miércoles, 21 de febrero de 2018

112. Hablemos de Buda. Parte I

Concretamente, de Siddharta Gautama, el que ha sido denominado "Buda histórico". Resulta cuanto menos interesante que él no fuese ni el primer ni el último Buda, y que su historicidad es, cuanto menos, discutible. Siendo esto así, ¿por qué cuando hablamos de Buda siempre nos referimos a él? Porque él fue quien sentó las bases de lo que luego se fue transformando y desarrollando hasta que alcanzó su etapa final: la religión conocida como budismo. Gautama, antes de nada, fue un hombre. Buda fue el mito. Lo mismo ocurrió con cierto rabino judío en el siglo I de la Era Común: Jesús fue un hombre, que se transformó en el mito de Cristo. Hace un par de entradas hablábamos de Muhammad y de la instauración de una religión completamente ideada por él, refiriendo también que no hacerlo igual fue el "error" de Siddharta y Jesús. ¿Por qué ocurrió esto? Seguramente porque tanto el príncipe nepalí como el rabino galileo no pretendían fundar ninguna religión, y por eso no dejaron establecidos sus preceptos ni ritos. Quién sabe. Al final, tanto los seguidores de uno como los del otro construyeron sus religiones en torno a su figura: el catolicismo y el budismo, con posterioridad divididas en infinitas ramas. Pero, ¿qué sabemos de los hombres? Si hubo que esperar veinte años desde la supuesta muerte de Jesús para encontrar en un documento sus enseñanzas (la primera carta de San Pablo, Epístola I a los Tesalonicenses, se ha fechado en el 51 d.C.), el caso de Buda fue mucho más drástico: el príncipe vivió entre los siglos VI y V a.C., pero sus enseñanzas aparecen recogidas por primera vez en textos que van desde el siglo I a.C. hasta el siglo III d.C. Es decir, su vida y enseñanzas fueron puestas por escrito cuatrocientos años después de su fallecimiento... con todo lo que ello supone. 


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Vivo enamorado de todas las imágenes de Buda, aunque él mismo en vida criticó duramente la idolatría y por supuesto la veneración hacia su persona. Pero me da igual: el arte budista es infinitamente hermoso. Aquí, el rostro del Iluminado frente a una varilla de incienso

Eso es lo que significa precisamente Buda, buddha, "el iluminado". Como no tenemos documentación que nos refiera nada de él en su época, tendremos que fiarnos de lo que nos dicen los primeros textos budistas. ¿Por qué no? Sin embargo, enseguida vemos por dónde van a ir los tiros, en cuanto analizamos un poco el nombre del protagonista. Siddharta significa "el que cumple su propósito". Vaya... qué casualidad. Pero bueno, obviemos este no poco importante detalle mítico y vayamos a lo que nos cuentan los textos sobre su vida. Su nacimiento, por supuesto, aconteció de una manera muy poco usual. Su padre era Sudodana, una suerte de jefe tribal de la nación Sakia, en el actual Nepal, hoy desaparecida. Sin embargo, la tradición quiere que su padre fuese rey, y su madre Mayadeví, una princesa. Él fue conocido, pues, como el príncipe heredero. La noche de su concepción, la reina soñó que un enorme elefante blanco de seis colmillos igualmente blanco entraba en ella (la penetraba) por el costado. Pasados los nueve meses de rigor, nació el pequeño Gautama. Su nacimiento se fechó, por supuesto, un 25 de diciembre, al abrigo no de una cueva sino de un árbol, y con la reina lejos de su ciudad debido a que debía dar a luz en el reino de su padre, según la tradición. Por lo tanto, el parto la pilló entre Kapilavastu (la capital de Sakia) y Lumbini, también en Nepal. La fecha del nacimiento del Buda Gautama es celebrada masivamente en el budismo, y se conoce como Vesak. Se dice que Gautama nació, alcanzó la Iluminación y murió siempre ese mismo día. Pero no nos desviemos. El mito quiere que su madre muriese durante el parto, aunque otras fuentes dicen que fue al cabo de unos días y otras que al cabo de siete días. Sea como fuere, Mayadeví murió, y no es para menos: Gautama nació de su costado.


