miércoles, 31 de enero de 2018

109. Breve historia del misticismo

Tal y como prometimos en la última entrada (que podéis consultar aquí), esta semana quiero enfocarme en la historia del misticismo. Y sí, voy a intentar que sea breve, aunque es extraordinariamente difícil plasmar en pocos párrafos la historia de un anhelo tan antiguo como el propio hombre, e incluso más: su unión con lo Sagrado ¿Cuándo empezaron nuestros más remotos antepasados a plantearse la existencia de lo Divino y a desear regresar a su seno para fundirse con ello? (pues eso es en lo que consiste la mística, como vimos en la entrada anterior). Resulta difícil de calcular. Actualmente se acepta que el primer homínido que tuvo nociones de un Más Allá fue el homo neanderthalensis u hombre de Neandertal, el cual ya enterraba a sus muertos acompañados de un ajuar funerario hace aproximadamente entre 230.000 y 28.000 años. Sin embargo, es imposible saber lo que creían que ocurría con el difunto, o si consideraban la existencia del alma o la posibilidad de que ésta se uniese con lo Divino, concepción que tampoco está nada clara en su caso. La primera aparición constatada de un interés por lo Sagrado, vinculado con una religión solar, ocurre durante el Neolítico (aproximadamente entre el 4500 y el 4000 a.C.), estableciéndose de igual forma la más primitiva versión conocida del actual Camino de Santiago: "peregrinos" de todo el mundo llegaban hasta lo que hoy es Galicia para venerar la muerte y el posterior renacimiento del sol, del que dependían.  


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La actual Ruta Jacobea es muy anterior al descubrimiento del supuesto sepulcro del Apóstol Santiago (que se dio en el siglo IX d.C.). En realidad los peregrinos llegaban hasta el Fin de la Tierra (Finisterre), donde levantaban altares al sol (los famosos ara solis que heredaron los romanos)

Ahora sí, entremos de lleno en la Historia habiendo dejado eso claro. La primera evolución de esos prehistóricos cultos solares y de la Magna Mater que encontramos son los sistemas politeístas o animistas de las religiones antiguas de origen europeo. Éstas fueron denominadas "paganas" o "paganismo" despectivamente por las religiones monoteístas, especialmente desde la asociación de la Iglesia de Roma con el poder imperial: los paganos eran los habitantes de los pagus, aldeas, aquellas gentes que seguían viviendo en la religión de sus antepasados. Pues bien, dentro de esta tradición religiosa pagana destacan los núcleos délfico (del Oráculo de Delfos, masculino, Apolo/Dionisos) y eleusino (de los Misterios de Eleusis, femenino, Deméter/Perséfone); así como el neopitagorismo, un movimiento religioso que pretendía revitalizar las enseñanzas de Pitágoras de Samos y su escuela de Crotona, desarrollado entre el siglo I y el III d.C. (y del que todavía se desconoce la mayor parte). Pues bien, en todos estos movimientos hubo místicos. El más renombrado fue el filósofo neoplatónico Plotino, del siglo III d.C., nacido en Egipto, que abogaba por una "mística natural" y que definía el éxtasis como "una perfección tal que ha sido después imitada por los místicos cristianos", los cuales siguieron las mismas fórmulas. Plotino fue un gran conocedor de todas estas religiones y corrientes filosóficas denominadas "paganas" (seguramente tuvo acceso al saber que atesoraba la Biblioteca de Alejandría), que mantenían un politeísmo conectado en gran medida con las fuerzas de la Naturaleza que deificaban todo lo viviente o activo (lo que se denomina "animismo"). De la misma cuerda era, suponemos, la tradición céltica, de la que sin embargo no sabemos mucho. A falta de referencias escritas, los hallazgos arqueológicos han permitido deducir que eran religiones muy marcadas por la magia y el ritual. Se han encontrado objetos de carácter funerario de procedencia con personajes en posiciones yógicas, que representan bien a sacerdotes, bien a divinidades; la mayoría de ellas vinculadas con el mundo natural. Esto lleva a pensar en un misticismo asociado a dioses de la naturaleza.

 
En la placa del caldero de Gundestrup aparece representado el dios celta que los romanos llamaron Cernunnos, acompañado de distintas criaturas, lo que le convierte probablemente en el Señor de la Naturaleza Salvaje o Dios de la Fertilidad, tan común en muchas tradiciones espirituales

