miércoles, 21 de marzo de 2018

116. Simbología del 'Via Crucis'

Hablar de simbología es hablar de mitología. Y el mayor mito (y símbolo) de nuestra cultura occidental, nos guste o no, es la figura de Jesucristo. No entraré en debates teológicos sobre si era o no el Hijo de Dios. Tampoco me voy a detener en cuestiones historiográficas sobre si existió o no (aunque a la luz de las pruebas que han llegado hasta nuestros días, quien prefiera creer que no existió puede permitírselo perfectamente). Lo más revelador es que no importa si existió o no: es un símbolo poderosísimo que ha marcado y sigue marcando la vida de millones de personas en todo el mundo, de forma consciente o inconsciente. Y se debe a que es una referencia simbólica a nuestra propia vida y a la misma naturaleza humana. Por eso, ahora que estamos en unas fechas tan señaladas, me he decidido a explicar el mito del Via Crucis: porque es un símbolo que nos habla del camino de la vida, del desarrollo personal, de la búsqueda de la perfección y de nuestra relación con lo trascendente. Es, por lo tanto, eterno, y se actualiza constantemente para cada persona. De hecho, el "camino de perfección" de San Juan de la Cruz tiene mucho que ver con el Via Crucis. Recordemos, TODOS los mitos se refieren a una realidad humana, cotidiana, cercana. Los mitos son tan importantes porque remiten a un tipo de información, sea del tipo que sea (intelectual, material, sentimental, espiritual...), pero siempre humana. Y el Via Crucis es el mito que simboliza el camino de nuestra vida hacia la trascendencia. O, si lo preferís, hacia la autorrealización y la felicidad. Al fin y al cabo, es lo mismo.

El Via Crucis genuino quedó diseñado y confeccionado de forma definitiva en torno al siglo IX, y así se ha venido reproduciendo, venerando y VIVIENDO hasta bien entrado el siglo XX, cuando Juan Pablo II intentó cambiarlo sabiendo que ese Via Crucis medieval emanaba filosofía pagana por todas partes. Por suerte un hombre, por muy Papa que sea, no puede acabar con una tradición de siglos, y la gente ha seguido fiel a ese Via Crucis original, aunque introduciendo los tres últimos pasos que dictó Juan Pablo II. A continuación vamos a exponer cada uno de los pasos y a explicar, lo más brevemente posible, su simbología. Recordemos que estamos reproduciendo una realidad humana que transcurre en dos niveles: en nuestra vida diaria y a lo largo de nuestra existencia en el mundo.

I

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El primer paso de nuestro Via Crucis es el juicio a Jesús y su condena. Lo primero que debemos tener en cuenta es que Jesús se entrega para morir. En la pésaj (la Pascua judía) se cena cordero para recordar la liberación de la esclavitud que los hebreos sufrieron en Egipto, y en concreto el episodio de la muerte de los primogénitos: comieron cordero y con su sangre marcaron las jambas de las puertas de sus casas, haciendo que el ángel de la muerte de Dios pasase de largo. Ahora ese cordero del sacrificio es Jesús. No muere para quitar los pecados del mundo, sino para librar al hombre de la muerte. El término hebreo pésaj significa, literalmente, "dejar pasar (la muerte de largo)". Pero antes de su muerte y nuestra liberación tiene que pasar por distintos ritos de purificación. Y el primero de ellos es éste: lo llevan ante el Sanedrín, el tribunal religioso de los judíos. Primero Caifás y después Anás, ambos sumos sacerdotes (cosa absurda, porque sólo había uno). Como el Sanedrín no tenía autoridad para condenar a muerte, ya que eso era responsabilidad de los romanos, lo envían a Poncio Pilato, gobernador de Judea. Él ve que Jesús es inocente pero, al saber que es judío, lo envía al rey de los judíos, Herodes Antipas. Éste no quiere saber nada de él, además Jesús le recuerda a Juan el Bautista, a quien el rey había ordenado ejecutar; y por temor a que sea una reencarnación del Bautista, lo envía pronto de vuelta al palacio de Pilatos. ¿Qué significa todo este vaivén? Jesús en enviado de un lado para otro porque es su primer paso para la liberación. El Sanedrín, los romanos, el rey de los judíos... todos ellos representan las instituciones. Es decir, el mundo. Este primer paso presenta al hombre, al individuo, contra el mundo. Pilato encuentra a Jesús inocente, pero para calmar al pueblo y evitar una revuelta hace que le den a Jesús una terrible paliza. Después lo saca al bacón y anuncia el famoso "Ecce homo" (aquí está el hombre). Pilato esperaba que al verle tan apaleado la multitud se diese por satisfecha, pero todo el mundo grita "¡Crucifícalo!". Y no deja de ser curioso, porque quienes gritan eso son los mismos que una semana antes le estaban recibiendo a las puertas de Jerusalén con palmas y cánticos, al grito de "¡Hosanna!", llenos de euforia y devoción. ¿Cómo es posible? Porque el grito de hosanna y el de crucifícalo son lo mismo. No es que signifiquen lo mismo, sino que el significado simbólico de ambos es el mismo: la realización del Salvador sólo se alcanza a través de la cruz. Pero más importante aún que esta oposición a las autoridades, esta confrontación del hombre con el mundo, es el sentimiento de traición. No por aquellos que piden su muerte, sino por los que se esperaba otra cosa de ellos: sus amigos. El hombre se enfrenta al mundo y a su destino y lo hace completamente solo. Los apóstoles, los amigos de Jesús, sus seguidores, aquellos que iban a estar siempre con él, le han abandonado porque han tenido miedo. Este sentimiento de traición y abandono es el que experimenta Jesús. Nosotros debemos emprender nuestro camino de la vida solos.



