- Círculo, cuadrado y triángulo. El círculo, ya lo hemos comentado alguna vez, simboliza el Todo, el Principio, el Cielo o el Cosmos. El cuadrado representa lo concreto, la Tierra o lo perecedero. El cuadrado representa por tanto lo material y terrestre, es la creación del mundo perecedero, también de la solidez y la estabilidad. Y en medio el triángulo, que describe el movimiento del uno al otro. El triángulo equilátero (perfecta armonía y equilibrio) simboliza lo divino, y el triángulo rectángulo simboliza al ser humano. La materialización del espíritu sería el movimiento descendente, cuando el infinito se hace algo concreto y el cosmos se vuelve cognoscible. La espiritualización de la materia, por el contrario, sería el movimiento ascendente, cuando la forma concreta se sublima retornando al origen. Así podemos ver cómo la mayor parte de los edificios religiosos de casi todas las confesiones religiosas tienen una planta cuadrangular (que representa la tierra) coronada por una cúpula circular (que representa el cielo). Las formas de los templos nos hablan de un encuentro, de una mediación entre el Creador y sus criaturas. Sin embargo, sabemos que no todas son así... pues algunos templos cuentan con una planta circular. ¿Y qué significa eso?
- El Centro y su expansión. El centro, simbolizado por el punto, es el origen de todo lo que es y existe, de la Realidad. La realidad, la llamemos Cosmos o Creación, es el resultado de la manifestación de ese centro. Sin centro no habría círculo (universo). Por tanto, el punto central ordena y rige el círculo, el Cosmos, la multiplicidad de seres. Por supuesto, si hay un punto central, el círculo simboliza la fuerza primera que desde el centro se expande hacia la periferia. Alcanza la plenitud en otro círculo, como el movimiento de una onda en el agua. Es el movimiento innato de la vida, un movimiento de expansión que parte de un centro y que implica posteriormente un movimiento de contracción, de retorno al centro. Pero claro, este movimiento puede quedar simplemente sugerido (como el interior de la Iglesia de la Vera Cruz en Segovia o la de San Baudelio de Berlanga en Soria) o iconográficamente manifestado. ¿Y cómo se consigue eso?
- La espiral, la serpiente y el laberinto. La manera más extendida de simbolizar la expansión del centro a la periferia y viceversa es la espiral. También una serpiente enroscada en espiral alrededor de un eje, como en el caduceo de Hermes o el báculo de Asclepio. El pensamiento celeste se manifiesta, las fuerzas cósmicas salen desde el centro. El impulso vital encerrado en el centro termina por desparramarse: la materialización del espíritu. Pero también se da el significado opuesto, la serpiente/espiral es el emblema de la Diosa, de la materia, que recorriendo sus curvas sinuosas llega a ese centro que le permite la unión con lo celeste, con el Dios. Por eso la espiral/laberinto simboliza el viaje iniciático. De esta manera, se utiliza para representar la dramatización ritualizada que debe seguir el neófito para ir desde la periferia hasta el centro, contactar con lo Divino (la unión de lo terrenal y lo celeste), y después regresar. En los viajes espirituales, guiado por el hilo de Ariadna, el iniciado ha de superar distintas pruebas para abandonar la oscuridad y acercarse a la luz. El laberinto simboliza el impulso de todo ser humano de acercarse al Centro y acceder así a la sabiduría sagrada.
- El compás. Podría interpretarse como otra forma de simbolizar la expansión desde el centro, pues el compás tiene forma de triángulo, uno que se mueve y pivota desde su centro. Y a partir de él se dibuja la expansión del centro. El compás pertenece al demiurgo, el Dios-Arquitecto, que es el que pone orden, el que legisla y vence a las tinieblas con la Creación. El triángulo-compás está igualmente vinculado con la letra "alfa" de los griegos (α), y con la tetraktys de los pitagóricos.
