San Juan Evangelista, considerado el discípulo amado y fundador de la Iglesia de Éfeso (comunidad joánica) acompañado de San Francisco en un lienzo del taller de El Greco, realizado después de 1600. Conservado en el Museo Nacional del Prado, Madrid
El problema surge en el debate de la eclesiología del siglo I, y existen numerosos enfoques sobre la evidencia bíblica acerca del papel de las mujeres en la iglesia. ¿Cómo lee cada uno acerca de la fundación de la iglesia y la institución de los sacramentos en el Nuevo Testamento, y hasta qué punto está esa lectura condicionada culturalmente? Me refiero a que siguiendo la doctrina del Concilio de Trento (1545 - 1563), los católicos han hablado de la institución del sacerdocio en el episodio de la Última Cena. Sin embargo, hay que tener cuidado con la interpretación de los dogmas dictados en Trento: "si alguno dijere que con estas palabras: haced esto en memoria mía, Cristo no instituyó sacerdotes a sus apóstoles... sea anatema". Los padres de Trento no distinguen entre el Jesús del ministerio histórico y la imagen cristológica de Jesús ya desarrollada que se presentaba en los relatos del ministerio escritos treinta o sesenta años más tarde; así que ellos no hablaron de Jesús sino de Cristo. ¿Esto es importante? Pues sí, porque siendo leales a la afirmación de 1964 de la Comisión bíblica pontificia sobre la historicidad de los Evangelios, los católicos deberían reconocer que Jesús fue considerado divino después de la resurrección y que, eventualmente, fue esta asociación del Jesús histórico al Cristo, el hijo de Dios, lo que se constituyó como parte de los relatos evangélicos del ministerio. Por eso la institución de sacerdotes por Cristo tal y como se enseñó en Trento, que cita palabras de Lucas y Pablo (pero no de Marcos y Mateo) implica mucho más de lo que sugirió la Última Cena histórica.
Por lo tanto, si la designación clara de sacerdotes sólo surge a finales del siglo II, en el que sólo son ordenados los hombres, y no se respalda claramente en ningún pasaje bíblico, ¿refleja realmente un mandato divino? ¿O nos encontramos más bien ante un fenómeno cultural que puede cambiarse? La cuestión es bastante difícil de resolver para el credo católico sobre todo porque intenta basarse en una tradición escrita que por sí misma no se sostiene. Es decir, que si hay un texto que defiende una postura, hay otro que defiende todo lo contrario. Por ejemplo, mientras que en Efesios 5:24 se nos dice que las mujeres deben estar sujetas en todo a sus maridos, Efesios 5:21 comenta esta sección diciendo que deben "estar sujetos los unos a los otros". Si 1 Corintios 11:7 dice que el hombre o varón (anér) es la imagen y la gloria de Dios mientras que la mujer es la gloria del varón, Génesis 1:27 afirma que tanto el hombre como la mujer son la imagen de Dios. Si 1 Corintos 14:24 demanda que las mujeres guarden silencio en las iglesias, 1 Corintos 11:5 reconoce la costumbre de que las mujeres oren y profeticen... y la profecía se encuentra en el segundo grado más elevado de las bendiciones de Dios, sólo por detrás del apostolado. En definitiva, ¿cómo ponerse de acuerdo cuando ni siquiera los propios textos sobre los que se fundamenta toda la tradición dogmática lo hacen? Es importante señalar que el rechazo que sufren y han venido sufriendo las mujeres por parte de la Iglesia Católica en cuanto a ocupar puestos de relevancia se debe en gran parte a la tradición paulina. Y es que Saulo de Tarso (Turquía), quien fue conocido muy posteriormente como San Pablo, tenía una personalidad bastante peculiar y era, en sí mismo, un crisol de culturas. De ascendencia judía, había sido educado según la manera griega pero era un ciudadano romano. Y también era un convencido misógino.
"San Pablo escribiendo sus espístolas", de Valentin de Boulogne (1620). Museo de Bellas Artes de Houston, EEUU. Las cartas de Saulo son los primeros escritos cristianos (fechadas en torno al 50 d.C., los Evangelios son posteriores). Pablo nunca conoció a Jesús, y al comienzo de su vida perseguía a los cristianos como soldado romano. De hecho, tomó parte activa en la lapidación de Esteban
A pesar de tener opiniones encontradas en algunos temas, Pablo y Pedro pasaron mucho tiempo juntos y de hecho fundaron la Iglesia de Roma, que con el tiempo se convertiría en lo que es hoy: la Iglesia Católica Apostólica Romana. Por contra, la Iglesia de Éfeso encabezada por Juan difería en numerosas cosas de la interpretación sostenida por Pedro y Pablo. Pero centrémonos en las mujeres a las que Juan da vida en su Evangelio. Y con quien tenemos que comenzar es con la samaritana. En un trayecto que están haciendo Jesús y sus seguidores de Judea a Galilea, deben pasar por Samaria. Y en Samaria se encontraba una ciudad, Sicar, muy cerca de las tierras que José heredó de su padre Jacob. Y allí estaba el pozo de Jacob. Jesús, cansado del camino, se sentó junto al pozo. En ese tanto, cuando los discípulos han entrado a la ciudad para comprar comida, una mujer con un cántaro se acerca al pozo, y Jesús le pide que le dé de beber. La mujer, sorprendida, le responde: "¿Cómo tú, siendo judío, me pides a mí de beber, que soy mujer samaritana? Porque judíos y samaritanos no se tratan". Jesús le explica que en su mensaje no hay diferencias entre judíos y samaritanos, pues todos tienen el don de Dios. Y comienza un diálogo con la mujer de Sicar. Y llega un momento en el que la samaritana identifica a Jesús con el Cristo, y se lo notifica a sus conciudadanos. Y de hecho, los de aquella ciudad samaritana creen debido a la palabra de la mujer. Es decir, que en este caso es la mujer, y no los apóstoles varones, quienes cumplen la función misionera... y por lo tanto también ella es un apóstol.
