El palacio del Belvedere, construido en el siglo XVIII
Aunque he estado tentado de hablar sobre la influencia que tuvieron las sociedades secretas de la Viena del siglo XX en el génesis y auge del ocultismo nazi, ya trato ese tema ampliamente en mi libro En Busca de la Eternidad. De manera que me voy a centrar, más que en la ciudad en sí misma (que durante el siglo XX estuvo imbuida de ideas ocultistas, como muchas grandes ciudades de Europa), en la dinastía que la gobernó durante siglos: los Habsburgo. Los conocedores de la Historia sabrán que en el siglo XVI se produce la fragmentación de esta dinastía en dos partes: la rama española (encarnada en Felipe II) y la rama austríaca (encarnada en Fernando I, hermano de Carlos de Habsburgo). Esta segunda rama sería la que dominaría el Sacro Imperio Romano-Germánico. Pues bien, hay un personaje peculiar y muy interesante para la historia heterodoxa del mundo que es Rodolfo II de Habsburgo, sobrino de Felipe II.
El emperador Rodolfo II, en un retrato de Joseph Heintz el Viejo, pintado en 1594 y conservado en el Museo de Arte e Historia de Viena
Si no me falla la memoria, en alguna ocasión hemos hablado de este personaje. Rodolfo nació en Viena el 18 de junio de 1552 y falleció en Praga el 20 de enero de 1612, donde está enterrado en la Catedral de San Vito. Fue de carácter débil, enfermizo y excéntrico, pasaba de la apatía a la melancolía sin motivo alguno... pero por lo que más se le recuerda es porque fue un gran amante de las ciencias ocultas, en especial de la alquimia. No en vano recibió el apodo de "el Emperador Alquimista". Conoció esta ciencia a la temprana edad de 11 años, en la corte de Madrid, donde se educó durante ocho años con su tío Felipe II en El Escorial. El rey español, al que sus enemigos llamaban "el Diablo del Mediodía" precisamente por su gusto por el esoterismo, educó al que sería el futuro emperador. Una buena pareja. De esta convivencia con su tío Rodolfo recibió también su interés por la astrología, la cábala, la magia y los juguetes mecánicos, especialmente los autómatas, los relojes y las máquinas de movimiento perpetuo. Pero todo hay que decirlo: mientras le iniciaba en las numerosas ciencias ocultas, Felipe II también aprovechaba para intentar alejar a Rodolfo de las infuencias religiosas de su padre el emperador Maximiliano II, tan cercano al protestantismo. Esta influencia religiosa parece que tuvo un profundo eco en la política del joven príncipe austríaco, como después se verá, y es cierto que cuando regresó de España y se instaló en Viena siguió hablando el idioma que le era más natural: el castellano.
Sin embargo, muy pronto instaló su corte en Praga, y durante su reinado en la ciudad hospedó a casi todos los destacados alquimistas de la época y en la llamada "Academia Alquimista Praguense" (a la que pertenecieron Simón Bakalar Hajeck, su hijo Taddeus Hajeck y otros alquimistas menos conocidos como Tepenecz o Baresch) mezclaba la vieja sabiduría alquimista y conocimientos medievales con las nacientes ciencias naturales. Rodolfo II fue famoso por su inmensa colección de manuscritos y libros raros de magia, alquimia, misticismo y otras rarezas que tanto le gustaban, algunos de ellos del propio Roger Bacon, aunque sin despreciar los de ciencias. Sin embargo, es curiosa también la selección de libros de ciencia que hacía el emperador: fue uno de los primeros en recibir un ejemplar del Sidereus Nuncius de Galileo Galilei (en abril de 1610), que dejó ojear a su matemático imperial Johannes Kepler, y el primero en recibir la solución al anagrama en el cual Galileo comunicaba a todos sus "allegados" su descubrimiento de los anillos de Saturno. Quien haya leído mi libro El Arte de los Illuminati coincidirá conmigo en que nada es casual.
