La sophia perennis es como los conocimientos que se han mantenido a lo largo del tiempo, de las tradiciones y de los pueblos. La sophia perennis es lo que muchos llamarían la Verdad. Y conocer y aprehender de esa filosofía eterna es lo que nos puede acercar realmente a Dios. Muchos conocidos míos se sorprenden al ver que me expreso como un creyente, y lo soy, pero a mi manera. Creo en Dios, pero no creo en lo que los hombres dicen de Dios. Aunque, claro está, estoy más de acuerdo con las posturas de unos que con las de otros. Ahora bien ¿qué tiene que ver esa sophia perennis con la pintura del Bosco? Absolutamente todo. Jeroen Van Aeken, pues ese era su nombre, era un iniciado en la sophia perennis y llegó a ser líder de una secta cristiana. El Bosco utilizaba su arte para mostrar a los iniciados en su secta los grandes conocimientos del mundo, es decir, de Dios. Viajemos un momento al año 1500, cuando el hombre que había sido llamado Jeroen Van Aeken termina una pintura que será una de sus grandes obras: el que siglos después recibirá el nombre de "El Jardín de las Delicias". Y antes de seguir, un pequeño paréntesis. Tal vez algunos lectores se hayan extrañado con la expresión "el hombre que había sido llamado Jeroen Van Aeken". Me explicaré. Como todos los iniciados, Jeroen tuvo que pasar un periodo de iniciación dentro de la secta, un rito de paso que duró cuatro años. Tras ese período, superadas las pruebas y convertido en un iniciado de pleno derecho, cambió su nombre y adoptó uno iniciático, que es por el que le conocemos todos: Hieronymus Bosch. Fue el nombre con el que firmó algunas de sus obras, y significa "El Bosque de Nombre Sagrado". Con solo el nombre ya nos da una pista de sus creencias heterodoxas, relacionadas por ejemplo con la magia y los credos druídicos del norte europeo. Cuando digo que el Bosco es uno de mis pintores favoritos, no lo digo en balde. No voy a explicara aquí todo el simbolismo ni las enseñanzas de sus obras, sino que voy a hacer como el propio maestro: explicar su corpus en la gran enciclopedia de sus creencias que es "El Jardín de las Delicias". Porque sí, el Bosco incluyó todas sus creencias en esta pintura. En la contemplación de este tríptico uno puede conocer el credo de la secta del Bosco. Pero vamos por partes, como siempre. Lo primero que vemos es que es un tríptico. Y que, como todo tríptico, al principio se nos aparece cerrado:
¿Se abren las dos puertas a la vez? No, hay dos maneras de abrirlo. Si cogemos la tabla de la izquierda, abrimos el Principio y el Fin, el Alfa y el Omega. Fijaos:
Podría parecer el Jardín del Edén, pero no es eso exactamente. Es a la vez Paraíso y Edén, el Reino de Dios y el jardín de la Creación. Aparece Dios con Adán y Eva, en referencia al relato del Génesis... ¿y no es lo mismo Paraíso que Edén? El Jardín del Edén se ha considerado siempre como un lugar geográfico, un sitio donde vivían los primeros hombres, los padres de la Humanidad, en la Tierra. El Paraíso, por su parte, es el Reino de Dios. No es un lugar, sino que es un estado de conciencia, una vuelta a la Unidad cósmica. Y esa dualidad del macrocosmos y el microcosmos, el jardín del principio y el estado paradisíaco del final, están reunidos en esta tabla. ¿O acaso no os habéis fijado en que el Dios creador es en realidad Jesucristo, el Alfa y el Omega, el Principio y el Fin?
Eso puede querer decir que Dios y Jesús son lo mismo, por la Trinidad. Para el catolicismo resulta evidente..., ¿pero por qué el Bosco utiliza dos representaciones distintas de Dios? Porque con el tríptico cerrado, en la esquina superior izquierda, encontramos al Dios barbado con el triregnum (la corona) papal y la Biblia.
Lla tabla de la izquierda representa el principio y el fin de la humanidad. El principio parece claro, porque aparecen Adán y Eva, pero eso del final voy a tener que explicarlo. Pero todo a su tiempo. Hemos visto que si abrimos primero la tabla de la izquierda nos encontramos con ese principio de la Humanidad, que al mismo tiempo es su objetivo. Es decir, es el lugar al que debe volver y que debe alcanzar. Pero si abrimos primero la tabla de la derecha, encontramos un escenario muy diferente.
