martes, 22 de marzo de 2016

Requiescat In Pace

M: No se puede decir que sean buenos días, pero casi ninguno lo es. Hoy, 22 de marzo de 2016, ha tenido lugar un atentado en el principal aeropuerto de Bélgica, el Bruselas-Zaventem, que ha dejado varios muertos y numerosos heridos. Según algunos medios locales, había "decenas" de fallecidos. Otra explosión ha tenido lugar en la estación de metro de Maalbeek, en pleno centro de Bruselas y muy cerca de las instituciones europeas, dejando varios heridos.

No son pocos los que se han apresurado a atribuir la autoría del atentado al Estado Islámico, el Daesh, que sigue en su campaña de destrucción por Europa... y por Oriente Próximo. A pesar de que todo apunta a un atentado terrorista y la policía sigue la pista yihadista, las autoridades belgas aún no han confirmado ese extremo. La policía tampoco ha confirmado el origen de las explosiones. El Daesh es considerado el autor de los atentados del 13 de noviembre de París, y su marcha ha continuado hasta Bélgica, donde hace tres días la policía belga detuvo al yihadista Salah Abdeslam, huido tras los mencionados atentados en París, que costaron la vida a 130 personas.

Es bueno llorar por los muertos. Eso no les va a hacer volver, pero permite que su recuerdo no caiga en el olvido. Lo que es imperdonable, intolerable, es la hipocresía de ciertas personas o la total falta de respeto por parte de algunos medios de comunicación. Me refiero a esto:



Va en serio. Vivimos en la Edad de Oro del periodismo deportivo en nuestro país. ¿A quién no se le ocurriría usar una desgracia de este calibre para informar sobre un partido de fútbol? Otro ejemplo. Mientras arde Bruselas, en La Razón se centran en lo verdaderamente importante:


Pero no es la prensa lo que me preocupa - a pesar de la opinión que me pueda formar sobre ellos después de esto -. Lo que realmente es preocupante es la actitud de los políticos. Sí, los mismos que el 13 de noviembre fueron a París a presentar sus condolencias:


Casi 50 líderes mundiales guardando un minuto de silencio en las calles de la capital gala. Qué bonito, ¿no? Qué detalle. Yo os diré lo que es esto: una mierda pinchada en un palo. Claro que se debe ir a presentar los respetos a los caídos. Pero decidme, ¿cuántos de esos políticos han ido a presentar sus respetos a los que mueren cada día en Oriente Próximo? Todos los días está muriendo gente en aquellos países, pero sólo nos lanzamos a la calle a llorarlos y a poner mensajitos en Facebook cuando ocurre en Europa. No estamos unidos, no estamos luchando contra el terrorismo, ni muchísimo menos. La clase política firma pactos y acuerda "luchar contra el terrorismo", pero todo eso es papel mojado. ¿Qué hacen? Pues lo único que saben hacer: enviar bombarderos y atacar esos países, como hizo el señor Hollande tras los atentados de París. Caballeros, el problema de las bombas no se soluciona con más bombas. ¿Por qué en vez de atacar esos países, donde reside una gran cantidad de población civil inocente, no atacan a aquellos que financian el terrorismo? Porque no les interesa. El Daesh se financia a través de la venta de petróleo. ¿Quién es uno de los mayores compradores de petróleo? Arabia Saudí. ¿Quién es amigo de Arabia Saudí? Los EE.UU. ¿Y a quiénes tienen los EE.UU. en nómina? Prácticamente a la totalidad del continente europeo. Y se cierra el círculo. Si la clase política atacase a los que financian al Daesh, si les cortasen el grifo, estarían yendo en contra de los intereses de Arabia Saudí, de EE.UU. y de la mayor parte de este mundo que llamamos "civilizado".