  
Escultura que representa a Buda naciendo del costado de su madre Maya, viéndose también al pequeño Gautama de pie haciendo el gesto con la mano (mudra) de protección (abjaya)

El caso es que el pequeño Gautama terminó viviendo en el palacio de su padre, ahora viudo. Durante las celebraciones por el nacimiento de su heredero (aunque los estudiosos, repito, no le consideran un verdadero monarca), el rey Sudodana recibió en su palacio a un visitante inesperado: un ermitaño vidente llamado Ásita descendió de su montaña, por primera vez en décadas, para examinar al pequeño. Después de haberle estudiado, el ermitaño anunció que el niño sería un gran rey (chakravarti) o en un gran monje asceta (sadu). El rey se sobresaltó un poco, pues que su hijo fuese un gran rey sí le interesaba, pero no que se convirtiese en un monje, ya que no tenía más descendencia y su linaje se perdería. De manera que, para asegurarse, al quinto día del nacimiento de Gautama, el monarca celebró una ceremonia de imposición de nombre (que fue Siddharta) e invitó a ocho sabios brahmanes para que predijesen el futuro de su hijo. Todos ellos dieron una doble predicción: que el príncipe o bien llegaba a ser un gran rey o bien un gran hombre santo. Sólo el brahmín más joven, Kaundinya, logró hacerse famoso en la tradición al ser el único que predijo, de forma inequívoca, que Gautama se convertiría en un Buda.  

Como Siddharta no estaba acostumbrado a las enseñanzas religiosas dominantes de su tiempo (especialmente el hinduismo), su padre intentó por todos los medios alejarle de la senda religiosa, evitando sobre todo que entrase en contacto con el sufrimiento del mundo (duka). Casado con la hermana más joven de su difunta esposa, Mahapajapati Gotami, fue ella quien crió al joven Gautama en los tres palacios que Sudodana había construido para él. Los tres estaban interconectados, y cuando se cansaba de vivir en uno, se mudaba al otro por los pasillos ocultos, de manera que no veía nada de lo que ocurría fuera de sus palacios. Por supuesto, Sudodana le proveyó de todo lo que podría necesitar o desear. Cuando Siddharta cumplió 16 años su padre arregló su matrimonio con una prima de su misma edad llamada Yasodhara. De esa unión nació Rajula. La tradición cuenta que hasta los 29 años vivió Siddharta Gautama en estos palacios con su familia, pero que a esa edad ya empezó a sospechar que los bienes materiales no eran el fin último de la vida.

La boda real del príncipe Siddharta y la princesa Yasodara, celebrada con gran esplendor en el palacio, oficiada por su padre el rey Sudodana. Pieza de Pakistán, entre los siglos III y IV d.C.