El Infierno. Pero no un infierno al uso. Al abrir el tríptico por esta tabla hemos entrado en el mundo inmediatamente posterior al Despertar. Al romperse la burbuja del exterior miramos esta tabla y nos reconocemos en ella. Es nuestro mundo, interior y exterior. Fray José de Sigüenza, un hombre del que ya hemos hablado, bibliotecario de El Escorial y consultor de Felipe II, escribió que "si bien los otros pintores pintan al hombre tal como es exteriormente, El Bosco ha tenido la audacia de 'despintarlo' tal como es interiormente". Hieronymus Bosch, aquel que "despinta" a los hombres, nos muestra en esta tabla el espíritu de la humanidad. El alma de los hombres crea su mundo. Por eso aparecen las grandes ciudades ennegrecidas y en llamas, pasto de la muerte y la guerra. En un primer plano los demonios, personales de cada uno, que representan nuestras preocupaciones y problemas diarios. Todos los demonios que aparecen en las tablas del Bosco son en realidad alegorías de nuestras propias preocupaciones, pero no sólo eso, también son los pobladores del Infierno propiamente dicho, pero es un Infierno que es necesario atravesar. Los demonios también pueden castigar a aquellos que adoran falsos ídolos o viven de acuerdo a las mentiras y traiciones de un mundo corrupto. Por ejemplo:
Los perros del infierno están devorando - castigando - a un caballero que va tras el falso Grial. Los demonios castigan a todos aquellos que se pierden en la adoración de los falsos ídolos y no se dan cuenta de la Verdad. Aquí El Bosco nos está diciendo que el Grial no es una copa, y que aquellos que no entienden los símbolos son castigados diariamente y condenados en la eternidad. ¿Quieres otro ejemplo? El Bosco siempre fue muy crítico con la Iglesia, y con aquellos que la seguían. Aquí puedes ver a un hombre colgado de una de las llaves de San Pedro mientras un demonio le engancha para sostenerle.
Pero, al igual que ocurre en la tabla del Paraíso con Jesús, aquí también hay figuras importantes. En esta tabla, representación del Despertar, hay al menos tres personajes importantísimos. El primero es una especie de Asmodeo con cabeza de halcón entronizado en un sitial desde donde engulle y defeca en forma de excrementos a los condenados.
¿Quién es el dios con cabeza de halcón en la mitología egipcia? Horus, el hijo de Osiris, tantas veces identificado con Cristo, de quien se dice que también bajó a los Infiernos para redimir a los caídos. Es justamente eso lo que simbolizan los cuerpos que defeca el presunto Asmodeo: lejos de cualquier descoyuntamiento, se ven intactos, blancos, puros. Han superado su prueba iniciática y vuelven a renacer, purificados, listos para una nueva encarnación. Lo sostenía el esotérico Cornelius Agrippa en su De Occulta Philosophia, donde interpretaba el fuego infernal como el umbral de las mutaciones alquímicas esenciales para la realización del ser, así como para acceder a la suma elevación espiritual. Decía que "no pasar por el Infierno es amputarnos una parte de nosotros mismos." Es decir, el paso por el Infierno es necesario para la autorrealización. Claro, eso depende del punto de vista. Si le preguntas a un católico, te dirá que el Infierno es a donde van las almas de los condenados a sufrir por toda la eternidad. Evidentemente esta tabla, como todas las obras de arte, tienen distintas interpretaciones según quién las mire. Pero nosotros estamos intentando acercarnos a la visión microcósmica y macrocósmica del Bosco. Y siguiendo en esa línea encontramos a la siguiente figura importante, que se encuentra precisamente debajo de ese Horus bosquiano.
Una escena casi subida de tono. La dama es Venus. Pero también Eva, Afrodita, Freyja o María. Son todas las diosas, y ninguna. Es una mujer que puede convertirse en iniciada, pero que aún no ha vivido el Despertar. Custodiada por ese demonio lobo-conejo, lleva un sapo sobre su pecho. El sapo, la rana, las serpientes... todos ellos son animales iniciáticos. ¿Qué nos quiere decir El Bosco con esto? Que todos nosotros podemos ser iniciados. Pero primero tenemos que despertar. Porque esta mujer tiene los ojos cerrados, está "dormida", lo que simbólicamente es lo mismos que estar "ciega", es decir, no puede "ver". Y si por un casual "abre" los ojos, "despierta", tendrá que evitar la principal tentación de nuestro mundo: el espejo negro, que es lo que tiene delante. Lo que lleva en el trasero el demonio verde. Los espejos negros son los muros que nos ponemos nosotros mismos para evitar alcanzar la divinidad. Son las distracciones de nuestro mundo. La televisión o el teléfono móvil son dos claros ejemplos de espejos negros, literal y simbólicamente. Todos corremos el riesgo de perdernos en los espejos negros, donde nos reflejamos (soberbia) en vez de centrarnos en los espejos blancos, transparentes, que nos permiten "ver" más allá. ¿Y qué hay del tercer personaje? Seguro que ya saben nuestros lectores de quién se trata. Evidentemente el tercer personaje es el famoso Hombre-Árbol, donde se ha querido ver un autorretrato del Bosco.