No, señores, la lucha contra el terrorismo es una pantomima. Y quienes pagan este juego sucio de las clases políticas son los civiles. Los inocentes. Los que sólo quieren vivir en paz. El Daesh está formado por lunáticos, está claro, pero Europa sigue financiando a esos lunáticos. ¿Por qué? Porque la guerra es un negocio. La industria armamentística ha obtenido unos beneficios impresionantes desde la aparición del Daesh en el escenario internacional, y España es el 4º país líder de emisión de armas. Ahí es nada. El Estado Islámico no va a detener su avance. Entre otros objetivos busca reconquistar Al-Ándalus y que su bandera ondee sobre la cúpula de San Pedro en Roma. Han sido París y Bruselas, dos importantísimas ciudades europeas, las que lloran sangre por sus caídos. Bien está que nos lamentemos por ellos. Pero no más de lo que nos deberíamos lamentar por los que mueren en Siria, en Yemen, en países que no están tan cerca. Ponernos la banderita en el Facebook del país europeo que ha sufrido el atentado es una manera de lavar nuestra sucia conciencia. Pero no como individuos, sino como género humano. Cuando nos liberamos del Jardín del Edén comenzamos nuestro desarrollo intelectual, nos convertimos realmente en seres humanos en vez de en animales. Pero esos tiempos ya han pasado, y ahora somos peores que los animales. Somos una plaga, un virus. Nos matamos unos a otros por intereses, y nos cargamos el planeta por un ingenuo beneficio propio. Sólo espero que nos matemos todos antes de que destruyamos la Tierra y tengamos que salir a infectar otros planetas.

Lo sé, no es un pensamiento nada optimista. Lo sé, hay mucha gente que sigue luchando por recuperar la justicia, la igualdad, la fraternidad. Pero mirad a vuestro alrededor. ¿En manos de quiénes estamos? ¿De la gente que busca el beneficio común, la paz global, la extirpación de la injusticia? ¿O más bien de individuos sin escrúpulos que manejan el mundo a su antojo buscando beneficiarse a sí mismos y a sus amiguetes de club, para luego poner caras de compungidos ante las cámaras? Éste es el mundo en el que vivimos, nos guste o no. Un mundo en el que el miedo, la pobreza y la injusticia son negocios de los que se puede sacar beneficio económico. Vivimos en un mundo triste. Hemos llegado a un punto en el que no hay marcha atrás, en el que para que la situación cambie es necesario un cambio de conciencia colectiva absolutamente radical. Y eso, tal y como lo veo, está muy lejos de suceder. Educamos a nuestros niños en los valores que creemos correctos, les decimos que está mal mentir, engañar, robar... pero al llegar a la edad adulta uno descubre estupefacto que esas cosas que de pequeños nos dijeron que estaban mal, ahora resulta que lo hace todo el mundo. ¡Y que lo premian! ¿Cómo hemos llegado a esto? Si un día tengo hijos, les educaré en los valores que considero correctos, como hicieron mis padres conmigo. Pero cada día que me levanto y veo un nuevo caso de corrupción, una nueva matanza en algún país lejano que no interesa a nadie, una situación de injusticia como la de los refugiados... la verdad es que tengo pocas ganas de traer a un ser humano a este mundo tan cochambroso que hemos construido.

