miércoles, 1 de marzo de 2017

74. El Capricho, jardín pagano de la Ilustración

Fragmento del libro 'Rutas Sagradas' de Esther de Aragón
y Sebastián Vázquez, en el que se habla del Parque del Capricho.
Edición de Marcvs Espinel

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El madrileño distrito de Barajas esconde un sitio insospechado. Se trata del palacio y el parque de la Alameda de Osuna, un bello e interesante lugar por el que pasear y en el que investigar la veracidad de las corrientes que encuentran curiosas y simbólicas referencias en su estructura y fisionomía. El Capricho, que así se llama el jardín, ha llamado la atención desde que su creadora, la condesa duquesa de Benavente, y duquesa de Osuna por matrimonio, María Josefa Alonso de Pimentel, pidió a diversos personajes la reforma del edificio y la ejecución de los jardines. Durante un siglo, entre finales del XVIII y principios del XIX, El Capricho fue punto de encuentro, de fiestas y tertulias de la corte, en gran medida como consecuencia de la forma de ser de dicha mujer y de las ideas ilustradas que impregnaban la época, que quiso hacer suyas y trasladar a cada rincón del lugar.


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SOBRE LA ÉPOCA

Tanto la Revolución inglesa de 1688 como la Revolución francesa de 1789 marcaron los ejes de la época que la historia ha llamado Ilustración. Un tiempo en el que la razón y la libertad se opusieron a las formas de pensamiento heredadas de la Edad Media. Este pensamiento se basaba en la incultura de la masa y el conocimiento de una élite y, por otro lado, se sostenía en dogmas religiosos incuestionables. la Ilustración trae consigo la reivindicación del pensamiento libre y autónomo y, sobre todo, el desprecio a todo aquello que no se fundamentase en la razón o que fuese indemostrable. Como resultado, la religión, en la Europa cristiana, empezó rápidamente a perder terreno en aras de una forma de pensamiento que trajo aparejado un nuevo orden social y un desarrollo científico inimaginable hasta entonces.


MASONERÍA: ILUSTRACIÓN E INICIACIÓN FRENTE A FRENTE

Una de las singularidades de la masonería es que, siendo una orden heredera de conocimientos iniciáticos y ceremoniales mistéricos, fue, a su vez, una gran propagadora del ideario de la Ilustración. Según la historia relatada por la propia masonería, ésta nace en Londres en 1717, con la unión de tres logias operativas que pasan a convertirse en "especulativas". La masonería tiene su origen en los antiguos constructores medievales que heredaron sus conocimientos de culturas más antiguas. Sus logros fueron desde los puentes romanos hasta las catedrales. Etas cofradías guardaban celosamente sus secretos y se relacionaban entre ellos según códigos vinculados a las religiones mistéricas. En 1717 pasaron de ser albañiles-filósofos a solamente filósofos, dejando los elementos propios de su oficio, como la escuadra y el compás famosos, como símbolos. Como era de esperar, el Tribunal de la Inquisición prohibió la masonería en 1738. Y también, como era de esperar, en un país como Inglaterra, en el que el Papa era un individuo sospechoso y poco querido, esta prohibición no tuvo repercusión alguna, pero en un país tan católico como España sí la tuvo. Sin embargo, el 15 de febrero de 1728, en la madrileña calle de San Bernardo, el duque de Wharton fundó la primera logia masónica de España bajo el nombre de La Matritense, que luego cambió al de Las tres flores de lys. Pero recordemos que las ideas de la Ilustración llegaron con mayor fuerza a España en 1808, con la invasión napoleónica. En este entorno histórico se sitúa la vida de doña Josefa de Pimentel, duquesa de Osuna (1752-1834), alma máter del singular jardín que nos ocupa. En una época y en una ciudad con la masonería recién llegada y unas ideas venidas de Francia que pugnaban por instalarse en la muy católica y tradicional España. Así vio la luz este curioso lugar, por lo que no está de más interesarse por doña Josefa, la duquesa de Osuna.


LA DUQUESA DE OSUNA

Esta mujer llegó a competir en su época en fama y en ideas avanzadas con la duquesa de Alba e incluso con la propia reina. Hay que recordar que ella y su marido, el duque de Osuna, fueron mecenas de Goya. Hay un retrato de ella y otro de todo el grupo familiar pintados por el genio aragonés. Aunque tal vez sea una casualidad, la duquesa encargó a Goya una serie de cuadros sobre la brujería entre los que se incluyen dos de sus obras más emblemáticas: El aquelarre y Vuelo de brujas. Asimismo le compró la serie de grabados conocida como Los Caprichos. Se ha dicho que ambos, duque y duquesa, fueron masones y que tuvieron gran responsabilidad en la difusión de las ideas masónicas y de la Ilustración entre la corte, aunque hasta ahora no se han encontrado pruebas que lo confirmen. Pero tal vez no haya mejor confirmación que el legado que dejaron en un bello y frondoso parque cargado de enigmas...

