miércoles, 30 de enero de 2019

157. El Islam Ahmadí

Toda persona que se haya acercado con una mirada limpia a la historia de las religiones y a la Religión habrá podido comprobar de primera mano que ésta tiene casi infinitas ramificaciones. Cuesta creer que en el cristianismo, por ejemplo, grupos tan dispares como el KKK y los misioneros de África pertenezcan a una misma religión, y sin embargo lo hacen. En todas las religiones ocurre lo mismo, y por supuesto también en el islam. 1.500 millones de personas practican en la actualidad la religión instaurada por Muhammad. Sin embargo, y a pesar de que el Profeta (bendito sea su nombre) procuró dejarlo todo organizado (pues conocía las disputas que existían en los reinos cristianos precisamente por esta falta de Jesús), tras su muerte surgieron las primeras disputas. Desde ese ya lejano siglo VII de la Era Común, el islam ha vivido múltiples ramificaciones y cambios. Y una de ellas es la comunidad ahmadía.



Los seguidores de esta rama del islam suman la nada desdeñable cifra de 200 millones. Esta comunidad fue fundada por Mirza Ghulam Ahmad (1835-1908) el 23 de Marzo de 1889 en Qadian, una ciudad de la India donde vivió toda su vida. Ahmad es un personaje peculiar: en 1882 proclamó ser un mujaddid, es decir, un reformador del islam del siglo XIV. No debieron hacerle mucho caso, así que en 1890 proclamó ser ni más ni menos que el Mesías, Al-Mahdi, el Cristo, la figura esjatológica (sí, con "j", sonido del original griego, para diferenciarlo de "escatológica") prometida para las tradiciones monoteístas: Emmanuel para los judíos, la segunda venida de Cristo y Al-Mahdi islámico. Como era de esperar, tras anunciar esto los musulmanes ortodoxos le dieron la espalda. Así que fundó la comunidad ahmadí, en la que trabajó por una reforma del islam hasta su muerte.

Y también fue él quien concibió la teoría de que Jesús no murió en la cruz ni fue resucitado, sino que sobrevivió y siguió predicando en busca de las tribus perdidas de Israel hasta que llegó a la India y predicó entre los budistas hasta su muerte. Esto ha sido caldo de cultivo para muchísimos autores occidentales, entre lo que podemos encontrar destacan ¿Murió Jesús en la cruz?, de Manuel Pérez Alé o Jesús vivió y murió en Cachemira, de Andreas Faber-Káiser. Sin embargo, como dice Antonio Piñero, "esas teorías son absurdas. Los romanos sabían matar muy bien y no iban a dejarle escapar". Lo interesante es que los ahmadíes, siguiendo la intención de su fundador, forman una rama reformista del islam. Se alejan del fundamentalismo y de los grupos militantes, destacando los elementos pacíficos y tolerantes del credo islámico. Valores como la paz, la lealtad, la libertad, la igualdad o el respeto aparecen frecuentemente en sus prédicas. Se busca ante todo la paz, la hermandad universal y la sumisión a Allah, en la pureza original en la que fue concebido.  Sin embargo, lo tienen todo en contra. La gran mayoría de los musulmanes fundamentalistas consideran que el movimiento ahmadí es "apóstata" y "hereje", y que no forma parte del islam. Por otra parte, la Liga Mundial Islámica declaró en 1974 en su conferencia anual que los ahmadíes no eran musulmanes. A esto se suman los graves casos de persecución religiosa que han sufrido los ahmadíes en muchos países, sobre todo en Pakistán (donde se concentra la mayoría de sus miembros), donde tienen prohibido predicar, declararse públicamente musulmanes, rezar en público o en mezquitas que no sean ahmadíes, etc. Es decir, sufren discriminación por sus propios hermanos de fe (y por varios sectores cristianos, debido a la controvertida teoría de que Jesús no murió y resucitó sino que se fue a vivir a la India y que su tumba está en Cachemira). 

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La sede central en España de la comunidad ahmadí se encuentra en la Mezquita Basharat en Pedro Abad, Córdoba. Fue la primera mezquita construida en España después de la Reconquista  

Sin embargo, siendo justos, no podemos obviar que la polémica tiene razón de ser: para empezar Ahmad afirmó ser el Esperado de los Últimos Días de todas las religiones del mundo. Además, señaló que la mayoría de los musulmanes vivían en el error y cómo se habían apartado de las verdaderas enseñanzas del islam, a los que estos respondieron tachándole de hereje y no considerándole un musulmán. Además Ahmad dijo que basándose en los Evangelios, el Corán y textos budistas, que Jesús se había refugiado en Cachemira, donde habría muerto a los 120 años. Esto atenta contra la doctrina de la muerte en la cruz y la Resurrección, por lo que tampoco les cae en gracia a los cristianos. También forma parte de la doctrina ahmadí el considerar a las Gog y Magog del Apocalipsis los cristianos y musulmanes fundamentalistas modernos. Para finalizar, esta rama está oficialmente fuera de las grandes ramas del islam como son la suní, la chií y la jariyí. Esto se debe a que, aunque entre estas tres existen numerosas diferencias (e incluso tienen sus propias escisiones internas), son unánimes en considerar que Muhammad es el último de los profetas enviados por Dios a la humanidad, que no hay otro después de él y que no se le espera. La comunidad ahmadí, por el contrario, se fundamenta en la noción de que Mirza Ghulam Ahmad es el último de los profetas, el Mesías esperado.