El fenómeno de otorgar un papel apostólico a una mujer aparece incluso más claramente en el capítulo 20. Para Pablo, son fundamentales para el apostolado dos componentes, a saber, el haber visto a Jesús resucitado y el haber sido enviado por él para proclamarle (así se deduce de 1 Corintos 9:1-2; 15:1, 8:11 y de Gálatas 1:11-16). Tanto es así que una clave de la importancia de Pedro en el apostolado fue la tradición de que él había sido el primero que vio a Jesús resucitado (1 Corintios 15:5 y Lucas 24:34). Sin embargo, como ya sabemos los que llevamos tiempo circulando por este blog, Juan revisa esta tradición acerca de Pedro más que cualquier otro evangelista. Mateo acepta que las mujeres que abandonaron el sepulcro vacío fueron las primeras en encontrarse con Jesús resucitado, pero Mateo no las coloca en contraposición a Pedro. Por contra, en Juan 20:2-10, Simón Pedro y el discípulo amado acuden al sepulcro vacío y no ven a Jesús (lo mismo ocurre en Lucas 24:12-24); de hecho, únicamente el discípulo amado percibe el significado de las ropas y llega a creer. Pero es a una mujer, concretamente a María Magdalena, a quien Jesús se aparece primero, instruyéndola para que vaya e instruya a sus "hermanos" acerca de la ascensión al Padre. En los relatos de un ángel o de ángeles junto al sepulcro vacío, a las mujeres se les da un mensaje para los discípulos; pero en Juan (y en Mateo), María Magdalena es enviada por el propio Jesús resucitado, y lo que ella proclama es el anuncio apostólico de la resurrección, pilar del cristianismo. Recordemos que el propio Pablo reconoce: "Si Cristo no resucitó, vana es nuestra fe". Sin embargo, María Magdalena proclama: "he visto al Señor", cumpliendo así las exigencias paulinas del apostolado. Será ella, y no Pedro, la primera en ver a Jesús resucitado, e iniciada en unas enseñanzas vetadas al resto de los apóstoles.
"Noli me tangere", de Aleksandr Ivánov (1835). Museo Estatal Ruso, San Petersburgo. Esta frase, que significa "no me toques", ha sido terriblemente mal interpretada. La Iglesia alude a que Cristo no se deja tocar por la Magdalena debido a que es una mujer y, por lo tanto, impura. La comunidad joánica defiende que Cristo no se deja tocar ni por ella ni por nadie porque acaba de resucitar. Es decir, acaba de purificarse y ahora es pleno espíritu. Si entra en contacto con María entraría en contacto de nuevo con la materia, y tendría que volver a purificarse, es decir, volver a vivir toda la Pasión
No deja de ser significativo que en la tradición de la iglesia occidental, María Magdalena recibió el honor de ser la única mujer (junto con María, la madre de Jesús) en cuya festividad se recitaba el credo, precisamente por ser considerada un apóstol (la "apóstol de los apóstoles", para más señas). El atribuir a una mujer una función tradicionalmente asociada a Pedro puede ser muy bien un énfasis deliberado por parte de Juan, que encontramos en otro ejemplo: el relato de Lázaro, Marta y María. Y es que el momento más, digamos, importante en el que figura Pedro durante el ministerio de Jesús es la declaración que hace en la ciudad de Cesarea, tal y como nos la cuenta Mateo (16:16): "tú eres el Cristo, el hijo de Dios vivo". Este reconocimiento le granjea la alabanza de Jesús, diciendo que había sido una afirmación que reflejaba una revelación divina. Sin embargo, el paralelo más semejante a esta declaración en el cuarto Evangelio lo encontramos en 11:27, donde se dice: "tú eres el Cristo, el hijo de Dios"... y aparece en boca de una mujer, Marta, la hermana de María Magdalena y Lázaro. Es decir, es a una mujer a la que se le revela el misterio de Jesús como resurrección y vida. Por lo tanto, mientras que en otras iglesias se veneraba la supremacía de Pedro por haber hecho la declaración suprema de que Jesús era el hijo de Dios, la comunidad joánica asocia tales recuerdos a heroínas como Marta o María Magdalena.
Nos quedan muchas cosas en el tintero, y me gustaría hablar más en profundidad tanto de María Magdalena como de Lázaro y de María, la madre de Jesús. Sin embargo, no deseo abusar más de vuestro tiempo y confío en que me acompañéis en futuras sesiones para tratar esos temas. Pero la idea que quiero que quede clara es ésta: la función sacerdotal y apostólica de las mujeres queda sobradamente demostrada en los escritos de las primeras comunidades cristianas, sobre todo la joánica. Posteriormente, en el siglo X, los cátaros seguirán las doctrinas del discípulo amado y las mujeres ocuparan puestos de poder dentro de la secta... antes de ser destruida por la intolerancia de la Iglesia Católica.
Nos quedan muchas cosas en el tintero, y me gustaría hablar más en profundidad tanto de María Magdalena como de Lázaro y de María, la madre de Jesús. Sin embargo, no deseo abusar más de vuestro tiempo y confío en que me acompañéis en futuras sesiones para tratar esos temas. Pero la idea que quiero que quede clara es ésta: la función sacerdotal y apostólica de las mujeres queda sobradamente demostrada en los escritos de las primeras comunidades cristianas, sobre todo la joánica. Posteriormente, en el siglo X, los cátaros seguirán las doctrinas del discípulo amado y las mujeres ocuparan puestos de poder dentro de la secta... antes de ser destruida por la intolerancia de la Iglesia Católica.
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