a) Los cuadros del Bosco. A Felipe II le encantaban las obras de este pintor flamenco. Y no era el único en su familia, tanto su abuelo Felipe el Hermoso como su tía abuela Margarita de Austria fueron clientes del Bosco. Sin embargo, el afán coleccionista de Felipe II alcanzó cotas hasta entonces nunca vistas. Tanto fue así, que en cuanto se enteraba de que un nuevo cuadro del Bosco estaba a la venta, enviaba a un emisario a adquirirlo al precio que fuese. La producción pictórica del Bosco no es muy extensa, apenas llega a 40 obras. Y sin embargo, Felipe II logró reunir en El Escorial 26 de ellas. En 1570, por ejemplo, compró "El Carro de Heno" y lo colgó en las paredes de su complejo, igual que hizo con "La Mesa de los Pecados Capitales" y con "El Jardín de las Delicias". Éste último lo puso incluso en su dormitorio, y fue la última obra que pidió ver antes de morir. ¿Qué es lo que veía en los cuadros del Bosco? ¿A qué tanto interés? El Bosco pertenecía a una secta cristiana pero alejada de las doctrinas ortodoxas de la Iglesia Católica. Esta secta tenía muchos lazos con la Hermandad del Espíritu Libre, los llamados adamitas por sus enemigos; o con los cátaros, que veían en el mundo material la mano del Diablo. La secta donde militó el Bosco creía en la posibilidad de un contacto directo con Dios sin necesidad de la Iglesia, como tantos otros. Pero lo que les hacía realmente modernos es que veían la igualdad entre el hombre y la mujer como la dualidad cósmica, además de pensar que, como el hombre es una criatura de Dios y Dios es perfecto, el hombre es incapaz de pecar. El pecado no existe, no hay un Juicio Final ni un Cielo o Infierno, salvo el que nosotros mismos nos ponemos en nuestra vida diaria. Se dice que las pinturas del Bosco esconden muchas de las enseñanzas de esta y otras sectas, secretos alquímicos y cabalísticos e incluso visiones que el propio pintor tenía de experiencias cercanas a la muerte, o ECMs. Tal vez algún día sepamos la verdad sobre su obra.
Un posible retrato de Hieronymus Bosch, llamado "el Bosco"
Aprovechando el V Centenario de la muerte del Bosco, que se celebra en 2016, el mes pasado hice un simposio analizando precisamente algunos de los símbolos y de las ideas heterodoxas que escondió el Bosco en sus cuadros. Podríamos dedicar alguna entrada a explicar "El Jardín de las Delicias", por ejemplo. Pero continuemos con nuestra historia, pasando al punto b. Las reliquias, claro. Si hablamos a ese respecto, decir que solamente el monasterio albergó 7.000 y que pudo haber llegado a 7.422. Allí había de todo, desde cabezas, piernas, manos e incluso grasa del mismísimo San Lorenzo quemado en la parrilla. Todo ello en relicarios colocados estratégicamente en diferentes altares y repartidos por todas las estancias a modo de talismanes. Se dice que si se juntaran todas las reliquias se podían hacer 10 cuerpos de santos enteros, 144 cabezas y 306 brazos y piernas. Las dos reliquias estrella que todavía se pueden observar son la hostia milagrosa incorrupta que sólo se enseña dos veces al año, y una copia de la Sábana Santa de Turín de 1590 con la que a veces se arropaba Felipe II al observar por la ventana de su habitación la misa diaria que hacían los frailes jerónimos. Resulta curioso imaginar a Felipe II arropado con la Sábana Santa mirando por la ventana. ¿A qué se debe esa obsesión del monarca por las reliquias? La importancia de los talismanes quedaba fuera de toda duda en la vida de los primeros Habsburgo. Ya Carlos V era un famoso protector de las Ciencias Ocultas y demostró un especial interés por los talismanes. Concretamente, en uno de los retratos que le hizo Tiziano, el emperador le pidió al veneciano que le representase con un par de amuletos. ¿Os interesa saber en qué cuadro? Pues en uno que podemos ver los madrileños siempre que queramos, pues está en el Museo del Prado. Es el "Carlos V a caballo en Mühlberg".
Su cuadro más conocido. Un retrato de propaganda de Carlos V por haber derrotado a la Liga de los príncipes protestantes en Mühlberg. ¿Dónde puede haber amuletos aquí? Precisamente debemos dudar de lo que parece corriente o vulgar en el arte. Porque con frecuencia, los mejores artistas utilizan esa capa de normalidad para esconder sus secretos. El primer amuleto de Carlos es muy evidente, pues le cuelga del cuello: el emblema de la Orden del Toisón de Oro. Según sus creencias, el Gran Maestre de la Orden está protegido por Dios al llevar ese colgante. Respecto al otro amuleto, no es tan sencillo de averiguar hasta que no estudias en profundidad la figura del emperador: se trata de la lanza. Esa lanza es una de las reliquias más preciadas de la cristiandad. Carlos V le pidió a Tiziano que no le retratase según las normas de la época (con una espada, un cetro o algún otro símbolo de poder), sino que le representase con esa lanza en ristre. Porque este amuleto tiene nombre propio: es la Lanza de Longinos. El centurión romano Casio Longinos atravesó con esa lanza (un pilum) el costado de Cristo en la cruz, y de la herida manó agua y sangre que curaron la ceguera parcial que padecía el centurión. Debido a este milagro, Longinos se convirtió al cristianismo y se llevó consigo la lanza cuando se retiró, a un pequeño pueblecito de lo que hoy es Alemania. Por eso no sorprende ver la Lanza de Longinos en esas manos, ya que desde que Carlos de Habsburgo fue nombrado emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, esa lanza le pertenece por derecho de herencia familiar. Es actualmente una de las joyas de la corona del antiguo Imperio Astro-Húngaro, y se puede ver en la sala de las joyas de la corona el Palacio Real de Viena.
