miércoles, 28 de febrero de 2018

113. Hablemos de Buda. Parte II

La semana pasada habíamos dejado a Siddharta Gautama, de 29 años, en la frontera del reino de Sakia, de cuyo trono era sucesor, para comenzar una vida mendicante. Acompañado de su cochero Chana, este momento se conoce como "La Gran Renuncia". Lo primero que hizo Siddharta fue dirigirse a la ciudad de Rajagaha (actual Rajgir, en el estado indio de Bihar), donde comenzó su vida ascética pidiendo limosna por las calles. Poco tiempo después, sin embargo, los hombres de Bimbisara, monarca del gran reino de Magadja, reconocieron a Siddharta y le llevaron ante la presencia de su rey. Éste, ya anciano, quiso saber qué hacía el príncipe heredero del país vecino por las calles pidiendo limosna, y Siddharta le habló de sus cuatro encuentros y su búsqueda para escapar de la vejez, la enfermedad y la muerte. Bimbisara le ofreció su propio trono, al no tener descendencia, pero Siddharta se negó a aceptarlo. Sin embargo, prometió que volvería cuando hubiese obtenido la respuesta a su búsqueda. Entonces se echó de nuevo a las calles, pero pronto vio que la vida callejera no le llevaba a lo que él estaba buscando. Entonces oyó hablar de un maestro anacoreta experto en la práctica del yoga llamado Arada Kalama, y se unió a su grupo de discípulos. Tras llegar a dominar todas las técnicas del yoga del maestro y tras la muerte del mismo, los kalamas le invitaron a sucederle. Sin embargo, Siddharta se sintió insatisfecho con ese dominio del yoga y rechazó la petición, abandonando la ciudad y dirigiéndose a otro maestro anacoreta, Udaka Ramaputta, para convertirse en su alumno. Con él aprendió una gran cantidad de técnicas de meditación y alcanzó elevados estados de conciencia. Una vez más se le preguntó si quería suceder al maestro, y Siddharta, una vez más, se sintió insatisfecho y partió de nuevo. Lo que el joven Gautama estaba intentando era redefinir la unión del individuo (Atman) con lo absoluto (Brahman). Pero ninguno de los dos maestros ascetas habían conseguido satisfacer la búsqueda de la iluminación de Siddharta. No obstante, al haber superado todas las expectativas y a sus propios maestros, tres alumnos ascetas se marcharon con él, convirtiéndole así en su maestro. Los cuatro se proponen endurecer aún más la ascética que practicaban. Intentaron encontrar la Iluminación a través de la privación de todo bien material, incluido el alimento, hasta la mortificación. Siddharta llegó a estar esquelético debido a que apenas ingería ningún alimento, salvo una hoja o nuez al día. Es por este motivo que un día que fue a bañarse le fallaron las fuerzas y casi muere ahogado. Este incidente le llevó a considerar que la práctica del ascetismo extremo, tan corriente en esas regiones, tal vez no fuese el camino para alcanzar la Iluminación. Fue entonces cuando abandonó la práctica del ascetismo, en la que había vivido durante 6 años.


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Una iconografía atípica para Occidente: el Siddharta asceta

Reconsiderando su sendero hacia la Iluminación, súbitamente le vino a la mente un recuerdo de su infancia: su padre arando el campo. Así logró un estado de abstracción dichoso y reconfortante, denominado dhyana, que encajaría con el primer estadio de la trascendencia: el autoabandono, la comunión profunda con nuestros sentimientos, dejando de ser nosotros mismos durante unos instantes (podéis leer los tres estadios de la trascendencia aquí). Tras estas experiencias (casi morir ahogado y abstraerse recordando a su padre y sentirse, pues, reconfortado) aprendió dos cosas. Primero, que el ascetismo extremo no conducía a la liberación total, sino que era necesario algo más. Y segundo, que alcanzando cierto punto, ningún maestro era capaz de enseñar nada más, sino que dependía de uno mismo. Partió de nuevo, dispuesto esta vez no a buscar fuentes de sabiduría externas, sino a encontrarlas dentro de sí. Cuenta la tradición que, en su deambular, se encontró con una niña que estaba aprendiendo a tocar el sitar. Su profesor le dijo que si la cuerda estaba muy floja no sonaría, pero que si estaba muy tensa se rompería. Por ello, la cuerda debía estar en su justa tensión para dar música y armonía. Fue gracias a este encuentro que Siddharta comprendió el Camino Medio: tanto el ascetismo extremo como la vida de lujos y placeres que había llevado en palacio eran dos extremos, y la Verdad se encontraría en un punto intermedio de ambos.