- El cuaternario. El cuadrado y el cubo acercan al ser humano, por su parte, a la percepción o a la contemplación de la realidad interior. La cuarta dimensión, la interioridad, lo de dentro de la materia, simboliza la materialización del espíritu, del cielo en la tierra. Son los avatares del hinduismo, también es el Cristo. Que Jesucristo muriese en la cruz no es casual. El espacio sagrado (Jerusalén, por ejemplo) se representa mediante plantas cuadradas o cúbicas. Y, como ya hemos comentado en la parte del círculo, las plantas de los templos son cuadrangulares sobre las que se montan las cúpulas. Simboliza arquitectónicamente la cuadratura del círculo. Lo múltiple de la creación se encadena en una estructura cuaternaria hasta la Unidad: los cuatro elementos (agua, tierra, agua y aire), las cuatro estaciones, los cuatro puntos cardinales, y luego los cuatro evangelistas, los cuatro palos de la baraja, etc. Las fuerzas elementales de la Creación, de la Naturaleza, forman parte de las religiones antiguas y pasaron modificadas al cristianismo. Los dioses y héroes paganos fueron sustituidos por seres fabulosos, animales y bestias, vegetales y minerales. Y se fue creando una cultura fantástica popular que muchos veces iba dirigida a un público analfabeto, podríamos decir casi infantil. Cada año se repite idéntico movimiento estacional, plantas y animales siguen este orden superior. Los humanos también son sensibles a este ordenamiento y lo han reproducido en sus cultos a lo largo del tiempo. La cruz es un símbolo cuaternario universal, aunque en Occidente se identifique con el cristianismo. Simboliza al ser humano, el término intermedio mediador entre el cielo y la tierra. Dos segmentos que se cruzan, horizontal y vertical, material y espiritual. Dos caminos que se encuentran y que llevan a dos mundos distintos y complementarios. Si el simbolismo es el estudio o el conocimiento de un encuentro, el del espíritu y la materia, la cruz, lo cuaternario cruzado, es el símbolo por excelencia: el "Individuo Universal". Con el cristianismo, en la Edad Media, la cruz simboliza el sacrificio del Salvador. No siempre fue así. En los primeros siglos, con un cristianismo en expansión y afianzamiento, la cruz se asocia a la victoria. Y ya en la Alta Edad Media, como la verdad del Hombre-Dios, instaurada en el inconsciente colectivo hasta hoy.
- El quinario. El pentágono o la estrella de cinco puntas es la unión del cuaternario más el centro. Si el cuaternario son la conjunción de los cuatro elementos, el quinario es la quintaesencia. Es el número del hombre, "pues tiene cinco sentidos, cinco poderes del alma, y está compuesto por los cuatro elementos y su reunión, la quintaesencia. Ya los antiguos romanos utilizaban el cuerpo humano como medida y centro del conjunto universal." (Raimon Arola). La proporción áurea, también llamada divina proporción o número de oro, está relacionada directamente con el quinario: √5 o el número de Euclides o phi (Φ). Mantener la proporcionalidad de las partes en toda creación humana demuestra que en la multiplicidad también puede existir el orden que existe en la Unidad. Lo divino actúa en el número phi, las matemáticas siempre han sido sagradas. Es una nueva forma de afirmar "así en la tierra como en el cielo" cristiano, que es lo mismo que repite la máxima hermética "como es arriba es abajo". Para los seguidores de Euclides, y también para los renacentistas, conocer el número irracional phi significaba poseer la llave del orden perfecto, penetrar en la armonía de las formas creadas por la naturaleza y, en consecuencia, crear según el patrón de la sabiduría natural, que se obtiene a partir de las matemáticas, y que conduce a la belleza en la naturaleza y el arte. Y es que desde tiempos inmemoriales, el ser humano ha tratado de encontrar, con el arte y la ciencia, la armonía en la creación. Traer a la creación el orden del creador. Aunar multiplicidad y unidad a través de un canon que explique el orden sagrado.
"La belleza sería la práctica sensible de una teoría razonante, de manera
que el uso de la divina proporción consigue explicar aquello que es bello,
argumentándolo matemáticamente. La belleza no es la consecuencia,
dirían los renacentistas, de una sensibilidad especial ni de ningún azar,
sino que aparece en el mundo gracias a la identidad del hombre con
el Creador. Identidad que pasa, obviamente, porque el hombre utilice
la misma regla que el Creador: la divina proporción".
Raimon Arola
Gracias por haber llegado hasta aquí. La semana que viene daremos el punto y final a estas entradas de "símbolo y simbolismo" con una conclusión un poco filosófica, que me gustaría compartir. Hasta la semana que viene, caminantes. Ultreia!
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