Sería poco prudente finalizar esta entrada con mi opinión personal. Después de todo, no he tratado tanto con musulmanes ahmadíes (aunque la mayoría de los musulmanes digan que no son tal) como para emitir un juicio. Supongo que en esto, como en todo, influye mucho la forma de hablar y de actuar. Los musulmanes ahmadíes que conocí (eran dos) fueron en todo momento muy correctos, cansados de que se les asociase constantemente con el terrorismo y que se les llamase asesinos. Sus principios me parece que atañen a todas las religiones y tradiciones espirituales que pretendan considerarse tales. A saber:

- La creencia en un único Dios. todos los profetas y todas las religiones proceden de la misma fuente, Dios. Él lo creó todo y continúa comunicándose con la humanidad. En árabe se le denomina Al-lah, pero cualquier término utilizado por las distintas religiones hace referencia al mismo y único Dios.

- La creencia en todos los Profetas. Dios envió a Sus profetas para guiar a la gente hacia Él y para establecer la paz entre la humanidad. El islam exige a los musulmanes que crean en todos los profetas sin excepción y les nombren con respeto y honor.

- La creencia en las enseñanzas Divinas. Todas las religiones Divinas fueron auténticas en sus orígenes. Sin embargo, a medida que pasó el tiempo, sus enseñanzas se erosionaron y fueron olvidadas; pero Dios siguió enviando profetas para guiar a la gente de nuevo hacia Él.

- La creencia en la libertad de religión. Cada uno es libre de creer, practicar y seguir la fe de su elección.

- La creencia en la igualdad de derechos. Los hombres, las mujeres y la gente de todas las razas son iguales a los ojos de Dios. Sólo las buenas obras hacen superior a una persona sobre otra, y esta oportunidad de superar a los demás la tenemos todos.

- La creencia en la santidad de la vida. El islam enfatiza la santidad de la vida y rechaza tajantemente la violencia y el terrorismo de cualquier forma y bajo cualquier pretexto. Todos los musulmanes han de promover la paz y evitar el odio y la discordia.

Dicho queda.

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miércoles, 23 de enero de 2019

156. Relatos sagrados

Artículo aparecido en el Babelia de El País
del pasado sábado 12 de Enero. Antonio Muñoz
Molina escribe sobre la vigencia de las religiones en el
mundo actual. Como él mismo afirma, "urge comprender 
por qué millones de creyentes han votado a individuos 
tan poco piadosos como Trump o Bolsonaro"

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Un seguidor de Bolsonaro lee la Biblia en una misa evangélica

En su testimonio del campo de exterminio, Más allá del crimen y del castigo, Jean Améry anota que en Auschwitz tenían más capacidad de sobrevivir los prisioneros fortalecidos por creencias inquebrantables, religiosas o políticas: testigos de Jehová, rabinos ultraortodoxos, militantes comunistas. Para él, que era un hombre incrédulo y racionalista, un intelectual laico, el horror del campo no tenía límites, y el sinsentido lo minaba casi tanto como el hambre o la crueldad. Para los creyentes en un dogma sin incertidumbres, en una visión completa y cerrada del mundo, el sufrimiento extremo encajaba de un modo u otro en un devenir providencial establecido por Dios o por la necesidad histórica. Al solitario la persecución lo anula sin dificultad; al creyente le fortalece en su fe y lo une más todavía a la comunidad de los otros fieles, al grupo escogido de los mártires y los héroes. El perseguido es también el elegido. En último extremo su sacrificio encontrará recompensa en la vida eterna, o en su equivalente marxista, el paraíso comunista al final de la historia. A Jean Améry ni su talento literario ni su sofisticación intelectual le sirvieron de mucho. Judío sin fe, superviviente sin orgullo, se suicidó en 1978. En un libro apasionante de erudición histórica y fuerza imaginativa, La creación de lo sagrado, dice Walter Burkert: "La dominación opresiva es más fácil de soportar si el opresor es a la vez oprimido por un dios... Una respuesta última, aunque no empírica, a la dolorida pregunta '¿por qué?' puede hacer tolerable la aflicción."

Hasta hace no muchos años se suponía, al menos en Europa, que la religión era un fenómeno en declive, una de tantas reliquias de tiempos más oscuros que desaparecerían según avanzara la modernidad, igual que las enfermedades infecciosas, o que el analfabetismo. Pero más allá de unos pocos países occidentales en los que están vacías las iglesias, la fuerza y la influencia de las religiones se extienden a más velocidad que el cambio tecnológico, en muchos casos sacando ventaja de él; y, más desolador aún, el descreimiento religioso, allí donde sí se produce, no va acompañado por un avance de la racionalidad, sino por sustitutivos pseudorreligiosos que pueden ser más insensatos y más irracionales todavía, incluso, si se presenta, no menos sanguinarios. Hay quien deja de creer en Dios pero cree en Nostradamus o en esos horóscopos que por algún motivo intrigante publican en España todas las revistas femeninas, pero no las masculinas; y quien está dispuesto a dar la vida por su fe, o por su patria, o por su equipo de fútbol, puede decidir que también está dispuesto a dar de paso las vidas de otros.

