Buenos días, bienvenidos un día más a nuestro blog. La entrada de hoy va a ser extraordinariamente breve: únicamente quiero compartir con vosotros un par de conceptos en los que estoy trabajando últimamente. El primero es la radiestesia, la ciencia que estudia los estímulos eléctricos, electromagnéticos, magnetismos y radiaciones que emite nuestro planeta. Para comprender esto hay que señalar que en el subsuelo de nuestro planeta se encuentran las llamadas corrientes telúricas. Como sabemos, nuestro planeta tiene un campo magnético que se extiende desde el núcleo hasta el espacio exterior, donde se va atenuando. El término "telúrico" proviene del latín tellus que significa "tierra". Una corriente telúrica es una corriente de energía eléctrica que se mueve bajo tierra o a través del océano. Tienen una frecuencia muy baja y corren muy cerca de la superficie terrestre. La radiestesia es la ciencia que estudia estas corrientes, y existe un término en estos estudios que es "cruces de Hartmann" o "cruces de las líneas Hartmann". Esto son las intersecciones de las corrientes telúricas que se corresponden con lugares donde la energía eléctrica o electromagnética es más intensa. La existencia de esta red de líneas de energía fue postulada por el doctor Peyré en 1935 y más tarde sus ideas fueron ampliadas por Ernst Hartmann. Según Peyré, serían líneas rectas perpendiculares de 21 centímetros de ancho y separadas por 2,50 m. de distancia en sentido Norte-Sur (polaridad negativa -) y separadas por 2 m. en sentido Este-Oeste (polaridad positiva +). También llamadas líneas H, se extienden por el subsuelo del planeta formando una gigantesca red de energía que abarca toda la Tierra y que crea radiaciones rectilíneas, por lo cual también es llamada Red Global de Radiación, que se extiende hasta unos 2000 m. de altitud. Las cruces o intersecciones de esta red están ocupadas por cuadrados de 21 cm. de lado donde la energía está más concentrada y su efecto puede hacerse más notorio. Sin embargo, a pesar de que la ciencia ha empezado a trabajar con estos términos en el siglo XX (incluso hay investigadores que a día de hoy dudan de la existencia de tal red), la existencia de las corrientes telúricas se conoce desde la más remota Antigüedad. No es extraño (ni es una coincidencia) que los lugares de poder de las principales religiones y culturas del mundo (las pirámides de Guiza, Chichén Itzá en la península de Yucatán, Teotihuacán en el altiplano boliviano, la mezquita de La Roca en Jerusalén, El Escorial en la sierra de Madrid...) estén emplazados precisamente en esos cruces de Hartmann donde la energía es más intensa. En todos esos lugares aparecen mitos relacionados con el contacto entre los hombres y criaturas de las esferas superiores. Pero no hace falta remontarse tanto en el tiempo para encontrar la influencia de esas corrientes telúricas, que incluso influyeron en los emplazamientos de las iglesias y templos de todo el mundo. A día de hoy, algunos animales son capaces de detectar esa energía en el subsuelo y eligen su lugar de reposo acorde con los puntos de contacto de esa energía electromagnética.
Y el otro concepto que quería compartir con vosotros es el de "bilocación". Dicho de manera rápida, es la presencia sobrenatural de una persona en dos lugares a la vez. De "bi-" y del latín locare, "colocar", es el término utilizado para referirse a un fenómeno paranormal, sobrenatural o divino según el cual una persona u objeto estaría ubicado en dos lugares al mismo tiempo. Se efectuaría de dos maneras: o bien como bilocación del espíritu (también denominado viaje astral) o bien de cuerpo y alma. En el segundo caso las personas serían capaces de interactuar de forma natural en cada uno de los dos entornos, con posibilidad de experimentar sensaciones y manipular objetos físicos.
Una gran variedad de figuras místicas religiosas han asegurado haber experimentado la bilocación. En 1774, Alfonso María de Ligorio afirmó haber entrado en un trance mientras se preparaba para celebrar una misa. Cuando salió del trance dijo que había visitado la cabecera de fallecimiento del papa Clemente XIV
La Iglesia Católica reconoce la experiencia de la bilocación como una manifestación de la espiritualidad del ser humano. La institución ha reconocido la existencia del fenómeno desde el siglo XIX en santos y místicos, entre los que se citan a María de Nazaret (madre de Jesús), San Francisco de Asís, San Antonio de Padua, Santa Ludwina, San Francisco Javier, San Martín de Porres, San Pedro Regalado, San José de Cupertino, San Alfonso de Ligorio, San Juan Bosco, San Pío de Pietrelcina, sor María Jesús de Ágreda, sor María de León Bello y Delgado y sor Úrsula Micaela Morata.
Pero fuera de la Iglesia Católica también se venera esta capacidad. Este fenómeno es conocido en la doctrina budista como Dzogchen. Idries Shah y Robert Graves mencionan casos en los cuales altos clérigos tibetanos "aparecieron, al igual que algunos de los santos, en diferentes lugares al mismo tiempo". El Dzogchen es practicado regularmente por los monjes de la escuela de budismo tibetano llamada Vajrayana o "Vehículo de diamante". Según la tradición Vajrayana, Dzogchen es la transferencia de la conciencia de lo mundano a un mundo postexistencial de manera lúcida. Esta meditación se realiza con la intención de alcanzar un estado superior de conciencia y romper el ciclo de las transmigraciones.
Sor María Jesús de Ágreda, una de las místicas más famosas del siglo XVII español, fue investigada por la Inquisición debido a su capacidad para bilocarse. Y es que, sin salir de su convento de clausura en el pueblo de Ágreda, en Soria; esta monja viajó en forma astral hasta Nuevo México, donde convirtió al cristianismo a numerosas tribus indígenas. Un documento histórico que relata la historia de la que fue conocida como "La Dama Azul" es el llamado Memorial de Benavides, redactado por un monje inquisidor para dar cuenta de todo a S.M. Felipe IV. Hoy en día ese documento puede consultarse en la Biblioteca Nacional de Madrid
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