viernes, 19 de febrero de 2016

9. Fulcanelli & la Alquimia

Me alegro de haber acudido puntual a nuestra cita de hoy. Tenía una petición sobre esta entrada, quería dedicárselo a alguien. Quiero dedicárselo a Fulcanelli, al que mencioné brevemente en la entrada anterior. Queridos lectores, todos estaremos de acuerdo en que un misterio en toda regla es que un libro lleve publicándose en España de manera ininterrumpida desde hace medio siglo. Pero si, además, la obra es un oscuro tratado de alquimia, el enigma se hace ya insondable. Me refiero a El Misterio de las Catedrales, una obra traducida al español en 1967 que funciona como una matriuska rusa. Una de esas muñecas que cada vez que la abres encuentras una nueva. En este caso, un arcano dentro de otro. El Misterio de las Catedrales se publicó originalmente en Francia en 1926, en una edición limitada de 300 copias que se vendieron al astronómico precio de cien francos el ejemplar. Por alguna oscura razón, su autor decidió esconderse tras un seudónimo, Fulcanelli, y dedicar la obra a un colectivo no menos anónimo al que llamó los "Hermanos de Heliópolis". Tal vez su prudencia tenía que ver con lo que había descubierto en la fachada de Notre Dame de París: todas sus imágenes de piedra debían entenderse como una guía para conseguir la Gran Obra alquímica: la Piedra Filosofal.


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Pero, ¿no dije en la entrada anterior que no teníamos que entender a los alquimistas como unos locos buscando la Piedra Filosofal? Bueno, dije que no había que entenderles como locos, ni mucho menos. Y tampoco que pensemos que la Piedra Filosofal es realmente una piedra de color rojizo. Nadie que no sea alquimista, y probablemente un alquimista tampoco, podrá darte una definición correcta de lo que es la Piedra Filosofal. En los escritos alquímicos se la conoce como "Gran Obra", y es algo (un objeto, una idea, un estado de conciencia) que permite transmutaciones. La tradición afirma que la Piedra Filosofal podía convertir el plomo en oro, por lo que muchos grandes señores, víctimas de la codicia, financiaban las investigaciones de ciertos alquimistas. El propio Felipe II reunió un gran número de esos alquimistas en el Real Sitio de El Escorial, deseoso de encontrar la manera que pusiese fin a las terribles crisis económicas que asolaban sus reinos. Pero no quiero extenderme sobre qué es la Piedra Filosofal, en gran parte porque yo tampoco lo sé. Lo que sí sé es que Fulcanelli siempre se presentó como un amante de los juegos de palabras, lo que él llamó "cábala fonética", y aseguraba que el arte gótico (art goth, en francés) era precisamente eso: un argot, una lengua para iniciados, que escondía el tremendo secreto del dominio de la materia. Sí, un individuo del siglo XX diciendo que el arte gótico europeo es en realidad una ciencia oculta, para iniciados. Fulcanelli estaba convencido de que el arte gótico, empleado en la construcción de templos siguiendo las pautas del ars sacra o arte sagrado, sólo podía ser plenamente comprendido por los iniciados. Por aquellos "Hermanos de Heliópolis". Es extraño que no se sepa prácticamente nada sobre la génesis de El Misterio de las Catedrales. Tan sólo que se incubó en los bulevares del París de los años veinte, alrededor de un grupo de pintores bohemios, esoteristas de gran cultura y libreros. Algunos, como el filósofo alsaciano René Schwaller de Lubicz, gran conocedor de Egipto, estaba profundamente interesado por la naciente física de los átomos. Otros, como el pintor Julien Champagne, por la obtención del oro alquímico. ¿Oro alquímico? ¿Existe alguna diferencia con respecto al oro normal? Pues existen TODAS las diferencias. El oro alquímico no es oro. No es un metal. Ni siquiera es un objeto o elemento material. No, el oro alquímico, el fruto de la Piedra Filosofal, es en mi opinión la transmutación de la materia hasta su estado más puro. Para poner a los lectores un ejemplo: el pasaje de la Transfiguración de Jesús en el Nuevo Testamento de la Biblia. Jesús sube a lo alto de un monte y allí se transfigura: abandona su naturaleza corpórea, material, y se transforma en espíritu puro, se hace uno con Dios. Esa transfiguración, esa purificación de la materia, sería el oro alquímico.


