jueves, 31 de marzo de 2016

24. El Escorial: un laberinto hermético. Parte II

Buenos días, queridos lectores. El martes pasado comenzamos a hablar de los secretos que esconde el Real Sitio de San Lorenzo de El Escorial, uno de mis lugares favoritos. Aquí estoy otra vez, con los ojos haciéndome chiribitas, deseoso de continuar con la explicación. Ni siquiera he desayunado todavía, pero es que tenía muchas ganas de seguir hablando sobre El Escorial. Porque Felipe II quiso convertirlo en el mayor centro de conocimiento del mundo, y a fe mía que lo consiguió. Cientos de personas pasaron por allí, y no sólo reyes, aventureros, cortesanos, damas y reinas; sino también, astrólogos, brujos, alquimistas y toda suerte de lo que en esa época se consideraban "herejes". Y es que todos querían gozar de aquel entramado de sabiduría que se había construido en tan poco tiempo, unos 20 años. La verdad es que cuando se va allí, sorprende que se tardase tan poco en una obra de tal magnitud. El complejo arquitectónico cuenta con 4.000 estancias (todas ellas con una cruz), 2.673 ventanas, 1.250 puertas, 15 claustros, 11 aljibes, 88 fuentes, 45.000 libros impresos, 5.000 códices, 1.600 cuadros, todos estos datos dan cuenta de la enormidad que era y sigue siendo El Escorial. Actualmente la gran mayoría de las cruces se han retirado, y muchos de los cuadros que adornaban sus paredes ya no se encuentran allí, sino en distintos museos y asociaciones. ¿Por qué sacan esas cosas de El Escorial para llevarlos a otros sitios? Desde que en 1982 se promulgó la nueva Ley de Patrimonio Nacional, todos los bienes que históricamente pertenecían a la Monarquía Española pasaron a depender exclusivamente del Estado, por lo que podían disponer de ellos según les pareciese. Una de las cosas que hicieron fue redistribuir muchas obras de arte por distintos sitios (en tiempos de Felipe II, El Escorial lo tenía prácticamente todo). Y en el caso del Museo del Prado, la gran mayoría de las obras de Brueghel, El Bosco y Van der Weyden que coleccionó Felipe II llegaron al museo para una restauración... y allí se quedaron. En otros términos, más o menos robamos las obras. Patrimonio Nacional las envió al museo a restaurarlas (ya que el Prado cuenta con los mejores restauradores de España), pero al terminar el trabajo no se las devolvieron. Sobra decir que cosas como ésta explican la mala relación existente entre el Museo del Prado y Patrimonio Nacional, relación que va mejorando poco a poco. El caso es que en el Prado hay muchas obras que deberían estar en El Escorial. Sin ir más lejos, "El Jardín de las Delicias", del Bosco. Una obra que Felipe II quiso tener delante de él en su lecho de muerte y que pasaba largas horas contemplando.


También la tabla de Brueghel "el Viejo" titulada "El Triunfo de la Muerte", que esconde un poderoso mensaje sobre el advenimiento del Fin de los Tiempos y el renacimiento de una nueva humanidad, siguiendo los preceptos de una secta cristiana muy conocida en Holanda y de la que hablamos en la entrada anterior (que podéis leer aquí): la Familia Charitatis. A esta secta perteneció también Benito Arias Montano, y Brueghel plasmó un mensaje hermético de la secta en esta obra, para aquel que supiese verlo. En otro momento hablaremos de este mensaje, pero si queréis verlo en vivo y en directo os recomiendo que concertéis una cita con nosotros en el 609 98 82 06 o en bianortours@gmail.com. Estaré encantado de enseñároslo.


Volviendo a nuestro tema, también estuvo en El Escorial la llamada "Mesa de los Pecados Capitales", la cual Felipe II quiso tener en su dormitorio y que muestra otro de los secretos de la pintura del Bosco que tanto gustaban al monarca. Se dice que pasaba mucho tiempo alrededor de la mesa e incluso que trabajaba sobre ella.


También "El Paso de la Laguna Estigia", de Joachim Patinir, el maestro del paisaje. Siendo como era un hombre de fuertes contradicciones, a Felipe II le gustaba mucho esta obra que representa los caminos al "Paraíso" o al "Infierno". Sin embargo no hay que tomarlo como lugares físicos, sino como estados de conciencia, como niveles de espiritualidad. Es una pintura moralista e ilustradora a un tiempo.


Y para terminar, "El Descendimiento de la Cruz", de Roger van der Weyden. Felipe II quedó enamorado de esta obra cuando fue a visitar a su tía María de Austria a los Países Bajos, pues la obra estaba en su poder. María se la regaló a su sobrino y Felipe II la mandó a Madrid. Originalmente era un tríptico, pero el barco donde era transportada sufrió un naufragio, donde se perdieron las tablas laterales. Felipe II pudo salvar esta tabla central y la colgó en el Alcázar hasta que pudo ser trasladada a El Escorial.


Todas estas obras pertenecen a Patrimonio Nacional, y si se las llevasen, el Prado se quedaría algo desnudo. Por eso estas obras continúan exponiéndose en el Museo, aunque el sitio donde deberían estar es en El Escorial. Aceptaría de buen grado que se las llevasen de vuelta allí. El Prado perdería fuelle, sí, pero lo malo que tiene el museo, cualquier museo, es que el significado real de las obras se pierde. Cada cuadro está diseñado para ser expuesto en un lugar concreto, con una luz muy determinada y para transmitir un mensaje determinado. Felipe II sabía esto y colocó todos sus cuadros de una manera muy bien estudiada. Eso hoy se ha perdido. De manera que sí, me encantaría que estos cuadros volviesen a estar en el lugar que les asignó el Rey Prudente. Algún día podríamos dedicar una entrada a la interpretación de alguna obra de arte del museo, como hicimos con "La Última Cena" de Leonardo da Vinci. ¿No os parece? Aunque vivo de ello y por lo tanto no puedo dar muchos datos aquí. Los lectores que quieran conocer los secretos de las obras de arte del museo ya saben dónde encontrarme. Tal vez algunos de nuestros lectores no sepan la forma que tengo de trabajar y me consideran simplemente un guía ordinario. En fin, arriba os he dejado los medios para contactar conmigo y si queréis que comente alguna obra en particular, dejadme vuestras propuestas en los comentarios. 

Nos vamos despidiendo por hoy, el sábado terminaremos con El Escorial, pero es preciso ir allí para ver todos los misterios que esconde. No quiero contar mucho por aquí porque me encantaría que algunos de nuestros lectores me acompañasen hasta allí para que pudiesen admirarse in situ. Espero pacientemente a que ese momento llegue. En fin, nos vemos el sábado para terminar de hablar de El Escorial. Nosotros hemos estado allí el fin de semana pasado y ya tenemos ganas de volver. En fin...Volvemos el sábado, queridos lectores, ¡hasta entonces!

 

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