Me sorprende no haber tratado aún un tema que despierta tantos interrogantes
incluso a día de hoy. Por eso, habiendo caído la semana pasada en que en este 2017
se cumplen 300 años del nacimiento de la llamada "masonería especulativa",
he decidido hacer de esta entrada una brevísima introducción a la masonería como
organización iniciática propiamente occidental
Desde hace 300 años los masones vienen llamándose a sí mismos "hijos de la Acacia", porque este árbol, al tener hoja perenne, ha sido considerado por varias culturas un símbolo de inmortalidad. En este sentido fue un verdadero acontecimiento el que en 1717, en Londres, una asociación civil asumiera como finalidad la mera reunión fraternal de personas de toda religión, raza o clase social (eso sí, sólo hombres) y que, convencidos de la existencia de Dios, acordaran debatir sobre todo tipo de asuntos relacionados con el mundo del pensamiento, el arte, la filosofía y, en fin, la cultura; con prohibición expresa de tratar asuntos políticos o religiosos. No obstante, si esta hubiese sido la finalidad última de la masonería, seguramente hubiera acabado por encontrar una acogida favorable en todos los países. Entonces, ¿por qué fue prohibida en numerosas naciones? ¿Por qué fue y sigue siendo condenada por diversas confesiones religiosas, tanto cristianas como musulmanas y judías? ¿Fue acaso por su juramento de secreto? ¿Tal vez por conspirar contra el Trono y el Altar con la oculta finalidad de establecer una República Universal al servicio de la franc-masonería? ¿Qué hay de cierto en las acusaciones que se dirigen contra ella?
Juramento del neófito publicado en Assemblée des Francs-Masons
pour la Réception des Apprentifs, de Léonard Gabanon (c. 1740)
Rito de elevación al grado de maestro masón. El maestro Hiram es acostado en el centro de la logia, la cara cubierta con un paño de lino negro, mientras los otros compañeros esperan tumbados su turno para ser regenerados (litografía de la segunda mitad del siglo XVIII)
Decoración de la logia en el grado 30º del Rito Escocés Antiguo y Aceptado
(acuarela c. 1820, conservada en la Biblioteca Nacional de Madrid)
Dado que durante el siglo XVIII y XIX fueron masones la mayoría de los monarcas de Europa y buena parte de la nobleza titulada que ocupaba los más altos cargos políticos, ¿cómo imaginar que tales monarcas, como jefes de Estado en sus respectivos territorios, pudieran participar en una revolución que buscaba destronarles? Igualmente, a la vista de cientos de sacerdotes católicos masones, muchos de ellos cardenales y obispos (entre ellos el sacerdote Jean Marie Gallot de Laval, guillotinado en 1794 por negarse a jurar la constitución civil del clero y luego beatificado por el papa Pío XII en 1955), es un error acusar a la masonería de conspirar contra la Iglesia Católica. ¿Qué sentido tendría que los obispos masones se prevalieran de su posición en la diócesis para conspirar contra la Iglesia, es decir, contra ellos mismos?
Para muchos, la masonería fue una sociedad secreta al servicio de organizaciones republicanas, izquierdistas y anticlericales. No obstante, la presencia de nobles en las logias, con su perfil conservador, monárquico y católico, plantea una inquietante paradoja. Pero, por otra parte, quienes consideran que la masonería fue una organización conservadora, se encuentran con la paradoja de que hayan militado en sus filas famosos anarquistas y socialistas. Y quienes la tachan de atea, agnóstica o anticlerical, la existencia de cardenales y obispos con mandil constituye una prueba definitiva de la imprecisión de sus juicios.
En rigor, más que una sociedad secreta, fue una sociedad con secretos, con el mismo derecho a ellos que el que asiste a sacerdotes, periodistas, psicólogos, abogados o empresarios (secreto de confesión, secreto profesional, acuerdos de confidencialidad, patentes, etc.)
Entonces, la gran pregunta: ¿había algo en el secreto masónico que justificara las prevenciones de los Estados y de la propia Iglesia Católica contra la masonería? La última parte de estas periódicas entradas dedicadas a la masonería darán al lector, confío, la respuesta.
Para muchos, la masonería fue una sociedad secreta al servicio de organizaciones republicanas, izquierdistas y anticlericales. No obstante, la presencia de nobles en las logias, con su perfil conservador, monárquico y católico, plantea una inquietante paradoja. Pero, por otra parte, quienes consideran que la masonería fue una organización conservadora, se encuentran con la paradoja de que hayan militado en sus filas famosos anarquistas y socialistas. Y quienes la tachan de atea, agnóstica o anticlerical, la existencia de cardenales y obispos con mandil constituye una prueba definitiva de la imprecisión de sus juicios.
En rigor, más que una sociedad secreta, fue una sociedad con secretos, con el mismo derecho a ellos que el que asiste a sacerdotes, periodistas, psicólogos, abogados o empresarios (secreto de confesión, secreto profesional, acuerdos de confidencialidad, patentes, etc.)
Entonces, la gran pregunta: ¿había algo en el secreto masónico que justificara las prevenciones de los Estados y de la propia Iglesia Católica contra la masonería? La última parte de estas periódicas entradas dedicadas a la masonería darán al lector, confío, la respuesta.
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