miércoles, 29 de marzo de 2017

78. Día del Padre, dedicado a San José

Puede parecer un poco irónico, ¿no?, que el Día del Padre esté dedicado a San José. En la entrada anterior hablábamos de San Patricio con varios días de retraso, y esta entrada va mucho más retrasada: el Día del Padre fue el domingo 19, y han pasado diez días. Pero centrémonos. Parece que esta festividad ha sido diseñada a mala idea, ¿verdad? Es como si José fuese el patrón de los padres, cuando según la tradición cristiana sólo fue padre putativo de Jesús, no su padre biológico. Pero esto, ¿hasta qué punto podría ser cierto?


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Para los cristianos, no hay ninguna duda de que Jesús fue concebido por la gracia del Espíritu Santo. Para los ateos, es evidente que el Espítu Santo no existe y que Jesús (si es que existió) tuvo que ser fruto de una relación sexual entre hombre y mujer. Su madre, tal y como dicen los Evangelios y como parecen demostrar los antropólogos, era bastante joven. ¿Pero qué saben los ateos de José? Le tratan como a un "cornudo", diciendo que el ángel Gabriel que visitó a María era en realidad un joven mancebo (pero tan mortal como tú y yo) y que fue él la que dejó embarazada a María. Tanto se ha especulado sobre esto que se ha llegado a decir que María ¡era prostituta! Parece que cuando hay algo que no saben cómo explicar, unos y otros, siempre acaban recurriendo a la prostitución. Primero María Magdalena y ahora la madre de Jesús. Es cierto que la prostitución era algo muy común en la época, pero eso no quiere decir que todas las mujeres fuesen prostitutas. Sin embargo, es lógico que no crean en que un ser celestial bajó de los cielos y por arte de magia María se quedó embarazada. La biología nos dice que eso es imposible... pero la mitología dice que no tanto. Después de todo, la unión entre un ser divino con un mortal de la cual surgen vástagos prodigiosos es algo bastante frecuente en las tradiciones religiosas del mundo. Tenemos a las múltiples amantes de Zeus, por ejemplo. De su relación con Alcmena surgió Heracles, el más grande de los héroes griegos, mientras que de la unión con Sémele nació Dionisos, que se convertiría en un dios. La diosa Venus se acostó con el mortal Anquises y de él nació un hijo: Eneas, héroe troyano que escapó de la matanza de los aqueos y marchó lejos de su patria. Siguiendo esta misma línea dinástica también el dios Marte, con la mujer mortal Rea Silvia, tuvo descendencia peculiar: los gemelos Rómulo y Remo, fundadores de Roma. En conclusión, que la unión de Gabriel y María, mitológicamente hablando, no resulta ni mucho menos extraña. De hecho, María no es la primera mujer que concibe de forma milagrosa en la Biblia. Tenemos por ejemplo a Sara, que siendo estéril, por la gracia de Dios da a luz a Isaac (Antiguo Testamento). O a Isabel, la propia prima de María, que también siendo anciana gesta en su vientre y da a luz al futuro Juan el Bautista.


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Cuando tres enigmáticos viajeros anuncian a Abraham que su mujer Sara dará a luz a un hijo, ésta (que les estaba escuchando) se echa a reír. Su hijo será bautizado Isaac, que significa "el que trae la risa"

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El sacerdote Zacarías e Isabel, prima de María, son los padres de Juan el Bautista

Pero volvamos a José. ¿Por qué a unos y a otros, creyentes y ateos, les cuesta creer que Jesús sea un hijo legítimo? Para los creyentes está claro: José no puede ser el padre porque eso negaría la naturaleza divina de Jesús, pero aún así se le venera como tal el domingo 19 de marzo porque acogió y crió a Jesús como a un hijo. Sin embargo, para los ateos José no puede ser el padre y es víctima de la infidelidad de María por una razón: es viejo. O al menos, eso nos han contado. Pero, ¿lo era realmente? Vamos a trasladarnos un momento a una época anterior al nacimiento de Jesús, a los años de infancia y juventud de María. Sus padres, Ana y Joaquín, llevaban años rezando a Dios por tener descendencia. Un día que Joaquín estaba en el campo, orando y llorando, se le apareció un ángel para decirle que sus súplicas habían sido escuchadas y que su mujer concebiría. Al mismo tiempo Ana, que se encontraba en su casa en el interior de la ciudad, llorando su desgracia, recibió la misma noticia. Joaquín salió corriendo montaña abajo a buscar a su mujer, loco de contento. Ana hizo lo propio, dirigiéndose hacia la montaña. Se encontraron enfrente de la llamada Puerta Dorada de Jerusalén y, al cruzarse sus miradas y comprender que ambos habían recibido la misma maravillosa noticia, se fundieron en un largo abrazo. Ése fue el momento de la Inmaculada Concepción. En efecto, nueve meses después nació una niña, a la que pusieron por nombre Miriam, que significa "eminente" o "excelsa" (aunque esta etimología está discutida) y que era casi un título nobiliario. Sin embargo, Joaquín y Ana habían hecho una promesa a Dios en caso de tener descendencia: que consagrarían a su hijo o hija a su servicio en el Templo. Y en efecto, cuando María cumplió los tres años, fue llevada al Templo de Jerusalén y acogida por el Sumo Sacerdote, quien se encargó de su cuidado (la fuente cristiana de la que bebe este pasaje, Vida de María de Epifanio el Monje, dice que era alimentada por un ángel). Pero al cumplir doce años la niña se convierte en un problema, porque puede "contaminar el santuario". Recordemos que las leyes judaicas eran (y son) muy estrictas en lo que respecta a su religión, no sólo en lo referente a la presencia de mujeres en el Templo, sino que cualquier persona que no fuera miembro de la tribu de Leví no podía ejercer el sacerdocio. El caso es que el resto de sacerdotes, preocupados por María, instaron al Sumo Sacerdote a que entrase en el Sanctasanctórum y rezase por María, de manera que Dios le revelase qué hacer con ella. Y así ocurrió.