La figura más famosa de "El Jardín de las Delicias", porque ocupa el centro de la tabla del Infierno, por lo que es la parte más importante. Efectivamente es un hombre-árbol, ya que sus piernas son como troncos huecos, pero hay algo que no se dice nunca: que su cuerpo es un huevo abierto. Es un huevo, pero imperfecto, como todo lo que está en el Infierno. ¿Recordáis lo que hemos dicho antes de la simbología de las esferas de cristal? Pues en el caso del huevo es lo mismo, pero nos da una pista más: el interior del huevo es el lugar donde estábamos antes del Despertar, el huevo roto (como el caso del Hombre-Árbol) implica que el iniciado ha tomado conciencia del mundo y sale del huevo para realizarse... pero también es el lugar al que debe volver. Y esto nos puede parecer un poco confuso, ¿no? Si se ha dado cuenta de que existe el huevo y de que está dentro de él, si lo ha roto y ha salido de él para alcanzar el Conocimiento... ¿por qué debe volver dentro del huevo? Porque ése es su sitio. El lugar del hombre es dentro del huevo, del mundo diario, del infierno lleno de demonios. Cuando se sale del huevo y se emprende el viaje del conocimiento, siempre hay que volver. El camino de regreso es tan importante o más que el camino de ida. Por eso el tríptico se divide en tres tablas, como estados del conocimiento. Si nos fijamos, podemos ver un peregrino grisáceo que vuelve al interior del Hombre-Árbol subiendo por una escalera. Es un alma impura, que ha salido del huevo pero vuelve a él en actitud derrotista: no ha sido capaz de abandonar el infierno. Es el personaje que lleva una flecha clavada en el trasero. En cambio, fijémonos en la tabla central, la más grande.
Está plagada de gente desnuda, y haciendo cosas muy raras. En efecto, esta tabla representa el estadio intermedio de la conciencia humana. Son los hombres y mujeres que han despertado, han roto y el huevo y han pasado a un estado evolutivo superior. Esta tabla también está plagada de símbolos. Vamos a ver algunos.
Un jilguero dando de comer una mora a seres humanos que parecen raquíticos. Pero no es que los hombres sean enanos, sino que el pájaro es gigantesco. ¿Por qué? Porque, desde el Antiguo Egipto, las aves son la representación simbólica del alma. Con estas imágenes de pájaros alimentando a hombres, El Bosco nos está diciendo dos cosas. Contrario al propio Renacimiento, advierte que el hombre no es el centro del universo. Pero que es capaz de alcanzar un estado de realización espiritual tal que el alma sea capaz de alimentar el propio cuerpo. Es decir, que no necesitaremos buscar alimentos fuera de nosotros, pues la fuerza de nuestra propia alma bastará para alimentarnos. La mora es un potente fruto iniciático. Todo esto puede resultar muy confuso para nosotros, puesto que hemos perdido la capacidad de leer en imágenes y los conocimientos que heredó El Bosco. Pero veamos otra escena de esta tabla:
Humanos metiéndose en un huevo gigante. Es lo mismo que el Hombre-Árbol. Sin embargo este huevo está perfectamente pulido, es prístino, y su apertura da a un estanque o lago, símbolo del conocimiento primigenio. Todas esas personas que están volviendo al interior del huevo han completado su camino iniciático y regresan a su lugar de origen, que es donde deben estar. El interior del huevo es el mismo que antes de que salieran, pero ellos no son los mismos que cuando salieron. Es un poco como el cuento de El Mago de Oz. Dorothy es llevada fuera de Texas por un tornado hasta el País de Oz y recorre todo el camino buscando volver a casa. Dorothy tiene un Despertar, que es el tornado, lo que le lleva a recorrer su camino iniciático por el País de Oz. A lo largo de su viaje se encuentra con personajes/personificaciones de lo que cada uno llevamos en nuestro interior: el espantapájaros quería un cerebro (pensamiento), el hombre de hojalata quería un corazón (sentimientos), y el león quería ser valiente (espíritu). Y cuando llegan ante el Mago de Oz, éste les dice que todo eso que piden ya lo llevan dentro, y lo han demostrado por el camino. Porque es cierto, solemos buscar las cosas fueras cuando todo está dentro de nosotros. Pero Dorothy quiere volver a casa. A esa misma Texas gris y aburrida que la misma Dorothy nos describe al principio del cuento. Quiere regresar a ese lugar tan aburrido, porque ése es su sitio. ¿Y recordáis lo que le dice el mago? "Pero querida Dorothy, podías volver cuando hubieses querido. Sólo tienes que pisar fuerte en el suelo tres veces y estarás de vuelta". Y así es. Dorothy vuelve a su misma Texas gris y aburrida, pero ella ya no es la misma que cuando se fue. El camino de vuelta también está en nuestro interior. Ese regreso es lo que hacen los personajes de El Bosco al entrar de nuevo en el huevo. ¿Qué más tenemos por aquí? Esto, por ejemplo.
