miércoles, 13 de abril de 2016

30. ¿Quo vadis, don Alonso?

¡Buenos días! Hoy estamos de celebración. No solamente hemos llegado a la publicación de 30 entradas (que hay que ser pesado) sino que además hemos registrado en este blog las 1.000 visitas. ¡Gracias! Muchas gracias a todos, lectores, porque sin vosotros es probable que esto nunca hubiese llegado más allá de la tercera o cuarta entrada. Al principio diseñé este blog para mí, para tener en un mismo sitio todas las ideas heterodoxas... pero la buena acogida que tuvo desde un comienzo hizo que quisiese seguir, y hasta hoy. De nuevo, os quedo muy agradecido por esas 1.000 visitas. Y hoy vamos a hablar de un personaje que forma parte de nuestra cultura colectiva: Don Quijote de la Mancha. Hemos pasado de Lucifer a Don Quijote, un cambio un tanto brusco... aunque ambos personajes tienen algo en común: los dos son unos locos soñadores. Lucifer es quien desea que toda la Humanidad alcance el estado de iluminación que le pertenece por naturaleza, que coloque a sus dioses en el lugar que merecen. Lucifer es quien inspira al apóstol Felipe cuando, en su evangelio, éste dice: "Dios creó al hombre (...) los hombres crean a Dios. Así ocurre también en el mundo: los hombres hacen dioses y adoran su creación. Sería conveniente que fueran los dioses los que venerasen a los hombres." Y sí, Felipe, el apóstol, escribió un evangelio. O al menos, es posible que lo hiciese. Sin embargo, dejaré el tema de los evangelios canónicos y apócrifos para otra ocasión. Porque es un tema fascinante, pero no el objeto de la entrada de hoy. He dicho que Lucifer es un loco soñador porque pretende que la Humanidad alcance su estado de iluminación natural y deje de ver a sus creaciones como los dioses a los que ha de rendirle pleitesía. Creo que la Humanidad alcanzará ese estado algún día. Precisamente por eso Lucifer es tan loco soñador como Don Quijote: ambos ven el mundo de una manera especial, pero en su propia época uno es tachado de diablo y el otro de loco. Tendrá que pasar el tiempo para que cada uno encuentre el lugar de honor que le corresponde en la historia cultural. Por suerte, Don Quijote ya lo ha encontrado. Uno de los mejores personajes de la literatura española, todo un símbolo de las Letras. Es todo un personaje, que se puede afrontar desde muchos puntos de vista. Como es lógico, nosotros vamos a hacerlo desde el punto de vista simbólico. ¿Qué significa la figura de Don Quijote y su sempiterno compañero Sancho Panza? Conviene hacerse esta pregunta visualizando el monumento que se levanta en la Plaza de España de Madrid.


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Recibe muchas visitas diarias. Y hay una ruta por Madrid, el Madrid Literario, que empieza aquí. En efecto, se puede ver casi todos los días a mucha gente haciéndose fotos en el monumento al inmortal Miguel de Cervantes. A nosotros nos interesan especialmente sus más famosas creaciones, pero vamos a analizar un poco el conjunto.

Don Quijote y Rocinante; seguidos de Sancho Panza y Rucio.
Tras ellos, su creador, Miguel de Cervantes

Antes de que algún literato nos cuelgue de los pulgares, quiero decir que somos plenamente conscientes de que Sancho Panza no llama "Rucio" a su burro en ningún momento. "Rucio" es el pelaje del animal. Ahora bien, Don Quijote es el loco soñador español por excelencia. Es EL héroe español. Muchos lectores pensarán que El Cid es más digno de ese título, pero Rodrigo Díaz de Vivar no es un héroe arquetipo español. Se asemeja mucho más a los grandes héroes homéricos, o a las figuras que aparecen en los Eddas nórdicos, pero no a los pobladores de leyendas hispanas. Aquí en España somos héroes a medio hacer, héroes incompletos, a veces derrotados, pero es ahí donde reside precisamente nuestra grandeza. Somos conscientes de la principal diferencia entre Don Quijote y Rodrigo Díaz de Vivar (uno es un personaje literario y el otro un personaje histórico), pero la mayoría de las historias que conocemos sobre El Cid tienen más que ver con la leyenda y la literatura que con los hechos puramente históricos. El Cid nos ha quedado como un Thor castellano, siempre victorioso, incluso muerto. No pega. Alonso Quijano es más tipical spanish.