La indagación en el origen y en la pervivencia de las religiones es un campo de conocimiento apasionante: también es de una gran urgencia práctica. Nos importa mucho comprender por qué hay hombres jóvenes impacientes por volarse con un cinturón de explosivos en un vagón de metro, y por qué millones de creyentes evangélicos han unido sus votos para elegir a individuos en apariencia tan poco cercanos a la piedad y la sencillez de los Evangelios como Jair Bolsonaro o Donald Trump.

Pero no hay bromas con la religión, y no sirven de nada para comprenderla. Como explica Walter Burkert, uno de los rasgos fundamentales de las religiones es que siempre son, de manera literal, mortalmente serias. Otro aún más revelador es su universalidad. La religión es uno de los universales humanos que han existido y existen en cualquier sociedad y en cualquier época, igual que el lenguaje, las historias, las artes, la música. De hecho, las religiones están relacionadas con cada uno de esos rasgos universales. Es el lenguaje el que permite invocar la presencia de hechos o seres invisibles. Son algunas de las historias fundamentales que se repiten en cada cultura las que forman los mitos y las historias de los dioses y los seres sobrenaturales. Es el arte el que da forma visible a criaturas sagradas que no existen: la primera representación que conocemos de un ser imaginario es una figura humana de marfil con cabeza de león de hace 40.000 años hallada en una cueva de Alemania. Y la música y la danza forman parte de todos los rituales religiosos que se han catalogado en el mundo.



Algo que no es central a la naturaleza humana no se repite en todas partes. Puede pensarse que por comparación con el alimento o el abrigo, las artes, los cuentos y los rituales son distracciones o adornos superfluos: pero si sociedades de pura supervivencia se han permitido el lujo de sostener a personas especializadas en esas tareas, y si tantas de ellas resuenan entre sí a través de las épocas y de las distancias geográficas, algún tipo de determinación puede estar actuando, un impulso evolutivo que en una especie cerebralmente tan compleja como la humana es inseparable de la inventiva y la transmisión cultural. Las religiones, los rituales, las historias, dice Burkert, sirven a un propósito cognitivo: “Frente a la acumulación siempre creciente de datos que se infiltran en la experiencia personal, es necesario simplificar el mundo común”. Una ecuación, un axioma geométrico, una fórmula simplifican de manera inteligible y práctica la multiplicidad de los fenómenos naturales. Un cuento o un mito cumplen una tarea equivalente. Dice Walter Burkert, con precisión luminosa: “El cuento es la forma a través de la cual una experiencia compleja se vuelve comunicable”.
 

El conocimiento vasto y riguroso tiene entre nosotros muy poco prestigio. Se supone que todo lo que hay que saber está en la Red, a la ya célebre distancia de un clic, y que cualquiera que explore en profundidad algo que no tenga interés inmediato es un pelmazo. Walter Burkert, que murió en 2015, era un erudito y también un sabio: hay que saber mucho para explorar historias, leyendas, mitos, lo mismo de Mesopotamia que de la Grecia arcaica o Roma, el mundo bíblico, el del cristianismo, rituales africanos, cuentos de hadas contados por campesinos rusos. Los cuentos de viajes en busca de tesoros son tan universales, y tan variados, como los rituales de purificación y sacrificio, y como los misteriosos juegos de correspondencia entre el dar y el recibir. El terror de un homínido inerme a ser cazado por un depredador nocturno aflora cada noche en nuestros sueños de angustia y persecución. Las historias más persuasivas no son las más verídicas, sino las que conceden mayor seguridad y consuelo: “La religión ofrece orientación dentro de un cosmos con significado para quienes se sienten desvalidos frente a la complejidad infinita”. Como Burket advierte, el precio de esos consuelos, de esos significados, puede ser pavoroso.

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miércoles, 16 de enero de 2019

155. Cuando los tamborileros eran mujeres

Texto extraído del libro When the drummers were women,
de Layne Redmond. Compartido en Facebook (y así llegado a mi
conocimiento) por mi bella compañera Gladys Balager

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El tambor de marco fue el tambor más prominente desde la antigüedad. Entre el 3.500 - 3.000 a.C. hasta el 500 d.C., fue el principal instrumento de percusión, cuyo origen se encuentra en las antiguas culturas del mundo Mediterráneo. Desde las civilizaciones de Anatolia, Mesopotamia, Egipto, Grecia y Roma, la Diosa y el tambor de marco emergían como el centro de las tradiciones religiosas mistéricas.

La diosa Cibeles fue adorada en la península de Anatolia (región de Éfeso) desde el Neolítico. (N. del T.: no es de extrañar que la tradición quiera que fuese precisamente en Éfeso donde la Virgen María se retiró a vivir y donde tuvo su Asunción). Fue la madre del rey Midas, rey de Frigia, región de Macedonia, que llevado por su codicia convertía todo lo que tocaba en oro (la piedra filosofal de los alquimistas de la Edad Media). Identificada también con la Diosa Madre, Gea, Gaia o Rea, era diosa de la fertilidad y la naturaleza, y considerada la "Reina de la Tierra".