Ese hombre está vestido, y es la única figura vestida en toda la composición, a excepción de Jesús. Es uno de los personajes más curiosos de todo el tríptico. Dirige también la mirada al espectador, igual que Jesús, pero hace un pequeño gesto con su mano. Está señalando a la mujer que tiene delante de él. La tesis ortodoxa dice que se trata de San Juan Bautista señalando a Eva como culpable, pero no lo comparto. En primer lugar no hay ningún elemento que nos sirva de atributo para identificar al Bautista... pero la mujer sí que es Eva, como demuestra el fruto que sostiene en su mano derecha. Pero no es la pecadora, la figura masculina no la está señalando con desprecio ni como advertencia, sino que sonríe. ¿Habéis visto esa sonrisa en alguna otra parte? ¿No? ¿Seguro?
Da Vinci, exacto. Tal vez os preguntéis qué tiene que ver él aquí. ¿Recordáis lo que significa la sonrisa de la Gioconda? ¿Ese desafío que lanza Da Vinci al espectador, retándole a que sea capaz de desvelar el misterio de la pintura? Pues lo mismo está haciendo El Bosco con ese personaje. Pero el artista de Hertogenbosch es más explícito. A nosotros ya no nos sorprende esa señal hacia Eva, ¿verdad? Es el principio femenino, del que hemos hablado ya tantas veces. Y ahora, para ir terminando, vamos a ver las cerraduras de esta herramienta, que actúa como una puerta:
Lechuzas, el animal simbólico de Atenea. Son animales de la Sabiduría. Pero no sólo eso, sino que también son aves que son capaces de ver y moverse con total nitidez y precisión en lo oscuro, a través de las tinieblas. A ojos de los antiguos, eso significaba que eran seres capaces de atravesar los territorios de la muerte. Se les consideraba seres psicopompos, es decir, transportadores de almas. Fue un recurso muy utilizado en el arte de los Países Bajos el incluir a estos animales, mirando al espectador, para sugerir que la pintura tenía un mensaje oculto. El espectador debe hacer como la lechuza, ser capaz de ver más allá de las tinieblas, es decir, del aspecto formal y externo de la obra. Al incluir estas lechuzas, El Bosco está diciendo que esta pintura tiene un mensaje oculto que hay que desvelar. Hoy en día, que se trata de una pintura extraña salta a la vista, no hacía falta incluir a todas esas lechuzas, pero no era así en el siglo XVI. En aquella época, las pinturas de El Bosco podían parecer satíricas o moralizantes, pero siempre dentro del catolicismo ortodoxo. Por eso El Bosco esconde sus mensajes pero deja pistas para los que sepan verlas. En fin, esto se ha hecho extraordinariamente largo, así que vamos a ir acabando: esta tabla central representa ese estado de iluminación que los miembros de la secta de El Bosco creían haber alcanzado. Muchos de los grandes iluminados de las sectas iniciáticas, de las escuelas mistéricas, creían haber alcanzado ese estadio de conciencia superior. Sólo unos pocos, los grandes maestros de las grandes sectas mistéricas, pudieron alcanzar la sabiduría completa que representa la tabla de la izquierda. ¿Quiénes? Krishna, Buda, Platón, Moisés, Zartustra, Jesús, Osiris... ya sabéis, las grandes figuras divinizadas a lo largo de toda la Historia y de todas las civilizaciones. Precisamente en la tabla de la izquierda, la representación del Paraíso, tenemos a uno de ellos.
Jesús, ya lo hemos visto. Pero es precisamente con Jesús con quien cerramos la explicación. ¿Recordáiss que hemos dicho que esta tabla puede ser el principio y el final? El principio resulta claro al ver a Adán y Eva. ¿Pero cuál es el final? Pues entender, precisamente, que todos los hombres de la Humanidad, todos los que aparecen en la tabla del centro (porque recordemos que todos podemos alcanzar ese estado) son Adán. Y todas las mujeres son Eva. Y la enseñanza final, la que nos abre los ojos, es que tanto Adán como Eva son Uno, que es Jesús. Y Jesús es Dios. Y Dios es Jesús. Por eso la enseñanza final, todo lo que El Bosco quiere decirnos, es que Todo es Uno, y Uno es Todo. Todo lo que podemos ver, oír, tocar, sentir a nuestro alrededor, incluso nosotros mismos, es Dios. La unión de los opuestos (ya sea hombre y mujer, agua y fuego, razón y locura, cuerpo y alma) es el regreso a la Unidad, sin la cual nada es posible. Y con esta enseñanza final podemos cerrar el tríptico y volver a nuestro lugar de origen: dentro de la esfera de cristal.
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