El mundo cristiano a partir del siglo IV (pues de los primeros trescientos años del cristianismo apenas tenemos noticia) bebió mucho de religiones ya existentes para configurar su propia identidad religiosa. Y eso se refleja también, por supuesto, en la mística. Sin embargo, la diferencia fundamental con la mística pagana es que en el caso de los cristianos, la unión del alma con Dios (lo que se conoce como éxtasis) depende sólo de Él, en ningún caso del individuo. De esta manera, y por motivos que sólo Dios conoce, otorga como gracia privada y durante un breve período de tiempo la comunicación sensible ultraterrena con Él a algunas almas que se le acercan, bien directa y exclusivamente o bien para su posterior transmisión a una comunidad o grupo social. En la tradición católica, los éxtasis suelen ir asociados a la aparición de milagros, como la manifestación de los estigmas o el fenómeno de bilocación. Así, también se suele asociar el misticismo a personas que han vivido una dura experiencia ascética de ayuno, soledad, meditación, humildad, oración, penitencia introspección y mortificación; siguiendo las reglas de la orden monástica correspondiente (ya sea ésta masculina o femenina). El fin de todo ello es purificarse ante los ojos de Dios y hacerse así dignos y dignas de recibir su Gracia, mediante los caminos o vías que ya expusimos en la entrada anterior. Al ser el éxtasis una experiencia más divina que humana,resulta inefable a los místicos que la han experimentado y su explicación difícil de realizar por medio de cualquier medio de expresión. A este respecto escribió Santa Teresa de Jesús, una de las máximas exponentes del misticismo cristiano:

"Y es tanto lo que se emplea el alma en el gozo de lo que el Señor la representa,
que parece que se olvida de animar el cuerpo (...) No se pierde el uso de ningún sentido
ni potencia, pero todo está entero para emplearse en Dios solo. De este recogimiento viene algunas
veces una quietud y paz interior muy regalada, que está el alma que le parece que no le falta nada."       

La tradición mística cristiana arranca en realidad con Juan, el discípulo amado, y su comunidad joánica establecida en Éfeso (actual Turquía). También se pueden ver principios de misticismo en Saulo de Tarso (San Pablo), los redactores del Evangelio según San Juan y sobre todo del Apocalipsis, además de los Padres de la Iglesia, en particular los llamados Padres del Yermo o de la Tebaida (monjes ermitaños y anacoretas del siglo IV d.C. que marcharon a vivir al desierto). Tanto San Agustín de Hipona como Santo Tomás de Aquino fueron figuras muy influyentes en el desarrollo del misticismo cristiano. Algunos de los grandes nombres de la mística cristiana son San Juan de la Cruz, la ya mencionada Santa Teresa de Jesús, Jan van Ruysbroeck, el maestro Eckart, Tomás de Kempis, Angelus Silesius, Hildegarda de Bingen, Jakob Böhme, San Francisco de Asís, Juana de la Cruz, Ramon Llull, fray Luis de Granada, San Ignacio de Loyola y tantos y tantos nombres de hombres y mujeres que han marcado la tradición mística cristiana en España, Italia, Alemania y la mayor parte de Europa. Fue a partir del Siglo de Oro cuando la mística española entró en decadencia.

Sin embargo, no podemos abandonar la mística cristiana sin hacer una referencia a la mística protestante, que también la hay, representada sobre todo por Emanuel Swedenborg en su Arcanos celestes. Tampoco podemos obviar a Joseph Smith, profeta y fundador de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días o Mormonismo; ni por supuesto al poeta británico William Blake. Del mismo modo, sería un insulto olvidar la mística heterodoxa representada por los cristianos gnósticos en su forma más antigua (siglos I-III d.C.) y en la Edad Media y el Renacimiento por los alumbrados, los dejados o los seguidores del llamado quietismo, promulgado por el místico Miguel de Molinos y con una gran semejanza respecto a las doctrinas budistas.

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Santa Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz, dos de los mayores exponentes de la mística española durante el siglo XVI y de la mística cristiana, con gran producción literaria

Por último, ya que esta entrada empieza a resultar muy larga, intentaré condensar la mística judía, islámica y budista. En lo que respecta al primero de ellos, la principal corriente del misticismo judío y conocida por todos recibe el nombre de Kabahla, o Cábala. Proviene del original hebreo קבלה qabbalá, "recepción". Inspirada en las visiones del profeta Ezequiel, se originó en torno al siglo II a.C. pero alcanzó su máxima expansión en el siglo XIII con la aparición en la península ibérica del Zohar o Libro del Esplendor. Como únicamente tratar de explicar la Cábala daría para varios libros (y de hecho ha dado, como demuestra la historia), me limitaré a exponer aquí la definición que de ella dio el historiador y teólogo agnóstico judío Gershom Scholem en su libro Grandes tendencias de la mística judía, publicado en Barcelona en 1941, y que dice así:

 "El misticismo es el estadio posterior a la religión. Al sentir el hombre post-primitivo
una alienación respecto al mundo que habita, se desarrolla debido a este hueco
un sentimiento religioso en el que Dios se percibe como algo alejado, al otro lado del
abismo que separa lo divino de lo humano. Es ésta la definición que se plantea de
religión, en que Dios es algo alejado de ser adorado u obedecido."   