Sin embargo, y a pesar de los esfuerzos de su padre por ocultarle el dolor del mundo, un día le entró la curiosidad al joven príncipe. ¿Qué habría fuera de las paredes de su palacio? De modo que convenció a su cochero para que le llevase a dar una vuelta por la ciudad, a ver cómo vivían sus súbditos. Durante el recorrido, Siddharta vio a un hombre anciano. Toda la cara arrugada, el cabello blanco, sosteniéndose en pie a duras penas con la ayuda de un bastón. El príncipe, que nunca había visto a un anciano, le preguntó a su cochero al respecto. Éste, de nombre Chana, le dijo: "Es un anciano, mi Señor. Todas las personas, cuando se acerca el final de su vida, envejecen y adoptan ese aspecto." Siddharta, asombrado, le preguntó: "¿Todas las personas? ¿También mi familia?" Y el cochero le contestó: "Sí, mi Señor. También vuestra familia, vuestro padre, vuestra esposa, vos mismo y vuestro hijo". El príncipe, ojiplático ante tal revelación, pidió a Chana que le devolviese a palacio y se puso a meditar sobre ello. Al día siguiente le pidió que de nuevo le llevase a dar una vuelta por la ciudad en su carruaje. Durante el recorrido, Siddharta vio a un enfermo. Un hombre tirado en la calle, tiritando de fiebre, con el rostro demacrado y pústulas por todo el cuerpo. Él, que nunca había visto a un enfermo, le preguntó a su cochero. Y Chana le respondió: "Ese hombre está enfermo, mi Señor. La enfermedad es un mal que tarde o temprano todas las personas padecemos, y provoca terribles sufrimientos." Y Siddharta preguntó: "¿Todas las personas? ¿También mi familia?" A lo que el cochero contestó: "Sí, mi Señor. También vuestra familia, vuestro padre, vuestra esposa, vos mismo y vuestro hijo". El joven Gautama, perplejo por esta nueva revelación, pidió regresar a palacio y quedó esa noche meditando sobre lo que había visto. Al día siguiente, Siddharta volvió a pedir a Chana que le llevase por la ciudad, y en el deambular encontró un cadáver cubierto con un manto al que unos hombres llevaban a hombros, dirigiéndose a una pira funeraria. Sorprendido por esta visión, Siddharta volvió a preguntar a su cochero, y obtuvo de él respuesta similar a los días anteriores: "Es la muerte, mi Señor. El fin de la existencia en este mundo. Todas las personas moriremos algún día." A lo que el príncipe preguntó: "¿Todas las personas? ¿También mi familia?". El buen Chana respondió: "Sí, mi Señor. También vuestra familia, vuestro padre, vuestra esposa, vos mismo y vuestro hijo." Siddharta, de nuevo, pidió a Chana regresar a palacio y pasó una tercera noche meditando. Perturbado por estos tres encuentros, el joven príncipe sintió la necesidad de descubrir cómo escapar de ese ciclo de enfermedad, vejez y muerte. Entonces decidió volver a salir, en busca de inspiración. Y en esa nueva salida con Chana tuvo su cuarto encuentro: a lo lejos vislumbró a un hombre que emanaba paz y tranquilidad, y Gautama pensó que quizá él conocía la forma de salir de ese ciclo de vejez, enfermedad y muerte. Cuando le preguntó a Chana al respecto, éste contestó: "Se trata de un asceta, mi Señor. Un hombre que ha renunciado a todas las posesiones materiales para dedicarse a la práctica interior." En ese momento Siddharta decidió renunciar a su vida rodeada de lujos y riqueza para empezar una vida de renuncia. Esa misma noche, sin despedirse de su  padre, de su mujer o de su hijo, acompañado sólo de su fiel cochero Chana, tomó un par de caballos y salió a escondidas del palacio. Cuentan que los dioses silenciaron los cascos de los caballos al chocar contra el pavimento para no alertar a los guardias de la partida del joven príncipe. Juntos, Siddharta y Chana cabalgaron hasta la frontera de su país, Sakia. Una vez allí, el joven se cortó su larga melena, cambió sus ropas de príncipe por las de un mendigo y comenzó su vida errante y mendicante. Siddharta contaba entonces con 29 años...


CONTINUARÁ...  

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Pintura que refleja los 4 Encuentros de Siddharta Gautama: situado ante la rueda del Dharma (ciclo vital), pregunta a su cochero Chana sobre el anciano, el enfermo, el difunto y el asceta. Estos encuentros serán el detonante para que el príncipe comience su búsqueda

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NO CONFUNDIR. A la izquierda, Siddharta Gautama, el Buda (que significa "el despierto", "el iluminado"), que vivió hace 2.600 años aprox. y fue un maestro espiritual y fundador del budismo. A la derecha, Hotei, más conocido como Bu-Dai (que significa "saco de tela"), que vivió hace 1.100 años aprox. y fue un excéntrico monje budista de legendaria generosidad y jovialidad. En China se ha convertido en la deidad de la prosperidad, la abundancia y el buen comercio. 

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