Esto sólo es el reflejo de la importancia que los Habsburgo le daban a los talismanes y amuletos. La devoción de Felipe II por las reliquias como objetos de protección era similar a la que sentía su padre por los objetos de poder como la Lanza. Pero no quiero extenderme mucho más, es hora de hablar del siguiente apartado:
c) Los libros de saber heterodoxo. En cuanto a los libros, si al entrar en el Patio de los Reyes giramos a la derecha, podremos entrar en la mayor biblioteca de temas ocultistas que existe, a excepción de la del Vaticano y la de la Sorbona. El suelo está hecho de carísimo mármol, y las estanterías son de madera de estilo dórico, donde los libros están colocados de una manera muy curiosa: el lomo está orientado hacia adentro, contrariamente a lo que se hace normalmente en las bibliotecas actuales. Los bibliotecarios dicen que es solamente para que las hojas se aireen, mientras que otros opinan que es esencialmente para que la gente no vea los títulos de los libros y así se preserve el contenido mágico ante miradas curiosas. En total existen unos 40.000 impresos y unos 2.600 manuscritos de los siglos V - XVIII. También hay códices muy importantes como un ejemplar de Las Cantigas de Santa María de Alfonso X u obras de Santa Teresa de Jesús, gran mística española del siglo XVI. Este templo del saber estuvo regentado por Benito Arias Montano, que se encargó en 1570 por orden del Duque de Alba de establecer un catálogo con el título Index Librorum Prohibitorum de los libros confiscados en toda Europa. Tras hacer el encargo y recopilar y acumular mucha información, se hizo cargo de la biblioteca en 1577. Aquel encargo fue en verdad muy oportuno... Me refiero a que todos los libros que prohibía en Europa la Inquisición iban a parar de una manera u otra aquí, donde Arias Montano, José de Sigüenza, el propio Felipe II y muchos otros los estudiaban con singular devoción. Con la excusa de que esos libros no debían ver nunca la luz y que en El Escorial estarían a buen recaudo, el monarca consiguió erigir la mayor biblioteca de saber hermético de su tiempo. Pero lo que hace interesante la Biblioteca no son sólo los libros que contiene, sino la propia decoración pictórica. Fue el propio Arias Montano quien preparó el programa iconográfico que reflejan los frescos de la Biblioteca. Un tema apasionante que dejamos para otra ocasión. La Biblioteca es, a fin de cuentas, el cerebro del complejo. Y muchos de los libros que allí se guardan tratan nuestro último tema.
d) La alquimia fue una de las Ciencias Ocultas en las que más se involucró Felipe II. Aunque siempre la tomó como algo material para conseguir sus fines tanto monetarios como medicinales, el hecho de acogiera a cualquier alquimista en las estancias de El Escorial es bastante significativo. También mandó construir un laboratorio que fue alojado en la llamada Torre de la Botica. Allí no sólo se procedió a los más fantásticos hallazgos, sino que ésta también fue utilizada para usos médicos tanto en beneficio de la regia figura como para el reino, introduciéndose de esta manera grandes logros médicos y saberes químicos. Pero aquella aventura acabó en desgracia, pues en el aciago año de 1577, años de grandes tormentas y perros negros surgidos del Infierno, aquel laboratorio en donde se perseguía la Piedra Filosofal estalló, provocando un gran incendio y severos daños en la estructura. La versión oficial dice que fue debido a un rayo, muy propio de aquel año de tormentas, pero otras fuentes afirman que se trató de una explosión interna dentro de la zona donde los alquimistas preparaban sus mezclas. Otro misterio que el tiempo enterró entre sus arenas, del que tal vez nunca sepamos la respuesta.
En resumen, pinturas del Bosco, amuletos, libros ocultistas, alquimistas... realmente, El Escorial en tiempos de Felipe II debió de ser un lugar muy interesante. Ya hemos dicho que desentrañar y explicar todos los misterios de El Escorial sería labor de toda una vida. Muchas personas los estudian con detenimiento sacando a relucir continuamente nuevos datos, como la extraña conexión de la cruz oculta del Patio de los Reyes con los puntos cardinales; la terrorífica Boca del Infierno que se haya en el interior de la basílica y que algunos dicen que la construcción de todo el complejo arquitectónico sirvió como una suerte de talismán para taparla; las enigmáticas esferas situadas en cada torre que albergan, cómo no, reliquias para evitar males tanto terrenales como ultraterrenales... En fin, un auténtico mundo de misterios que nos hace ver esta obra magna con nuevos ojos. Antes de acabar no me gustaría olvidarme de hablar de otra peculiaridad que se haya lejos del complejo: la llamada Silla de Felipe II. Mucha gente cree la historia legendaria de que era allí donde se sentaba el rey a observar el avance de las obras. Esto es falso pues, aunque tiene muy buenas vistas, la colocación de instrumental y enseres era bastante imposible, imposibilitando así la correcta apreciación de la construcción. En realidad la Silla es meramente un altar de sacrificios vetón, de origen celta del siglo IV a.C. Aún así, si alguna vez caéis por esos lugares, dejaos llevar por la imaginación y creed que una vez allí se sentó un rey que quiso aunar el bien y el mal en un edificio que se recordará por los siglos de los siglos. Amén.
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