miércoles, 2 de enero de 2019

155. ¿Para qué sirve la Tradición?

Abrimos este nuevo año con casi 33.000 visitas registradas en este blog, algo que no puedo por menos que agradeceros. Y creo que un buen nuevo principio sería hablar precisamente del principio, con una entrada dedicada a aquello a lo que he decidido consagrar mi vida. ¿Para qué sirve la Tradición? ¿Qué sentido tiene, hoy, la Sabiduría Perenne, como la llamó Leibniz a finales del siglo XVII? Antes de responder a eso quiero compartir con vosotros el vídeo de una entrevista que le hacían a Eduardo Galeano, periodista y escritor uruguayo. La pregunta clave era: ¿para qué sirve la utopía? Es muy probable que tarde o temprano me encuentre con alguien que me pregunte para qué sirve la religión, o aún mejor, la Tradición. En El Circumpunto, mi canal de YouTube, podéis encontrar mi último vídeo, en el que hablo un poco de eso. Pero aquí os dejo el vídeo de la entrevista a Galeano: 


Pienso que no hay mejor respuesta o, al menos, yo no la conozco. En efecto, muchas veces nos perdemos en los aspectos externos, las desviaciones, elucubraciones teológicas que al final no llegan a ninguna parte y que nos apartan de lo esencial: los ideales, los valores que comparten todas las religiones. Todo aquello que, en su corazón, tienen en común. Porque la Tradición es sólo una ya que, si Dios es sólo uno, sólo uno será su mensaje. Lo que me interesa es precisamente eso, la razón de ser de la religión. Llegar al conocimiento pleno de la esencia que permita la convivencia con todos mis semejantes. Creo que es una empresa a la que merece la pena dedicar toda una vida, tal como relata ese viejo cuento sufí:

Estaba una vez un hombre santo en su lecho de muerte,
rodeado de sus amigos. Estos, queriendo consolarle, le
dijeron que qué virtud no habría conseguido en toda una vida
consagrada al conocimiento y a la alabanza de Allah. 
Al oír esto, el viejo sabio respondió: "Qué más hubiera querido
en esta vida que creer con sinceridad completa la ilaha illa allah"

La ilaha illa allah, no hay más dios que Dios. De lo que se lamentaba el hombre santo era de no haber conseguido aquello a lo que había consagrado su vida: conocer plenamente, aprehender en lo más profundo de su ser que todas las cosas son Una, que todo está conectado en el Universo y que el otro no es distinto de mí. Toda una vida dedicada a vivir de acuerdo al Primer Pilar del Islam. No hay - es decir, no existe - nada sino Dios. Lo mismo le reveló YHWH a Moisés en aquella zarza ardiente cuando aquél le pregunto quién era: ehyeh asher ehyeh, "yo soy el que soy" o, mejor dicho, "yo soy lo que es". Aunque la traducción literal es "seré lo que seré", la tradición judía medieval tuvo muy buen juicio al traducirlo como "Yo soy". Es decir, Dios es lo que existe, no hay nada fuera de Él. Y esta Unicidad de Dios, el reconocernos como parte de su Creación y puente hacia Él, el comprender que amarle a Él implica amar su creación y todo lo creado, amarnos los unos a los otros "como yo os he amado" es la más difícil de las misiones. Creo, sinceramente, que toda una vida no será bastante para lograr esta meta (tal y como muestra el cuento sufí). Como dice Galeano al referirse a la utopía, "si yo avanzo diez pasos, ésta retrocede diez". Visto así, ¿para que sirve ponerse eso como meta? Pues precisamente para eso: para caminar. 

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Esta idea de la unicidad de Dios es meridiana en el caso del islam. El término "islam" deriva del verbo árabe aslama, que significa "aceptar, rendirse o someterse". A su vez, la palabra "musulmán" viene del árabe muslim, en femenino muslima, que significa "el/la que se somete (a Dios)". Nótese que los términos islam y salam (en árabe "paz"), al igual que el shalom hebreo, comparten raíz. Es bastante habitual leer que Muhammad fue el primer musulmán, igual que se suele considerar a Jesús como el primer cristiano. Pero esto es erróneo. Para un musulmán, el primer musulmán no fue Muhammad. Unos considerarán que fue Zaratustra. Otros, que fue Ibrahim (Abraham). Sea como fuere, ambos personajes se sometieron a los designios de Dios, a la voluntad de algo que es superior a ellos mismos, ambos se vaciaron y dejaron que Dios (en árabe Al-lah) actuase a través de ellos. Y, por supuesto, después de ellos han venido muchísimos más que han seguido su vía. Y todos ellos son considerados musulmanes y musulmanas por los practicantes actuales del islam. Abraham es musulmán por dejar la casa de sus padres y peregrinar en busca de un lugar para su descendencia, porque fue el primero de nosotros, Padre de Naciones, quien manifestó en el Mediterráneo el Viaje del Héroe, el viaje vital. Moisés y Aarón fueron musulmanes en el momento en que decidieron abandonar las tierras de Jetró Reuel y marchar a Egipto a exigirle al mismísimo Faraón que dejase libre a su pueblo. Jesús de Nazaret, el Cristo, el hombre más inocente de todos, fue musulmán desde el momento en que en el huerto de Getsemaní dijo "Padre, si quieres, aparta de mí este cáliz, pero no se haga mi voluntad sino la tuya", tal y como nos cuenta Lucas en su Evangelio. Y hay un personaje extraordinariamente hermoso a quienes los musulmanes veneraron más que en su momento los propios religiosos que lo concibieron. Estoy hablando de la Virgen María. Y es que María aparece en El Corán muchas más veces que en La Biblia. Tanto es así que cuando El Corán habla de Jesús (Isa), le presentan casi siempre como "hijo de Mariam". Y es que, para los musulmanes, María es "la mejor de las mujeres". Y éste título lo alcanzó no por ser virgen ni por haber dado a luz a Jesús, sino también por una simple frase: ecce ancilla domini, "he aquí la esclava del Señor". "Hágase en mí según tu voluntad." Por eso los musulmanes la consideran, a ella y a todos ellos, musulmanes. Pero no lo hacen por una cuestión preponderante, sino porque considera que ellos y muchos más (como Juan el Bautista) supieron vaciarse y rendirse a Dios. Ésa es la esencia de la Tradición, que comparten todas las religiones. El aprender a vaciarse de prejuicios y de miedos para permitir que el Principio Supremo actúe a través de nosotros y hacernos conscientes de la unidad.  


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En conclusión, a pesar de que sé que en algún momento yo también caeré en el prejuicio y en el error, a pesar de todos mis fallos, meteduras de pata, desviaciones del camino y mil cosas más, también sé que el lugar que quiero alcanzar es un buen lugar. Que merece la pena. Y que si en este camino coincido con gente maravillosa, con maestros y maestras de verdad con los compartir experiencias y sobre todo aprender, me daré por satisfecho. Os deseo a todos un muy feliz comienzo de año, y que este 2019 os ayude a avanzar en el camino que hayáis elegido recorrer.


ULTREIA!


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