¿Cómo hemos podido permitir que sucediera esto? ¿Quién tiene la culpa? Si buscamos a un culpable, sólo tenemos que mirarnos al espejo. Hemos sido nosotros, cometiendo los mismos errores siglo tras siglo, haciendo de nuestra madre Tierra un lugar cada vez peor. Lleno de iniquidad e hipocresía, donde nadie da nada sin esperar algo a cambio. Donde por mucho que tengamos, queremos más que el vecino. La Humanidad ha fracasado. Al salir del Edén sólo teníamos una misión: vivir respetando la vida. Éramos los protectores de nuestro planeta, y nos hemos convertido en su peor enemigo. ¿Hay solución? Yo no la veo. Lo mejor que nos puede pasar es que ocurra una hecatombe y que, como los dinosaurios, nos extingamos. Nuestro tiempo de dominar el planeta ha terminado, y lo hemos hecho realmente mal. Es hora de dejar paso a otra especie que, quizás, enmiende lo que nosotros destrozamos por pura avaricia y soberbia. Ese Requiescat In Pace del título no va solo por los caídos por el terrorismo en Bruselas, París y otras partes del mundo. Va también por nuestra Humanidad, lo que nos hacía ser quienes éramos, los sentimientos de justicia, libertad y amor que nos caracterizaban como seres humanos. Esos sentimientos han muerto en el corazón colectivo de la Humanidad. Amamos solamente a nuestros amigos, a nuestras parejas, a parte de nuestra familia y a nuestras mascotas. Todos los demás son "prescindibles", son "daños colaterales". Esos términos los utilizan con toda normalidad las agencias de Inteligencia y los servicios militares de todos los países del mundo. "Daños colaterales" para referirse a la muerte de seres humanos por una acción propia. Es espantoso. Si los grandes iniciados pudiesen ver en lo que se han convertido los hombres que pretendían salvar, llorarían. Y mientras tanto, falsos ídolos de madera recorren las calles que rebosan gente que llora y grita de emoción.

Y cuidado, que yo no soy mejor que ellos, ¿eh? Yo no soy ningún santo. Me horroriza lo que está pasando en el mundo, pero tampoco hago nada para remediarlo. Hace ya unos años que mis padres ceden una parte de su salario a varias ONGs... Y resulta que uno se entera que muchas de esas ONGs hacen negocio sucio con el dinero que se les envía. Si mandas una cantidad X, la ONG se queda con el 99% por "gastos de gestión" o no sé qué mierdas, de manera que la gente que necesita esa ayuda apenas recibe el 1%. O también lo que hacen algunas ONGs es que, si reciben medicamentos o comida o cualquier otra cosa, las venden a la gente que lo necesita en vez de dárselos gratuitamente. En definitiva, al dar dinero a esas ONGs, lo que estaba haciendo era promover los chanchullos que mantenían en los países menos favorecidos donde ninguna cámara arrima el objetivo. Sobra decir que no coopero con ninguna ONG, por muchos mensajes bonitos que me cuenten. Tampoco doy limosnas por la calle a pesar de que sé lo duro que es no tener un lugar para dormir ni nada para comer. ¿Por qué no doy nada? Porque efectivamente hay mucha gente que, por determinadas circunstancias, se ha visto en esa situación de pobreza... pero hay muchos otros que están así porque no quieren ponerse a trabajar, porque es mucho más cómodo vivir de la caridad. ¿Cómo distinguir a unos de otros? Yo no puedo. ¿Le doy limosna a todos los que me la pidan? No, no se la doy a nadie. Opto por la opción egoísta, pero es que yo también soy egoísta. Ya os he dicho al principio que no soy ningún santo.

¿Confiar en las fuerzas de paz internacionales, ayudar con donativos a gente que se rige por unos estatutos firmados a nivel plurinacional? Eso estaría bien, si no fuese porque se destapan casos como, por ejemplo, el de los cascos azules de la ONU, las fuerzas para el mantenimiento de la paz en países poco desarrollados, que violan y entregan niñas a la prostitución en esos países, donde los niños sufren atrocidades y actos bárbaros vomitivos. La Humanidad me da asco. Yo ya he perdido la fe, yo ya no ayudo a nadie, lo reconozco. Sólo me preocupo de los míos. Es egoísta, pero es que vivimos en un mundo egoísta. De verdad que valoro muchísimo a todos aquellos que mantienen la fe y que ayudan de verdad a los que lo necesitan. Ojalá la Humanidad reconozca su valor y todos nos pongamos a empujar del mismo lado, hacia una nueva época. Pero lo veo difícil.

Como decía Oscar Wilde:

"La Tierra es un teatro, pero la obra tiene un reparto deplorable".

   

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