Tras haber experimentado el dhyana (abstracción meditativa) con el recuerdo de su padre, Siddharta consideró que tal vez fuese ése el camino para alcanzar la Iluminación. Por ello, una vez llegado él y sus compañeros a la actual Bodhgaya (una ciudad en el estado de Binhar, en el noroeste de la India), Siddharta decidió sentarse a meditar bajo un árbol bodi, una higuera (denominada ficus religiosa), prometiendo no levantarse hasta haber alcanzado la Iluminación. Sus tres acompañantes, pensando que se había vuelto indisciplinado, le abandonaron. Pasó varias semanas, meses, bajo ese árbol, en un estado de profunda meditación. Una noche estalló una tormenta. Como Buda corría peligro bajo ese árbol pero estaba abstraído y de todos modos había hecho una promesa de no levantarse, del suelo surgió una gran serpiente cobra llamada Mucalinda, rey de los nagas (en el marco del hinduismo, son entidades semidivinas ctónicas con forma de serpiente). Mucalinda enroscó su cuerpo alrededor de Siddharta y le cubrió con su caperuza el tiempo que duró la tormenta. Cuando la lluvia cesó, desenroscó su cuerpo del príncipe, y tras adoptar forma humana y realizar una reverencia ante Siddharta, regresó a las profundidades de la tierra.


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Representación moderna de Siddharta bajo la tormenta siendo protegido por Mucalinda

Poco tiempo después de este episodio, tras haber pasado 49 días bajo la higuera y contando con 35 años de edad (otras fuentes dicen que tenía 33), Siddharta alcanzó el estado de bodi (iluminación, completo discernimiento, despertar), siendo entonces consciente de que se había liberado completamente. A partir de entonces Gautama sería conocido como "el Buda", que significa precisamente "el Iluminado" o "el Despierto". Según las fuentes, esto ocurrió en el noveno mes del calendario lunar o en el duodécimo. En el momento de su "despertar", Siddharta comprendió de forma inclusiva y total las causas del sufrimiento y cómo remediarlo. Esto le llevó a promulgar las Cuatro Nobles Verdades, que se convirtieron en los pilares del budismo. Son éstas:

- El sufrimiento existe
- El sufrimiento tiene una causa
- El sufrimiento puede extinguirse, extinguiendo su causa
- Para extinguir la causa del sufrimiento, debemos seguir el Noble Camino Óctuple

Este cese del sufrimiento (dukkah) es lo que se conoce como "nirvana" (aunque en el idioma original del Buda Gautama, el pali, se diga nibbana, que significa "apagado"). Tras su despertar, comprendió que ya no pesaba sobre él la ilusión del "yo" (Atman), sino que había expandido su conciencia y se había fundido con el Brahman: un estado conocido como Anatam, el "No-Yo", lo que Freud habría definido como la eliminación total del Ego. A grandes rasgos, el verdadero ser de Siddharta estaba más allá de las dualidades de aferramiento y repulsión, había trascendido el espacio y el tiempo, la vida y la muerte, es decir, había detenido el eterno girar de la rueda del Samsara (el ciclo de nacimiento, vida, muerte y encarnación de las grandes tradiciones de la India). Otro punto importante que descubrió Siddharta es que alcanzar este supremo estado de liberación o nibbana es posible para todo ser humano, siempre que siga el Noble Camino Óctuple (que analizaremos más detalladamente en la próxima entrada). El Buda describió el nibbana como la perfecta paz de una psique que está libre de todo tipo de ignorancia, avidez, odio y otros estados que resultan dolorosos o "insalubres" para ella. Este tipo de estados negativos se denominan klesa. También es considerado el nibbana como un desvanecimiento del mundo, en el que desaparecen toda personalidad y juicio para fundirse con el Todo, la Unidad, el Brahman. Inmediatamente después de su despertar, el Buda reflexionó si debía o no enseñar el dharma (que significa literalmente "protección", se entiende que contra el sufrimiento) a los demás. Al principio consideró que la Humanidad, al estar dominados por la ignorancia, la avidez y el odio, nunca podrían comprender un camino que es tan sutil y profundo como difícil de entender. Sin embargo, se convenció a sí mismo de que al menos una persona lo entendería. Y el Buda, reconfortado, aceptó enseñar.


CONTINUARÁ...

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