De acuerdo también a Scholem, el misticismo judío posee tres aspectos fundamentales que le otorgan una personalidad única, a saber: en primer lugar, una reticencia natural hacia la confesión personal, por la reserva y la intransferibilidad de la experiencia mística y todos los aspectos que ello conlleva. En segundo lugar, el misticismo judío otorga propiedades metafísicas al lenguaje, al considerarlo un instrumento de Dios (tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, Dios crea el mundo a partir de la Palabra) reflejado en el habla de uso común del hombre. Y por último, una continua deferencia hacia la tradición, de manera que, cuanta más pura sea la mística, más cerca estará de la verdadera tradición, entendida como una especie de "conocimiento original" de la Humanidad. Los grandes nombres de la tradición mística judía son el malagueño Shlomo ben Yehudah Ibn Gabirol, también conocido como Avicebrón (c. 1021-1058); el gran erudito y teólogo cordobés Rambam, conocido habitualmente como Maimónides (1135-1204) y por supuesto el redactor del Zohar, el sabio rabino y filósofo sefardí Moisés de León, fallecido en 1305. No estaría de más conocer en profundidad la tradición mística judía en nuestro país, que tanto peso tuvo y tanto esplendor alcanzó hasta 1492, cuando los sefardíes fueron expulsados de su tierra por sus Muy (quizá demasiado) Católicas Majestades.

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El Árbol de la Vida, o Árbol de las Esferas (sefirot) es una de las imágenes más asociadas a la Kabalha. Representa las diez emanaciones de Dios a través de la Creación, desde el aspecto más puro (Kether) hasta el reino mundano (Maljut). Este árbol fue adoptado por cristianos, gnósticos, paganos, etc. para expresar iconográficamente lo que consideran una realidad común

Por contra, la mística budista es mucho más fácil de explicar: el fin que Siddharta Gautama buscaba para toda la Humanidad era que todos nosotros fuéramos místicos. Dicho en sus propias palabras, que todos los seres humanos alcanzásemos el estado de buda (la iluminación) o el Nirvana. De hecho, su misticismo va más allá, porque implica que los seres humanos podemos trascender la apariencia ficticia de la realidad (lo que Gautama denominaba maya) y acceder a la verdadera esencia de las cosas. Es la unión del alma con lo Divino, sí, pero de una manera prolongada en el tiempo. El budista no busca abstraerse del mundo, sino vivir en el mundo, pero siendo consciente de dónde se encuentra en cada momento y de que él no es él, sino que es parte de todo. Por eso, el estado que buscan alcanzar los seguidores del budismo (el Nirvana) podría definirse como un misticismo pleno y sobre todo prolongado en el tiempo. Aunque no deja de ser curiosa la existencia de una paradoja: el budismo pretende otorgar al hombre las herramientas necesarias para evitar el sufrimiento, por lo que las enseñanzas de Gautama nunca estuvieron enfocadas en construir un sistema teológico ni cosmogónico. En el budismo nunca se habló de Dios o de dioses, de la existencia o no del alma, o de un supuesto Más Allá. Todo lo que aportó Gautama fue una filosofía, una enseñanza, pero no una religión. Y si el fin de toda religión es el misticismo y el unir el alma con Dios, encontramos una fuerte paradoja. Pero obviando este detalle, sí: el budismo ES una religión mística.

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Siddharta Gautama, al igual que Jesús de Nazaret, cometió el "error" de no construir y establecer ninguna religión diferente a las ya existentes en la India y Nepal. Por eso, del mismo modo que ocurrió con el rabino judío, sus seguidores tergiversaron sus enseñanzas con el paso de los siglos (mientras que la posible existencia histórica del Buda Gautama está fechada en torno a los siglos VI-V a.C., los primeros textos claramente budistas surgen entre el siglo I a.C. y el III d.C.)

Para finalizar esta entrada (que aunque no lo parezca es breve, considerando la ingente y prácticamente inabarcable historia del misticismo) tendríamos que hablar del misticismo en el Islam, es decir, de los sufíes. Sin embargo, al ser un tema tan especial y con la intención de que quede bien entendido (ya que el Islam está viviendo una época de malinterpretación brutal en Occidente), prefiero dejar a los místicos musulmanes para la próxima entrada. Eso sí, sólo una cosa más. Quiero hacer una mención especial a la cantante Madonna por su labor para con la mística. En 1989 lanzó un disco titulado Like a prayer, en el que la letra de la canción que daba título al disco estaba impregnada de un misticismo muy del estilo de San Juan de la Cruz. También en el vídeo musical se pueden apreciar varios símbolos que remiten a algunos de los poemas contenidos en el Cántico Espiritual del místico español, como Llama de amor viva. Por este vídeo la Iglesia Católica declaró a Madonna blasfema, lo que le hace ganar más puntos aún. Y si bien en el vídeo de la canción Bedtime story de 1994 se pueden apreciar un ritual derviche y diferentes elementos del sufismo, la mística del Islam; la propia cantante ha reconocido profesar la cábala judía. Desde aquí, un aplauso para ella.

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Madonna no será la única que use la simbología religiosa para su show: numerosos cantantes e integrantes de distintas ramas del mundo del espectáculo, conocedores del interés que suscitan estos símbolos y ritos en la población, los usan para ganar más seguidores. Pero eso no quiere decir que pertenezcan a una organización secreta, como las teorías de la conspiración se encargan de pregonar

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