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En Sumeria y Mesopotamia era Inanna e Ishtar, en Egipto fue Hathor, en Grecia la diosa Musa que posteriormente se dividió en nueve. La inspiración musical, artística y poética siempre surge de la Divina Femenina. Una de las principales técnicas para la conexión con este poder inspirador es tocar el tambor.

Hubo un momento de nuestra historia en el cual los percusionistas eran mujeres. La primera percusionista de la historia documentada fue una sacerdotisa de Mesopotamia llamada Lipushiau. Ella vivía en la ciudad-estado de Ur, en el año 2380 a.C., y era la cabeza espiritual, financiera y administrativa de Ekishnugal, el templo más importante de Ur dedicado al dios de la luna, Nanna-Suen. Su emblema fue la Balag-di, un pequeño tambor de marco redondo que se utilizaba para dirigir el canto litúrgico. ¡En 2380 a.C., gobernó Lipushiau!

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El tambor era uno de los medios que nuestros antepasados utilizaron para convocar a la Diosa, y el instrumento a través del cual Ella hablaba. La sacerdotisa que tocaba el tambor era una intermediara entre los reinos divinos y humanos. Se alineaba a sí misma con los ritmos sagrados, invocaba la energía divina y la transmitía a la comunidad. 

Desde el 3000 a.C. hasta el 2500 a.C., los registros escritos de los sumerios describen a la diosa Inanna como la creadora del tambor de marco, junto con todos los demás instrumentos musicales. Describen a las sacerdotisas de Inanna cantando al ritmo de los tambores de marco redondos y cuadrados. Junto con los textos escritos, se han encontrado numerosas figuras de mujeres que tocan pequeños tambores de marco. Estos tambores rituales se extendieron como instrumento de culto a Ishtar, Astarté, Astarot, Astarté (sic) y Anat, en Mesopotamia, Fenicia, Palestina y Asiria. En algún momento entre 2000 a.C. y 1500 a.C., el tambor de trama llega a Egipto. James Blades informa que "todos los registros de este período (Reino Medio) muestran a los músicos como mujeres, de hecho toda la práctica del arte de la música parece haber sido del todo confiada al bello sexo, con una notable excepción, el dios Bes, que se representa a menudo con un tambor de cuerpo cilíndrico (tambor de marco)".

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Otro texto describe a las sacerdotisas como compositoras y coreógrafas de la música y la danza que se tocaba en las fiestas religiosas. En el Museo de El Cairo hay un tambor de marco rectangular de dos cabezas del 1400 a.C. que se encontró en la tumba de una mujer llamada Hatnofer. También ha sobrevivido la piel de un tambor de marco del período ptolemaico, en cuya superficie se ve pintada a una mujer que toca el tambor delante de la diosa Isis. La inscripción en el tambor dice: "Isis, Señora del Cielo, Señora de las Diosas".

Es importante comprender la importancia de las mujeres en el ámbito de la música sacra y la danza en Egipto. Las ceremonias religiosas basadas en la música y la danza pueden sincronizar la energía subyacente de la mente e influir directamente en nuestras percepciones de la realidad. El ritual nos influye directamente y nos ayuda a trascender más allá de las estructuras normales de la conciencia. Los ritos se pueden utilizar para despertar y dar forma a las emociones y al comportamiento, desarrollando una conciencia compartida continua. La música transmite vibracionalmente estados mentales directamente de conciencia a conciencia. Por lo tanto, la música puede resonar simultáneamente en muchos más niveles – emocional, espiritual, intelectual y físico – que si sólo usamos palabras. Como la música inicia los cambios en la conciencia de grupo, puede afectar a grandes ciclos económicos y sociales. 


En las tierras bíblicas se han producido numerosas imágenes de mujeres tocando el tambor de marco. Textos del Antiguo Testamento se refieren a la pandereta como Toph, la cual ha sido traducida como pandero y tamboril. En el éxodo 15:20, “Y Míriam, la profetisa, hermana de Aarón y de Moisés, tomó un pandero en su mano, luego las mujeres salieron en pos de ella con panderos y danzas.” En algunas leyendas se dice que Míriam abrió el Mar Rojo con el poder chamánico de su tambor.

En Grecia, una de las más bellas representaciones del tambor de marco se encuentran en las vasijas pintadas con figuras rojas del siglo V a.C. El tambor de marco entró en Grecia por varias vías diferentes – desde Chipre, uno de los principales centros del culto de Afrodita, donde el tambor de marco era prominente en el 1000 a.C., y también desde Creta, donde fue utilizado en los rituales de Ariadna, Rea y Dionisio.

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En la Grecia preclásica se introdujo el culto a la diosa Cibeles desde Anatolia occidental. El tímpano, el tambor de marco griego, era el principal instrumento de las ménades, mujeres iniciadas en el culto de Dionisio y Cibeles. Las sacerdotisas de Artemisa, Deméter y Afrodita también lo utilizaban para rendir culto, una vez más tocados casi exclusivamente por mujeres.