II
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El segundo paso es cuando cargan a Jesús con la cruz. Desde antiguo, la cruz ha simbolizado la materia (luego ha ido variando su significado, como expusimos en una entrada anterior que podéis leer aquí) reflejando con sus cuatro brazos los cuatro elementos. La cruz es el madero, la materia más tosca, que es colocada sobre el hombre. Ese peso representa todas las culpas, cargas y problemas que arrastramos con nosotros, no sólo los nuestros propios, sino los de toda nuestra familia. Ahora está muy de moda todo el tema de la biodescodificación, que parece algo muy moderno y novedoso, pero que no lo es tanto. Ya en el siglo IX se está hablando de esto mismo: nuestro camino de la vida está condicionado por todo lo que nos echamos a los hombros y con lo que tenemos que cargar.



III

 La Via Crucis di Roberto Ferri 

El tercer paso es la primera caída. Cuidado porque habrá un total de tres caídas, y son muy importantes. Tres fueron las tentaciones que sufrió en el desierto, tres fueron los días que estará muerto, tres han de ser las caídas. El tres es el número del Espíritu, y en este caso será la prueba de su constancia. Jesús no avanza con paso glorioso, no es un héroe invencible en su camino. Todos nosotros nos sentimos desfallecer tarde o temprano, y de hecho los momentos más importantes vendrán ahí, cuando creamos que está todo perdido. La conocemos, ¿verdad? Esa sensación de "no puedo". Creer que no podemos cargar con nuestra cruz, pensar que todo está perdido y que nunca vamos a llegar a nuestro destino. La "caída" es el desfallecimiento. Todos sabemos lo que se siente, y el Via Crucis nos lo recuerda. Sin embargo, también es una muestra de nuestro empeño por continuar. "¿Por qué nos caemos? Para aprender a levantarnos."


IV


 La Via Crucis di Roberto Ferri

Hemos llegado al cuarto paso, el número de la materia pura. Y en consonancia con esto, como no podía ser de otra manera, Jesús se encontrará con su madre. Hay tres números femeninos importantes, que coincidirán con los tres encuentros de Jesús con mujeres: su propia madre (4), la Verónica (6) y las mujeres de Jerusalén (8). En este caso, la madre de Jesús representa por una parte a la Magna Mater, la diosa madre encarnación de la Tierra. Por otro lado, representa a la madre de cada uno, biológica o adoptiva, real o imaginada. Es la figura materna que todos tenemos y a la que nos gustaría acogernos (regresar a su seno) cuando estamos sufriendo en el sendero de nuestra vida. Pero no podemos hacerlo. 



V


La Via Crucis di Roberto Ferri

En la parada número 5, el número del hombre, nos encontramos con Simón de Cirene. También llamado el Cireneo, poco se habla de este buen señor. Al sentirse desfallecer y ver que no puede con el peso de la cruz, Jesús deja de andar y se tambalea. Un soldado romano, que lo ve, señala a una de las muchas personas que había alrededor y le ordena que le ayude. Esa persona será Simón de Cirene, un hombre que volvía de trabajar en el campo y que, sin comerlo ni beberlo, sin preguntar por qué, ayuda a Jesús con el peso de su cruz. Es decir, carga con una cruz que no es la suya, sino la de un extraño. En este número del hombre encontramos la humanidad, la piedad y la ayuda. Es la amistad desinteresada. Es Simón de Cirene, y no los apóstoles, el verdadero amigo de Jesús. Alguien que sin saber cómo ni por qué, te ayuda a superar los malos momentos y que está ahí siempre para apoyarte. Esa persona es el Cireneo.  