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El Caballero de la Triste Figura es el iniciado que ve el mundo gris de sus contemporáneos, una Castilla medieval y lamentable, como una tierra plagada de desafíos, retos y magia. Es el loco cuerdo, el antihéroe más digno de la literatura. Se ha dicho siempre que El Ingenioso Hidalgo don Quijote de la Mancha es una crítica y una burla a los libros de caballerías. ¡Falso! El Quijote es el mejor libro de caballerías que se pueda leer. Es una alabanza de los valores humanistas y de la caballería más noble. No es un Amadís de Gaula, pero tampoco tiene que serlo. Alonso Quijano se conoce a sí mismo y actúa en el mundo tal y como desea. No, no es que lo desee, es que lo cree así. Convierte al mundo en su propio mundo. Y en un mundo de caballería andante, donde los valores son tales, no puede faltar la dama:

 

Aldonza Lorenzo para los profanos, una campesina cualquiera de Castilla. Sin embargo, para nuestro caballero andante es la mujer imaginaria y perfecta, la delicada Dulcinea del Toboso. Nunca aparece "en persona" en la novela, y eso es una técnica genial del maestro Cervantes, pues cada lector la imagina a su manera. Esta primera escultura, que flanquea el lado derecho del escritor, representa a la campesina castellana. Sin embargo esta otra, ubicada a su izquierda, simboliza al gran amor de Don Quijote, ataviada casi como la emperatriz de la Mancha.

 

Dos caras de la misma moneda. El monumento fue una colaboración de los arquitectos Rafael Martínez Zapatero y Pedro Muguruza con el escultor Lorenzo Coullaut Valera. Estas dos figuras femeninas representan a la misma persona: Aldonza Lorenzo por un lado y Dulcinea del Toboso por otro. Sin embargo, para Don Quijote sólo existe ésta última. Porque, según dictan las leyes de la caballería andante medieval (de las que don Alonso es un experto), todo noble caballero ha de tener una dama en el corazón a quien dedicarle sus victorias. Nos dice Cervantes que:

"Se cree, que en un lugar cerca del suyo había una moza labradora
de muy buen parecer, de quien él un tiempo anduvo enamorado, aunque,
según se entiende, ella jamás lo supo ni se dio cuenta de ello."

"Llamábase Aldonza Lorenzo, y a ésta le pareció ser bien darle título de
señora de sus pensamientos; y buscándole nombre que no desdijese mucho
del suyo y que tirase y se encaminase al de princesa y gran señora, vino a
llamarlo 'Dulcinea del Toboso' porque era natural del Toboso: nombre, a su
parecer, músico, peregrino y significativo, como todos los demás que a él y
a sus cosas había puesto."

Es decir, que mientras que Aldonza Lorenzo es la mujer real, Don Quijote se crea una mujer imaginaria, casi casi como una noble de Castilla. Dulcinea del Toboso se convierte en el elemento indispensable del amor cortés de Don Quijote, un concepto literario de la Europa medieval que expresaba el amor en forma noble, sincera y caballeresca. La relación que se establece entre el caballero y la dama es comparable a la relación de vasallaje. Generalmente, el amor cortés era secreto y entre los miembros de la nobleza, dado que los matrimonios eran arreglados entre las familias y se realizaban por conveniencia, el amor cortés no era un amor bendecido por el sacramento del matrimonio. Era una experiencia intermedia entre el deseo erótico y el espiritual, que aunque pueda parecer contradictorio, era vivido como "un amor a la vez ilícito y moralmente elevador, apasionado y disciplinado, humillante y exaltante, humano y trascendente." Ésa es la relación entre Don Quijote y Dulcinea. Ahora bien, hay una figura que es tan importante o más que la propia Dulcinea: el fiel escudero, Sancho Panza.