Los romanos ensalzaron estos ritos a través del culto a Cibeles. Ella era descrita como “Cibeles, la Madre que engendra a todos, que tocaba el tambor para marcar el ritmo de la vida.” Roma era el centro cultural de las religiones mistéricas de Cibeles, Dionisio, Isis y Dea ​​Syria, y todos utilizaban el tambor de marco en sus rituales extáticos. Estas prácticas florecieron hasta que el Imperio Romano adoptó oficialmente el cristianismo en el siglo IV d.C.

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En el mundo antiguo, la oración era una combinación activa de canto, música y danza que inducía al trance y a menudo se bailaba en espiral en un sagrado laberinto. El laberinto clásico era un camino serpenteante o en forma de espiral destinado a la meditación activa. Entrar en el laberinto era experimentar la muerte ritual, salir de él significaba renacer. Los bailarines sostenían una cuerda que simbolizaba el hilo de Ariadna (y que permitía a los participantes encontrar su camino de regreso) y seguían a un líder en el laberinto que bailaba en espiral de derecha a izquierda, simbolizando el camino hacia la muerte. En el centro giraban sobre si mismos y cambiaban la dirección girando de izquierda a derecha, bailando en la dirección de la evolución y el nacimiento, y todo era conducido a través de los ritmos de los tambores del marco.

La profecía extática tiene muchos paralelismos con el chamanismo. Otra de las funciones del tambor de marco era crear un estado de trance profético en el cual la sacerdotisa podía predecir el futuro. El modo más dramático de profecía era pronunciada en un discurso rítmico inspirado directamente por los dioses. La palabra griega para este estado de conciencia es enthusiasmos, que significa ser uno con la divinidad, y es el origen de nuestra palabra entusiasmo.

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Las profetisas buscaron inspiración a través de un sinnúmero de estímulos externos, incluyendo el ayuno, la ingestión de miel, la inhalación de sahumerios o aceites aromáticos y la intoxicación por alcohol o plantas psicotrópicas. Las sacerdotisas de Cibeles confiaban más en las mágicas propiedades de la música y la danza para entrar en trance. Los rítmos (sic) de los tambores de marco, címbalos y flautas las transportaban hasta la revelación divina.


Los ritos dionisíacos pertenecen a una de las más conocidas escuelas mistéricas y nos han llegado malinterpretados, con fama de consumar orgías sexuales en estado ebrio. Esto se debe a las descripciones posteriores que hicieron los líderes cristianos a quienes los antiguos misterios, el éxtasis de los tambores y el baile, les parecían adoraciones al diablo. El término orgía en la antigüedad describía las celebraciones que tenían lugar después de la iniciación en los misterios, que podía o no incluir algún tipo de ritual sexual. Su antiguo significado parece haber sido simplemente “ritos secretos”, y su objetivo era llegar al éxtasis a través del movimiento rítmico del cuerpo.

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Los historiadores han asociado a las ménades, sacerdotisas de Dionisos y Cibeles, con la desenfrenada sensualidad y el comportamiento socialmente descontrolado. La palabra ménade significa “loca.” Su deseo erótico buscaba unirse con la expresión divina en un entorno silvestre, bailando descalzas al son de la música de la flauta y los tambores, llevando el cabello suelto volando salvajemente sobre sus rostros, y con serpientes enroscadas alrededor de sus brazos.


El dominio necesario de los ritmos musicales concretos para alinear la conciencia de los devotos con la divinidad sugiere un control y una sofisticación técnica que contradice la imagen histórica de las mujeres lascivas frenéticas. La creación de ritmos suficientemente poderosos capaces de mover a cientos de personas en un trance extático afirma que las sacerdotisas tenían habilidad, disciplina y resistencia.

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Durante 3000 años las mujeres fueron las principales percusionistas del mundo antiguo. La prohibición de tambores de las mujeres de la vida religiosa fue central a la pérdida de poder de las mujeres en cultura occidental. Con el ascenso del cristianismo, el gran templo de Cibeles en Roma fue destruido y el Vaticano construido en su lugar. El nuevo sacerdocio prohibió las sacerdotisas, los instrumentos y la música asociada a los ritos. No sólo se prohibió el tambor de marco en los rituales religiosos cristianos, sino que su uso también fue prohibido en contextos seculares, y en particular su uso por parte de las mujeres. El sínodo católico de 576 (mandamientos de los Padres y Maestros Superiores) decretó: “A los cristianos no se les permite enseñar a sus hijas cantando, tocando instrumentos o cosas similares, ya que según su religión, no es ni bueno ni lo llegará a ser.” A medida que se extendió en Europa la política de no permitir a las mujeres aprender música, estas quedaron excluidas de la composición, la enseñanza o la interpretación musical.


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En los últimos 30 años se ha notado un aumento significativo del número de mujeres profesionales que se dedican a la música, pero todavía hay pocas mujeres que se interesan por los tambores. Aunque se ha difundido poco la historia de los tambores de marco y el papel que las mujeres ejercieron, es una parte importante de nuestra historia. Y las antiguas tradiciones que tocaban tambores con propósitos espirituales pueden señalar lo que podemos llegar a perder si así lo permitimos.