 
María, a la edad de tres años, es recibida en el Templo de Jerusalén

Son varias las fuentes que narran este momento. Nos encontramos con el Evangelio de Santiago y con el de Pseudo-Mateo, por ejemplo, pero la fuente que más ha influido en el arte y en la cultura cristiana ha sido la Leyenda Dorada de Jacobo de la Vorágine, obispo de Génova en el siglo XIII. Según él, Dios le dijo al Sumo Sacerdote que convocase a todos los varones en disposición de contraer matrimonio al Templo (una tradición posterior indica que sólo podían asistir los descendientes de la casa de David). Y entre ellos, estaba José. Se les ordenó traer una vara o bastón y que la dejaran ante el altar. El dueño de la vara que floreciera sería el esposo de la doncella. El Espíritu Santo descendió en forma de paloma sobre la vara de José, haciendo que ésta floreciera (recordemos que tanto la paloma como las flores son dos poderosos símbolos de la Diosa). Pero cuidado porque aquí tenemos la clave. José era bastante mayor que María, pero no era un anciano. Los evangelios apócrifos relatan que tenía 33 años, es decir, la misma edad de que tenía Jesús cuando murió. Por lo tanto, era perfectamente factible que le hubiese dado un hijo a María. Y aquí hay un problema, ya que si había posibilidades de que José fuese el padre biológico de Jesús, todo el aparato eclesiástico sobre la divinidad del Cristo se habría venido abajo. ¿Cómo lo solucionaron? Fácil: convirtieron a José en un anciano y además viudo (su viudedad le impedía volver a tener relaciones sexuales, de acuerdo a los preceptos de la época). Pero la Iglesia Ortodoxa oriental va un paso más allá. El tema se denomina "la encomendación de María a José", según el cual las autoridades del Templo confían a la doncella a José para que la "custodie" (implicando la continuidad de su virginidad). Esto habría estado muy bien para un griego o un romano, puesto que la virginidad perpetua al abrigo de un santuario en una mujer era algo bastante extendido y aceptado, como ocurría con las sacerdotisas de Atenea o las vestales en Roma. Sin embargo, en el pueblo hebreo esto cambia radicalmente. La virginidad a perpetuidad no se concibe en un hombre ni en una mujer. De hecho, era tarea del padre (en este caso, de Joaquín) el buscarle un marido a sus hijas. El único momento en el que una mujer permanecía virgen era en los años previos al matrimonio, y esto era así por una cuestión práctica: había que asegurarse que el primogénito era hijo legítimo del marido y no de otro hombre. Proteger la virginidad perpetua de una mujer en la sociedad hebrea de aquella época es algo que no tenía ningún sentido. 

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La vara florida (normalmente de lirios) es el atributo principal de José

Si el tema de la virginidad perpetua no era practicado ni social, ni política ni religiosamente, ¿de dónde viene la idea de la eterna virginidad de María? Pues, como tantas otras cosas, de una mala traducción. El "culpable" es Jerónimo de Estridón, quien en el siglo V recibe el encargo del papa Dámaso I de traducir el Antiguo Testamento (que estaba escrito en hebreo) y el Nuevo Testamento (que estaba escrito en griego) al latín. Nadie niega que Jerónimo fuese un gran erudito, y que sus conocimientos eran más que notables. Dominaba el latín y el griego y sabía algo de hebreo, pero se trasladó a Belén para estudiarlo en profundidad. Sin embargo, hubo algunos sitios (pocos, eso sí) donde metió la pata de una manera que ha cambiado radicalmente la forma de entender las Escrituras. Quizá esos "errores" fuesen adrede, quién sabe. El caso es que Jerónimo tradujo la palabra hebrea almah, usada para referirse a María, como "virgen". Que podría ser, porque es una de sus acepciones. Sin embargo, conociendo un poco el contexto en el que nos encontramos, lo más fácil es que almah hiciese referencia a "mujer joven", que es lo que era. Este error se ha exagerado tanto y ha calado tan hondo que todavía hoy millones de personas siguen creyendo que la madre de Jesús era virgen. Pues no. María fue virgen el tiempo que le correspondió serlo, y cuando se casó y estaba viviendo con José dio a luz a un hijo. Y José fue esposo, marido y padre, tal como era lo normal en aquella época. De manera que celebrar el Día del Padre en la festividad de San José es de lo más acertado.

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