 Resultado de imagen de sancho panza y su burro

Que, por cierto, no estaba precisamente gordo. Sancho Panza es la voz de la razón. La tradición manda que todo caballero andante tenga un escudero, así que Don quijote convence a "un labrador vecino suyo, hombre de bien (...) pero con muy poca sal en la mollera" para tal cometido. Sancho Panza, a diferencia de su señor, es un hombre realista y práctico que lo seguirá fielmente en su juramento, a pesar de que no entiende sus idealismos. Mientras Don Quijote se dedica a deshacer entuertos imaginaros en su peregrinaje, Sancho, sencillo y bonachón, tratará de disuadirle para que no se meta en líos. Por supuesto, sin éxito.

 

Sancho Panza, el inseparable compañero, es un personaje capital, tanto como el propio Don Quijote. Son, otra vez, las dos caras de la misma moneda. Don Quijote es un loco (de acuerdo a la "cordura" de la época), pero también es un hombre muy cultivado. Sancho Panza, por su parte, es una persona sencilla y razonable, cuerda, pero ignorante. No obstante, compensa su ignorancia en muchos temas con todo un refranero popular, una capacidad de resumir toda la sabiduría en una frase. Don Quijote, por contra, se enredará muchas veces en sus propios pensamientos, haciéndoselos incomprensibles a Sancho.El refranero utilizado por el campesino representa el bagaje cultural popular acumulado a través de siglos, y Sancho hace gala de ello. Algunos ejemplos son:

-"Donde una puerta se abre, otra se cierra".
-"No con quien naces, sino con quien paces"
-"De noche todos los gatos son pardos"
-"Ándeme yo caliente, ríase la gente"
-"Cuando a Roma fueres, haz lo que vieres"

A tantos refranes recurría Sancho, que Don Quijote terminó por decirle:

- No más refranes, Sancho, pues cualquiera de los que has dicho basta para dar a entender tu pensamiento; y muchas veces te he aconsejado que no seas tan pródigo en refranes y que te vayas a la mano en decirlos; pero paréceme que es predicar en desierto, y castígame mi madre, y yo trómpogelas.

-Paréceme - respondió Sancho - que vuesa merced es como lo que dicen: "Dijo la sartén a la caldera: Quítate allá ojinegra". Estáme reprehendiendo que no diga yo refranes, y ensártalos vuesa merced de dos en dos.

-Mira, Sancho - respondió Don Quijote -: yo traigo los refranes a propósito, y vienen cuando los digo como anillo en el dedo; pero tráeslos tan por los cabellos, que los arrastras, y no los guías; y si no me acuerdo mal, otra vez te he dicho que los refranes son sentencias breves, sacadas de la experiencia y especulación de nuestros antiguos sabios; y el refrán que no viene a propósito, antes es disparate que sentencia. Pero dejémonos desto, y, pues ya viene la noche, retirémonos del camino real algún trecho, donde pasaremos esta noche, y Dios sabe lo que será mañana.

(Segunda parte, capítulo LXVII)