VI

La Via Crucis di Roberto Ferri

Nuevo número femenino, nuevo encuentro con la mujer. La tradición (que sigue sin ser aceptada de manera canónica) dice que una mujer se acercó con un paño a secar el sudor de la frente de Jesús y que, al retirar la tela, el rostro del Redentor quedó milagrosamente impreso en ella. Es un momento bellísimo. Y fijaos: esta mujer será conocida como Santa Verónica, pero su nombre no hace referencia a la persona sino a la reliquia. "Verónica" proviene de vera icona, es decir, la verdadera imagen. ¿Qué simboliza este paso? Que en un momento de nuestro trayecto tendremos que desprendernos de una parte de lo que somos, de lo que conforma nuestra identidad. Debemos llegar a la esencia, a la "verdadera imagen", sin artificio alguno. Es decir, debemos conocernos y reconocernos a nosotros mismos.


VII


La Via Crucis di Roberto Ferri

La séptima parada es una nueva caída. Una nueva muestra de lo frágil de la condición humana y de lo duro de nuestro viaje en la vida, pero al mismo tiempo del aliento que debe tener nuestro espíritu y que no deben desmoralizarnos las flaquezas ni las caídas cuando cargamos con nuestra cruz. No debemos abandonar nuestro cometido. No es tan grave caerse como no levantarse. El número 7 es el número de la perfección, y el hombre perfecto es aquel que, pese a todo, continúa luchando. Que persevera.



VIII

La Via Crucis di Roberto Ferri

En la octava parada Jesús se encuentra con las mujeres de Jerusalén. Las mujeres encarnan a la propia ciudad, que llora. "¡Oh, Jerusalén, que matas a tus profetas!", había exclamado Jesús. Y al encontrarse con ellas (con ella, con la ciudad), Jesús les dice algo importantísimo: "No lloréis por mí. Llorad más bien por vosotras y vuestros hijos." Jesús les dice que no se preocupen por él porque él ya se va, ya está acabando su camino, está a punto de liberarse. En la Pascua judía, recordamos, se celebra la liberación personal. Es una fiesta para agradecer que somos libres. Sin embargo, Jesús da un paso más allá y se prepara para liberarse del último peligro de la vida: la muerte. Jesús les dice que no lloren por él, que ya casi es libre, sino que deberían llorar por ellas y sus hijos, que se quedan atrás. Esta parada se puede resumir en: "No lloréis por mí, que ya me voy. Llorad por vosotros, que os quedáis." Es decir, los lamentos deben ir para los que aún no han emprendido su camino, no para los que ya están en él. 



IX


La Via Crucis di Roberto Ferri

Llegamos a la tercera y última caída. Ya hemos dicho que el tres es el número del Espíritu, tres las tentaciones que enfrenta, tres días que tarda en resucitar, tres son las caídas. El número de la gloria más divina y de la flaqueza más humana. Jesús cae una tercera vez al suelo, pero por más veces que caiga no desiste en su misión. Nosotros tampoco debemos hacerlo. Esto no es una cuestión del sufrir por sufrir, no el martirio gratuito que tan mal nos han vendido y tan nefasto ha resultado a lo largo de la historia. No, esto es un mensaje de esfuerzo y perseverancia, común a todas las culturas y a todos los hombres y mujeres. Es la lucha en la persecución de un fin, por mucho que se sufra en el proceso. Recordemos que esto es aplicable tanto a nuestra vida cotidiana como a nuestro proyecto vital.



X

La Via Crucis di Roberto Ferri

La décima parada es el expolio. Cuando Jesús llega a la cima del Gólgota, le despojan de todas sus vestimentas. En un maravilloso ejercicio de mitología comparada podemos identificar los diez primeros pasos del Via Crucis con los diez mundos que debe atravesar la diosa Inanna (en sumerio) o Isthar (en acadio) para llegar al Irkalla (el inframundo). En cada mundo que atravesaba se iba despojando de uno de sus atributos (joyas, vestido, calzado...) hasta que, al llegar al décimo, se encuentra completamente desnuda y se vuelve mortal. Jesús vive una transformación parecida: se despoja de todo artificio exterior y se queda desnudo, tal y como vino al mundo. Así, desnudos, nos encontramos en nuestro estado más puro. "Esto soy yo. Ni más ni menos." El expolio de Jesús es la última purificación. Jerusalén convierte a los dioses en hombres.



XI

La Via Crucis di Roberto Ferri

La siguiente estación es cuando le clavan en la cruz. Ahora Jesús es alma pura, completamente purificada (para un judío no hay diferencia entre el alma y el cuerpo) y al clavarle en la cruz se le está uniendo al mundo de la materia. Porque sólo así se puede alcanzar la trascendencia, cuando el alma y el cuerpo están unidos. Un judío no comprende la resurrección del alma sin la resurrección del cuerpo. Esa unión del cuerpo de Jesús (alma) a la cruz (materia) simboliza este concepto sine qua non puede tener lugar la victoria sobre la muerte.