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La Transfiguración de Jesús esconde un simbolismo 
sobre la obtención del oro alquímico

No estoy diciendo que Jesús fuese alquimista.... aunque pudo haberlo sido. Él se formó en las Escuelas de Misterios de Egipto, y en la tierra del Nilo se encontraban los mejores alquimistas de la Antigüedad. ¿Por qué negar que Jesús llegó a ser el maestro que fue gracias a los Misterios que aprendió en Egipto? Pero de nuevo, nos estamos desviando del tema. Hablábamos de Champagne y de su obsesión con el oro alquímico. Fue precisamente Champagne quien pintó las 36 láminas originales de El Misterio de las Catedrales de Fulcanelli. Murió en 1932 sin haber conseguido sus sueños, pero no son pocos los que creen que él fue el redactor de ese libro y de su secuela, Las Moradas Filosofales. Y también que se disfrazó tras un seudónimo para que la atención del lector se centrara sobre la obra y no sobre el autor. Quién sabe... A lo mejor Champagne simplemente era un amigo de Fulcanelli, quien le pidió que ilustrase su obra. Tal vez. Puede que nunca lo sepamos. Si por algo se caracterizan los libros de Fulcanelli es por su oscurantismo. ¿Recuerdas lo que comentábamos en la entrada anterior, de escribir obras de esoterismo o sobre esoterismo? ¿Para todo el mundo o solo para aquellos que lo entendiesen? Fulcanelli es de los segundos. Escribe obras de esoterismo, oscuras, sólo para unos pocos iniciados. Probablemente El Misterio de las Catedrales sea uno de los libros más citados por los amantes del esoterismo. Pero, como decía Albert Camus, eso se debe a que los libros escritos con claridad tienen lectores, pero los escritos de forma oscura, sólo comentaristas. El gran Camus tenía razón.


Imagen relacionada
Julien Champagne, pintor parisino del siglo XX, quizá 
quien se escondía tras el seudónimo de 'Fulcanelli'

En definitiva, El Misterio de las Catedrales es una obra que recomiendo a nuestros lectores. Pero aviso: hay que ser un iniciado para entender el significado completo de los que dice Fulcanelli. A mí, sin ir más lejos, hay muchas cosas que se me escapan. Pero no por ello debemos dejarlo de lado, porque es uno de los mejores libros sobre alquimia que existen.¿"Sobre" alquimia? Si Fulcanelli era alquimista, ¿no debería ser un libro "de" alquimia? Pues no. Y te voy a decir por qué: los libros de alquimia no contienen una sola palabra escrita. No es precisamente el caso de Fulcanelli. Y no, no son libros en blanco. Son libros repletos de imágenes. E imágenes extrañas, por cierto. Pero solamente para los no iniciados en el arte de la alquimia. Transmutar los metales era una actividad que despertaba la codicia de los hombres, por lo que los alquimistas decidieron disfrazar sus conocimientos en una serie de imágenes, que son las que aparecen en los tratados de alquimia y que resultan absurdas a los ojos de los profanos: un león devorando el sol, un hermafrodita sentado sobre una hoguera o una serpiente uroboros coronando un globo terráqueo. En realidad, todas esas imágenes son símbolos que representan elementos, cantidades e instrucciones a los alquimistas que servían para elaborar sus compuestos. Los alquimistas se iniciaban en la lectura de estas imágenes, de manera que cuando estaban en su taller con esos tratados, simplemente tenían que asociar cada imagen con el conocimiento correcto. Es lo que se llamó Arte de la Memoria. En mi libro El Arcanon dedico bastante tiempo a explicar todo esto.

Ante la pregunta de si se conserva alguno de esos libros de alquimia llenos de imágenes, para los lectores que estén interesados, pueden buscar en Google el llamado Mutus Liber o Libro Mudo. Es un tratado de alquimia que, como he dicho, no contiene una sola palabra. Son solo imágenes. Fulcanelli, por el contrario, sí que escribe. Pero lo hace para los mismos iniciados en la alquimia. Con todo, son muchas las cosas que uno aprende leyendo El Misterio de las Catedrales. En la próxima entrada me atreveré a comentar, brevemente, algún ejemplo de lo que esconde el arte gótico de las catedrales europeas. Nos vemos el lunes, queridos lectores, para desentrañar los misterios de las catedrales. Sé que tendría que estar aquí el domingo, pero me va a ser imposible. Trabajo por la mañana, y por la tarde me voy a ver un par de exposiciones por Madrid con una amiga. Pero el lunes sin falta estaré aquí. ¡Prometido!  


   

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