Leyendo ese pasaje una recuerda la moda que hay ahora de irse a la India, al Tíbet o a China en busca de experiencias místicas y trascendentes. Leyendo a Alonso Quijano y a Sancho Panza, no hace falta irse tan lejos. ¡Como si no hubiesen parido místicos sobresalientes los campos de Castilla! La sabiduría oculta en esta obra es inabarcable. Sin embargo, para terminar con Sancho, debemos hacer mención a un episodio importante: la Ínsula de Barataria. Al comenzar el segundo libro, la Ínsula de Barataria, que había sido prometida por Don Quijote a Sancho, es concedida por un duque, pero Sancho no tarda en desistir del oficio de gobernarla debido a que no sirve para ello. Las jugarretas que le proporcionan colaboraron a esto, ya que todo se trataba de una burla del duque y la duquesa. Ahora bien, ¿qué significa este episodio, simbólicamente hablando? Sancho Panza representa la razón, la cordura, y la Ínsula de Barataria no existe. Es una Utopía, un lugar que no existe más que en la mente de aquel que cree en ella. La razón no puede "gobernar" en el mundo de la fantasía y la magia. Pero eso no es malo. Sancho Panza descubre que necesita a Don Quijote, de igual manera que Don Quijote necesita a Sancho. Tanta sabiduría contiene este libro que los cinco continentes saben apreciar su valor, como muestra el monumento.

   



Un libro para recordar, desde luego. Obviamente, al ser un monumento dedicado a Cervantes y no sólo a Don Quijote, aparecen otros personajes del autor, como "La Gitanilla" o "Rinconete y Cortadillo".



Ya estamos acabando. Por el otro lado del monumento, detrás de Miguel de Cervantes, aparece su diosa personal: la "Alegoría de la Literatura". Y, flanqueándola, se encuentran una alegoría del Misticismo y otra del Valor Militar, sobre una fuente.



Alegoría del Valor Militar

Alegoría del Misticismo

¿Una alegoría del valor militar en un monumento a Cervantes? Pues claro, hay que recordar que Miguel de Cervantes participó en la Batalla de Lepanto en 1571 contra los turcos, donde perdió la movilidad de la mano izquierda, lo que le valió el sobrenombre de "el manco de Lepanto". Y para terminar, una última cosa: el final de Don Quijote. Seguramente nuestros lectores recuerden a los muchos personajes secundarios que aparecen en la obra. Los más cercanos a Alonso Quijano son el cura del pueblo, Pedro Pérez, licenciado en la Universidad de Sigüenza y gran amante de los libros de caballerías; el ama de llaves, que pasaba de los cuarenta años; la sobrina, Antonia Quijana, que no llegaba a los veinte; o Maese Nicolás, el barbero del pueblo. Sin embargo, quien nos interesa es un personaje del segundo libro: Sansón Carrasco. El bachiller. En aquella época, ser un bachiller era como tener un máster y un doctorado. El círculo cercano a Don Quijote, es decir, los personajes antes mencionados, están preocupados por la "locura" de don Alonso, y le piden ayuda a Carrasco. Éste pretende que Don Quijote vuelva a casa gracias a su propia medicina: de acuerdo a los libros de caballerías. Así, en su primer encuentro, Sansón Carrasco se disfraza como un caballero andante y sale al encuentro de Don Quijote con el único propósito de vencerle y así, obligado por las reglas de la caballería, obligarlo a retirarse para que pueda ser curado de su aparente locura. La primera vez que el bachiller se enfrenta a Don Quijote lo hace bajo el nombre de El Caballero de los Espejos. Allí es derrotado, y su móvil para vencer a Don Quijote pasa a ser el de la venganza. El segundo enfrentamiento entre ambos tiene lugar en Barcelona, donde Sansón Carrasco se hace llamar El Caballero de la Blanca Luna (quizá una referencia a los turcos). Esta vez consigue la victoria y le obliga a retirarse de sus actividades inspiradas en la caballería, lo que causa la decadencia y la posterior muerte de Alonso Quijano. ¿Y eso cómo se interpreta? ¿Cómo lo interpretáis vosotros?



P.D. Quiero dar las gracias en especial a María Victoria Curto, por la conversación tan fascinante que tuvimos sobre El Cid y Don Quijote.

1 comentario:

  1. eres grandio, mi nombre es hevert y he quedado encandando no solo con tus videos donde demarcas la sabiduria de alguien de antaño sino tambien con tu block donde expresas, compartes y explicas de una manera comoda cada tema que acoges.

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