XII


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El Via Crucis medieval terminaba aquí, en la duodécima parada, con la crucifixión de Jesús. El número 12 es el símbolo de lo que está completo. "Se ha consumado", son las últimas palabras de Jesús en la cruz. La mejor y más bonita crucifixión de todas es, para mi gusto, la que pinta Velázquez en 1632. Si podéis ir al Museo del Prado a contemplarla, os lo recomiendo. Y si además podéis ir y leer delante del cuadro el poema que le dedicó Miguel de Unamuno, tanto mejor. Podéis encontrarlo aquí. ¿Qué tiene de especial la crucifixión? Que es el final del camino. Es cuando Jesús finalmente se ha completado, como alma inmortal y como hombre efímero. Aquí hay un par de cosas importantes. Lo primero y fundamental para entender la figura de Jesús en la cruz es comprender las palabras que dice. Por ejemplo, el famoso "Elí, Elí, lama sabactani", que se ha traducido como "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?" No se puede entender la profundidad de esa frase sin saber que Jesús era un rabino fariseo y que se sabía los Salmos de memoria. En efecto, esta frase es el comienzo del Salmo 22, cuya redacción se ha atribuido al rey David. ¿Os dais cuenta? En la cruz, Jesús se pone a cantar el Salmo 22, que es un grito de angustia al mismo tiempo que un canto de alabanza a Dios, y empieza justo así:


"Dios mío, Dios mío,

¿por qué me has abandonado?

¿Por qué no vienes a salvarme?

¿Por qué no atiendes mis lamentos?

Dios mío,

día y noche te llamo, y no respondes;

¡no hay descanso para mí!

(...)

Esta idea de Jesús cantando Salmos en la cruz es extremadamente hermosa, y uno se pregunta por qué no nos lo han contado así. Pero hay más. El alma y el cuerpo están unidos de la misma manera que Jesús y el madero: son la misma cosa. Y la gran enseñanza que nos deja es ésta: Jesús lo hace todo por amor. Coge la fiesta del Yom Kipur (la del cordero del sacrificio) y la Pésaj (la de la liberación) para unirlas y sacrificarse él mismo, siendo consciente en todo momento, por amor. La tradición del sacrificio para encauzar la violencia inherente del ser humano, para devolver la paz a la sociedad, queda recogida en su persona de forma plenamente consciente y con todas las consecuencias. ¿Qué es lo más famoso que Jesús dice en la cruz? "Señor, perdónalos, porque no saben lo que hacen." En cambio, Jesús sabía perfectamente lo que hacía, y lo hace hasta las últimas consecuencias. Él se sacrifica en el amor incondicional por un régimen y una sociedad que sabe que no va a perdurar: los fariseos enfrentados a los saduceos, la mayor parte de los esenios aislados en pequeñas comunidades en el desierto, los celotes contra el dominio romano... la situación es insostenible. Para devolver el equilibrio a la sociedad, Jesús asume el rol del cordero pero esta vez de forma consciente y definitiva. Es crucificado en el año 33 (aprox.), en el 70 las tropas romanas de Tito arrasarán Jerusalén y destruirán el Templo, que no volverá a ser reconstruido. Lo que hace es un acto de amor absoluto, desinteresado y total. Sólo eso puede vencer a la muerte.

Por hoy lo dejamos aquí. Tal vez en otra entrada hablemos del entierro, descenso a los infiernos y resurrección de Jesús, aún no lo sé. Pero sí quería compartir con vosotros el simbolismo del Via Crucis original, para que podáis ver cuánta diferencia hay con lo que nos llevan contando toda la vida. Estas historias sobre Jesús remiten a un inconsciente colectivo que se lleva repitiendo desde los orígenes de la humanidad. Al fin y al cabo, es tal y como decíamos al principio: los mitos funcionan porque apelan a una sensibilidad humana, a una realidad reconocible por cualquier individuo a muchos niveles. En ese sentido, el Via Crucis no es algo exclusivo cristiano. Lo que se celebra en Semana Santa es mucho más: es la misma experiencia humana.

A propósito, la mayoría de las imágenes utilizadas en esta entrada son cuadros de Roberto Ferri, pintor italiano nacido en 1978 que está considerado como "el nuevo Caravaggio". Me encantan sus pinturas, y me han venido muy bien para lo que quería contar hoy. Sé que ha sido una entrada un poco larga, pero creo que merece la pena dedicar tiempo a saber y comprender ciertas cosas, más aún cuando conforman parte de la base de nuestra cultura occidental. Muchas gracias por estar ahí, y nos vemos la semana que viene. Ultreia!

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