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Fotografía de un curso de Lalita Devi, celebrando un ritual para el tambor

miércoles, 9 de enero de 2019

154. Los orígenes sagrados de la danza

¿Qué es lo sagrado? A veces solamente un instante, una palabra, un sentimiento. Otras veces, tan solo un acto, una mirada, un rostro. Desde el principio de los tiempos, el ser humano ha sentido una conexión con algo más grande que sí mismo. Y del intento de sentir esa sacralidad en nuestro interior y de conectarnos con ella surge la religión (del latín religare, "unir", "conectar"). Según antropólogos como Michael Harner, la danza, junto con la música, fue una de las primeras manifestaciones de la conciencia de lo sagrado. Dos de las primeras vías para conectarnos con lo trascendente. En las comunidades primitivas del Neolítico (pues hasta entonces se ha podido seguir el rastro de los danzantes), hombres y mujeres se sumían en un éxtasis danzatorio que les embriagaba por completo y les hermanaba con la divinidad. A día de hoy, siglo XXI, no son pocas las escuelas, centros y grupos de danza que buscan de nuevo esa conexión divina, no con lo de fuera sino con lo de dentro. La danza era y es una gran herramienta para restablecer el equilibrio primordial de nuestro cuerpo, esencia y espíritu. Actualmente esta variante de la danza recibe muchos nombres, la más conocida es "danza holística", pues responde a una visión global y amplia del movimiento, contemplado más allá del cuerpo físico, siendo consciente de que cualquier movimiento, por pequeño e imperceptible que sea, moviliza y transforma todo nuestro Universo.


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Pintura rupestre de la Roca de los Moros o cueva de El Cogul, Lleida (7000 a.C.). Danza grupal 
en la que unas mujeres con falda acampanada bailan alrededor de un hombre desnudo

Atendiendo a esta percepción de la danza, el ser humano llegó a comprender que no está compuesto sólo de un cuerpo físico de músculos, piel y huesos, sino que todo su ser está formado por un complejo entramado de cuerpos de menor densidad y mayor sutileza que nos componen y contienen. Simplificando, podríamos decir que el ritual de la danza otorga conciencia al ser humano de que está compuesto de tres partes diferenciadas: el cuerpo físico (que atiende la energía primordial), el cuerpo del alma (o cuerpo etéreo, que atiende la energía emocional y/o mental) y el cuerpo espiritual (que atiende la energía intuitiva, la visión clara y la comunión con el Universo). Esto, que en una primera instancia puede parecernos muy místico, para los danzantes de la Antigüedad respondía a una sola naturaleza: el ser humano. Eso sí, en todas sus dimensiones. Esta idea ya es apreciada por las religiones chamánicas, las primeras que se desarrollan, las cuales ven en la danza una forma de conectar con la Unidad del universo. Por su parte, la idea del ser humano de múltiples compuestos proviene de las tradiciones orientales, fecundas en su visión de la constitución primordial. Tanto la idea tántrica, como los escritos de Ayurveda (medicina tradicional india) como los textos sagrados del taoísmo hacen mucho hincapié en esta visión global y amplificada del ser humano y en su energía, y aportan prácticas y técnicas para comprender, equilibrar y conservar esa energía vital. De esta forma, la danza se convierte casi en medicina divina al apoyarse en el movimiento como catalizador de procesos, no sólo físicos, sino también mentales y espirituales. Por supuesto, para que la danza pueda servir a ese objetivo debe ser practicada desde la conciencia, el conocimiento o el método correcto de enseñanza y aprendizaje de la misma. Evidentemente no cualquier danza cumple con este esquema holístico, si no tenemos las herramientas para acceder a su amplitud y correcto uso del movimiento y la energía para reestablecer el equilibrio interior que, quizá, hayamos perdido. Para las culturas religiosas del valle del Indo, que datan del III milenio antes de Cristo, la danza era tan sagrada que estaba bajo la protección y práctica de un dios: Shiva Natarash, "el rey de la danza".

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Shiva como señor de la danza en un exvoto del 900 d.C. conservado 
en el Museo de Arte del Condado de Los Ángeles

Esta conexión sagrada de la danza con el propio ser humano se constata desde el momento en el que la propia respiración y los latidos del corazón servían para darle una primera cadencia a la danza. En la Antigüedad clásica la danza era todo un arte - teniendo incluso una musa dedicada a ella, Terpsícore -, y se la consideraba sagrada al vincularla con importantes momentos de la historia de la humanidad. Por ejemplo se decía que los coribantes (kurbantes en frigio) que celebraban danzas rituales en honor a la diosa Cibeles tenían su origen en los ministros de la religión del mismo nombre bajo el gobierno de los titanes. Éstos, bailando al son de estruendosa música de pífanos, zampoñas, cascabeles, espadas y escudos, consiguieron con el ruido salvar del voraz apetito de Crono al pequeño Zeus, cuya protección y cuidado les había sido confiado. Dicho de otra manera, la danza sirvió para preservar el orden en el universo. Después de todo la música y el baile, como bien sabía el semidiós Orfeo, es la creación de orden a partir del caos. Por otra parte, las danzas y bailes campestres se dicen que fueron inventados por el dios Pan, y se ejecutaban en los bosques y en parajes naturales por parejas de ambos sexos tocados con ramos de encina y guirnaldas de flores.
 