Portada del Sidereus Nuncius de Galileo, en una edición de 1610
Dedicado por completo a sus entretenimientos y excentricidades (raras para muchos) como coleccionar monedas, piedras preciosas, gigantes y enanos con los cuales formó un regimiento de soldados... se dejó dominar por sus favoritos y por los demás miembros de su familia mientras las arcas del Tesoro se vaciaban peligrosamente. Católico fervoroso, Rodolfo sería uno de los impulsores de la Contrarreforma en Bohemia. Durante su reinado se fue fraguando un profundo conflicto religioso a causa del reciente descontento de los estados checos ante esa re-catolización forzada. Los problemas internos de su reinado, unidos a los externos (la oposición de algunos sectores de la nobleza húngara en Transilvania, el avance otomano y una traición y revuelta familiar) le obligaron a tomar decisiones que finalmente le llevaron a ser destituido del trono por su hermano Matías y a refugiarse en su castillo de Praga, donde falleció.
Pero Rodolfo II no fue solamente un gran sabio esotérico, sino también un importantísimo mecenas de las artes. Acogió en su corte a los pintores Arcimboldo (quien le hizo un retrato con su peculiar estilo) y Bartholomeus Spranger y al grabador Aegidius Sadeler II, a quien encargó reproducir en grabado numerosos dibujos de Durero de su colección, muchos de los cuales se conservan en el Albertina de Viena (si el lector ha leído El Arcanon ya sabrá la relación de Durero con las ciencias ocultas). También protegió las ciencias, tanto experimentales (astronomía, botánica o matemáticas) como especulativas (alquimia, astrología o magia): bajo su reinado fueron nombrados Matemáticos Imperiales el danés Tycho Brahe (quien instaló en el castillo de Benatek, cerca de Praga, su observatorio) y el alemán Johannes Kepler. Éste último publicaría las famosas tablas astronómicas Tabulae Rudolphina (Tablas Rudolfinas, 1627) basadas por completo en el trabajo observacional de Brahe y en la lectura del Libro de Enoc y llamadas así en honor del mismo emperador.
El emperador Rodolfo II de Habsburgo, retratado por Arcimboldo
Rodolfo II retratado por Alonso Sánchez Coello, pintor de corte de Felipe II
Como última curiosidad, y para finalizar la entrada de hoy, hacer referencia a un detalle de la corona imperial que lució Rodolfo II casi toda su vida. Hemos dicho que Rodolfo II era un gran coleccionista de piedras preciosas. Y es que desde tiempos inmemoriales, esoterismo y piedras preciosas han ido de la mano, y se han venido utilizando para distintos fines. Nuestros ancestros usaban las piedras preciosas y semi-preciosas con fines terapéuticos, y hoy en día en centros de estética o spa se siguen utilizando. La medicina ayurvédica de la India, los incas, los egipcios utilizaban las piedras para sincronizar los chakras y el aura, equilibrar nuestro organismo y para curar. Por supuesto, Rodolfo II conocía este uso esoctérico de las gemas, y así lo utilizó para rematar su corona personal, que después de la caída del Sacro Imperio Romano-Germánico en 1806, pasaría a ser la corona del Imperio Austríaco. Lo que lleva en lo más alto es una esmeralda color turquesa.
Esa joya representa el cielo, ya que durante la época de Rodolfo II se consideraba que los gobernantes eran los elegidos de Dios. Las propiedades de la esmeralda son muy variadas: está asociada con el signo astrológico Tauro, con los planetas Venus, Saturno y Neptuno y con el elemento Tierra. Es el símbolo de la abundancia y del equilibrio espiritual, el amor y la fidelidad. Se utiliza para muchas cosas, para combatir el insomnio, contra el desequilibrio emocional, las depresiones, los estados nerviosos y la diabetes. También va bien para los problemas de corazón y pulmones. En definitiva, para alguien de salud débil y enfermiza, esta piedra le vendría muy bien. Rodolfo II tuvo buen ojo al elegir.
Y bueno, esto es todo por hoy. Espero que os haya gustado y para la próxima semana estoy pensando en dedicar una entrada precisamente al estudio esotérico de las piedras preciosas. Pero ya veremos. Nada más por hoy, muchas gracias, y hasta la próxima. Ultreia!
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