etc.) y que finalizó con unas diapositivas con imágenes que me sirvieron para ilustrar en qué va a consistir el curso. Lo podéis ver aquí:


El caso es que después de la presentación hubo un turno de preguntas, la verdad es que de lo más variadas. Pero hubo una en concreto que me llamó la atención, y que tiene que ver muy estrechamente con lo que estudio: las religiones. No recuerdo cuál fue exactamente la pregunta, pero quien me la hizo venía a querer saber cómo consideraba el desarrollo de las religiones y las tradiciones espirituales, y si realmente se puede hablar de religión cuando es evidente que todo aquello que conforma la religión nunca ha sido una sola cosa unificada, sino que estaba en constante cambio y evolución. No podía estar más de acuerdo.

A grandes rasgos, le di la razón en que la religión nunca ha sido un fenómeno único, sino que ha tenido y sigue teniendo numerosas manifestaciones e interpretaciones. También es verdad que en este curso nosotros partimos con ventaja, porque tratamos religiones que ya, a grandes rasgos, no existen. Sin embargo, su pregunta me hizo pensar en el motivo que lleva a los seres humanos a desarrollar la religión. En Espacio Ronda le di a ese hombre una respuesta concisa a su pregunta, pero me vais a permitir que aquí me extienda un poco más sobre el tema, que da para esto y para mucho más.

Las religiones, a mi entender, suelen surgir de una idea liberadora, de una revolución filosófica o social. Esa idea, que aún no es religión, le sirve al hombre como guía para aspirar a una sociedad mejor, para conocer el mundo con mayor profundidad para protegerse de la crueldad de los gobiernos. Tal vez sea ese el motivo por el que muchas religiones heredan el concepto de un salvador que viene a redimir a los hombres. En cualquier caso, normalmente las religiones se inician formando pequeñas comunidades, en las que los adeptos comparten bienes y conocimientos, que pueden ser mistéricas o iniciáticas, pero que en cualquier caso les sirve para preservarse de una sociedad hostil y desde las que van irradiando su idea y, a veces, su modo de vida.

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En poco tiempo, bien el poder establecido, si es capaz de adaptarse, o uno nuevo que surge gracias a esta idea, si el pensamiento es tan atrayente que consigue reunir a su alrededor a un buen número de seguidores; la acapara hasta hacerla propia y la desvirtúa según sus necesidades. A veces esa degradación es motivada incluso por sus propios seguidores, que, no comprendiendo la profundidad del pensamiento, se quedan sólo con la parafernalia de unos ritos o con la repetición de unos símbolos que ni siquiera llegan a comprender.

Es entonces cuando surgen los dirigentes, los oficiantes, los dogmas, las reglas, los rituales... el pecado. Para instituir convenientemente todo esto se recurre a la adulteración de la Historia y aparece, con carácter retroactivo, la figura de un dios, un héroe o un profeta que está en el origen de la idea y al que hay que seguir fervientemente y sin desvío. Poco a poco, la idea que estaba al servicio del hombre da paso a la religión, y es el hombre el que se pone al servicio de ella: ya no libera, sino que encorseta. La condición humana es excluida para dar paso a una servidumbre dedicada a divinidades caprichosas y a un clero que se proclama único conocedor de los deseos divinos. 

Tanto llegan a degradar las religiones a los hombres que los hacen nacer por antojo de los dioses de materias viles, tanto desprecian el cuerpo que muchas religiones lo tienen como algo detestable. ¡Se desprecia el cuerpo, única propiedad tangible del hombre! Incluso la posición en los rezos es de suplicante, de alguien que se postra ante un monarca caprichoso del que se pueden esperar todos los males.

Por si no son pocos los padecimientos de este mundo, inventaron el Infierno para castigar a perpetuidad a los que no quieren someterse a los designios de cada religión. De hecho, cada religión va a preservar el orden establecido en su ámbito, de ahí que sea pecado cualquier tipo de rebelión al poder y el castigo por oponerse sea eterno. Pero como cada religión tiene su propio Infierno, vemos aquí un problema: una de dos, o ese Infierno es sólo para sus seguidores o es universal. Si es universal iremos todos al infierno de otras religiones en las que no creemos, si es particular para los adeptos de cada una en concreto, bastará entonces con no creer en ninguna para no condenarse. 

Las religiones reveladas son las que tienen su origen en una revelación de su propio dios. Las universalistas son las que no se conforman con guiar a sus adeptos sino que quieren, y pretenden obligar a ello, que todos los seres humanos sigan sus reglas. Las dos religiones que nos tocan más de cerca son el cristianismo y el islam, y ambas son reveladas y universalistas. Los cristianos irán al infierno de los musulmanes, por infieles, y los musulmanes al de los cristianos, también por infieles. Por lo que parece, no hay solución. Tal vez lo mejor sea regresar a las ideas que originaron las religiones, todas ellas centradas en el desarrollo del ser humano (en muchos niveles) antes de que sus representantes se aliasen con el poder, impusiesen el dogma y nos condenasen a todos...

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