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Apolo, dios de la música, danza junto a las musas, deidades de la inspiración

Los griegos utilizaron la danza como vía para la trascendencia en gran número de festividades y rituales, como los de las bacantes. Sin embargo, no fueron los únicos: la mayoría de los pueblos del Mediterráneo practicaban la danza con fines religiosos y profanos. Por ejemplo, el pueblo judío la utilizaba para cumplir con la Ley y para celebrar acontecimientos importantes. Una de las grandes figuras del judaísmo, el rey David, se desnudó y bailó con alegría delante del Arca de la Alianza cuando ésta subía por Jerusalén al Templo de YHWH. Otro ejemplo lo encontramos en Miriam, la hermana mayor de Aarón y Moisés, quien después del paso por el Mar Rojo incitó a los hombres y las mujeres a cantar y bailar entonando el Ashira l'Adonai, "cantaré a Dios". Este sentimiento de gozo y alegría en la danza al tiempo que se establecía la conciencia de la sacralidad fue también adoptado por los romanos. Estos, entre otras danzas, tenían una para las ceremonias nupciales, en las que se expresaba la alegría de la feliz unión tocados por coronas de flores, pero que al mismo tiempo representaba los misterios más profundos del matrimonio. Con el tiempo, el Senado lo empezó a ver con malos ojos por ser bailes obscenos donde se daba rienda suelta al libertinaje y a la licencia, representando una imagen más que obscena, y se decidió a expulsar de Roma a todos los bailarines y maestros de semejante baile.

El rey David se despoja de sus vestiduras a punto de empezar a bailar en esta pintura 
del siglo XVII conservada en la capilla de San Andrés de la catedral de Sevilla


Todos los pueblos, como se ha mencionado anteriormente, tenían sus bailes sagrados que formaban parte del culto y eran un ritual en sí mismos. En todas las religiones antiguas, ya fueran las celtas, la grecolatina, la egipcia, las mesopotámicas o las hindúes, los bailarines fueron sacerdotes. El cristianismo establecido como religión en el siglo IV, el catolicismo, no fue una excepción. Ése es el motivo por el cual en las iglesias de los primeros tiempos se construía un terreno elevado en su interior al que se le daba el nombre de "coro", que no era sino una especie de teatro separado del altar, tal y como se puede apreciar hoy día en algunas iglesias, como San Clemente o San Pancracio en Roma. En estos coros se ejecutaban las danzas sagradas con la mayor pompa en todas las fiestas solemnes. Sin embargo, con el paso del tiempo, estos espacios y estos bailes fueron poco a poco siendo desterrados de las Iglesias por su ascendencia pagana. Sin embargo, hoy en día se siguen conservando en algunos pueblos de tradición católica, en los que la música y el baile siguen representando los misterios más augustos de la religión.

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"La Danza" de Henri Matisse (1909), conservado en el Museo del Hermitage de San Petersburgo, se asocia a menudo con La consagración de la primavera de Stravinski precisamente por el intento de recuperar la esencia del arte tribal y del baile como vía hacia lo trascendente  



miércoles, 2 de enero de 2019

155. ¿Para qué sirve la Tradición?

Abrimos este nuevo año con casi 33.000 visitas registradas en este blog, algo que no puedo por menos que agradeceros. Y creo que un buen nuevo principio sería hablar precisamente del principio, con una entrada dedicada a aquello a lo que he decidido consagrar mi vida. ¿Para qué sirve la Tradición? ¿Qué sentido tiene, hoy, la Sabiduría Perenne, como la llamó Leibniz a finales del siglo XVII? Antes de responder a eso quiero compartir con vosotros el vídeo de una entrevista que le hacían a Eduardo Galeano, periodista y escritor uruguayo. La pregunta clave era: ¿para qué sirve la utopía? Es muy probable que tarde o temprano me encuentre con alguien que me pregunte para qué sirve la religión, o aún mejor, la Tradición. En El Circumpunto, mi canal de YouTube, podéis encontrar mi último vídeo, en el que hablo un poco de eso. Pero aquí os dejo el vídeo de la entrevista a Galeano: 


Pienso que no hay mejor respuesta o, al menos, yo no la conozco. En efecto, muchas veces nos perdemos en los aspectos externos, las desviaciones, elucubraciones teológicas que al final no llegan a ninguna parte y que nos apartan de lo esencial: los ideales, los valores que comparten todas las religiones. Todo aquello que, en su corazón, tienen en común. Porque la Tradición es sólo una ya que, si Dios es sólo uno, sólo uno será su mensaje. Lo que me interesa es precisamente eso, la razón de ser de la religión. Llegar al conocimiento pleno de la esencia que permita la convivencia con todos mis semejantes. Creo que es una empresa a la que merece la pena dedicar toda una vida, tal como relata ese viejo cuento sufí:

Estaba una vez un hombre santo en su lecho de muerte,
rodeado de sus amigos. Estos, queriendo consolarle, le
dijeron que qué virtud no habría conseguido en toda una vida
consagrada al conocimiento y a la alabanza de Allah. 
Al oír esto, el viejo sabio respondió: "Qué más hubiera querido
en esta vida que creer con sinceridad completa la ilaha illa allah"

La ilaha illa allah, no hay más dios que Dios. De lo que se lamentaba el hombre santo era de no haber conseguido aquello a lo que había consagrado su vida: conocer plenamente, aprehender en lo más profundo de su ser que todas las cosas son Una, que todo está conectado en el Universo y que el otro no es distinto de mí. Toda una vida dedicada a vivir de acuerdo al Primer Pilar del Islam. No hay - es decir, no existe - nada sino Dios. Lo mismo le reveló YHWH a Moisés en aquella zarza ardiente cuando aquél le pregunto quién era: ehyeh asher ehyeh, "yo soy el que soy" o, mejor dicho, "yo soy lo que es". Aunque la traducción literal es "seré lo que seré", la tradición judía medieval tuvo muy buen juicio al traducirlo como "Yo soy". Es decir, Dios es lo que existe, no hay nada fuera de Él. Y esta Unicidad de Dios, el reconocernos como parte de su Creación y puente hacia Él, el comprender que amarle a Él implica amar su creación y todo lo creado, amarnos los unos a los otros "como yo os he amado" es la más difícil de las misiones. Creo, sinceramente, que toda una vida no será bastante para lograr esta meta (tal y como muestra el cuento sufí). Como dice Galeano al referirse a la utopía, "si yo avanzo diez pasos, ésta retrocede diez". Visto así, ¿para que sirve ponerse eso como meta? Pues precisamente para eso: para caminar. 

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Esta idea de la unicidad de Dios es meridiana en el caso del islam. El término "islam" deriva del verbo árabe aslama, que significa "aceptar, rendirse o someterse". A su vez, la palabra "musulmán" viene del árabe muslim, en femenino muslima, que significa "el/la que se somete (a Dios)". Nótese que los términos islam y salam (en árabe "paz"), al igual que el shalom hebreo, comparten raíz. Es bastante habitual leer que Muhammad fue el primer musulmán, igual que se suele considerar a Jesús como el primer cristiano. Pero esto es erróneo. Para un musulmán, el primer musulmán no fue Muhammad. Unos considerarán que fue Zaratustra. Otros, que fue Ibrahim (Abraham). Sea como fuere, ambos personajes se sometieron a los designios de Dios, a la voluntad de algo que es superior a ellos mismos, ambos se vaciaron y dejaron que Dios (en árabe Al-lah) actuase a través de ellos. Y, por supuesto, después de ellos han venido muchísimos más que han seguido su vía. Y todos ellos son considerados musulmanes y musulmanas por los practicantes actuales del islam. Abraham es musulmán por dejar la casa de sus padres y peregrinar en busca de un lugar para su descendencia, porque fue el primero de nosotros, Padre de Naciones, quien manifestó en el Mediterráneo el Viaje del Héroe, el viaje vital. Moisés y Aarón fueron musulmanes en el momento en que decidieron abandonar las tierras de Jetró Reuel y marchar a Egipto a exigirle al mismísimo Faraón que dejase libre a su pueblo. Jesús de Nazaret, el Cristo, el hombre más inocente de todos, fue musulmán desde el momento en que en el huerto de Getsemaní dijo "Padre, si quieres, aparta de mí este cáliz, pero no se haga mi voluntad sino la tuya", tal y como nos cuenta Lucas en su Evangelio. Y hay un personaje extraordinariamente hermoso a quienes los musulmanes veneraron más que en su momento los propios religiosos que lo concibieron. Estoy hablando de la Virgen María. Y es que María aparece en El Corán muchas más veces que en La Biblia. Tanto es así que cuando El Corán habla de Jesús (Isa), le presentan casi siempre como "hijo de Mariam". Y es que, para los musulmanes, María es "la mejor de las mujeres". Y éste título lo alcanzó no por ser virgen ni por haber dado a luz a Jesús, sino también por una simple frase: ecce ancilla domini, "he aquí la esclava del Señor". "Hágase en mí según tu voluntad." Por eso los musulmanes la consideran, a ella y a todos ellos, musulmanes. Pero no lo hacen por una cuestión preponderante, sino porque considera que ellos y muchos más (como Juan el Bautista) supieron vaciarse y rendirse a Dios. Ésa es la esencia de la Tradición, que comparten todas las religiones. El aprender a vaciarse de prejuicios y de miedos para permitir que el Principio Supremo actúe a través de nosotros y hacernos conscientes de la unidad.  


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En conclusión, a pesar de que sé que en algún momento yo también caeré en el prejuicio y en el error, a pesar de todos mis fallos, meteduras de pata, desviaciones del camino y mil cosas más, también sé que el lugar que quiero alcanzar es un buen lugar. Que merece la pena. Y que si en este camino coincido con gente maravillosa, con maestros y maestras de verdad con los compartir experiencias y sobre todo aprender, me daré por satisfecho. Os deseo a todos un muy feliz comienzo de año, y que este 2019 os ayude a avanzar en el camino que hayáis elegido recorrer.


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