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HISTORIA DE EL CAPRICHO

Es inquietante, para empezar, el poco significado que en el siglo XIX dieron quienes describieron El Capricho a la figura de María Josefa, adjudicándole apenas la fundación de la villa de recreo; pero lo cierto es que fue su promotora, la que dotó al conjunto de su forma y fisonomía, pues las reformas de sus sucesores añadieron poco más. Incluso le puso el nombre de El Capricho, algo muy en consonancia con lo que albergó su interior. Se trata de un lugar para pasear libremente, con un concepto más próximo a la fisonomía natural que a un jardín en sí. A este espacio, además, se le quiso dar una cierta carga literaria, romántica, de juegos y simbólica, de forma que se le añadieron ruinas, templetes, obeliscos, cabañas, restos de fortificaciones, puentes, ermitas, esculturas, fuentes y grutas. De ese momento son: el templo de Baco, el Abejero, la casa de Cañas o embarcadero, la casa de la Vieja, la casa del Ermitaño, la gruta, la columna de Saturno, la estatua de Venus...

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UN CAPRICHO PLAGADO DE SÍMBOLOS HERMÉTICOS

Este bello y singular parque fue diseñado para ser un lugar de recreo y descanso. Y es evidente que los que idearon y construyeron El Capricho no tuvieron presente ni por asomo ninguna de las creencias y símbolos católicos. De hecho este parque es un cántico a la heterodoxia, al hermetismo y a los ritos paganos, sin olvidar evidentes símbolos masónicos. Hagamos juntos un pequeño recorrido por este relajante oasis en plena capital de España. Un parque de enorme variedad arbórea, cruzado por una ría, con varios estanques y fuentes, con laberintos vegetales, con grutas... En nuestra visita nos vamos a encontrar lugares tales como las columnas de los Duelistas, la rueda de Saturno, la gruta, el laberinto, la ermita, la casa de la Vieja o de la bruja, el templete de Diana, la exedra de las Esfinges y plaza de los Emperadores o el Casino de Baile, entre otras singularidades que encierran un profundo simbolismo hermético. Por ejemplo, el salón de baile tiene el techo decorado con los signos del zodiaco y su planta octogonal recuerda más a un templo que un salón de fiestas. Además, la imponente figura de un jabalí enorme, que guardaba un antro y recibía a un visitante que se acercaba navegando por la ría, más mueve al miedo que a la fiesta.

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En cuanto a la ermita, es evidente que su portada es calcada de un templo masónico, son sus dos columnas y el triángulo encima. Por si fuera poco, en uno de los laterales hay una pequeña pirámide de piedra, y la simbología pintada del interior, que se puede observar mirando desde fuera, tiene un marcado simbolismo esotérico. Se dice que un mensigo llegó a ser el ermitaño de dicho lugar y la leyenda cuenta que su fantasma nunca se separó de allí. El templete guarda hoy una imagen de Baco, aunque parece que albergó primero una estatua de Diana que está ahora en el Abejero. Pero sin duda, la zona más llamativa y evocadora es la Exedra, con sus seis esfinges. Esta construcción, que los romanos utilizaron como lugar de reunión, está aquí revestida de la solemnidad que le proporciona lo que fue un altar y las propias esfinges, símbolos ancestrales del misterio y el secreto. Por último, destacamos la casa de la Vieja o de la bruja. No deja de ser curioso que en un entorno de lujo y nobleza, se añadiese una casa de labriegos, a no ser que se quisiera ofrecer un homenaje a aquellas brujas que de modo tan impresionante dibujó Goya. Todo el parque merece una visita relajada y su recorrido no lleva más que unas dos horas de paseo tranquilo. En todo el recinto se respira paz, se percibe la belleza de la naturaleza plenamnete y se acompaña de construcciones que mueven a la reflexión.

Si tenéis pensado pasar unos días en Madrid, no olvidéis este parque entre vuestras visitas. Si vivís en la capital y aún no lo conocéis, estoy seguro de que agradeceréis esta recomendación. De vez en cuando es bueno darse un "capricho" y si va rodeado de magia, aún más. 

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